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Otra vecina pasional y divorciada

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Al llegar a mi piso, dejé como siempre la ropa usada del gimnasio en un cesto para lavarla después. Cuando fui a preparar la ducha, comprobé que no emanaba agua caliente del grifo y me aproximé al calentador para comprobar de donde venía la avería, después de mirar aquí y allá, no me quedó más remedio que telefonear al servicio técnico, respondiendo que lo tendría listo en 48 horas.

Abrí la puerta de mi casa y me encaminé al piso de Tiziana, ya que vivíamos uno en frente de otro. Llamé y salió ella.

—¡hola vecina!, ¿podría ducharme en tu cuarto de baño?, parece ser que no tengo agua caliente, ya que no funciona mi calentador —manifesté.

—Pasa, pasa, Ricardo, para eso estamos los vecinos —afirmó Tiziana.

Me introduje en su casa y enfilé mis pasos con la bolsa del gel y champú y una toalla en mis hombros.

Tiziana acababa de venir de la oficina y vestía un sexy modelito que dejaba muy poco a la imaginación. Era marrón minifaldero, se abría con botones y a la altura de la cintura llevaba un cinturón negro.  Dejé la puerta del cuarto de baño abierta, pues al vaho de agua caliente al salir de la ducha me agobia bastante y cuando me estaba desnudando, la muy libidinosa de mi atractiva vecina Tiziana advirtió que yo usaba un sexy tanga que a ella le puso cachonda y rijosa.

—¿cuánto tiempo hace que no mojas, Ricardo? —preguntó Tiziana.

—…eerr… —tartajeé yo, mientras la miraba entre alucinado y concupiscente.

—hace tiempo que no me tiro a un tío y ahora es el momento —observó lascivamente Tiziana— permanece con ese sexy tanga que llevas, me das mucho morbo, cariño. Enseguida vuelvo —añadió Tiziana.

Tiziana estaba de muy buen ver y no era el momento de desperdiciar una bendita ocasión para cepillarme a esta lujuriosa madura que, a sus cincuenta años, me miraba cual loba en celo siempre que me la encontraba.

Mientras terminaba de desvestirme Tiziana marchó un momento para darme una lujuriosa y sicalíptica sorpresa. Apareció ante mí, llevando un deshabillé negro transparente, así como un procaz y furibundamente lujurioso tanga negro.

—¿te he conquistado? —inquirió Tiziana al tiempo que yo babeaba al verla.

—¡vaya que sí, muñeca!, ¡vaya que sí! —afirmé absolutamente.

Tiziana fue andando hacia mi lenta y libidinosamente, mientras ponía ojos de loba comehombres y yo estaba encantado y corrido de gusto ante esta obscena y lúbrica situación.

Nos fundimos en un claro y caliente beso con lengua y mientras yo la abrazaba con una mano, con la otra la sobaba y toqueteaba el culo y ella me sobaba, cual golfa liberada, mi sexy tanga que tan calentorra, salida y lasciva la había puesto. Destilábamos mucha saliva, pues de tanta lujuria emanada por nuestras calientes lenguas explotaba lujuria, impudicia y mucha depravación.

Separamos nuestros hambrientos cuerpos de lujuria y lubricidad y Tiziana se arrodilló lentamente ante mí para empezar a lamerme el sexo.

—Soy tu esclava sexual, haz conmigo lo que quieras, cariño —expuso Tiziana.

La rubia Tiziana, arrodillada ante mí, lamía y relamía mi procaz y libidinoso tanga sexy que la había puesto lasciva y cachonda y yo daba pequeños mugidos sexuales y varios jadeos, mientras agarraba su cabeza para que este depravado momento tan impúdico no terminase.

La muy zorra me trabajaba muy bien, pues yo me encontraba lleno de placer erótico, ya que me estaba haciendo un fino trabajo digno de una auténtica prostituta profesional.

Cuando ya la tuve bien dura y erecta, me despojó del tanga entre lascivas y obscenas palabras soeces usando un burdo lenguaje sucio y chabacano que aumentaba gradualmente toda mi lujuria y ganas de darla rabo a base de bien. Me llevó a su habitación con las paredes y armarios empotrados con espejos y hasta uno en el techo y con procaces fotos de mi vecina en obscenas posturas y me tumbé junto a ella y con el rabo preparado.

—¿te gusta esto?, ¿eh? —jadee de pura lujuria.

Tiziana acoplaba su mojada y libidinosa lengua a mis gordos cojones y engullía con depravación mi rabo que ya estaba duro y preparado para su boca de zorra lúbrica.

—¡qué bien me la comes, guarra!, ¡eres toda una zorra viciosa! —bufaba de placer, mientras Tiziana lamía la punta de mi cipote.

Tiziana se deleitaba al tragar mi enhiesta pero dura verga y subía y bajaba su cabeza y yo continuaba rezongando y bufando de lascivia.

Después de estar diez minutos dándome un envidiable placer bucal, según estaba encima mío, la agarré sorpresivamente por debajo de sus tetazas y la coloqué a mi lado para quitarle su lascivo tanga negro.

—¡eres una zorra, te voy a matar de gusto y placer! —berreé de pura lascivia.

Me amorré a su muy bien depilado coño y comencé a taladrar viciosamente su caliente coño y lo lamía lenta y lujuriosamente para que ella gimiera como una perfecta zorra en celo. Mientras yo le hacía un trabajo lingual a la ramera Tiziana, ladeaba su cabeza y me insultaba sexualmente:

—¡eres un hijo de puta vicioso, sabes cómo ponerme a tope, cabrón! —jadeó Tiziana lascivamente.

Yo lamía, relamía y lengüeteaba su bullente chocho y Tiziana ululaba, gemía y resoplaba del placer que le daba con mi lengua.

—¡sigue, maricón, sigue! —gemía Tiziana corrida de placer.

Al verla con las patas bien abiertas y con su muy bullente coñargón pidiendo guerra, acerqué mi enhiesta, pero dura verga y se la encasqueté de sopetón.

—¡me pones muy caliente, cabrón!, ¡dame más rabo! —graznaba la guarra Tiziana.

—¡eres mi zorra traviesa! —mencioné lujuriosamente.

—¡No, soy tu jodida puta! —vociferó Tiziana libidinosamente— una zorra cachonda —añadió Tiziana jadeando.

Yo proseguía y continuaba jodiendo sin parar su coño y la puerca Tiziana gemía abierta de patas con más ganas de que no terminara de joderla el coño, pues para mí era un verdadero gozo y deleite y ella parecía ser la zorra entre las zorras al estar en esa obscena postura que me ponía cachondo y rijoso.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff! —bramaba Tiziana jadeando.

El solo hecho de ver la cara de placer que la golfa de mi vecina al ser taladrada por mi nabo, me excitaba más todavía y la muy puta se toqueteaba una teta mientras me lanzaba insultos sexuales:

—¡canalla!, ¡hijo puta!, ¡me matas de gusto! —vociferaba de placer Tiziana— ¡hacía tiempo que no sé lo que es un macho entre mis patas, pero ahora solo deseo que solo tú me jodas, maricón! —gritó todo corrida Tiziana. 

Yo me movía arriba y abajo y daba mil empellones para darnos mutuo placer al taladrar y trepanar con mi vergón el efervescente chochazo de Tiziana que de placer doblaba sus piernas.

—¡me pones muy cachonda, cabrón! —musitaba Tiziana lascivamente.

—¡tienes un bonito coño! —murmuré yo lujuriosamente.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡qué gran follada me estás pegando, maricón —jadeó Tiziana lascivamente.

¡jódeme !, ¡oh!, ¡oh!, ¡oh!, ¡oh!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡así cabrón, jódeme! —mugió jadeante Tiziana.

Yo proseguía dando rabazos a esta zorra libertina de mi vecina Tiziana que tenía unas soberbias tetazas que me ponían calentorro.

¡jódeme!, ¡oh, sí, cabrón!, ¡jode a esta puta golfa! —bramó Tiziana gimiendo.

Mientras yo me empleaba a fondo en dar cien rabazos a esta puta guarra caliente, Tiziana vociferaba insultos sexuales que me ponían la carne de gallina y me empujaban e impelían a darle más rabo sin parar mientras notaba que su muy agitado coñargón estaba más caliente que un alto horno.  

¡ah!, ¡sí, métemela toda, cabrón!, ¡no pares, maricón!, ¡nadie me jode tan bien como tú, pedazo de cabrón! —aullaba Tiziana de gozo.

Yo jodía sin parar el muy acalorado chochazo de la fulana libidinosa Tiziana, mientras repetía una y otra vez la misma sexual cantinela:

¡dame rabo, cabrón!, ¡dame rabo!, ¡no la saques!, ¡matame de gusto! —gimió Tiziana de deleite carnal.

Saqué un segundo mi bien pringado rabo en sus mil caldos vaginales, pues la putona Tiziana no paraba de desgañitarse, gemir, jadear y dar mil vagidos cual máquina sexual.

¡oh, sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡jódeme!, ¡jódeme más, cabrón! —aulló Tiziana toda corrida.

Me situé a otro lado, mientras Tiziana tenía la pierna izquierda arriba y la derecha descansando y yo la fornicaba y jodía el coño y la muy puerca se desgañitaba entre insultos sexuales: 

¡así cabrón, jódeme!, ¡joder, que gustazo me das, cabron! —bramaba Tiziana de lujuria.

Agarraba con fuerza el anca de Tiziana y la daba mil empellones en el ardoroso y acalorado coñargón de Tiziana mientras la muy zorra me miraba con vicio y lujuria desatada.

¡me gusta tu rabo!, ¡me pones muy caliente, cabrón! —voceaba Tiziana de lascivia incontenida.

Yo proseguía taladrando el muy bullente chochazo de la fulana libidinosa Tiziana que me seguía insultando sexualmente y me pedía más y más rabo: 

¡que follada me estas pegando, bribón!, ¡así cabrón, jódeme viva! —se desgañitó de lubricidad la muy zorrona Tiziana.

Frené por un momento de darla empellones, pero tenía mi rabazo dentro de su bullente chochazo de fulana libertina, mientras la muy guarra me soltaba: 

¡gran polla!, ¡gran polla!, ¡dame rabo, cabrón!, ¡matame de gusto, hijo puta! —bufaba de puta lujuria Tiziana la guarra.

Retomé los golpes de polla en su borboteante chochazo de fulana libertina, mientras la asía con fuerza de la pierna y ella proseguía con su burdo lenguaje de zorra en celo:

¡soy tu jodida puta!, ¡jode a esta sucia guarra!, ¡jódeme!, ¡oh!, ¡oh!, ¡oh! exclamó Tiziana jadeando muy libidinosa.

Tiziana bajó su pierna, para sentirse más descansada y proseguí jodiendo y fornicando en non-stop su fogoso coño y miraba embelesada como lo taladraba sin cesar.

¡jodeme!, ¡jodeme más!, ¡oh, sí!, ¡dame más rabo, cabrón!, ¡no pares, hijo de puta!  —bufó Tiziana agitadamente.

Cambiamos de postura y me tumbé para que pudiera clavarse mi duro rabo mientras me daba la espalda.

Yo magreaba y manejaba sus nalgas y la muy guarra bufaba, resollaba, rezongaba y gruñía de la calentura que tenía en su enardecido coñargón de zorra libertina.

La muy puta, estaba situada sobre mi rabo a cuatro patas y yo tumbado debajo de ella y disfrutaba del momento como una lasciva perra en celo.

Al moverse entre espasmos, me daba golpes con su lascivo culo que me enardecían y me ponían aún más cachondo y con más ganas de darla rabo a base de bien.

¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡jode a esta puta zorra!, ¡qué bien la siento, maricón!, ¡me destrozas los ovarios, cabrón! —rugió Tiziana apasionadamente.

La fulana libertina de Tiziana proseguía disfrutando de mi rabo en su coño y yo recibía los empellones de sus nalgas en mi sexo y me sentía usado y eso me encantaba y me hacía sentir más macho.

¡sí!, ¡sí!, ¡jodeme!, ¡jodeme más!, ¡soy tu jodida puta!, ¿gozas?, ¿eh?, ¡soy una jodida puta!, tu puta!, ¡me estás matando de gusto, maricón! —aullaba Tiziana de arrebato sexual. 

Yo proseguía tumbado y la zorrona Tiziana me daba empellones con sus agitadas nalgas y berreaba y gemía lujuriosamente:

 —¡eres un cabrón!, ¡te voy a dejar seco!, ¡te voy a dejar sin lefa, hijo puta!, ¡me estás matando de placer, canalla! —mugió Tiziana vehemente.

Ambos proseguíamos en esta postura hasta que nos corrimos de gozo y placer lascivo y lujurioso: 

¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡guau!, ¡guau!, ¡uuuuuuuuuhhh!, ¡aaaaaah! —estallamos los dos de lujuria.

Tiziana, levantó su culo sobre mí, me chupó con lasciva avaricia los cuajarones y restos de lefa y caldos vaginales que había en mi rabo y nos fuimos a la ducha.

Al salir, me vestí, ella vestía un batín blanco y hablamos de quedar para otra sana jodienda.

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