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League of Sex: Team

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Ashe corría a toda velocidad con sus botas de rapidez a través de una quebrada entre dos grandes desfiladeros. Un enorme halcón nevado le seguía el paso unos metros más arriba para avisarle si divisaba enemigos.

Había salido esa mañana con una pequeña partida de caza, pero sus súbditos se separaron. Ella como buena líder intentó localizarlos, pero cuando se dio cuenta una intensa nevada cayó sobre la zona y se vio obligada a pasar la noche sola.

Para cuando despertó la tundra semicongelada donde había ido a buscar renos estaba convertida en un bloque de hielo. Eso no era algo extraño en Valoran, mucho menos en Freldjore, pero le generaba mucho malestar.

Sabía que cambios tan rotundos en los ecosistemas sólo traerían más problemas de los que ya tenía. Hacía tiempo que las cosechas tendían a ser más escasas y encontrar animales aptos para un rebaño era como hallar diamantes. Ella no se rendía, pero ese tipo de problemas generaba desunión y con tribus dispersas por toda Freldjore jamás tendrían una nación competitiva al nivel de Demacia o Noxus.

Ashe sabía que, si se unían, los pueblos del norte serían más fuertes que cualquiera, pero sus compatriotas realmente tenían hielo en el cerebro. ¡Si hasta el pueblucho de Piltover iba en un acelerado ascenso a convertirse en una gran nación! ¿Cómo ellos que eran los descendientes de los primeros hombres en Valoran no reclamaban su existencia como un país libre e independiente?

Tratando de salir de la trampa nevada que había caído sobre ella, Ashe se encontró con dificultades. Una pequeña oleada de súbditos del clan de la Garra la encontró y se le fue encima. Si todo Freldjore tenía hielo en el cerebro, Sejuani prácticamente tenía un iceberg. La mujer era dura como el hielo del que estaba hecho su arco. Y no sólo eso, esperaba que todos sus aliados fueran igual de duros que ella, al extremo de insultar el intento de la arquera por conseguir una armonía a través de la paz y la creación de una sociedad funcional, con trabajo duro, sembrando las pocas parcelas de tierra que tenían y domesticando animales que les ayudaran a alimentarlos. Freldjore era una nación de gente fuerte, pero por más poderosa que fuera estaban mal alimentados y sus costumbres eran nómades por lo que no sobrevivirían ni medio día a un asedio de alguna nación más grande.

La arquera no quería lastimar a nadie, pero la obligaban. Los salvajes súbditos de Sejuani atacaron con lanzas, espadas y hechizos. Ella les hizo llover flechas como un aguacero. La magia de Avarosa en su arco y sus flechas la convertían en un ser fuera de lo normal. Un grupo de diez personas podría acorralarla, pero ella lanzaba decenas de flechas de una sola vez. Certera y poderosa, Ashe no les permitió ni acercarse. Sin embargo, había algo en el ambiente que la inquietaba. Una presencia, algo poderoso que la acosaba.

Un objeto cruzó el cielo a gran velocidad golpeando al halcón y enviándolo inconsciente a dormir a la nieve. Había más enemigos, donde quiera que sea.

No tardaron en aparecer. Un bulto enorme se abalanzó sobre ella por detrás a gran velocidad. La arquera preparó su arco y disparó una descarga de flechas. La velocidad del sujeto se vio reducida pero el dolor parecía no afectarle. Se preocupó mucho porque era obvio que ese no era un súbdito más. Desde una cueva a su derecha surgió una figura aún más grande pero encorvada, corriendo sobre cuatro extremidades. No podría detener a ambos.

Y como si fuera poco, un tercer integrante del grupo apareció desde el lugar de donde fue lanzado el objeto que derribó a su halcón. Esa presencia era suficiente como para dejar inmóvil a Ashe. Estaba en problemas serios, muy serios.

El primero de ellos llegó. Una enorme bestia similar a un oso pardo. Ashe sabía que los ursinos no siempre eran polares allí pero también sabía que ese ser no era un oso. Sólo había oído rumores del cambiapieles, muchos le habían dicho que ya no vivía en Freldjore y otros le habían comentado que era un salvaje que jamás se aliaría con nadie. Udyr se arrojó sobre ella, inmovilizándola con sus garras. Era un sujeto feroz, de abundante pelaje negro debajo de una enorme piel de oso que debía pesar por sí misma unos cien kilos.

El ursino de la derecha al verla prisionera desaceleró la marcha y empezó a erguirse sobre sus patas traseras. No era uno normal, llevaba una armadura legendaria y parecía tener el blanco pelaje electrificado. Debía ser Volibear. Eso era un problema gravísimo. El líder de las tribus Ursinas había recibido constantes ofrendas de paz por parte de Ashe y, si bien jamás había atentado contra sus seguidores, también había rechazado cualquier oferta que no proviniera de Sejuani. El oso no quería paz, sabía que se acercaban tiempos oscuros y lo que quería era que cada Freldjoriano se preparara para la batalla.

El último sujeto era un berserker. No era raro encontrar uno en Freldjore, prácticamente la ira de ellos los mantenía calientes todo el año. Algunos incluso formaban parte de la tribu de Ashe, a pesar de ser tan iracundos, muchos disfrutaban de las buenas cervezas que destilaban gracias a los cultivos de cebada. De cualquier manera, ese berserker arrogante no podía ser otro más que Olaf. Se le notaba en lo despectivo de su mirada, considerando todo lo que lo rodeaba un desafío pequeño e inútil. Se creía el mejor con sus más de dos metros de altura y su hacha que en sus manos parecía pequeña, pero era tan grande como uno de los brazos de la arquera. Ashe suspiró con resignación. Quizá sí era el mejor.

—¿Qué pasó, niña? ¿Estás perdida? —gruñó el fanfarrón pelirrojo.

—Buscaba cerebros por aquí. Parece que no hay ninguno —contragolpeó la nívea arquera.

Una áspera voz femenina río y la muchacha se estremeció. Ese día sí que había tenido mala suerte.

Sejuani apareció detrás de sus camaradas. Montada en su oloroso cerdo invernal parecía una montaña. Ashe sabía que si alguien podría ayudarla a unir Freldjore era ella. En los últimos tiempos había conseguido más adeptos de los que la arquera podía siquiera haber soñado. A pesar de que Sejuani también quería paz, ella conseguía refuerzos a través de la lucha, las amenazas y los conflictos que terminaban convirtiéndola en la única salida aparentemente viable.

Dejando de lado su salvaje y atolondrada vida, Sejuani era perfecta.

Fuerte, resistente, una profesional en la batalla, una jinete experta y una belleza incomparable.

Ashe se sonrojó con sus pensamientos que empezaban a quitarle el frío de la nieve en sus pies. Era su rival, obviamente no iban hacia el mismo lado, no debía pensar cosas buenas de ella. Era una salvaje implacable que debía ser domesticada. Sensualmente domesticada.

—Jajaja, habla de cerebros aquella que está sola en vez de ir con su equipo. ¿Nunca te dijeron que es de novatos hacer eso? —comentó la jinete avanzando sobre su montura hacia su captura.

—¿Cómo? Disculpa, no entiendo el idioma de los cerdos —retrucó la arquera.

Sejuani gruñó. Agitó su mangual en sus manos y azotó sin piedad el costado de Ashe para que cayera rendida al suelo.

—¿Sigues con tus pésimas ideas de paz? El hielo no conocerá nunca la paz mientras una chispa pueda fracturarlo. Tienes que entender eso, Ashe, la tranquilidad no dura. No se puede vivir de eso. Sólo los débiles creen que podrán vivir toda su vida sentados al calor de una fogata pensando en cuando podrá cosechar zanahorias. Las guerras rúnicas caerán sobre nosotros como la nieve y pobre de ti si no estás preparada para soportar ese vendaval.

—Estoy dispuesta a soportarlo y lo haré. Hay formas de lograr paz, estar unidos y al mismo tiempo ser fuertes. Siempre habrá alguien que quiera tranquilidad y alguien que quiera guerra, no por eso deben estar en tribus separadas.

Sejuani se bajó de su montura con arrogancia y caminó hacia Ashe que estaba postrada sobre sus cuatro extremidades en la fría nieve. Se inclinó, la tomó por el mentón y los ojos de las rivales se conectaron.

—Tu voz transmite mucha tranquilidad, arquera. Pero en tus ojos está impregnada la guerra. Sé sincera contigo misma, ¿quieres paz o quieres guerra?

El cálido aliento de Sejuani sobre su helado rostro le provocó más vergüenza.  No había dudas de cómo ganaba adeptos esa mujer, prácticamente tenía el dominio en la cara. Ashe no podía resistirse a sus palabras y tuvo que morderse la lengua para no pedir guerra en ese instante.

—Me aburro —gruñó Olaf—. Esta debilucha no es digna ni de que saque mi hacha.

—Tengo que irme a ver qué fue lo que provocó esa tormenta —informó Sejuani subiendo nuevamente a Bristle—. Hagan lo que quieran con ella, pero no la maten. Nada me gustaría más que eso, pero tenemos enemigos en común que morirán primero. Tarde o temprano mi mangual enterrará tu pecho en la nieve por siempre, Ashe —terminó la jinete dándole la espalda.

Ashe no pudo apreciarla por mucho tiempo porque Udyr se le puso al frente ocupando todo su campo de visión. Las pieles que lo cubrían cayeron sobre la nieve exhibiendo una musculatura monstruosa cubierta de vellos naturales que prácticamente lo dejaban tan vestido como si tuviera las pieles. Lo que no era natural era lo que tenía entre las piernas.

Un miembro enorme y peludo, retorcido como el de un tigre. La arquera, sorprendida, sintió que los problemas acababan de comenzar.

—¡No, esperen! Déjenme ir, mi tribu caerá sobre ustedes en cualquier momento.

—Da igual, hace frío aquí y tu piel de hembra me dará algo de calor —susurró Udyr acariciando con sus enormes garras peludas el cabello platinado de la muchacha.

Sintió en su espalda un par de manos afelpadas inmovilizándola. Era Volibear.

El enorme ursino estaba haciéndole pedazos la ropa, desnudándola poco a poco.

—¡Basta! ¡No hagan eso! No les hice nada, por favor, no me hagan esto…

—rogó desesperada la muchacha.

—¡Ey! Esta es una batalla en la que no me importaría participar — se mofó Olaf quitándose su armadura y su subligaria.

También era bastante peludo, pero no estaba ni cerca de los otros. El miembro recto y endurecido del berserker parecía a punto de explotar, las venas latían como si fueran serpientes vivas.

La chica sintió las manos de Olaf sobre sus pechos luego de que Volibear hiciera añicos su sostén. El frío y las cálidas manos del guerrero le provocaron excitación, pero estaba temblando de miedo. El éxtasis la dopaba y el temor la energizaba. Su mente era una ensalada de sentimientos encontrados cuando Udyr refregó su verga en su cara, tratando de meterla en su boca.

—No muerdas o Voli morderá también… —le amenazó Udyr.

En ese momento la tiradora sintió el frío hocico del oso polar en su vagina.

No pudo evitar soltar un grito y sentir como se derramaban los líquidos sexuales por su intimidad. Un oso le estaba refregando la entrepierna con el hocico y le daba lengüetazos profundos, limpiando cada gota de flujo que salía de ella.

—¡Ahhh! ¡Nooo! Por favor, no, no puedo… —le temblaban las piernas del frío y la excitación. No tenía fuerzas, estaba completamente aturdida—. Basta, Voli, por favor…

No podía contenerse y gemía. En uno de esos tantos gemidos abrió la boca y recibió el miembro de Udyr dentro de ella hasta su garganta. Era enorme, tanto que la sangre que bombeaba no llegaba a endurecerlo del todo. Lo único bueno era que su boca poco a poco se fue poniendo más caliente. Al menos esos tres le quitarían el frío.

—Oh, Ashe, tenes la boca de hielo más placentera que ha probado este trozo. No saben cómo la chupa, muchachos, tiene tanta saliva como para lubricar un iceberg.

—A ver, comparte, egoísta— le apremió Olaf empujándolo. El largo miembro salió centímetro a centímetro de la boca de la arquera y un segundo después sintió entrar el pene del imponente berzerker.

Olaf era un desconsiderado. Le embestía la boca como si estuviera copulándola, destrozándole los labios y empujando su lengua hasta la garganta provocándole arcadas con cada metida.

—¡Basta! Ah… ¡Me lastimas! ¡No! —La chica frunció el ceño tratando de soportar las constantes entradas y salidas de la verga de Olaf hasta que Udyr volvió a apartarlo y a meter su miembro.

Ashe tuvo que resignarse. No podía hacer nada y encima sentía como algo muy duro se refregaba contra su vagina. Sintió ganas de llorar al saber que sería violada por un oso polar. Ella era una guerrera, pero también era una soñadora, ella quería un momento romántico, no esa asquerosa situación. Incluso no le hubiera importado compartir el lecho con Udyr u Olaf si la hubiera tratado mejor, pero ser cogida por un ursino no era un escenario que alguna vez hubiera podido imaginar.

El pene de Udyr prácticamente no la dejaba respirar. Si bien era más delicado que Olaf con sus movimientos, era tan grande su cosa que la llenaba por completo hasta la traquea. Sólo podía gruñir y jadear.

Entonces lo sintió entrar.

—¡Ahhhhh! ¡No! ¡Ayyy, me duele, basta, salí, déjame!

Volibear estaba en su interior. La verga caliente del oso desprendía chispas eléctricas que le sacudían el cuerpo. El miembro del ursino no era normal, quizá no era grande como el de los otros, pero era un torpedo ancho con una cabeza gigante que le raspaba las paredes uterinas y la hacía llorar. Dolía de verdad y deseó con todas sus fuerzas que acabara rápido. Su vagina respondió soltando más jugos para ayudar al oso a penetrar con facilidad.

La escena era impresionante. Ashe sosteniéndose con todas sus fuerzas para no quedar acostada en la nieve y recibiendo un constante ir y venir de penes en su boca, en su cara y en su pelo. Por detrás estaba siendo montada por un oso polar que prácticamente era tres veces su tamaño. No aguantaría mucho tiempo sin desmayarse.

Sintió al oso agitarse más rápido a cada segundo que pasaba. Cerró los ojos y soportó el dolor lo mejor que pudo.

—¡AHHHH, me vas a romper, Voli! ¡Despacio, por favor, chicos, quítenmelo!

—¿Estás loca? ¡No me movería de aquí ni por un tonel de aguamiel! —gritó Olaf, jadeando mientras le metía con fuerza el pene venoso hasta la campanilla.

—Además, hay que ser un tonto para sacarle su plato principal a un ursino —le comentó Udyr, que se rodeó de un aura roja mientras invocaba el espíritu del fénix y su verga de convertía en una salchicha hirviendo que le ampolló por completo los labios a la mujer.

—¡GRRRRRRRRRR! ¡Toma, cachorrita llorona!

—¡AHHHHHHHHH! ¡NOOOOOOOO!

El semen espeso se Volibear se vertió en su interior y al instante dejó de sentir. No pudo evitar sacudir su cadera buscando su propio orgasmo, era imposible, además el oso la tenía atrapada por la cadera y su miembro seguía dentro de ella. Sintió una oleada de placer recorriendo su vientre y acabó sobre la tranca del oso que trataba de sacarla con dificultad a través de las apretadas paredes de su intimidad.

—¡Ohhh, mmm, ohhhh! —gimió Ashe mordisqueando suavemente la verga de Olaf.

—¡Auch! ¡Oye! ¡Esto no se terminó! Más te vale que resistas un rato más.

Ashe de verdad no resistía más. Se dejó caer de cara a la nieve. Su vagina goteaba semen como una cascada. Olaf se arrodilló cerca de su entrepierna maldiciendo mientras sus músculos se endurecían y empezaban a ponerse rojos por el esfuerzo. Seguramente iba a destrozarla, pero al menos ya no le dolería tanto. O eso pensaba la tiradora. Udyr se arrodilló también a su lado y la volteó para que pudiera seguir succionando su miembro.

La arquera de hielo no dijo más nada. Le dolía y la avergonzaba el trato de sus enemigos, pero ella misma se había traicionado y había usado el pene de un ursino para buscar su propio placer. Ya no podía sentir amor propio con el orgullo hecho pedazos. Al menos no moriría y su causa seguiría su curso al día siguiente, si es que la dejaban ir para entonces.

Nadie se enteraría de eso, pero por siempre ella lo tendría en su mente.

Había fallado y viviría con el remordimiento. Se dejaría coger hasta que les plazca y luego trataría de recuperar sus fuerzas. Más fuerzas que antes. Y, además, aprendería la lección. Nunca más volvería a andar sola lejos de su comunidad.

Y por eso gente tienen que andar con el team. Creo que arruiné para siempre la imagen que tenían de Ashe. Espero que les haya gustado (creo que he conformado bastante a los que pedían sexo) y que les agrade el rumbo que está tomando la historia. Poco a poco irán apareciendo los campeones, sólo denle tiempo a que los acontecimientos se den.

 

¡Hasta la próxima!

(8,98)