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La libidinosa tía de mi novia

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Me llamó mi novia Lara, para que fuera a visitar a su tía Cristina, que había cambiado a un teléfono móvil que era idéntico al mío y necesitaba que se lo explicase yo, porque ya llevaba usándolo un par de meses.

Cristina era una hembra muy sexy y con un cuerpazo cuidado en gimnasio y se notaba que iba con mucha asiduidad. Tenía una melena rubia muy bonita y cuidada que destacaba su atractivo.

Vino a mí, vistiendo muy provocativa con un muy ajustado jean y un tentador sujetador azul que me daba mucho morbo. Se acercó a mí, le expliqué las últimas innovaciones del teléfono y me dio las gracias fundiéndonos en un cálido abrazo, al separarnos, le agarré el sujetador y le bajé la teta, me cogió por detrás del cuello y empecé a lamer su bonita teta y la muy puta resoplaba y se desgañitaba de placer y me propinó un beso en la cabeza.

Dejó el teléfono en un mueble anejo a la cama y volvió a postrarse ante mí para despojarse y librarse del jean que le destacaba y acentuaba su morboso culo lascivo. Se quedó con el sujetador y el obsceno y sexy tanga del mismo color y que le daba un libidinoso aire de fulana libertina que me ponía cachondo y rijoso y acrecentaba y expandía mi sicalipsis y cachondez.

Me desposeyó de mi blanca camiseta y yo me quité el corto pantalón, y solo vistiendo un sexy tanga que la causó lujuria y lubricidad.

—¡cabrón, que jodido morboso eres!, ¡me has puesto cachonda con ese tanga tan sexy de actor porno! —berreó Cristina lujuriosa.

Cristina lamía y lamía, lenta y lascivamente mi tanga y pasaba su libidinosa lengua caliente por todo el tanga y me producía una tremenda calentura que me causó una lenta y muy placentera dura erección.

—¡eres un hijo de puta lujurioso, me has puesto muy mojada! —gruño Cristina de lujuria.

Yo ponía los ojos en blanco del placer lingual que esta ramera en celo tan depravada y libidinosa me daba con su boca de prostituta viciosa y yo ululaba, resollaba, resoplaba y jadeaba como un semental libertino.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡que gustazo me dasss zorra! —gemí viciosamente.

Cristina comenzó a bajarme lentamente el tanga con la boca y me producía un acuciante morbo la escena libertina de la cual era protagonista y me encantaba, ya que Cristina contemplaba la cara de corrido que yo ponía.

 —¡Pero que puta eres, "jodía"!, ¡me encanta como me lo haces, zorra! —berreé jadeando.

Cuando ya me arrancó el tanga, yo le empecé a tocar su teta izquierda con mi mano derecha y Cristina se me echó encima lentamente y con su mano izquierda me pajeaba el rabo.

—¿te gusta, eh?, ¿te gusta lo que te hago, canalla? —inquirió jadeante Cristina.

Cristina posó su teta izquierda y se la empecé a lamer, relamer, lengüetear y mamar y Cristina gemía como una zorra lasciva.

Estando arrodillada frente a mí y yo tumbado debajo, elevó su torso sexy para que sobara sus fascinantes tetas para que las sobara con ambas manos.

Se levantó momentáneamente para pajearme delicadamente mientras observaba lujurioso sus seductoras tetas de fulana depravada.

Me magreaba con delicadeza los cojones y me pajeaba con vicio pervertido el rabo para que se me pusiera dura.

Se bajó de mi tripa y se colocó a mi lado para empezar a comerme el rabo, pero después de un par de lamidas, consideró despojarse de su libidinoso y obsceno tanga de zorra en celo que tan lascivo y lujurioso me ponía.

—¡te voy a comer el rabo, cabrón!, ¡me has puesto cachonda! —jadeo Cristina.

—Pero que zorra eres querida Cristina, me pones cachondo cuando me haces esto —confesé.

Cristina se metió mi enardecido rabo y comenzó a mamar y chupar mi rabo como una zorra posesa y gozaba, la muy guarra, de la lujuriosa mamada que me estaba pegando.

—¡que pollaza tienes, cabrón!, ¡me encanta chuparla, es un vicio! —admitió Cristina.

La golfa Cristina, pajeaba y magreaba mi enhiesta pero dura verga y yo me regodeaba con sus trabajos manuales que tanto me encendían.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff! —gemía yo.

Yo gemía como un cabrón lascivo mientras la tía de mi novia mamaba con placer y deleite mi enhiesta verga y Cristina volvía a pajearme e introducir mi gorda polla para volver a lamer, relamer, lengüetear y mamar mi caliente rabo.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡que gustazo me das, zorra! —bramaba yo de placer.

Cristina no paraba de tragar mi polla y meneaba su cabeza arriba y abajo y yo me regocijaba y regodeaba del bucal placer tan obsceno que esta puta zorra me producía.

Se quitó el sostén, pero a mí no me gustó y proseguía a pajearme y lamer la punta de mi enhiesto cipote con su lengua de fulana libidinosa.

Sacaba y metía mi polla en su boca para lengüetear y lamer mi rabo para finalmente, incorporarme y que ella prosiguiera mamando, tragando y chupando mi rabo cual fulana libertina.

Cogí un gel de la mesilla de noche y Cristina se aproximó más a mí para que se lo untara sobre esas soberbias tetazas de zorra.

Mientras le untaba el gel, Cris, me pajeaba y observaba la dureza de mi rabo de macho en celo y luego ella me colocaba un preservativo para pajearme más la polla.

—¡que pollón tienes, hijo puta!, ¡solo tocarlo, me vuelve loca! —admitió Cristina.

Dejamos este acto y la fulana rubia de Cristina, se posicionó a cuatro patas cual perra en celo para que la jodiera ampliamente en esta postura que a ella le hacía sentirse más guarra y más golfa.

—¡me pones muy cachonda, cabrón!, ¡hoy quiero ser tu puta! —aceptó Cristina.

Le hinqué la polla en el coñargón a esta puta zorra de Cristina que jadeaba y gemía al sentir los primeros empellones de mi rabo.

—¡nadie me jode tan bien como tú, cabrón!, ¡taládrame! —vociferó Cristina.

Yo jodía el muy bullente chochazo de la fulana libidinosa Cristina a la par que observaba atentamente como salía y entraba mi rabo en las profundidades sexuales del agitado chochazo de la ramera libertina Cristina.

—¡jode a esta puta zorra! —bramaba Cristina jadeando.

La muy morbosa se ladeaba para tocar mi pecho y mirar mi cara de macho morboso, al tiempo que taladraba y perforaba el burbujeante chocho de esta golfa licenciosa de Cristina.

 —¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡así, cabrón, así!, ¡jode a esta puta zorra!, ¡dame rabo, cabrón! —vociferó jadeando Cristina.

A la par que proseguía barrenando el borboteante y febril chocho de Cristina, ella adelantó su pierna para tener una mejor jodienda.

—¡jódeme más!, ¡dame más, cabrón!, ¡jode a esta puta viciosa! —exclamó Cristina viciosamente.

Yo la tocaba su teta izquierda y ella se desgañitaba, gemía, ululaba y resoplaba del inmenso placer que le daba al ser jodida en esta postura.

—¡oh, sí!, ¡dame rabo, cabrón!, ¡jode a esta puta guarra! —bramaba Cristina jadeando mucho.

Cambiamos de postura y esta zorra depravada de Cristina, se tumbó con las piernas en alto para que la clavara bien duro mi dura verga de semental libertino y llegara a mas profundidades sexuales.

—¡oh, sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí! —rugió Cristina como una zorra en celo.

Cristina tenía su pierna izquierda en mi hombro derecho y la derecha la dejaba relajada y yo la follaba con hambre. La golfa Cristina proseguía lanzando y soltando "ayes" de placer carnal al tiempo que bramaba de placer.

—¡uff!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí! —bufaba Cristina.

Yo la tocaba su teta izquierda con mi mano derecha y ella se frotaba el clítoris con deleite y continuaba gimiendo, rezongando, ululando y resoplando de deleite carnal.

 —¡jodeme!, ¡sí!, ¡jodeme!, ¡dame rabo, cabrón!, ¡sí!, ¡sí! —gritó lascivamente Cristina.

Se incorporó un poco y ella se tocaba la otra teta y recibía y recibía más empellones en su hirviente chochazo de golfa obscena.

—¡dame rabo, cabrón!, ¡dame rabo! —bufó Cristina.

La muy guarra, estaba encantada y embelesada de ser jodida en esta postura y parecía no querer acabar y se ponía más y más cachonda y mantenía sus muy libidinosos jadeos que aumentaban y acrecentaban mis lascivas ganas de no parar.

—¡sí!, ¡sí!, ¡jodeme!, ¡jodeme más! —mandó Cristina jadeando.

Después de darla el último empellón a su hirviente chochazo, saqué mi rabo y poniéndome delante de esta sucia fulana de Cristina, volvió a mamar mi rabo con embeleso y deleite y no quería que esta placentera mamada acabara, pues me encantaba verla disfrutar como lo hacía.

—¡dame tu puta lefa, cabrón!, ¡la quiero toda para mí! —me decía mientras abría su boca y se relamía de gusto la muy zorra.

La guarra de Cristina seguía pajeándome más y más y salieron más cuajarones de lefa que fueron a parar a sus maravillosas tetas de silicona que tan burro me ponían.

Finalmente, me limpié el rabo, me vestí y le agradecí el buen rato que medio dándola un beso con lengua y quedando para otro polvo.

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