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Mi primera vez siendo una jovencita de 18 años

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Recuerdo mi primera vez como si se tratase de ayer. Ocurrió el 2 de mayo del 2013 y yo tenía 18 años. Era una adolescente exploradora de su cuerpo y lo disfrutaba como nadie, pero quería descubrir ese mundo erótico entre un hombre y una mujer. Jamás me había desnudando ante alguien, la única que conocía mi cuerpo al natural era yo. 

El chico con el que quedé un día y al cual lo conocí por una red social de citas, era simpático, pero no me gustaba tanto físicamente (o eso creía). Era mayor que yo y yo era una chica tímida, nerviosa e ignorante en el plano del sexo excepto en la auto masturbación. Quedábamos por segunda vez, en nuestra primera cita no nos besamos porque yo no quise.

Era de tarde, estábamos en un parque y nos pusimos a jugar, del juego a las caricias hubo tan solo un paso y de las caricias, nuestros labios se acercaron y se empezaron a conocer. Estaba en un banco, yo sentando encima suya y todo iba tan bien. Habíamos roto el hielo y eran lentos los besos que siguieron más y se convirtieron en apasionados, con lengua. Sus brazos me rodeaban y me presionaban contra su pecho. Los besos fueron a más y era el diálogo que llevamos hasta que me preguntó si quería que fuésemos a su piso. Yo le respondí que sí porque notaba que él quería, ¿y por qué no. De camino a donde vivía fui pensando en lo que ocurriría cuando estuviésemos allí, solos. No iba con la idea de acostarme con él, no veía ese día para mi primera vez ni era el chico con el que quería perder mi virginidad. 

Llegamos, pasé a una habitación caótica: todo estaba desordenado, había cajas y maletas sin deshacer. Caminaba paso a paso porque al no estar tan iluminada el cuarto, notaba que en cualquier momento me iba a tropezar con algo. Ese lugar me hizo poner nerviosa y distante con él. Me preguntó si me pasaba algo y yo le respondí que nada con una sonrisa nerviosa. Estaba sentada en la cama, en la otra punta de donde estaba él. Tenía la cabeza baja y con la vista en el móvil porque esperaba el mensaje de otro chico que quedó en escribirme para vernos después de que quedara con este. Viéndome así, se enfadó un poco y me pidió que si podría dejar el móvil un momento para prestarle atención. Me. preguntó si todo el tiempo que íbamos a estar allí, en esa habitación horrible, iba a ponerme en esa postura. Dejé el móvil. Se acercó hacia mí y acercó una mano a mi rostro y lo llevó hacia la suya, retomamos los besos del parque. Me dijo que me podía quitar el calzado para estar más cómoda en cama, y me los quité y subí arriba. Seguimos besándonos y me tumbó en la cama de manera que estaba él encima de mí. Al principio, como en el parque, el ritmo de los besos era lento interviniendo nuestras lenguas. Cuando el ritmo aceleró porque me empezó a besar por el cuello, ya eran más apasionados. Se quitó la camiseta, noté que se quitó prenda porque ya había iniciado la marcha, pero no me importó porque el porte que veía me gustaba, tenía un buen cuerpo y un tatuaje arriba de sus partes en el que ponía su nombre.

Yo llevaba una camiseta de tirantes color rojo vino y el escote era perfecto para que él con una mano bajara la camiseta junto con el sujetador y acariciara mis senos. Pero fue despacio, primero posó una mano encima de un pecho y lo fue frotando mientras su lengua estaba en mi boca con la mía. Él ya estaba excitado, lo notaba, pero yo no tanto hasta cuando trazó ese camino desde mi cuello hasta abajo donde apartó ahora la tela y el sujetador para insertar en su boca algo pequeño de un color miel. Eso elevó mi nivel de excitación, me retorcía de placer mientras los chupaba. Me quitó la parte de arriba totalmente y ya estábamos los dos semidesnudos. Notaba en él un bulto entre sus pantalones, él ya estaba listo y seguía. Me tocaba ahora por encima de los vaqueros por la entrepierna mientras seguía besando y chupando mis senos. Yo ya estaba húmeda por dentro y mi clítoris al ser rozado por encima de la ropa por una mano, hacía que me excitara más. De fuera, su mano se introdujo por dentro de mis vaqueros y ropa interior y fue en ese momento en el que le dije "para". Pasé en segundos del sentir y dejarme llevar al pensar. Me preguntó qué pasaba y yo le dije que no estaba segura de hacerlo y, además, le confesé que era virgen. Se quedó un rato mirándome y me preguntó si era en serio y yo se lo volví a afirmar. Yo realmente no quería hacerlo, pero argumentó que no iba a saber si me gusta si no lo probaba. Él quería desvirgarme, lo veía en sus ojos, notaba cómo no podía pararse a sí mismo y que tenía que seguir. Insistió tanto que cedí.

Me dejé llevar, él me quitó la parte de abajo, y yo ya estaba desnuda completamente. Tapaba mi cuerpo porque era la primera vez que estaba ante un chico, desnuda. Él prosiguió a quitarse lo que llevaba puesto, estaba erecto y yo no paraba de mirárselo, él se dio cuenta de ello. Se puso el preservativo y me relajó con besos y jugando con sus dedos por mi clítoris y mi vagina. Introdujo un dedo y lo empezó a sacar y meter unas cuántas veces mientras me chupaba un pezón. Intentaba excitarme de nuevo, pero por los nervios no lo conseguía por completo. A continuación, el motivo por el que estaba nerviosa iba a penetrarme. Rompí el silencio, le dije que no estaba segura, me pidió que no pensase. Dijo que lo iba a hacer despacio, me penetró suavemente. A medida que me penetraba soltaba un gemido acompañando la entrada. Yo sentía cómo algo me atravesaba apartando mis paredes vaginales, hasta entrar hasta el fondo. El dolor tuvo un periodo corto y durante la penetración no sentía dolor tampoco, su miembro viril salía de mí y entraba suavemente. Nos mirábamos a los ojos, me preguntó si todo estaba bien y le respondí que sí. Cuando le besaba, notaba cómo sus labios fríos se frotaban con los míos, y me gustó esa sensación. Él llegaba ya al punto de culminación y tuvo un orgasmo seguido de su eyaculación dentro del preservativo. Estuvimos en la postura del misionero desde el empezar al acabar. Cuando acabó se dejó caer encima mía y notaba su respiración a mi oído. 

Se levantó porque dijo que iba al baño a limpiarse, yo seguía pensando y preguntándome por qué lo había hecho. Me vestí y me fui.

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