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Cuñada muy puta. Seduce al marido de su hermana en la fiesta de casamiento. Ser

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Me “hago los ratones” con mi cuñada, desde que mi novia me presentó a Perla, doce años mayor. En sus treinta y pocos, exhibe una contundente belleza que me dejó loquito, rápida supo leer la pasión que despertó en mis jóvenes veintiún años.

Fue madrina de nuestro apresurado casamiento, en la fiesta no pude menos que elogiarle los deliciosos atributos que se prometían en el generoso escote. No dejé dudas de mi admiración por ese par de tetas que harían la delicia de un goloso como yo, halagado el ego de mujer, asintió con graciosa sonrisa, que mi condición de calentón decodificó como posible ir por más. 

En la fiesta pagada por el padre de la novia corrían los brindis a discreción, en uno de ellos y el alcohol como excusa me insinué diciendo que me quita el sueño, simulando que me había pasado de tragos, tuve la osadía y el descaro de ir al frente, que me enganché con Luisa para estar cerca de ella. Acusó el golpe, sorpresa y duda, relajaba el autocontrol, se dejó llevar por la desfachatez del novio, tal vez, “entonada” por el champán o seducida por más de medio año de abstinencia de “carne en barra”, me deslizó al oído:

- Al sentenciado al matrimonio, se le concede una última voluntad… ¿Que pide el condenado?

- ¡A ti!... – era lo que esperaba y seguí: Si, tu eres la Perla, ¿cómo será...la ostra?

- ¿La ostra? ¡La mejor! ¡Ni te lo imaginas cómo!  - Aprieta mi mano y suspira…

- Te creo, aunque...

- Pará de hacerte los ratones, esta noche tienes una almeja donde esmerarte, pero… guarda algo de resto para esta ostra jugosa que te estará esperando…

Nos comunicamos tan pronto llegamos de la luna de miel, tampoco fue nada del otro mundo, con el embarazo a mitad de camino el sexo con mi mujer no era una novedad. 

Nos invitó a su quinta el primer fin de semana largo. La promesa pendiente, atracción mutua, miradas que podían derretir el hierro de la verja, roces osados. A tanto llegó que, en un aparte de la reunión familiar, sentados frente a frente separó bien las piernas para que pudiera apreciar y regodear mis ojos mirando entre sus piernas, el vello púbico se ofrecía poniendo sombras donde debía haber parte de la tanga.

En este juego de alto contenido erótico Perla gozaba ver como hacía para disimular el efecto de su exhibición en la bragueta.

La noche pasó calenturienta, plagada de roces y toqueteos bajo la mesa.

Me levanté temprano para matear (infusión de mate cebado), esperando...  Llegó, me encontró mirando por la ventana, apoyó su cuerpo contra mi espalda, la dos tetas que me quitan el sueño, el perfume de sus feromonas a full, dicen que es ella, sin voltear busco su entrepierna, bajo la mini, no trae bombacha, entré en el suave vello, llego a la ostra caliente y húmeda.

- ¡Ah, ah... Sentí que ostra tiene la Perla!

- ¡Vamos fuera! ¡Nos pueden dar la cana (pescar infraganti)!

Nos metimos en un galponcito que se usa para guardar las herramientas de jardinería, trancamos la puerta, desnudo total, exhibe orgullosa mi debilidad, sus tetas, carne firme y vigorosos pezones.  

La senté sobre una mesa de labor, lamí y mamé la desafiante ostra, calentura atroz, palabras obscenas y soeces expresan su calentura descontrolada.  

Pretender acallarle los gemidos, era como querer tapar el sol con un dedo, volcán en erupción, se tendió sobre la mesa, piernas levantadas, el cráter pletórico de jugos se ofreció al macho sediento.

Labios abiertos, aleteando febril deseo, el vello púbico brilla húmedo de jugos, con los dedos abre y expone su sexo, la sonrisa vertical reclama atenciones. 

Entre sus piernas, lamí la roja cereza que corona la entrada del placer, liberó desmesurada lascivia de Perla, dos profusos, intensos y fogosos orgasmos, obscenamente descontrolados, con el pulgar juego en la conchita y el dúo del índice y mayor deslizados en el ano.

Despatarrada sobre la mesa como muñeca de trapo, la mirada perdida, babeándose, las piernas colgando, inermes, abiertas, el vello brilloso de humedad. 

Tuve consideración de su maltrecha humanidad, le permití volver al mundo de los mortales.  

Era mi tiempo, la oportunidad de hacerme sentir en ella, de disfrutarla luego de haberme pajeado varias noches pensando en este momento mágico.

Volví entre sus piernas con la pija enhiesta, dura como pocas veces, caliente como una caldera, apuntando a su abertura de hembra.  

La bajé de la mesa, coloqué de bruces sobre ella, ofreciendo su retaguardia, separando las nalgas, súper caliente, apoyé la cabeza entre los labios y en un solo envión se la entré todita, el resto lo hizo ella apretando la poronga con sus labios vaginales entrenados para coger como una diosa. Sabe menearse acompañando al macho que se la coge.  

Diestra en manejar los músculos vaginales, masajea la verga en cada entrada, se siente ajustada en el metisaca, profundo, intenso movimiento, volvía a excitarse con renovado entusiasmo que me transmitía. Era una consumada experta en el arte del garche.  

Un par de nalgadas la hacen sentir bien hembra, sabe subirse al sitial de puta, hacerse bien perra para que disfrute un calentón como yo.  

Goza y devuelve placer apretando los músculos vaginales entorno del choto que pistonea con afiebrado deseo, ¡Ensartada a fondo!

- Tito, acábame que estoy llegando.  ¡Quiero juntos, acaba! 

Me agarré de sus cabellos, sofrenando a la potra contra mi cuerpo, las piernas temblando, empujo el choto cómo para llegarle hasta la garganta, apuré y profundicé cuanto pude, en menos sacudidas que las deseadas me fui en una profusa eyaculación dentro de su cuca.  

El semen se confundió en el descomunal orgasmo de Perla.  

Quedamos encastrados, escuchando nuestra respiración, agitadas por el esfuerzo físico y mental de la entrega sin reservas a una cogida atroz, soldados sin poder ni querer salirme de ella.

Al retirarme podía disfrutar con la mágica visión de ver escurrirle mi leche de su conchita, deslizarse por el muslo, parecía que su boca vertical se babea para deleite de su macho que. 

Antes de concluir el fin de semana largo hubo otras escaramuzas, como que a la mañana siguiente habíamos concertado que por causalidad nuevamente saldríamos a ver asomar el son en el parque, más precisamente en el cuarto fuera de la casa, donde tuvimos esa primera relación. El tiempo que disponemos es poco y el deseo que cargamos mucho.  

Mujer previsora había acondicionado el lugar con un grueso edredón que haría las veces de improvisado colchón.

Cuando abrí la puerta del cobertizo la encontré tendida, desnudita y acariciándose para que cuando abriera me reciba el espectáculo erótico de una hembra haciéndose una paja a pura mano.  

Permanecí un momento engolosinado con la escena totalmente lujuriosa que representaba para su hombre, con el índice me llama a su lado, más precisamente quiere que vaya con mi boca al “pesebre” a lamer esos labios juguetones, que ahora me tocaba el turno de hacerla gozar.

Estruja y empuja mi nuca hasta enterrarme entre sus piernas, las rodillas son la muscular tenaza que amenaza con prensar mi cabeza en cada lamida.  

Se estremece y vibra, se agitan sus músculos y tensan los tendones, toda ella es puro movimiento y gemidos, las convulsiones anticipan el desenlace de un intenso orgasmo que la sacude y tensa el cuerpo de tal modo que se eleva la cintura haciendo un arco, queda apoyada en sus hombros y las rodillas en mi cabeza.  

Fue un instante donde todo el mundo se le detuvo, dejo de respirar y de sentir, se le aflojó el cuerpo, como muerta hasta que la paleteando con fuerza dentro de la vagina vuelve a retomar la conciencia y desandar el camino hasta el próximo estertor, el segundo orgasmo fue parecido al primero, y un tercero y un cuarto que la dejó destruida. 

Cuando pasó el temblor me salí de entre sus piernas, su bombacha sirve para limpiar el exceso de jugos vaginales que cubrían mi cara.  La invité a lamer y chuparme el miembro, cogiendo su caliente boca con un par de metidas que le producen arcadas.  

Es tiempo de que la verga pruebe la humedad de la ostra caliente. 

Ahora es tiempo de ponerla en cuatro, arrodillada, empujo el torso para que esté de bruces apoyando la cara en el edredón, las nalgas bien empinadas ofreciéndose para ser penetrada como perrita.

No le fue tan difícil adivinar las intenciones de su macho, que solo uso los jugos vaginales para darle un poco de juego y lubricación a la poronga para apoyarme en su delicioso culo.  

Un momento antes había anticipado las intenciones mojando el aro con sus jugos, ahora es tiempo de hacerle el culo.  

La pija apoyada en el centro del esfínter, juega un poco haciendo presión para conseguir que ceda, no bien le entré toda la cabeza, emitió un ¡Ahhhhhhh! Intenso y profundo, un doloroso gemido, estaba tensa, las manos agarrotadas entorno a una parte del improvisado colchón. Seguí el juego inocente de insinuarme en el anillo del ano que resiste, un par de caricias no hacen efecto, todo sigue igual.

Es tiempo de usar la técnica para vencer al instinto de conservación, el factor sorpresa siempre surte efecto, esta vez también lo será…

Es un instante de quietud y de pronto una fuerte nalgada bien aplicada, más ruido que dolor, la sorprenden y distraen su atención, lo tenía calculado y “no contaba con mi astucia…”, “la puñalada trapera” la atravesó de un solo envión hasta enterrar la poronga dentro del ano. 

- ¡Ahhhhhhhhh! –fue lo más que pudo pronunciar antes del silencio.

Ya está hecho, penetrada hasta el fondo sin aviso, quedamos en un perfecto encastre, aguantando la posibilidad de que retroceda o intente salirse, sujetada con firmeza por la cintura, con las rodillas aprisionaba sus caderas para impedir cualquier movimiento espontáneo.  

Sometida la potranca, se calma, soportando la intrusión sorpresiva de la verga.

– Ya está amor, ya estoy todo dentro tuyo…

- ¡Qué hijo de puta! Me rompiste el culo, sin avisarme, hijo de puta me está doliendo…

- Y qué, me pareció que le tenías un poco de miedo, me parecía que lo tenía virgen…

- ¡Sí!... lo… tenía.  Ahora me lo abriste como a una gran puta. ¡Dale, date el gusto ahora! ¡Vamos cogemeee!

Como si me hiciera falta su permiso, sabido es que cuando los hombres prometemos el consabido y repetido “no vamos a hacer nada que no quieras… no tengas miedo si te duele te la saco…” solo es “verso” frases del manual de compromiso que todos sabemos que no se cumplen.  

Era tiempo de sacudir ese culito virgen, estrenarlo con mi poronga para que no se olvide de este momento.

– Pon tus manos en la conchita, mueve los dedos, ¡pajéate!

Vencida por el peso de mi cuerpo se venció el arco, quedó tendida, con las manos bajo de su vientre la elevé solo un poco, abrí las cachas y me mandé a fondo.  

Desde ahí todo fue un continuo y fragoroso movimiento, la calentura no me permite demorar el juego de meter y sacar, la calentura se hace dueña de mis ganas, concentrado en mis propios delirios estoy preparando el semen, aceleradas penetraciones, violentas y profundas abren el recto y preparan el momento de venirme.  

Dos estertores venidos del más allá son el trueno que anticipa el rayo seminal que estalla dentro del ano desvirgado.

No sé cuántos chorros más, pero me siguió latiendo un momento más.

Cuando me retiré de su culo me dio la sensación de que había descorchado una botella de champán, o tal vez el pedo espumoso que comunicó al mundo el haber sido desvirgada por el culo.

Satisfecho por la proeza, besé a Perla en el culito y en la boca, acondicioné la maltrecha pija en el pantalón y marché a la casa. 

Al rato apareció la Perla con la cara transfigurada, con los rastros de haber venido de una guerra, que necesito pasar por el toilette para borrar y disimular las huellas del combate cuerpo a cuerpo.

Los encuentros de sexo que se sucedieron, pero no por habituales dejaron de tener la espontaneidad y fogosidad de esta primera vez, nuevos incentivos se agregaron a nuestros juegos de sexo.

Esta historia continuará…

Pero antes de salirme de la atención, me gustaría compartir experiencias con alguna cuñada tan fogosa como la ostra de mi Perla, no te olvides que estamos en: [email protected]

 

Nazareno Cruz

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