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A Vuelapluma

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«¿Y yo, quién soy? Soy Lucas ¿Y lo demás? Pues ni idea, me he levantado esta mañana en una habitación que no conozco, abrazando una almohada que no había visto en mi vida, rodeado de personas que ni siquiera sabía que existían y, lo peor: todos parecen saber algo de mí. Una señora me llama “hijo”, un hombre dice ser mi “tío”, hay unas chicas que dicen ser mis “primas” y no sé ni lo que es un hijo, un tío ni un primo… sé lo que significan las palabras, pero para mí no tienen sentido, no veo la relación entre estas personas y yo, no entiendo nada.

Lo más raro es que a ellos la situación les parece normal, incluso dicen que dadas las circunstancias estoy bien… ¿cuáles hijas de madres circunstancias? “Después de lo sucedido –les oí decir- es lógico que el chico esté hecho polvo, ya nos dijeron que esperásemos cualquier cosa”.

Justo entonces aparecí y empezó el lío:

- ¿Dormiste bien? –me preguntaron.

- Sí, gracias –no sabía ni qué decir, principalmente porque no tenía puñetera idea de quiénes eran, así que pregunté algo indirecto-: ¿dónde estoy?

- Estás en tu casa, hijo –contestó una mujer, que al parecer era la señora de la casa.

- ¿Mi casa? ¡No conozco este lugar! –ya no podía disimular más lo que me pasaba.

- ¿Pero qué dices, primito? –me interrogó una de las jóvenes presentes en la casa.

- Mi querido Lucas, antes de lo sucedido ayer, tú prácticamente vivías aquí, siempre te ha gustado estar más con nosotros que en tu casa, además que tu primo Juan era tan cercano a ti que parecíais siameses, no creo que hayas olvidado hasta eso, sobrino –me dijo el otro adulto del comedor.

¿Juan? ¿Quién es ese? ¿Cercano a mí? Creo que me perdí de algo, aunque cuando le mencionaron en mi mente se empezó a formar un rostro, pero fue algo momentáneo y no llegó a definirse del todo, por lo que no pude saber qué era lo que mi cabeza quería decirme, era como si tuviera la memoria mal conectada y sólo pudiera recordar mi nombre.

- A ver, empecemos desde el principio: me llamo Lucas, ¿vosotros?

- Yo soy tu tío Sebastián, ella es mi esposa Rebeca, mis hijas Clara y María, y tú eres Lucas, hijo de mi hermano Roberto ¿qué es lo último que recuerdas?

Hice un gran esfuerzo, pero no dio fruto: lo único que recordaba antes de hoy era… nada. No sabía nada de mí ni los nombres que había dicho Sebastián significaban nada para mí, aunque el nombre de Juan no dejaba de rondarme la cabeza.

- Nada, lo único que recuerdo es que hoy me levanté y no sabía nada, sólo mi nombre, pero ni idea de dónde estoy, quiénes sois ni nada -¿y quién es Juan? Pero no lo diría en voz alta-, así que tendréis que contarme todo.

Fui sincero, aunque me pareció muy poco cortés hablarles así a estas personas que cuando menos me dejaron dormir en su casa, pero no tenía otra opción, debía ser sincero o nunca se aclararía mi pasado ni la situación actual.

Según me contaron, era hijo de Roberto, hermano de Sebastián, y de Rosa, por lo visto era hijo único, pero no dieron más detalles. Sebastián era hermano de mi padre y su esposa Rebeca, sus hijas Clara y María eran mis mejores amigas, pero el más cercano de todos era el hijo menor de la casa, Juan. ¡De nuevo Juan! Mi memoria intentaba decirme algo, que este chico era importante, pero no llegaba el mensaje, no entiendo lo que debía recordar, es frustrante.

No me quisieron contar más, me dijeron que por ese día era suficiente, que poco a poco lo que tenía que recordar, lo que mi corazón determinase que valía la pena, volvería y podría ser feliz de nuevo, quise creerles y les pregunté qué se suponía que tenía que hacer hoy, su respuesta fue muy sencilla: nada; podía hacer lo que quisiera, tengo 15 años y se supone que vaya a clases, pero estamos en verano, son vacaciones, por lo que no tengo nada por hacer.

Han pasado dos meses, ya recuerdo muchas cosas de mi vida, incluso sé por qué ese día me levanté sin recordar nada: la noche anterior mis padres y yo tuvimos un accidente de tránsito, ellos murieron, pero yo salí ileso, por lo que me mandaron a casa. Sin embargo, mi memoria no recuerda nada del tal Juan y mis tíos ni mis primas hablan de él, el primer día en la casa habían fotos de un chico que supuse que era él, pero desaparecieron y nadie lo menciona, ya no me comentan sobre su existencia, no me dan ninguna información, lo poco que sé lo he averiguado en Facebook: lo tenía como mejor amigo y nos la pasábamos hablando siempre, en un tono muy cariñoso por cierto, pero nada del otro mundo, además las conversaciones eran de lo más triviales, por lo que tampoco podría decir lo que nos unía, es raro, muy raro, no sé nada de este chico, pero todo me dice que era muy importante, más desde que pude recuperar mi Facebook, porque ya veo su cara y mi cabeza da punzadas diciéndome que hay algo importante sobre él, pero hay un bloqueo y no logro recordarlo.

Hoy es un día interesante: he de enfrentarme a mis compañeros de clase, hoy, después del verano empiezan las clases y aunque los recuerdo a todos, creo, ellos no lo saben, ya que no he hablado con ninguno de ellos desde antes del accidente.

Bueno, mis tíos me llevaron al colegio y al llegar una chica me recibió con un beso y un abrazo, era mi mejor amiga, Rut, de todos mis compañeros era la única en quién confiaba realmente y eso era porque éramos compañeros de clase y amigos desde la más tierna infancia, desde el jardín de niños, así que no había nadie que me conociera mejor que ella… “excepto Juan” resonó en algún rincón de mi memoria. Ya me estaba cabreando, ¿quién era Juan? Bueno, volviendo a la realidad, Rut me abrazó y empezó a interrogarme sobre el verano, pero le dije que hablaríamos durante el receso de medio día para hablar con calma mientras comíamos.

El día fue tranquilo, incluso el par de matones que me hacían bullying por no ser el más guapo del mundo ni el mejor deportista, ni el más famoso del curso, me dejaron en paz. Mis amigos, que tampoco es que fuesen los más cercanos para mí, estaban alegres como siempre y ninguno, salvo Rut, pareció darse cuenta de nada hasta el descanso del medio día… tal parece que nunca comía con Rut, al menos no a solas, porque todos se me quedaban viendo extrañados y con un gesto que no me gustó, era como de… ¿lástima?

Bueno, al final no comimos en el comedor del centro educativo para evitar interrupciones, la convencí de comer a la sombra de un árbol del patio donde siempre me había podido esconder cuando quería estar solo, ni siquiera ella conocía ese lugar… “Juan sí lo conoce” mi mente volvía a la carga.

Le conté a Rut lo poco que sabía, de mí, de ella, de todo, incluso le hablé de Juan, al mencionarlo hizo un gesto de disgusto que no entendí, pero que me explicó enseguida:

- Tu tío no debió mencionarle, sólo te hace daño, pero claro él no sabe nada, no se le puede reprochar…

- ¿No sabe el qué? Rut, cuéntame, por favor –interrumpí a mi amiga.

- Preferiría que no sepas nada y prefiero mil veces no ser yo quién te lo tenga que contar, pero es tu vida y tienes derecho a saberlo –suspiró para darse ánimos y continuó-: Juan era tu primo, efectivamente, de hecho tenía tu misma edad, cumplíais el mismo día para ser exactos, desde que te conocí eran muy unidos, tanto que siempre estabas con él, para nadie era extraño, de hecho lo que me contaste del accidente no es nuevo para nadie, ya lo sabíamos: salió en las noticias, además que Juan también era nuestro compañero y él iba con vosotros en el coche, todos estuvimos en el funeral, excepto tú. Además, da la casualidad que sé por qué fue el accidente… -Rut se detuvo, me estaba dando demasiada información, lo sabía y se detuvo para que lo pudiera asimilar, cosa que intenté hacer.

- Juan murió en ese accidente ¿y todos lo sabíais? Por eso me han dejado tranquilo hoy, ¿cierto? Y sabéis también de mi amnesia, ¿o me equivoco?

- Te equivocas –me contestó-, nadie lo sabía, ni siquiera yo, tus tíos sólo nos decían que estabas bien, pero no querías visitas, prefirieron darte tiempo para recordar.

- Bueno, en parte funcionó, hay que reconocerlo, pero dijiste que sabías el motivo del accidente, dímelo por favor –mi cabeza daba vueltas, pero no quería que luego se arrepintiera, debía saberlo todo-, vamos, ya empezaste, ahora termina.

Rut se secó una lágrima, como si fuera a decirme algo doloroso, luego me abrazó y me besó en la mejilla y por fin habló:

- Realmente no lo sé, pero me contaste el día antes que habías decidido contarles a tus padres que eras novio de Juan y supuse que lo hiciste en ese momento y que tu padre, quien conducía, perdió el control, porque no veo otro motivo.

Mi mente por fin conectó consigo misma, lo que me impedía recordar a Juan ya no estaba, porque ya lo sabía todo: Juan y yo, pese a tener sólo 15 años, ya habíamos decidido que lo nuestro era más que un amor de primos, que nos amábamos el uno al otro y aunque nuestros amigos lo sabían nadie en la familia lo sabía, ¡éramos primos hermanos! Nos acusarían de incesto, o eso pensábamos, aunque ahora podía recordar que el día antes del accidente habíamos hablado con el tío Sebastián y nos dejó fríos con su reacción: “contadme algo que no sepa” fue todo lo que dijo. Pero mis padres no lo tomaron tan bien, efectivamente, se lo contamos en el coche y papá perdió el control, ya lo recordaba bien, como también recordaba que la reacción nuestra al ver que tendríamos un accidente fue abrazarnos y que eso fue lo que me salvó, porque el cuerpo de Juan absorbió los golpes, o eso me dijeron los bomberos.

Me derrumbé, no era para menos, ahora entendía todo y sabía por qué mis tíos esperaban todo, había perdido a mi primer amor de la forma más traumática posible, no podía esperarse que lo superase fácilmente.»

- Eso fue hace tres años, doctora García, pero no logro superarlo, lo he intentado con diversos chicos e incluso con chicas, pese a saber que soy gay, pero no logro sobreponerme a Juan, siempre termino abrazado a Rut llorando, o desconsolado en la tumba de mi Juan, me siento impotente, quiero tenerlo a mi lado, ya he podido superar que no es mi culpa que muriera, como tampoco el que mis padres fallecieran, o el que mi vida se desmoronase como castillo de arena al subir la marea, ya desapareció el complejo del superviviente, pero ahora me queda el vacío de su ausencia, mi mente está bien, pero mi corazón está roto.

- Lucas –me dijo la especialista-, no es de sorprender que te duela, fue tu primer amor, le diste tu corazón, tu virginidad, tu todo, le diste hasta tu vida y él en respuesta te dio la suya de la forma más literal y dolorosa posible, sé cómo te sientes por mi experiencia como profesional, pero no he pasado por eso, así que no te diré ni que entiendo lo que pasas ni que lo comparto, aun así, un corazón roto puede curarse y es en lo que nos enfocaremos, ¿va? –asentí para responderle-. Dejaremos de lado la psicología y hablaremos como amigos, que es lo que necesitas, así que ya no me digas más “doctora García”, dime Alicia, ¿te parece?

- De acuerdo, Alicia, pero ¿cómo recompones un corazón que lleva tres años roto?

- No importa cómo lo recompondría yo, querido Lucas, lo que importa es cómo recompondremos tu corazón y este nosotros me temo que incluye a Rut, de ahora en adelante ella nos acompañará, si no tienes problema…

- Claro que no, es más, me espera fuera, así que si quieres la llamo ya mismo –propuse.

- Me parece genial, dile que pase.

La hice pasar y Alicia le contó la situación, Rut, como siempre, estuvo de acuerdo en apoyarme y lo primero que se les ocurrió es que necesito despejarme y divertirme, así que, por orden de mi psicóloga, he de irme de juerga al menos una vez a la semana.

Rut y yo nos aplicamos a ello y Rut siempre me terminaba llevando a bares gays, decía que necesito ver gente que me pueda interesar, no chicas que jamás me podré tomar en serio porque no me gustan.

Bueno, hoy sucedió algo interesante, un chico de unos 18 años, se acercó a hablarme, era un chico muy lindo, pelirrojo, de ojos verdes con las pecas que caracterizan a los pelirrojos de tez blanca (algo me decía que era irlandés, pero poco me interesaba), dijo llamarse Didier ¿un irlandés con nombre francés? ¿En qué mundo estamos? Y la verdad me pareció guapo, cuando quise pedirle opinión, un par de copas después, a Rut, pude ver que estaba haciéndome señas de despedida y se disponía a darse el piro mientras iba con un chico de la mano, chico que curiosamente se parecía al de la barra que nos había atendido lo que llevábamos de noche.

En fin, me quedé solo con Didier, lo cual resultó una buena idea, era un chico genial, muy majo, efectivamente, era irlandés, pero su madre era francesa (de ahí el nombre) y llevaba en Madrid un par de años. ¿Un par de años, curioso, ¿no?

Poco me importó, terminamos por irnos a seguir la juerga en su piso, avisé a casa, mi tío no tuvo problema, de hecho, se alegró al oírlo, tenía desde el accidente sin dormir fuera ni llegar tarde a casa, así que se lo deseaban. Lo importante fue al llegar a la casa de Didier: vivía solo, sus padres pensaron que eso le enseñaría a valorar la vida, así que, aunque era universitario y dependía de ellos económicamente, tenía su propio piso y nadie le molestaba.

Estaba tremendamente nervioso, no había pasado de besar a nadie desde Juan y estaba claro que con Didier no sólo habría besos, no por nada había ido a su casa. Didier también lo sabía y después de descorchar una botella de vino blanco (me preguntó cuál me gustaba más), me besó con todas las ganas que podría haberlo hecho y la verdad lo hacía muy bien, al menos me gustó, era de esos besos que aprovechan el momento: me interesa disfrutar el beso, no si follamos; eso fue lo que entendí de ese beso. Cosa que no había sentido con nadie en los últimos tres años, así que me empecé a relajar y sentir cómodo, además noté que las manos de Didier estaban en mi espalda, a la altura de mi cintura, asegurándose que estaba allí y lo gozaba, no en mi culo, sus manos decían que me quería a mí, no que querían follar. Este chico franco-irlandés me estaba derritiendo y los dos estábamos vestidos, me estaba tocando el corazón sin tocar mi ropa y eso me gustaba. El resto de la noche lo pasamos viendo películas o besándonos, yo no tenía prisa y él menos, además, era viernes, nadie espera que madrugues un sábado si estuviste de fiesta el viernes.

Todo era genial, nunca me había sentido tan relajado, tan libre de amar, al menos no desde Juan, antes me obligaba a sentir algo, ahora sentía porque el chico me lo inspiraba y no por ligar, curiosamente no pensaba en comparar a Didier con Juan, eran totalmente distintos, Juan era pasado, Didier era presente que no le molestaba ser parte de mi futuro y esa idea era muy bella para mí… justo entonces Didier me hizo la primera propuesta indecorosa en lo que llevo de conocerle:

- Voy a darme una ducha, ¿te apetece?

No había notado que él ya estaba en slip y tenía un cuerpo bello: era totalmente lampiño, o se rasuraba a conciencia, tenía las tetillas rosadas y la musculatura definida, si bien no abultada, tal como me gusta ver un hombre: que se cuida, con músculos, pero que no lo son todo en él, era un hombre perfecto, con cuerpo de ángel y un cerebro que sabía usar, además de ser tierno, cariñoso y caballeroso, no podía pedirle más a la vida, además, lo que me ofrecía era una ducha, iría con él, eso seguro.

En lo que caminé hasta él ya estaba en bóxer, mi cuerpo era, según yo, lo más normal del mundo, un chico flacucho, también soy lampiño, mis ojos color ámbar y mi cabello castaño completan una cara un tanto aniñada, pero que al parecer es mona, en fin, no me centro mucho en estos detalles, porque me parece que el físico no es nada sin un buen corazón, pero es que, en este caso, el físico de Didier es la antesala de un corazón de oro.

Didier simplemente me besó en el cuello mientras sus manos iban a mi cintura desde atrás para guiarme al baño y le dejé hacer. Una vez allí noté tres cosas: primero, este chico tiene buen gusto, toda la casa, hasta el baño está elegantemente decorado, aunque sin ostentaciones, como quien hace lucir bien su casa con lo que tiene; segundo, no eran muy comunes las visitas en su casa, puesto que sólo tiene una toalla; tercero, efectivamente es lampiño, no hay ni por asomo una maquinilla de afeitar en el baño, eso sólo pasa si no hay qué afeitar. No pude detallar mucho más porque sentí sus manos recorrer mi torso y su boca darme un rápido beso en mi hombro izquierdo, gesto de que le pertenezco, eso me gustó más, porque ni siquiera nos habíamos visto desnudos y ya nos sentíamos unidos, así que me giré y le planté un buen beso en la boca, se lo merecía, me había estado esperando y él se lo había ganado, sin hablar, se quitó el slip y me desnudó, luego abrió la ducha y me invitó a entrar y le hice caso, dentro de la ducha sólo habían cuatro cosas: gel de ducha, champú, la toalla y un consolador… se ve que le gustaba cascársela en el baño, pero bueno, cada quién con sus gustos, ¿no?

Didier abrió la llave y reguló la temperatura para no cocernos con el agua pero tampoco morir de hipotermia, estaba templada, tal como me gusta, lo que más me gustó fue poder detallar su cuerpo de nuevo, un chico que para mí tenía las proporciones perfectas, tenía un pene de infarto, mediría unos 18 o 19 centímetros, no pensaba medírselo en ese momento, además que lo que había visto de su culito estaba para comérselo a besos y eso hice, empecé a besarle la cara, podía sentir nuestros penes duros, pero yo quería gozarlo completo, así que no les presté mucha atención y Didier estaba maravillado por cómo le besaba y no tenía mucha prisa porque llegara a su verga.

Sin embargo, después de darme un manjar con sus tetillas y su ombligo, llegué a su entrepierna, que se veía mucho más apetitosa de cerca y me la comí con gusto, sabía dulce, además su pre seminal me decía que comía bien y que le gustaban las frutas, porque era dulce, lo que me invitaba a continuar, pero Didier me detuvo, me pidió que lo dejara hacerme gozar un poco antes de correrse y me dio un beso tan tierno que no pude más que complacerle y dejarle hacer, él recorría mi anatomía cubriendo de besos todo mi cuerpo, de centró en mis tetillas y en mi incipiente abdomen, luego se fue directo a mis testículos, que comió como si no hubiese un mañana y que por poco me hace descargar allí mismo, luego se cebó con mi falo y terminé descargando en su boca, él se bebió mi néctar sin protestar y luego me ofreció su falo para que me bebiese el suyo, cosa que hice encantado, terminamos de ducharnos y ya de nuevo estábamos a tope, por lo que le pregunté si era activo o pasivo y me contestó que era versátil, sobre todo conmigo, que mientras teníamos sexo oral pensaba que podríamos tener sexo en todas las combinaciones posibles y disfrutarlo como nunca. Yo pensaba justamente lo mismo y le ofrecí mi culito de una, quería que me poseyera y poseerlo, primero fuimos tiernos, ahora quería que fuéramos máquinas de follar dispuestas a todo, él lo entendió y después de secarnos volvimos a la cama, donde me comió el culito y lo preparó usando sus deditos untados de lubricante que me hicieron sentir en la gloria, luego introdujo su lindo y bello pene dentro de mí y después que mi cuerpo se acostumbró a él me folló con ternura y pasión, me hizo sentir totalmente suyo, pero no por dominación, sino por convencimiento; tal como se lo pedí, acabó en mi culito y por poco acabo de nuevo.

Le pedí tiempo para reponerme y luego me tocó hacerlo gozar, el di el mismo tratamiento, aunque le besé el culito un poco más, era realmente delicioso y, como todo él, tenía un sabor dulce y un aroma tentador que hacía que no quisiera apartar mi cara de él. Sin embargo, debía hacerlo si quería darle el mayor placer que podía y lo hice, le preparé el culito y luego le introduje mi cipote poco a poco para luego follarlo hasta que no pude más y entre gemidos de placer acabé dentro de él, lo que hizo los estuviéramos todos sudados y necesitásemos una segunda ducha que tomamos entre besos y caricias.

Terminada la ducha, nos acostamos a dormir, ya que no habíamos dormido en toda la noche ni en la mañana y me desperté abrazado a él y con mi cabeza recostada en su pecho, pude ver que estaba dormido y simplemente le di un beso en su pecho y volví a dormir. Me despertó una caricia en mi pelo y nos besamos de nuevo, entonces le solté sin pensarlo:

- ¿Y si nos hacemos novios?

- ¿Y si te callas y me besas?

No fue necesario hablar más, pocos días después le llevé a casa y mi tío le acogió como a su yerno, ya que él se había convertido en mi padre desde la muerte de su hermano, luego conocí a los suyos, quienes también me acogieron con alegría y desde entonces mi Didier y yo somos plenamente felices juntos.

Alicia se alegró cuando le presenté a mi chico y dio por finalizado el tratamiento entre besos y felicitaciones. Por otra parte, supe el verdadero motivo por el que Rut siempre me llevaba a bares gays: estaba saliendo con un chico llamado Pablo que siempre lo contrataban en ese tipo de locales porque al ser heterosexual no se ligaría a ningún cliente y siempre íbamos al bar dónde él trabajaba.

Con esto llegamos al presente y sólo debo añadir que después de salir por tres meses con Didier vimos que lo nuestro va en serio y hemos decidido vivir juntos, por lo que dejé la casa de mis tíos y ahora vivo en su piso, en el que poco ha cambiado, salvo que desechamos el consolador, porque para eso nos tenemos el uno al otro, ahora no narraré nada más, que la vida diga lo que tenga que decir…

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