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48.2 Jean y Denis

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Me sentía hechizado por mi hombre, la boca me dolía de mamarle la verga y mi culo temblaba de excitación deseando su polla dentro de él. La necesitaba partiéndome en dos y dejé de chuparle el pene.

-No, por favor, sigue, continúa mamando. –no podía negarme, ni lo deseaba, pero comencé a chuparle los testículos, a meterlos en mi boca y aspirar de cada uno de ellos en un ejercicio que tenía que causarle algún dolor, cuando veía que tiraba para apartar mi boca de sus huevos.

-Fóllame Gonzalo, dame tu rabo ya, mételo en mi culo.  –se lo pedía y a la vez quería seguir agarrado a sus testículos con mi boca.

-Tranquilo mi niño tendrás lo que deseas, pero tengo que terminar de quitarte el pantalón, no querrás que lo perfore. –gruñía tirando de él hasta sacarlo por mis piernas, los pantalones ajustados no son buenos para estos momentos.

Salió mi verga que estaba roja y dolorida de aguantar en su recinto cerrado y sin respirar. La abracé con mi mano que temblaba y me comencé a masturbar.

-Suave, suave, ya voy a darte lo que quieres.  –reía él mientras retiraba mi mano y se llevaba mi pene a la boca.

Giró mi cuerpo para aplastar mi polla contra el colchón y abrió mis piernas tirando de ellas, hasta dejar mi culo a su disposición para enterró su cara en él y sentí su lengua queriendo penetrarlo. Su brazo izquierdo sobre mi cintura aplastándola y con la mano acariciando mis nalgas, la derecha la empleaba para tirar de mis testículos y mi polla. Estiré mi mano y busqué sujetar su verga vibrante y gorda.

-La quiero Gonzalo, métela.  -le suplicaba tirando de ella y queriéndola llevar al agujero de mi culo.

-Te va a doler dulce putita.  -¿qué me importaba el dolor, si era bastante el que sufría al no tenerle en mi interior?

Se fue deslizando en mí y notaba como realmente me partía en dos, tumbado sobre mi espalda su rígido falo me entraba sin parar, empujando su cadera hasta meterla completa haciéndome gemir de placer a pesar del sufrido dolor.

-¿Te gusta putito? ¿La querías así?  ¿Con un poco de dolorcito?  -mi cabeza enterrada en la sábana decía que, si y no podía ni hablar, sentía calentísima la entrada de mi ano, aunque él permanecía quieto cubriéndome con su cuerpo y totalmente pegado a mí lamiendo mi oreja.

Sonreía a pesar del dolor envuelto en placer, y apreté mi culo para sentirle mejor, o comenzar a notarle en mi dolorido y dormido ano. Las sensaciones fueron cambiando y abrí mis piernas para favorecerle el espacio y que metiera sus caderas entre ellas.

Notaba sus testículos abrasadores de calor en mi entrada y suspiré.

-Fóllame, no tengas piedad de mí.  –elevé las nalgas y me penetró más aún, comenzó a moverse y veía lucecitas, estrellas que estallaban en mi cerebro llevándome al cataclismo del placer.

Resultaba un chico obediente al final, y atendía mi petición, el vaivén de sus caderas no cesaba en su ir y venir, chocando su pelvis contra mis nalgas abiertas y acogedoras, para el macho que las horadaba sin contemplación ni piedad. El golpeteo de sus huevos en la entrada de mi culo era un plus añadido a mi placer, excitándome hasta el punto de pedirle que me follara con saña y ferocidad.

-Sigue, fallándome, métela más fuerte.  –y gemía sollozando desgarrado, pidiéndole sin parar más y más.

Se excitaba al escucharme gemir y pedirle esas cosas, jadeaba en mi espalda y mordía mi nuca, llenándome con su verga, mojándome con su sudor y ahogándome con el peso de su cuerpo.

-Te voy a llenar de leche, me voy a correr en ti.  –su vaivén arreciaba en fuerza y abrí más mis piernas para recibirle entero y sentirme lleno de él.

Notaba la contundencia de sus brutales y últimas embestidas antes de dejar toda la carga de sus huevos en mí. Me sentí morir y elevé mis caderas, para permitir que mi semen saliera a la vez que el suyo me llenaba y después caí rendido, cubierto por su cuerpo, los dos respirando entrecortados y rotos por el placer que resultó grandioso y nos venció.

Al cabo de un par de minutos lamía mi espalda.

-Ha sido genial Daniel, que ganas tenía, y tengo.  -se movió ligeramente para que notara la rigidez de su miembro sin salir aun de mi culo.  Yo no podía responder ahogado por su peso sobre mí.

-Eres mi hembra, mi mujer.  –giré mi cabeza para encontrar su mirada que chispeaba llena de lujuria y poder.

-¿Así me ves?  -le sonreía con dulzura.

-Sí. ¿Te opones?  -me miraba prepotente y dominante.

-No podría Gonzalo, eres mi hombre y lo que más amo, soy tuyo y seré lo que desees.  –dejó caer su cabeza sobre mi cuello para morderlo apasionado.

-No me dejes nunca Dani, puedes hacer lo que quieres y desees, tener lo que más ambiciones, pero no me dejes nunca, jamás lo permitiré.

Empujaba su verga en señal de posesión, hasta un punto que daba miedo, pero yo sentía el placer inmenso de sentirme deseado de esa manera tan profunda y total.

-Te tengo a ti que lo eres todo vida mía.   -apenas podía hablar y seguía montado sobre mi afirmando su posesión.

-Amor, tenemos que prepararnos para recibir a los chicos.  –me desenroscó de sus brazos que no querían dejarme.

Me encorvé cuando me alcanzó en mitad de la habitación, y rodeó mi cuerpo llevándolo atrapado para abrazarlo pasando sus brazos por mi vientre.

-Gonzalo, voy a manchar la habitación si continúas apretándome.   –notaba como su semen salía de mí y corría por mis piernas, cuanto más me apretaba era más lo que expulsaba por mi culo.

Tuvimos tiempo para ducharnos y cambiarnos de ropa antes de recibir la llamada de André que nos esperaba en la cafetería del hotel con su hijo.

Jean parecía un precioso muñeco de carne y hueso y sonreía cohibido, y algo excitado por la nueva experiencia también. Esperó a que su padre nos saludara antes de extender su mano y la obvié para abrazarle, esperaba un gesto parecido en Gonzalo y solo le saludó estrechando la manita del chaval.

Pedimos algo para beber, Jean portaba una mochila donde supongo que llevaba su ropa, me sorprendió que de repente comenzara a hablar dirigiéndose a Gonzalo.

-El mío es mejor, más rápido y maniobra más exacto.  –adiviné que se refería al avión que tuvo como regalo, Gonzalo sonrió halagado y como orgulloso del chaval.

-Claro que es mejor y sobre todo diferente y más ligero.  -y sin darnos cuenta estaban los dos en una charla donde los detalles, a André y a mí, se nos escapaban.

-Tu hijo tiene dotes de piloto o le va lo aeroespacial.  –Gonzalo hablaba a André pero miraba al muchacho. Creo que mi jefe estaba asombrado del lazo nacido entre Jean y mi chico y no hizo un comentario.

-Venga, vamos a llevar tu equipaje a tu habitación mientras llega tu futuro amigo.  –no sé si había doble intención en lo último que dijo, pero André le dirigió una mirada que me pareció celosa.

Mi jefe no quiso acompañarle pese a la invitación que Gonzalo expresamente le hizo, y me quedé para hacerle compañía.

-Si es igual en los negocios como con los niños no me extraña que tenga éxito, se ha ganado a los chavales. Bueno solo quería pedirte que le cuides, aunque ya veo que se lo va a pasar muy bien con vosotros.  –se refería a Jean y luego guardó silencio.

-El chico que va a estar con él vendrá en un momento, ¿no quieres conocerlo?  -me miró en silencio y luego paso sus manos por los ojos como para despejarlos.

-No quiero Daniel, no deseo desprenderme de mis hijos, Léane ya nos dejó para venir a estudiar y vivir su vida, sé que los hijos son como una cometa y que tenemos que soltarles para que puedan volar y ganar el cielo, pero ¿sabes lo costoso que es?, y más en el caso de Jean.

Nunca lo había hecho, ni en otras circunstancias me hubiera atrevido, pero coloqué mi mano sobre la suya y le sentí temblar.

-Confía en él, es más fuerte de lo que aparenta, un niño con fortaleza de hombre, ¿has visto como se trataba con Gonzalo?  Le cuidaremos y esto va a ser una experiencia para él que le servirá, espero.  –retiró su mano y se puso en pie.

-Bueno, ya os lo dejo y gracias por tu dedicación y a Gonzalo también, llevo meses complicándote la vida con Jean y ahora pongo pegas para que hagas lo que tú crees que es necesario para él.  –se puso en pie para marchar sin esperar y despedirse.

-Debías esperar y conocerle, es un buen chaval y te darás cuenta enseguida.   -me miró y se adelantó hacia la puerta unos pasos, estaba cerca de ella y se volvió.

-No es necesario, ya estáis vosotros dos, al final espero que todo salga bien, solo nos falta tener un poco de suerte después de la labor que estás haciendo. Gracias Daniel.  –hizo un gesto con la mano y traspasó el dintel de la puerta que comunicaba con recepción.

Volví a sentarme en la silla y me quedé pensando, André confiaba en nosotros y esperaba que todo fuera como yo deseaba, ahora venía lo más difícil, pero tenía la corazonada de que los chicos se entenderían y eso lo vería en breves momentos.

Tardaron unos minutos en volver de la habitación, Jean parloteaba con Gonzalo como si fuera su hermano mayor y cuando llegaron a la mesa mi miró turbado.

-Gonzalo me ha dicho que me va a enviar otro modelo de diseño más moderno que han desarrollado en Cranfield, en la misma escuela de aviación donde él estudió.  –debí de mirar un poco raro a Gonzalo y Jean se apresuró a decir.

-No se lo he pedido yo.  –aproveché para tirar de su brazo y obligarle a que se sentara.

-Yo no he dicho eso y aunque se lo hubieras pedido no hay nada malo en ello, tu padre no ha querido esperar a que bajarais y se ha marchado.  –mi móvil vibró y atendí la llamada, era Denis que esperaba en recepción.

Cuando me dispuse para ir a por él apareció en la puerta de la cafetería, portaba una bolsa de deporte en su hombro y avanzaba decidido hacia nosotros, llevaba sus pantalones vaqueros muy ajustados y los bolsillos los debía llevar llenos por el bulto que marcaba en ellos, una sudadera gris con capucha adornada de una gran D y el número 17, la capucha que no la traía puesta.

Venía muy guapo, vital y juvenil, con su pelo sobre la frente y al menos se le podían ver sus preciosos ojos, hizo un gracioso gesto para apartar los mechones de pelo, que yo entendí como coquetería por su parte.  Llegó y dejando su bolsa en el suelo de cualquier forma me abrazó, después de unos segundos abrazados se apartó y me beso las mejillas.

-Denis, estos son Gonzalo y Jean, el chico del que te hablé.  –Denis no sabía en un primer momento como saludar a Gonzalo y lo resolvió con un abrazo y un beso que a este le sorprendió, a Jean le estrechó la mano y chocó los hombros de ambos, le debió de gustar el saludo al chaval y le sonrió.

Tenía su cara un poco roja, como si hubiera venido a la carrera, y algo de eso debía haber sucedido.

-Tengo que beber algo o me deshidrato, ¿queréis que pida alguna bebida para vosotros?  -sabía desenvolverse, como si esto fuera habitual para él, le dijimos que no y no esperó al camarero, se acercó a la barra y pidió lo que quería para beber, le vi sacar cantidad de cosas de sus bolsillos hasta que encontró el dinero para pagar.

Volvió a la mesa, estábamos en silencio los tres y fue él quien comenzó a hablar.

-Dirás que soy tonto, pero me equivoqué y me bajé una parada del metro antes de la que me correspondía, por eso tuve que echar una carrera hasta aquí.  –puso una cara de -no me aguanto ni yo- que nos hizo reír a los tres.

Esperamos en la cafetería a que bajaran de dejar la bolsa de Denis, subieron los dos muchachos solos y nos quedamos mirándoles desaparecer. Gonzalo levantó el pulgar de su mano derecha.

-Parece que todo va bien. –eso pensaba yo también, no había visto rechazo en ellos.

Nos dejamos llevar por Denis, dijo que conocía un bar de cenas para jóvenes, donde encontraría a conocidos suyos y que estaba cerca de la catedral. Como la cosa más natural del mundo Jean se colocó a su lado sin hablar y el que le hacía comentarios sobre lo que veían era Denis.

Cogí la mano de Gonzalo y se la apreté, me miro cómplice y me señaló, para que dejara de mirarle a él y llevara mi vista a los chicos que caminaban un par de metros delante de nosotros.

De vez en cuando Jean giraba ligeramente la cabeza para mirar a su compañero y la volvía rápidamente antes de que el otro le sorprendiera mirándole. Resultaba un juego delicioso visto desde donde yo quería verlo, era indudable que en un principio no había repudio por parte de ninguno de ellos hacia el otro, más bien al contrario, se sentían a gusto llevándose al lado.

Pidieron pizza para cenar y Gonzalo una hamburguesa, yo me conformé con un paquete de patatas, comenzábamos a hablar entre los cuatro, aunque yo lo que hacía era observarles, a los jóvenes y a mi chico que se integraba en ellos sin ver la diferencia de edades que existía.

Jean debió de decirle lo del regalo que Gonzalo les hizo a él y a su hermano, y aunque Denis no parecía tan interesado en el asunto, hablaban los tres sobre él con entusiasmo. También pude ver las miradas que se dirigían estudiándose mutuamente.

Se acercaron unos chicos que saludaron a Denis, éste se levantó para hablar con ellos y se alejaron sin que hubiera presentación.  Me di cuenta de que quizá nosotros ya estorbábamos entre ellos, y como Gonzalo hablaba con Jean aproveché para hacerlo a mi vez con Denis.

-Nosotros vamos a dar una vuelta, es mejor que os dejemos solos y puedas presentarle a tus amigos y habláis de vuestras cosas.  –un relámpago cruzó sus ojos.

-¿Le dejas a mi cargo?  -sonreía como si me diera las gracias.

-Tú sabrás cuidarle, de eso estoy seguro, os esperamos en el hotel, hacednos saber que habéis llegado y estáis en la habitación.

-¿Te parece bien que lleguemos hacia las once?  -le miré dudando si avanzar en lo que deseaba decirle y no hizo falta.

-Estoy preparado Daniel, no habrá sexo, quiero conocerle más, me interesa y me gusta, no sé el motivo, pero estoy muy bien a su lado, no tienes que preocuparte por eso, tuve un buen maestro en ti.

Los dejamos con su gente, Gonzalo quiso pagar la cuenta y Denis se la guardó para pagarla él, cuando salíamos observé como Denis tiraba de su mano para llevarle hacia el grupo de chavales que le saludaron antes.

-Mejor imposible, ¿no crees?  -Gonzalo me sujetaba de la cintura mientras me hablaba.

-Todo se ha iniciado muy bien y a Denís le gusta el niño.  –se detuvo y me abrazó elevándome un poco sobre el suelo para besarme.

-Y a mí me gusta el mío, el mejor, ¿qué hacemos ahora pequeño?, ¿tendrás tiempo para ti?  -apretaba mi cintura, posesivo mientras caminábamos.

-Podemos buscar a alguien para hablar, tomar algo y volver al hotel.  –levanté su chaqueta para meter mi mano en el bolsillo trasero de su pantalón con mi palma cogiendo su redondez.

-¿No hay otra cosa mejor que podamos hacer?, como descansar por ejemplo.  –me puso ligeramente rojo la sugerencia tan directa que me hacía.

Sin más palabras innecesarias nos encaminamos al hotel, tomamos un té en la cafetería, más que hablando, mirándonos con y creo que nos levantamos a la vez para subir a la habitación.

Su impaciencia le llevó a que, en el ascensor, al subir solos, comenzara a besarme, y en el momento de cerrar la puerta de la habitación, me abrazara escondiendo su cara en mi cabello y metiera sus manos por la cintura de mi pantalón, enseguida llegó al bulto de mi verga y la apretó, gemí y comenzó a ponerse dura con sus caricias.

-Corres mucho amor.  –sacó la mano para abrazarme y besar mi oreja.

-Es verdad, pero no puedo contenerme. Te amo Dani y es mi forma de manifestar que te necesito. –nos quitamos los zapatos y las chaquetas, luego me llevó a una de las butacas, se sentó y me colocó sentado sobre sus piernas.

Volvió a besarme, pero ahora más sosegado y más suave, le dejaba a hacer a él porque me encantan sus prolongados y eternos besos, los cortos y ruidosos donde me chupaba, y sus manos que a la vez no paraban, e iba retirando lentamente mi ropa para desnudarme.

Cuando quitó mi camisa empezó a chuparme las tetas y yo acariciaba su cabeza gimiendo, y deseando que no terminara, las besaba mordiéndolas ligeramente, notaba en mis posaderas la inmensidad de su polla muy dura.

Se levantó para llevarme en sus brazos a la cama sin dejar mis labios un momento, me depositó y quería quitarme los pantalones, le ayudé; son difíciles de sacar por su estrechez, cuando me tuvo desnudo volvió para seguir su trabajo y chupar mis tetitas erectas, lamía la izquierda y su mano pellizcaba la derecha.

Era delicioso sentirle tan dedicando en su trato, besarlas con esa dulzura provocándome un placer único, su boca no se detenía y bajaba por mi abdomen hasta llegar a mi verga. La lamió y creí que tendría un orgasmo.

-Quítate la ropa Gonzalo, por favor.  –aún seguía vestido dedicado todo él a procurarme placer con sus manos y su boca.

Saltó de la cama y unos segundos después admiraba lo que para mí es delicioso, su cuerpo tan proporcionado y su espléndido cetro del placer, se me quedó mirando como goloso mordía mi labio sin poderme contener y comenzó a realizar movimientos obscenos como follando el aire, y su verga y huevos se movían acompasados a su movimiento.

-Ven, quiero tocarte.  –le dije lujurioso, se aproximó y se colocó sobre mi pecho, solamente me tocaban sus testículos colgantes y el olor de su hombría llenó mis fosas nasales.

Me tiré para atrás para recostar mi espalda, el me seguía andando de rodillas con cada una a mi costado, cuando no puede retraerme más y quedé prisionero entre la madera y su cuerpo, adelantó sus caderas ordenándome con la mirada que le mamara la verga.

No necesitaba pedirlo, nos entendíamos con los gestos y yo lo estaba deseando, la besé y retiré todo su prepucio para engullir de un golpe su glande, llenó de sabores mi cavidad bucal y suspiré de placer, él gruñó y empujó queriendo metérmela toda hasta que lo consiguió y le dejé que me follara la boca un minuto. Luego me la saqué y la masturbé con fuerza.

-Déjame a mí, ya te lo hago yo.  –me miró preocupado.

-Siempre me impaciento.  –no le contesté y volvía a disfrutar de su sabrosa polla, la metía y la sacaba lentamente, para sentirla deslizarse sobre mi lengua como si fuera una sinuosa serpiente, llevé mi mano a sus testículos para acariciarlos a la vez y llenarles de la saliva que resbalaba de su polla al salir.

Gonzalo llevó su mano hasta mi verga detrás de él y la masturbaba como podía, apretaba mi glande y extendía mi precum por la cabeza frotando sus dedos viscosos en mi frenillo, la parte más sensible de mi pene, luego cogía el glande y lo enroscaba con sus dedos dándome un masaje divino.

Comenzó a palpitar su cuerpo, y empujar aun sin querer sus caderas, presioné  su verga entre mis labios para darle más placer, y el orgasmos me llegó a mí al apretar la corona de mi polla y tirar de ella, sentía como mi semen se estrellaba en su mano y envolvía mi polla con ella, cerré los ojos y dejé de mover la lengua para solamente respirar por la nariz mientras follaba mi boca en rapidísimos movimientos de su pelvis, hasta que el calor de su esperma me invadió llenando mi boca de su esencia viril.

Después de la locura del primer momento pudimos reaccionar, su polla aún tiraba sus últimas gotas de leche en mi boca y él reanudó el masaje de mi verga con su mano envuelta en mi leche.

Retiró su mano y la llevó hasta sus ojos, la miro toda pringosa, con algunos hilos de semen pegados entre sus dedos sin romperse y ante mi asombrada mirada comenzó a lamerse los dedos y tragar mi esperma. Eché un poco mi cabeza hacia atrás para que su verga saliera y poder limpiársela bien y saborear lo último que me quedaba en la boca.

Nos habíamos duchado y estábamos de nuevo en la cama, mirándonos a los ojos cuando no nos besábamos con dulzura inmensa. No quería que nada interrumpiera nuestra comunicación visual y de nuestros labios besando las pieles del otro.

Cuando el móvil sonó sabía quién era.

-Daniel, estamos en la cama, y Jean te quiere decir algo.  –le debió de pasar el móvil y escuché su voz alegre.

-¡Gracias!, de verdad que te comería a besos, para mi eres un ángel, os quiero a los dos, también a Gonzalo.  –me emocionó y solamente le pude decir adiós antes de cortar la comunicación.

Miré dulcemente a mi amor que esperaba mis noticias.

-Jean me ha dicho que te quiere.  –me envolvió en sus brazos hasta que me dormí rendido por las emociones del fabuloso y afortunado día pasado.

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Después de ducharnos llamé a los muchachos, escuchaba las risas de Jean al hablar con Denis, estaban jugando y pasándolo bien.

-Denis, nosotros estamos preparados, os esperamos abajo para desayunar.  –las risas de Jean no cesaban.

-Perdona, es que éste no me deja en paz, bajamos en un momento id vosotros pidiendo.  –antes de que cortara la comunicación le escuché como gritaba al chico para que parase de jugar, pero sin querer tampoco él que eso sucediera.

Miré a Gonzalo que me sonreía travieso.

-Lo pasan mejor que nosotros, ¿qué habrán estado haciendo?  -fruncí mis labios para lanzarle un beso en el aire.

-A ti no te importa y no debes ser curioso.  -también a mi me mataba la curiosidad, pero hubiera pasado lo que fuera, tenía que haber sido bueno por las risas que escuché.

Estábamos desayunando y hablábamos poco, dedicándonos voraces a comer.

-Si los muchachos quieren podíamos ir a Lens a pasar el día, está cerca de aquí y estaríamos de vuelta a la tarde.  –me miraba mientras comía una tostada, me encogí de hombros, para mí era igual pasar el día en un lugar o en otro.

Estábamos terminando de desayunar cuando bajaron de su habitación, llegaban exultantes de juventud y belleza, sentí un ramalazo de envidia recordando mis días de adolescente, se les veía tan felices que sus bocas parecían hechas para hacer publicidad de sus dientes.

Comían y hablaban a la vez y Gonzalo les hizo la proposición.

-¿Queréis que vayamos a dar una vuelta y comer en Lens?  -Denis dejó de comer y miró a mi chico divertido.

-La conozco, no hay mucho que ver en ella, unos tíos míos regentan un hotel allí y he estado varias veces, podemos ir y os la enseño.  –ninguno objeto nada y nos fuimos a preparar a nuestras habitaciones, en el ascensor me hacía gracia la forma de mover sus pies el impaciente Denis y sin conocer el motivo. Le miré y se puso rojo.

-Me estoy meando y no aguanto.  –Jean soltó una carcajada y Gonzalo apoyó su rodilla sobre la entrepierna del chaval, apretó y éste gimió.

-Me va a salir, no aprietes por favor.  –salió disparado por el pasillo para llegar antes de que el desastre ocurriera.

Cogimos la auto ruta del norte, no iba a durar mucho tiempo el trayecto, en media hora llegaríamos y Gonzalo miró a los pasajeros de atrás por el espejo retrovisor.

-Denis ¿te atreves a llevar el coche?, ¿tendrás permiso de conducir?  –miré por mi espejo hacia atrás, los ojos le brillaban al chico y Jean puso un rictus de celos en su linda boquita.

-Me falta algún tiempo y solo puedo conducir acompañado.  –se apoyó en el respaldo del asiento de Gonzalo mirando ansioso el salpicadero con los mandos del vehículo.

-El acompañante ya lo tienes.  –detuvo el coche en el arcén y salió de él.

-Y el coche también. Venga pásate al lugar del conductor y coge el volante que tienes que aprender.  –salí del vehículo para ceder mi lugar a Gonzalo. Pasé al asiento trasero al lado de Jean, le sentía contrariado y coloqué mi mano sobre su muslo para infundirle tranquilidad.

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