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El odioso Fernando 2

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Después de lo sucedido con Fernando estaba tratando de hacerme a la idea de la nueva situación.Trataba de mentalizarme de que aquella polla era tan solo un trozo de carne. Tan solo tenía que echármela a la boca de vez en cuando y todo estaría tranquilo. Sino, las consecuencias serían mucho peores.

Aun así, mi inquietud ante el futuro era grande. ¿Qué sucedería cuando Fernando se cansara de mí? ¿decidiría delatarme? Tenía que encontrar una solución, pero no se me ocurría nada. Estaba metido en un buen lio.  Mientras, tan solo me quedaba satisfacer sus deseos y procurar no traumatizarme con la idea. Había visto muchas mamadas en las películas porno, pero una cosa es verlas en película, y otra bien distinta es tener que hacer una. Por muy bien que trates de hacerlo el nerviosismo te agarrota y no sabes muy bien que has de hacer.

Trataba de aparentar normalidad. No quería que mi mujer se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.

Habían transcurrido un par de días desde lo del cuarto de baño. No había podido borrármelo de la cabeza y la inquietud crecía en mi interior pensando en cuando sería la próxima vez que Fernando me pediría que volviera a repetir algo así.

No había podido quitarme la imagen de su polla de la cabeza. Aún recordaba su risa mientras se la chupaba, y su sabor aún permanecía en mi boca. Me había tragado parte de su semen, y eso era algo que ya no podría cambiar nunca.

Estando en mi despacho trabajando sonó el teléfono. Era Fernando que me pedía que fuera a su despacho en ese momento. Mi tranquilidad se había acabado y me dirigí a su despacho temiéndome lo peor. Pase. Allí estaba él repantigado en su sillón con una sonrisa de oreja a oreja, sabiéndose dominador de la situación. Me dijo que cerrara la puerta y fuera a su lado.  Cuando di la vuelta a la mesa vi que tenía su enorme polla de fuera. Erecta, venosa y muy lubricada. Se le notaba que estaba cachondo y tenía ganas de fiesta.

—Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer. Esta se ha puesto dura y tiene ganas de descargar

—Fernando, ¿hasta cuándo va a durar esto?

—Bueno, no sé. Tu sigue chupando y ya veremos luego. No te preocupes, no tengo ganas de contarle a la empresa lo sucedido con el dinero, pero ya sabes, un favor por otro. Además, no te quejes tanto. ¿Cuánto dinero fue el que perdiste? ¿unos seiscientos mil? Piensa que cualquier puta te cobra unos veinte euros por mamada, con lo que si hacemos cuentas con la cantidad que perdiste, me tendrías que hacer unas treinta mil mamadas para compensarla.

—Está bien. No hace falta que sigas. ¿Qué quieres que haga?

—Pues que voy a querer gilipollas, que te arrodilles ahora mismo y me la chupes bien chupada.

Me arrodille ante él. Cogí su polla y me la metí en la boca. Vista ahora nuevamente me día cuenta en realidad de su considerable tamaño. Mucho más grande que la mía. Trataba de relajarme y soltarme. Tomarme aquello con la mayor naturalidad posible. Tenía que hacer que Fernando disfrutara. Solo así no se cansaría de mí y eso me permitiría ganar tiempo. Procuraba metérmela en la boca lo máximo posible. La chupaba lo mejor que podía, tal y como recordaba en las películas porno, haciéndole todo aquello que me gustaría que me hicieran a mí. A veces me la sacaba de la boca, y con mi lengua la recorría de arriba abajo, para luego jugar con su glande. Se ve que le gustaba. Estaba durísima y no paraba de chorrear. La mano con la que agarraba la polla de Fernando estaba totalmente pringada de sus flujos.

Mientras, Fernando estaba completamente relajado en su sillón. Disfrutando, con los ojos cerrados, y lanzando pequeños suspiros y jadeos de aprobación cuando hacía algo que le gustaba especialmente. Pero esta vez tenía aguante. El muy cabron no se corría.

—uhmmm.... chupa, chupa… vas aprendiendo rápido... aahhh…

Se ve que le gustaba lo que le estaba haciendo. Con sus manos agarraba mi cabeza y trataba de dirigir mis movimientos. Mientras yo, arrodillado ante él, empecé a notar una extraña sensación en mí. Se me estaba poniendo dura. No me lo podía creer. Se la estaba chupando a Fernando, y lo peor de todo es que aquello me estaba dando morbo y me estaba excitando. Ya no hacía falta que agarrase mi cabeza para obligarme a meterme su polla en la boca. Era yo el que lo hacía libremente sin necesidad de que me coaccionara.

En esto que alguien de pronto abrió la puerta. Fernando y yo nos giramos. Yo me quedé de piedra sin saber cómo reaccionar. Paso un hombre de algo más de cincuenta años, vestido con ropa de trabajo. Gorra en la cabeza, y una camisa a medio abrochar que dejaba ver un pecho bastante velludo y una prominente barriga cervecera. El tipo se quedó también completamente petrificado cuando nos vio, máxime cuando yo estaba arrodillado ante Fernando con su polla en la mano.

—Lo siento, ya me voy. Volveré más tarde —dijo el tipo tratando de darse la vuelta.

—No, no, pase pase, ¿que deseaba? —le dijo Fernando.

—Bueno, soy el de mantenimiento, me habían avisado que había un enchufe que no funcionaba.

—Ah, sí. Es ese de ahí. Pase y puede ir arreglándolo.

—Puedo volver luego…

—No, pase, pase

El hombre paso titubeando, sin saber muy bien que debía de hacer. Se arrodillo ante el enchufe que no funcionaba y se dispuso a desmontarlo.

—Vamos, no te quedes ahí pasmado, sigue chupándomela

—Pero, él...

—Él está haciendo su trabajo y tú vas a hacer el tuyo. Venga, sigue mamándomela, aún no me he corrido.

Le hice caso. La escena era de lo más embarazosa. Yo haciéndole una mamada a Fernando, mientras el técnico de mantenimiento estaba a dos metros escasos de nosotros.

Ya no sabía que pensar, tan solo me limitaba a obedecer a Fernando. El tipo de mantenimiento trataba de centrarse en su trabajo y no ver lo que estaba sucediendo, pero de vez en cuando giraba la cabeza y nos miraba de reojo. Y aquello creo que ponía más cachondo a Fernando. Tenía la polla a punto de estallar y temí por un momento que se fuera a correr nuevamente en mi boca.

—Bueno, esto ya está arreglado. Yo ya me voy —dijo el hombre de mantenimiento dirigiéndose hacia la puerta.

—Espere, espere un momento, venga aquí, ¿cómo se llama? —le dijo Fernando.

—Lucio, me llamo Lucio —contesto acercándose a la mesa, mientras observaba como se la seguía comiendo a Fernando.

—Gracias por todo Lucio. Ese enchufe estaba dando la lata. Dígame, como agradecimiento, ¿le gustaría que mi amigo le chupara la polla?

Cuando oí eso deje de chupársela a Fernando, levante la vista y me quede mirándole. No daba crédito. Luego giré la cabeza hacia el tipo de mantenimiento y pude observar como dentro de su pantalón su miembro había alcanzado un tamaño más que considerable. El tío se había empalmado viéndonos.

—Pues hombre, no estaría mal. Si a él no le importa. Parece que lo hace bastante bien

—Oh, sí, ya lo creo, me está haciendo pasar un rato fabuloso. Venga vamos, chupale la polla a Lucio.

No tuve más remedio que obedecer. Me giré hacia Lucio y quedé de rodillas delante de él. Lucio no se podía creer lo que le estaba sucediendo.

Su cara tenía una expresión de alegría, satisfacción, vicio y de ser un completo salido. No tardó en ponerse cómodo. Rápidamente se desabrocho la camisa y se la quitó. Era el tipo más velludo que había visto en mi vida. Tenía muchísimo pelo. Todo el pecho lo tenía cubierto de vello, incluyendo dos considerables tetillas. Se desabrocho el pantalón, lo dejo caer junto a los calzoncillos al suelo, y de entre una mata de pelo blanco y negro, salió su polla disparada. Era de un buen tamaño, pero no tanto como la de Fernando, aunque para compensar tenía un par de testículos muy grandes y peludos que le colgaban bastante. Enseguida me cogió la cabeza y metió su polla dentro de mi boca. El tío estaba como un animal en celo. Literalmente comenzó a follarme la boca, como si estuviera metiendo su polla dentro de un coño. Su sabor era más fuerte que la de Fernando. Yo, para tratar de llevar el ritmo de sus embestidas sobre mi boca, le agarre del culo tratando de frenarlo un poco de esta forma. Su culo era grande y abultado, muy peludo. Y sin darme cuenta yo mismo agarre ese culo con fuerza, acariciándolo. Aquello estaba empezando a gustarme.

—aahh, como me gusta. Que bien la chupas. Ahhh…

—Espera, espera, un poco, dejame a mí.

Le cogí la polla y se la fui comiendo más lentamente, deleitándome. Me gustaba su sabor, su tacto, su forma. Quería esa polla en mi boca. Fernando enseguida se dio cuenta.

—Vaya, parece que a ti también te va gustando esto. Vamos, vamos, sigue chupándosela.

Fernando me decía esto tumbado sobre su sillón, mientras se masturbaba viendo como yo pasaba mi lengua por la punta del miembro de Lucio.  En ese momento los tres estábamos excitadísimos y con las pollas tremendamente duras y chorreantes. La situación se estaba yendo fuera de control.

—¿Sabes?, quiero follarte —me dijo Lucio.

—¿Te gustaría follarme? —le conteste.

—Siiii.

—Follame- le dije sin pensarlo demasiado fruto de la excitación.

Rápidamente me puse en pie, desabroche mi pantalón y lo deje caer al suelo. Me apoye sobre la mesa con mi culo en pompa.

—Joder que magnifico culo —dijo Fernando mientras no paraba de masturbarse viéndonos— venga Lucio, follátelo, follátelo. Quiero ver como se la metes por el culo a este cabron.

Lucio se arrodillo detrás de mí. Con su lengua jugo en mi ano, humedeciéndolo y preparándolo para ser penetrado. Enseguida note como sus gordotes dedos iban abriéndose camino dentro mi culo, ensanchando mi ano. Aguante como pude, pero era más la excitación que sentía que el miedo al posible dolor que aquello me pudiera causar.

Luego Lucio se puso de pie y note como la punta de su polla se situaba sobre mi ano.

—Tranquilo, iré despacio. He ido mucho de putas y me he follado bastantes culos. Sé cómo hacerlo, no te preocupes. Relajate y disfruta.

En menos que canta un gallo note como su polla se iba adentrando en mí. Apreté los dientes y traté de contener el dolor. Luego la fue sacando y metiendo lentamente. Afortunadamente para mí su polla estaba totalmente lubricada y eso facilitaba la penetración. No sé cómo describirlo, pero al cabo de un rato comencé a sentir un placer que no había sentido antes, y me estaba gustando.

—aahhh!, como me gusta tu culito tan apretadito

—aahh, pues sigue, uhmm, sigue. No pares que ahora parece que entra mejor... aahhh

Enseguida mi culo fue acostumbrándose. Conforme Lucio vio que mi ano ofrecía menos resistencia, aumento la frecuencia y fuerza de sus embestidas.

—Aaaahh! ..... ¡Lucio! .... pero ¿qué me haces? …aaahhh

—aaaahhh…. te gusta…. te gusta

—Siiii…. sigue…. no pares…. metemela dentro…. que placer joder…. follame…. follameeee!!!

—aaahhh…que gusto

—oohhh, si…. quiero sentir toda tu polla dentro. Vamos sigue no pares.

Sus embestidas cada vez eran mayores y más fuertes. Su polla entraba totalmente dentro de mi culo. A mí ya se me había olvidado el dolor del principio, y ahora tan solo quería sentir aquella enorme polla dentro de mí. Yo que hasta hace unos días era un hombre hetero, ahora estaba siendo follado por un tío y encima me estaba gustando.

Mientras Lucio la metía sin piedad dentro de mi culo y yo gemía y gritaba de placer, Fernando se levantó de su sillón, se acercó a mí con la cara desencajada y, cogiéndome de la nuca, me dio un beso en los labios. Yo le respondí y en un instante nuestras lenguas estaban entrelazadas la una con la otra. Jugueteando alegremente la una con la otra, intercambiando fluidos, como dos amigas que acabaran de conocerse y estuvieran deseando entablar una amistad para toda la vida.

Luego, dejo de besarme y metió su polla dentro de mi boca. Aquello fue bestial. Mientras por detrás era penetrado por Lucio, por delante se la estaba chupando a Fernando.

Enseguida note como mi culo se inundaba. Lucio se estaba corriendo dentro de él.  Echo dentro un montón de leche. Cuando hubo terminado se dirigió al sofá y cayó rendido en él.

Después le tocó el turno a Fernando, que se corrió dentro de mi boca. Esta vez no me molestó que lo hiciera y me trague todo su semen.

Fernando fue a sentarse al mismo sofá que Lucio, y después fui yo, sentándome entre los dos. Estábamos exhaustos. Fernando y yo volvimos a besarnos. Luego me dirigí a Lucio y probé una de sus peludas tetillas.

—¿sabes que hay mujeres con menos tetas que tú? —le dije.

—ja ja, eso me han dicho más de una vez.

Luego le acaricié. Me gustaba acariciar a aquel tío peludo. Me fijé en sus pollas, ahora flácidas, y las cogí. Las acaricié y estuve jugueteando con ellas durante un rato.

—¿Te has quedado con ganas de más? —me dijo Fernando.

—Creo que por hoy ya ha sido suficiente —le dije.

—Bueno, pues entonces, si ya no se va a follar más, yo tengo que marcharme que aún tengo que arreglar unas cuantas cosas más. Espero que si montan alguna fiestecita más de estas me avisen. Es el mejor polvo que he echado en meses.

Se vistió y salió por la puerta con una cara de satisfacción y una sonrisa de oreja a oreja. Fernando y yo nos quedamos solos.

—Y ahora qué? —le pregunte.

—De momento tienes que seguir comprando mi silencio, aunque visto lo de esta tarde, creo que no te va a costar demasiado. La semana tengo que ir a cerrar unos negocios bastante importantes para la empresa en el extranjero. Estaré fuera toda la semana, así que te vendrás conmigo. Ya lo he hablado con la empresa. Por la mañana estaremos en las reuniones y por las tardes y las noches follaremos. Todavía no he probado ese culito y tengo ganas de hacerlo. ¿Te parece bien?

—¿Tengo elección?

—Afortunadamente para ti, no tienes elección. Te puedo asegurar que cuando pruebes lo que es follar conmigo no vas a querer saber nada más de las tetas de tu mujercita.

Después nos seguimos besando y acariciando durante un rato. Nunca pensé que el tío mas odioso de la oficina podía acabar follando conmigo, y que encima, me iba a gustar.

 

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