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Ambiguo, ¿Donde la metí?

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Revolviendo en el cajón de los recuerdos me topé con esta, teñida del tono sepia de la nostalgia, estamos los amigos del café, festejando el campeonato mundial de fútbol, Argentina del ´78, con los colores de la alegría pintados en la piel.

Estamos todos los que casi quedamos afónicos de gritar ¡Campeones!, está el Dany, y otros amigos entrañables, de los cuales quedan solo algunos, el resto se los llevó la crisis económica subidos en la diáspora de la emigración en busca de la tierra prometida. . .

Como suele suceder a los que peinamos canas, estos encuentros permiten aflorar esos recuerdos que creíamos olvidados.   

La historia comienza así:

Transcurría la década del ´70, desconocía el travestismo y del sida ni mentas todavía. Daniel y quien les cuenta (yo), ambos recientemente salidos de la “colimba” (servicio militar obligatorio), éramos tan jóvenes y tan inexpertos que se insertan a “yugarla” en un trabajo formal.

Trabajábamos en una archi conocido comercio de discos de la época, en el barrio de Balbanera, más conocido como “El Once”.    

Desde la 12am hasta las 2pm era el tiempo de descanso, aprovechado para salir comer y recorrer la zona para matar el tiempo libre hasta el ingreso a la disquera.

En la esquina de Sarmiento y Ecuador, en el balcón del primer piso de una vieja casa, era frecuente ver a dos pendejas que estaban re-buenas. Saludo va, sonrisa viene, nos vamos hacemos amigos de “ojito”.

Una tarde se la causalidad o casualidad, nunca pude saberlo, se aparecieron para comprar un “long play”, el disco de vinilo de larga duración de la época, me tocó atenderlas.  

La ocasión dio la oportunidad de conocernos, le hice el favor de llevar la novedad al precio de saldo.    

El agradable trato y la pequeña trampa para conseguirles el descuento acortó las distancias, tanto que se nos dio la oportunidad de que el sábado próximo, que se trabaja hasta medio día, podríamos acercarnos llevando un par de pizas y cervezas para compartir el almuerzo.

Ninguno de los dos tenía novia estable, solo alguna “mina” (mujer) para una relación informal, y desde que las descubrimos en el balcón nos tenía “alzados” (calientes), Dany gustaba de la Marcela, yo re-caliente por, Susy, dijeron tener 18 y 19 pero la segunda, siendo mayor por las facciones más aniñadas parecía la menor de ambas. A la salida nos mandamos con el “morfi” (la comida) para la casa de las “namis” (las chicas), nos esperaban con todo dispuesto, al momento de “manducar” (comer)… se apareció la abuela, que vive con ellas.    

Resultó ser una viejita muy “piola” (despierta), tanto que después de comer, discretamente se fue a dormir la siesta, nos dejaba el campo libre para el “chape” y la franela, o para decirlo con un poco más de clase:  el manoseo descarado.

En los encuentros de este tipo suelen ser los varones los que nos asignamos la que va con cada quien, claro está que son ellas las que después pueden aceptar o alterar el orden, no lo fue en este caso.    

Las parejas, cada uno por su lado comenzó el faje, con mimos y arrumacos las pibas nos estaban metiendo mano en forma descarada, suele pasar que las pendejas sean más lanzadas, éstas sí y fueron sin grandes preámbulos a “los bifes” (a los hechos).    

Sin pudores, demostrando habilidad para comunicar sus ansiedades fueron a buscar lo que más les interesaba de nosotros: El garche.   

Susy abrió la bragueta y me saca la chota a tomar aire, para comenzar la sacudida.

La pendeja de Dany se lo lleva de la mano para otra habitación, mientras él se sostiene el pantalón con la otra.     

Susy aprovecha para bajarme el “lompa” (pantalón) y sacar la poronga del todo.   

Sujeta entre las manos le pegó la primera lamida en la cabeza, yo “relojeaba” (espiaba) si venía la vieja.

—Quedate tranqui, no viene la "abu", además oye muy mal, nada pasa. Relájate y disfruta…

La seguimos en el sofá, amplio que había en un costado de la sala.   

Sentado en el borde, pantalón y bóxer o en los tobillos mientras la piba se arrodilla entre mis piernas y me da una mamada de campeonato.

¡Qué forma de chupar!, sabía cómo enloquecer a un hombre con la boca.    

No paró de sacudirla, sin dejar por un momento la cabeza de la pija de su boca, algo que nunca me había pasado, la poca frecuencia de tener sexo y la calentura que me había despertado esperando un momento parecido a este, consiguió la proeza de vencer mi capacidad de controlarme.

No podría decir cuánto tiempo necesitó para “ordeñarme”, el place quema los relojes del deseo, succiona con clase y habilidad, hasta que se robó mi leche, saltó dentro de su boca, siguió chupando y tragando sin soltar la verga.   

Observaba y controla mis reacciones en la acabada aportando un plus al placer de venirme a borbotones, como es esperado en un hombre con toda la polenta (potencia) de sus calenturientos 20 años.

Lamió las últimas gotas. Sacudía despacio, en tiempo récord me puso al re-palo, nuevamente apto para otro polvo.

—¿Querés hacerme?

—Sí, sí.

—Pero… dámela por atrás. No quiero consecuencias…

Con tal de meterla, me servía cualquier hoyo, hasta el de la oreja, para tamaña calentura.    

Bastaron tan solo un par de mamadas para ponerme al re-palo.    

Se bajó solo el pantalón, hasta las rodillas, con la bombacha puesta.    

Bah, que ni me importaba que se la hubiera dejado, la calentura apremia, nada más cuenta que meterla a como dé lugar.    

Se tumbó sobre el apoyabrazos del sofá, sacando el culo para afuera bien elevado, ¡lista para el sacrificio! Voy con el choto desafiante.

Saliva en la mano para untar la cabezota de la pija, corrí el trozo de tela que cubría el “marrón”, apoyé justo en el centro del hoyo, empujé un par de veces, un par de escupidas en el ano ayudan, un empujón y entré la cabeza, la turrita (callejera) cola-bora abriéndose las cachas con las manos.

La tengo gruesa, ella no se resiste, el ano bastante complaciente con el visitante, después de meterle la cabeza, el resto fue sólo un trámite. En dos o tres empujones se la mandé toda, a fondo volcado sobre su cuerpo, lamía y mordía en el cuello de la muchacha, amaso los pechos, tan pequeños, y vuelvo para azuzar castigando la gupa de la yegua que estoy domando.  

No es de quejarse tanto como otras pendejas, que siempre están retaceando la entrega del orto, esta es especial, “gauchita” (complaciente) para dejarme hacerle el culo, si hasta me pidió que se lo hiciera por ahí.

La vista trasera de la muchacha era un poema, cintura estrecha, culo perfecto y duro. Agarrado a sus hombros me impulso para entrarle hasta las bolas, violencia desconocida, ímpetu salvaje que disfruta y alaba que sea de ese modo.    

Se puso como loquita cuando me agarre de sus cabellos, con los dedos enredados en su melena, servía de tracción para poder entrarle bien fuerte y profundo.    

Los quejidos se ahogan contra la cama, sacude las caderas contagiada por los movimientos del macho que se la está cogiendo, siento como la pija se endurecerse en cada metida. Sentí como llenaba el culo de leche, mientras mueve el culo como loca al contacto con el líquido caliente, a dúo fue el grito de la eyaculación.

Terminé de acabar con las piernas temblando, casi al borde del calambre, por la posición y la urgente sacudida, encimado sobre su espalda, acariciándola con tanta suavidad como la energía puesta en romperle el orto.   

La verga recibía los latidos del recto, como si estuviera acabando, devuelve con este mimo la violencia del coito, por momentos salvaje.    

Descorché ese agujero, burbujas de la leche salen del culo abierto expulsadas por la ventosidad resultante del intenso bombeo con la poronga.

Recién salido del culito de Susy, se oye la voz agitada e indignada de Dany, que saliendo del cuarto dice:

—¡Vamos, vamos!  Estos son… ¡unos putos de mierda! —Me palmea la espalda— ¡Vamos, rajemos de acá! ¡Son unos putos de mierda!   

A medio camino de regreso de la una espectacular eyaculación, solo atino a levantar el pantalón, termino de ponérmelo en el pasillo.

—La puta que los parió, ¡son putos, son putos!

Sin comprender, bajamos corriendo la escalera, el Dany no paraba de escupir como quien necesita sacarse el gusto de algo amargo, damos vuelta la esquina, nos sentamos en el escalón de una casa…   

Lleno de ira, luego de tomar aire, se explica:

—¡No era una mina! ¡Era un puto! La… Marcela o lo que carajo sea, me pide que primero la garche por el culo diciendo que estaba con la regla y con la calentura que tenía no me importó un carajo, solo quería coger y nada más importaba. En el garche le puse la mano adelante y… ¡tenía pito! —Sigue escupiendo para sacarse el contacto de los labios de ella “él”— La puta madre, me estaba cogiendo un puto.

—¿Le acabaste?

—¡Sí!, ni me hagas acordar… cuando le encontré el pitito, chiquito, pero pito al fin, me estaba viniendo en el orto, y se me cortó la acabada, ¡que putos de mierda!  ufffffff

Algo más calmo hablamos del asunto, dijo que primero le había echado un polvo en la boca y cuando le estaba haciendo el orto se encontró con el “regalo” adelante. Marcela le dijo del mejor modo que por su condición, que no tuvo tiempo de explicarle, que fue por eso le daba el culo.

—Y vos?  ¿No te diste cuenta?

—Y…  no sé, también me dio el culo, pero en la calentura no me alcanzó el tiempo para tantear adelante.

Hasta hoy quedé con la duda de a quién me cogí ese día, no pasamos más delante de la casa.    

Preferí no saber más, lo cierto es que nunca gocé tanto haciendo un culo como esa vez, realmente era fantástico.    

Decidí quedarme con el placer y la duda, que averiguar la verdad.

Me pareció necesario utilizar el mismo lenguaje coloquial de los muchachos de esos tiempos, los modismos acompañan a argot del habla como algunas palabras son acordes al tiempo del relato, por esos tiempos nunca habíamos conocido, nosotros dos al menos no, lo que era un travesti, y en el habla popular, a los afeminados u homosexuales se los llamaba “putos” no como apelativo peyorativo, tan solo era la forma de denominar a esa elección sexual, la palabra travesti nos era desconocida.

Éramos tan jóvenes…

Es todo cierto, ciento por ciento auténtico, siempre estuvo ahí en el cajón de los recuerdos, hasta que la Caja de Pandora se abrió y las viejas fotos trajeron la memoria de allá lejos y hace tiempo…

 

Nazareno Cruz

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