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47.3 Lluvia dorada

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Llegué detrás de él y le abracé estrechando mi pecho en su espalda, elevaba la cabeza para recibir el agua en la cara y pasaba las manos por ella frotándola.

-No te enfades Gonzalo. Si que he hecho algún trío, pero no como te los puedas imaginar, lo hice con Ray y Denis porque Ray me lo pidió, Denís no quería que le metiera el vergón que tiene y los ayudé.

-Lo hice con Lorian y Nico porque lo necesitaban también, tenía que dejar a Nico con alguien cuando le abandoné. Lo he hecho con Telmo y Faustin porque tenía que hacerlo y creo que no hay más, por favor no te enfades con ellos, si hay algún culpable soy yo.  –continuaba frotando su cara y el pecho con el agua que caía sin responder.

-¡Joder!, Gonzalo, no me meto en la cama con todo hombre que veo y me guste, nunca he estado con Evans, ni con Alan y sabes de todos con los que he estado en la cama. No me parece justo que te enfades de esta manera.

Estoy a punto de llorar, no quiero que me ignore como está haciendo ahora, como si no estuviera hablando con él y le sobraran mis palabras, me callo y terminamos la ducha.

Me meto mi bóxer corto color salmón muy claro y la camisa de seda regalo de Nico.

-Me gustó mucho tu polo de ayer, igual puedes volver a ponértelo.  –busco su mirada que me rehúye, su voz suena a bandera blanca de la paz, a través de su barba se le ve teñida de color la cara.

-Perdóname  Daniel, no te censuro nada y no volverá a pasar. He sido yo el que ha ido con otra y termino reprochándote a ti.    –avanzó hasta él y me abrazo a su cintura.

-Creía que moría si no me decías algo, no volveré a enfadarte amor mío, te adoro. –las lágrimas fluían de mis ojos y él las bebía con sus labios. Abrazaba mi espalda desnuda sacudida por los sollozos.

-No llores, me siento mal de ser el causante de tu llanto, tengo que protegerte y causo tu dolor, vale, vale ya, no pasa nada.  –sus palabras y caricias me sosiegan.

-No ha sido para tanto, no sé cómo te has puesto así, ¿qué te he dicho?  -me mira sonriendo mientras besa mis labios y pasa su mano por mi cara.

-Es por lo que no me has dicho, me has ignorado y eso no lo puedo soportar, mándame a la mierda o mátame pero no me ignores, me he sentido así tanto tiempo.  –me suelta y busca mi polo de franjas blancas y rosas.

-Póntelo, y no te ignoraba, nunca he dejado de pensar en ti, solo quería apartarte de mi cabeza sin conseguirlo, he seguido todos tus pasos estos años aunque no debí hacerlo.

Me sujeta de la mano camino del restaurante, vamos un poco tristes por la escena que le he montado y estoy un poco avergonzado, he hablado demasiado, pero ya está todo dicho, sabe lo que soy y a pesar de todo me lleva de su mano, apretándomela a veces para transmitirme su cariño. Antes de entrar al restaurante, me mira y sonríe.

-Te amo Dani, muéstrate alegre como tú eres, que no ha sucedido nada.  -le devuelvo la sonrisa.

Nuestros amigos hablaban en la barra con Martine, voy a abrazar a Evans y rehúyo el encuentro con Rafael, creo que éste se da cuenta de que algo ha sucedido, pero como él es, abraza a Gonzalo y además besa sonoramente sus mejillas.

Los amigos son para divertirnos, ayudarnos, y cuando uno lo necesita, estar a su lado acompañándolo y hacer que las negras nubes pasen sin descargar su mortífera fuerza, y así es Rafael, cuando se ha dado cuenta de que algo ha sucedido procura divertirnos con sus salidas ahora suaves y cálidas. Evans me pregunta por mi madre, tiene ganas de que venga y a la vez lo teme, porque eso significará mi marcha.

Cuando terminamos de comer Evans y Rafael marchan juntos, Evans tiene que comenzar su trabajo que hoy le exige toda su atención y Gonzalo y yo vamos a dar una vuelta por la ciudad antes de volver al hotel a prepararnos para la noche.

Ya estamos en la fiesta, es difícil encontrarse con tanto público como hay, pero nos vamos haciendo un lugar, la barra ha sido mejorada y está en el mismo lugar y lo que más ha cambiado es la gran pista de baile que la han dividido, y los espacios de mesas ahora son muy parecida a la decoración de la disco que han dejado, algunos de los chicos se han venido y faltan otros, pero Paul y Telmo continúan aquí. Parece que se han redistribuido.

Y poco a poco vamos viendo a otros conocidos y amigos que van formado un grupo al fondo de la sala.

Los chicos tienen hoy menos trabajo y están más relajados en la pista, Telmo en una ocasión le perrea en broma a Gonzalo que no puede seguirle y lo hacemos los dos ante la atenta mirada de mi amor, parece que le coge el gusto al baile.

Nos divertimos Telmo y yo siguiendo el baile que comenzó con Gonzalo, nos vamos quitando la ropa para frotar nuestros pechos ante la risa de los demás y disfrutamos a lo grande un montón, alternamos las parejas con los distintos conocidos que van llegando para al final bailar abrazado a Gonzalo

-Me gusta como bailas con ese chico tan guapo. –al parecer a Gonzalo no le ha molestado que quedemos casi desnudos delante del público en la pista.

-Gonzalo tenemos que retirarnos, mañana tenemos que ir más allá de Béthune y nos tienen que ver frescos, cuando tú quieras nos vamos.  –es muy tarde y cogemos un taxi para que nos lleve al hotel.

Hay mucho mimo por su parte y yo estoy encantado de sentirlo, esta noche no vamos a hacer nada, él no me lo pide y me conformo con dormir a su lado, me acurruco abrazado a su pecho y él me estrecha cobijándome.

-Gonzalo, ¿me vas a querer siempre?  -estoy medio dormido cuando le hago la pregunta, él cierra más su abrazo.

-Siempre, con toda mi alma.  –creo que tiembla y paso mi brazo por su cintura.

-Yo también.  –musito antes de quedarme dormido.

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Le contemplo como duerme, hoy no vamos a correr, tenemos el viaje y quiero estar tranquilo, ir sin prisas, me arrepiento de haber discutido ayer con él por tonterías, la verdad es que ni discutimos, solamente que no supimos entendernos.

Me inclino para besarle en la ceja, tiene un par de pelos que escapan de su perfil y los llevo a su lugar con mis labios, está terriblemente varonil con su barba de dos días.

Me siento satisfecho a pesar de todo, es comprensivo para saber que todos fallamos en algún momento y el velado reproche de ayer no tiene demasiada importancia. Me gustaría saber el detalle de lo que hablaron Nico y él sobre mi y lo que ese gran hombre haya podido aconsejarle.  Se revuelve y abre los ojos.

-¿Ya estas despierto?  -pasa sus manos por los ojos frotándolos.

-Sí, esperándote a ti, velando tus últimos minutos de sueño.  -beso su sien y soplo su pelo para retirarlo de la cara.

-Te van a gustar los chicos, Louis es el mayor, el pequeño Jean, su esposa Vivianne, ¿te acordarás?  -me mira haciendo un mohín con sus labios y diciendo que no con la cabeza.

-Deberás apuntármelos en un papel, pero creo que la hija se llama Léane y él  André. –me mira con burla en su mirada, se sabe todos los nombres y yo haciendo el tonto recordándoselos.

-Vaya, ya te vuelves a reír de mi, olvidé tu facilidad para los nombre y relacionar los rostros con ellos. –me siento en la cama para levantarme.

-Ven aquí que aún no me has dado un beso.   -intenta sujetarme pero salto de la cama.

-Dos, te he dado dos besos, uno mientras dormías. Vamos Gonzalo, es mejor que lleguemos temprano, igual tenemos que ayudar en algo y quiero comprar flores para Vivianne.

Termino de afeitarme y lavo mi boca para meterme seguido a la ducha, enseguida me acompaña, su polla está dura y no le he escuchado como vacía su vejiga, se menea a un lado y otro con el movimiento de su cuerpo, está espléndido pero le noto distinto, sin su atrevimiento de otras veces, como si tuviera miedo de resultar molesto.

Me da la espalda y me acerco a él con mis manos llenas de la espuma de gel, las paso por su ancha espalda y encoge los hombros sorprendido. Desciendo hasta sus redondos glúteos y me uno a él abrazando su vientre, mi polla queda debajo de sus nalgas deseosa de que la preste atención y la haga caso.

Bajo mis manos acariciando sus abdominales hasta llegar a los pelos de su pubis y los froto sintiendo su verga tremendamente hinchada.

-No seas malo y dámela.  –acaricio sus testículos y suspira elevando su mirada al techo.

Se va volviendo muy despacio dejando que mis manos vayan  pasando por su cuerpo y cuando me tiene de frente me mira y agarra mi polla.

Le abrazo dejando nuestras duras vergas pegadas a nuestro abdomen.

-Gonzalo, te quiero, te deseo, quiero que hagamos el amor.  –me mira azorado con vergüenza.

-Tengo ganas de mear.  –una idea genial, morbosa y muy sucia se me ocurre.

-Hazlo, así como estamos, orina. –le sonrío travieso y juguetón sujetando su verga.

-Te voy a manchar.

-No importa, lo quiero.  –no parece que le disguste la idea y cierra los ojos para concentrarse en lo que va a hacer, al momento comienza a salir de su uretra el surtidor de su meada, potente y fuerte, dorada,  llegando a nuestras caras y resbalando por el pecho y el abdomen hasta caer sin fuerza en el suelo.

No sabía lo delicioso que es sentir el calor de la meada de esta forma sobre mi piel y el olor que no me molesta, lo gozo sujetando su polla y sintiendo correr por ella la meada que nos baña. Termina y creo que ha resultado muy corto el momento.

Se la masturbo un instante queriendo que tire más. Luego le miro a la cara sin poder contener mi risa.

-Ha sido genial, ¿te ha gustado? Lo tenemos que repetir. –Gonzalo ríe también y me besa los labios muy excitado. Le ha encantado lo que ha hecho y lo sé sin que él lo diga y masturba mi polla como yo la suya.

-¿Querías metérmela y dármela por el culo?, si lo deseas puede ser ahora.  –me abrazo a él para besar sus labios sin soltar su pene.

-Quiero que sea un momento especial y ahora no podemos.  –mi mano le va masturbando sin llegar a sacar su capullo.

-Me pones cachondo y como un tren, eres perverso y me provocas.  -apenas puede hablar y el agua que cae encharca su boca, cierro el paso del agua y no deja de abrazarme, de besarme y mete los dedos en mi ano.

-Mi amor, te quiero Gonzalo, hazme tuyo, fóllame amor.  -coge una de mis piernas y la eleva con su brazo, tengo que ponerme de puntillas para que su verga encaje en la entrada de  mi culo y resbalo hasta quedar apoyado en la pared de cristal.

Mis únicos apoyos son el cristal de mi espalda y mis brazos en su cuello, hace un movimiento de caderas y mete la mitad de la verga, se detiene para besarme en la boca y morder mis labios. Sigue empujando hasta tenerla toda dentro, noto como se cimbrea el cristal en contacto con mi espalda mientras entra y sale de mi ano.

El estar así me encanta, puedo besarle y ver las expresiones que pone cuando me folla, como se muerde los labios para empujar con rabia, o como pone los ojos en blanco cuando llega a la meta que quiere alcanzar con su verga, pero tengo miedo de resbalarme y caer, el suelo está cubierto con la espuma del gel.

-Espera Gonzalo, sácala un momento, nos vamos a caer y hacernos daño, entra y sale un par de veces llevado por su pasión y al final la deja resbalar de mi interior.

Me inclino dándole la espalda, y agradezco mi agilidad para poder apoyar mis manos en el suelo, ofreciéndole el espectáculo de mi culo que se le entrega deseoso de estar lleno.

Separa mis dos nalgas y vuelve a insertar su polla en mi ano, empuja para entrar y salir con fuerza, con peligro de perder el equilibrio subo un poco mi tronco para apoyarme en la pared, así puedo llevar una de mis manos a mi entrada y sentir en ella el resbalar su verga al penetrarme, y agarrar sus testículos cuando se detiene para apoyarse en mi espalda y besarla.

Me sujeta del pelo y tira de él para que gire mi cabeza y le ofrezca mi boca que besa, luego vuelve a ponerse en movimiento.

-Me vengo, me corro Daniel.  –en ese momento encojo mi culo para expulsarle.

-En la boca, córrete en mi boca, dámelo. -me acuclillo ante su polla y la lamo antes de meterla goloso en mi boca, sabe deliciosa a sus jugos y a mi culo.

La meto hasta el fon de de mi garganta y la saco para darle vueltas con mi lengua, hasta que le llega el clímax y un poderoso orgasmo le hace temblar a la vez que lanza la preciada carga de sus huevos en mi lengua y paladar.

Como siempre, su verga parece un manantial derramando su leche que me gusta tragar, y sentir su suavidad en mi boca, y bañar su verga en su propio semen y sus jugos mientras me masturbo, y llega mi momento bañando mis muslos con mi leche.

Después de un minuto de lamer su polla, hasta que la tiene limpia y brillante como el oro, me pone de pie para besarme metiendo su lengua en mi boca.

-Te lo has comido todo glotón.  –sin que se dé cuenta, recojo de mis muslos algo de mi esperma y se lo ofrezco en mis dedos. 

Me mira lujurioso y va chupando uno a uno, mamando de ellos, me gusta, sí, su succión causa cosquillas en mis dedos y le sonrío dándole las gracias sin hablarle.

Mientras saca el coche del garaje me escapo para llegarme a lo floristería más cercana, y compro un ramo de veinte rosas rojas y blancas que se cómo van a poner de contenta a Vivianne.

Iniciamos el camino, el desayuno ha resultado espartano, zumo y té. La carretera está hoy más despejada que un día de labor, no hay tanto tráfico y casi ningún camión. Una vez que ha puesto el destino en el navegador del choche dejo en sus manos el llegar a nuestra meta.

No es que yo sea malo conduciendo, en realidad no lo sé, pero verles a Nicolás y a él me parece una maravilla, no van tensos y disfrutan conducir, manejar la máquina para ellos debe resultar un placer, mientras yo voy tenso y deseando abandonarla, terminar los viajes y dejar de sufrir la tensión que la conducción a menudo me produce.

Cuando llegamos a la carretera que conduce a la casa de André y va paralela al canal, se que estamos llegando. El campo estaba rutilante y muy diferente a la vez que estuve aquí con Nico. La primavera ha reventado en colores, también temo por mi alergia que espero no me estropee el momento.

Repentinamente detuvo el coche y se puso a buscar en su cartera, extrajo una tarjeta que yo conocía muy bien, con su ribete de filigrana dorada y una dedicada y exquisita letra, “Para Vivianne, no sé si habré acertado, pero lleva toda mi mejor intención” en francés.

-Para que la coloques en el ramo de rosas.  –era  la misma tarjetas que siempre empleaba la abuela y su letra. No sabía que decir y como agradecerle el detalle, me esforcé para llegar con mis brazos a  su cintura y estrecharla.

-Lo tenías preparado todo.  –alargó su cabeza hasta llegar a mí y ofrecerme su boca que besé.

-¿Cómo has metido a la abuela en esto?  -soltó una carcajada mientras volvía a poner en marcha el coche.

-Ya sabes que para los detalles no hay otra igual, y tenía que ayudar a dejarte en buen lugar ante tus amistades.  –detiene su risa y al final.

-No es verdad, lo pedí yo que lo hiciera.  -no sé lo que pensar de él, me desconcierta muchas veces.

Cuando ve la casa de ladrillo rojo, sujeta mi pierna con su mano.

-Parece un molino o pabellón abandonado, pero tiene su encanto.

Deben escuchar el ruido del motor, o la piedrilla que cruje al pasar las ruedas encima de ella, están los cuatro en la entrada, cada uno en un peldaño de la escalera. Llega André para abrirnos la puerta.

Entrego el ramo a Vivianne a la vez que un abrazo y un beso, no necesito presentarlos, Gonzalo va desgranando el nombre de cada uno de ellos a la vez que los saluda con un beso a Vivianne y estrechando la mano a los chicos y a mi jefe.

Vivianne nos empuja hacia el interior de la casa, al  salón con la gigantesca chimenea donde chisporrotea el fuego encendido y nos esperan acogedores los sofás de viejo cuero.

Marcha con la disculpa de colocar en un florero las rosas, y vuelve al momento portando una bandeja con el té de media mañana y galletas de su invención.

Vivianne está como la recuerdo, y creo que los chicos han crecido en estos meses, tan guapos y vitales, un poco retraídos y observantes.

-Hemos traído unas cosas que están en el coche, necesitaré ayuda para meterlas.  –Gonzalo se pone en pie después de hablar y los chicos y su padre le imitan dispuesto a ayudarle.

Les sigo y me quedo con Vivianne en el porche de la casa, mirando como abren el maletero que está lleno de paquetes, otra sorpresa de Gonzalo, pensaba que solo traía el vino, un estuche con unas cuantas botellas, pero son dos cajas y otros tres paquetes.

-Ayúdanos Daniel. Necesitamos otras manos. –dejamos todo en el salón, cada envoltorio lleva colgando una etiqueta como la anterior, con rótulos con el nombre de cada uno de ellos, también hay uno para Léane, que lo recibirá cuando regrese de Bruselas.

Todos van abriendo sus regalos, el de André son dos tipos de vinos diferentes de Rioja y del Duero,  el de los muchachos prototipos en miniatura de aviones para montar y hacer volar.

Gonzalo disfruta viendo la expresión de los chicos, de André que mira enamorado las dos diferentes clases de vinos, los muchachos se quedan expectantes sin saber qué hacer con tal maremágnum de piezas que contiene cada caja.

Y se sienta junto a ellos sacando el contenido de una de ellas, explicándoles las distintas piezas y como deben montarlas, los tiene embebidos recogiendo todas sus palabras y atendiendo preguntas, es un tema que le apasiona, me acerco donde se encuentran mirándoles hacer.

-¿Podemos montar uno? Contigo que conoces mucho de aviones. –parece que a Louis le interesa más.

-Gonzalo es piloto.  –se me escapa sin  pensarlo, los chicos le miran con los ojos abiertos como platos y Gonzalo les da su explicación.

-Bueno, piloto aficionado, no manejo grandes aeronaves, algún avión pequeño y siempre acompañado por un piloto de verdad.  –es igual los chicos le miran extasiados y siguen sus explicaciones, que quizá ahora, ven más razonables.

-Podéis montar lo que queráis en el taller detrás de la casa.  –los hermanos recogen las cosas y guían a Gonzalo para llevarle a las cocheras donde André tiene todo tipo de herramientas.

Ha desaparecido el gratificante barullo de los tres chicos, entusiasmados ante sus juguetes nuevos, Vivianne recoge los papeles y mira con detalle las preciosas tarjetas de la abuela y las deposita sobre un estante de la librería.

-¿Es él quien creo que es?  -André me mira con cara grave y le asiento con la cabeza, se ha dado cuenta de quién es Gonzalo, en algún momento le ha reconocido al relacionarle con la foto de la memoria de la empresa, me imagino.

No quiere hacer preguntas  y hablamos de la semana que faltaré de la fábrica para ir a Londres a encontrarme con mi nuevo trabajo. No le veo preocupado y confía en la capacidad de Elie. Sé que debo decirle algo respecto de Gonzalo aunque él no se atreva a preguntarlo.

-Somos amigos de siempre, y creo que ahora algo más, lo que sea él no me interesa y por eso no quise decirte nada, lo siento André.  –me mira sonriente y hace un gesto quitándole importancia.

-¿Hablarás con Jean?, esta tarde tenemos que acompañar a Louis a un partido de fútbol, puedes aprovechar el momento y Gonzalo puede venir con nosotros.

-Lo haré ya que te empeñas, pero creo que yo tengo poco que decir y aconsejar André, hablaré con el chico y no sé ni por dónde empezar. A Gonzalo le encantará acompañaros, él ha jugado al fútbol y le gusta, lo pasará bien.

Nos distrae el ruido de un pequeño motor que se escucha lejano y algunos gritos exaltados. Nos levantamos y vamos a la cocina donde Vivianne mira a través de una ventana.

Se han alejado de la casa, fuera de la influencia de los árboles cercanos, y Gonzalo porta un mando de radio control con el que maneja el pequeño avión que han montado, ruje en el cielo volando las acrobacias que le ordena con el mando y los chicos a veces saltan queriendo que les entregue el control.

Permanecemos un rato observando su juego y las carreras que hace el pequeño Jean creyendo que va a alcanzar a la máquina en su vuelo.

-Dejad de mirar a los niños, parecéis iguales a ellos y ayudadme a preparar la mesa.  –me causa gracia lo que Vivianne termina de decir, con sus hijos hay un hombre jugando como ellos y me enternece su familiaridad para pedirnos sin complejos que le ayudemos en su trabajo, como si estuviera en mi casa y tan diferente a la residencia de los abuelos.

Los chicos entran en casa para comer y protestando por tener que abandonar el juego ante la imperiosa llamada de su madre para que vengan sin dejarles otra opción.

-No hay excusas Louis, querías que fuéramos a verte jugar y el volar esos aparatos podéis hacerlo después, o mañana, a Gonzalo le tendréis hasta el mediodía, ¿no es así?  -ya nos ha puesto el límite a nuestra estancia y nos echamos todos a reír.

La comida que prepara está deliciosa, de restaurante pero mejor, y a veces los chicos se levantan para ayudarla en llevar y traer cosas a la cocina cercana.

La maravillosa familia que me gustaría tener algún día.

-¿Como está Nicolás?  -Louis hace la pregunta y su madre le censura con la mirada.

-Hace unas semanas estuvimos con él en Dunkerque, pero el último que ha hablado con él ha sido Gonzalo.  –noto el suspiro de tranquilidad que experimenta la pobre mujer.

Después de comer hablamos, de los estudios de los chicos y de su hermana de la que se sienten orgullosos, nos muestran nuestra habitación y llevamos nuestras bolsas de fin de semana, la habitación del hotel permanece reservada con la maleta de Gonzalo y ahora me doy cuenta de la tontería que hemos hecho, podíamos haberla dejado en mi estudio.

La habitación está en el primer piso, al lado de las que ocupan los chicos, nada del otro mundo, dos camitas normales en una habitación de jóvenes adolescentes, imagino que es donde se quedan sus amigos cuando los traen a casa, y que nos han puesto allí para que estemos con ellos.

Todo ha resultado según los planes de André, todos han marchado y nos han dejado solos a los dos. Cada uno sabe de lo que vamos a hablar y los dos estamos nerviosos, me parece que yo lo estoy más.

En el salón el fuego se va extinguiendo, André ha colocado el mata chispas negro y en el fuego solo quedan rescoldos de las brasas tapados con la ceniza blanca.

-Bueno Jean, tenemos que hablar, André quiere que conversemos, o no sé, que me hables tú.  –el chico mueve sus piernas nervioso sentado en el sofá de enfrente.

-¿De qué quiere que hablemos?, me dice que tengo que contarte lo que siento pero no sé cómo hacerlo, ni si quiero.  –esto último me hace gracia, tiene su personalidad el chaval y me hace reír.

-Tienes razón, podemos hablar de lo que quieras, de cosas sin importancia, o me cuentas como comenzaste a darte cuenta de que los chicos te gustan, porque de eso se trata.  -me mira y se pone rojo, es tan violento esto de querer indagar en el alma de los demás.

-¿Tienes confianza en mí Jean? Yo la tengo en ti y te voy a contar algo sobre mí.  –Le relaté un poco y a grandes rasgos mi vida y como me enamoré de Gonzalo sin decirle que era él, luego se me escaparía ante el regocijo y risas de los dos.

-¿Y tu amigo te la mamó estando delante Gonzalo, aunque estuviera dormido?

Nos habíamos abierto, durante mi relato abría los ojos asombrado algunas veces, ya no había secretos y podíamos hablar sin problemas.

-No lo estaba aunque yo creía que sí.  –le miré e imaginamos los dos la situación soltando una carcajada.

-Me hubiera muerto si veo a Gonzalo despierto en aquel momento. Y bueno los chicos me gustan un montón, pero un motón, nunca estuve con uno hasta que apareció Nicolás y ya tenía 25 años, tú tienes 14 con toda una vida por delante.

-Voy a hacer quince... A mí también me la han mamado. –no le quería interrumpir y le dejo seguir en este momento de íntima y maravillosa confidencia.

-Fue Louis, jugando y hace mucho tiempo, cuando tenía once años y el trece, nos la chupamos los dos, yo aún no echaba semen y él sí, solamente fue esa vez, luego no quiso más aunque yo lo deseaba sin saber el motivo.

-A veces pienso que me quiere pero debe ser solo como a un hermano, y comenzaron a gustarme los chicos, mis compañeros, los muchachos de la tele y los que veo por la web en páginas gay, ya sabes lo que se puede ver.  –ahora me hablaba con desparpajo, como si fuera su colega, nos empezábamos a quedar fríos y pensé que era mejor que anduviéramos un rato por el campo.

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