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Fuegos de Pasión I

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Me despierto y es un día como cualquier otro, no hay nada de especial en esta mañana… bueno, sí, esta noche no me acompaña ninguna prostituta, se ve que ayer por la tarde me bajé cansado del barco. En fin, ya conocía Roma, el “Centro” del mundo; París, el “Corazón” del mundo y Berlín, el “Cerebro” del mundo; pero me intrigaba por qué mis amigos llamaban a Buenos Aires el “Ombligo” del mundo, así que embarqué en Cádiz rumbo al Mar del Plata.

A veces detesto estas costumbres, pero tomando en cuenta que acá es verano, aunque mi natal España sea invierno, supongo que debo meterme en esa tina y lavarme un poco, así que mejor me levanto. Puedo notar cómo mi cuerpo, desnudo bajo la sábana, ya había despertado y como no compartía la habitación con nadie en el hotel, pude levantarme sin pudor alguno y dirigirme al espejo. Una vez frente al enorme espejo de cuerpo entero pude observar mi cuerpo, esbelto, casi lampiño si no fuera por ese caminito de vellos desde mi ombligo hasta mis genitales, un cuerpo normal, según había visto en mi entorno: chicos guapos sin muscular por falta de deporte o ejercicio, que era totalmente innecesario en los jóvenes aristócratas como yo, así que aunque no era nada excepcional, no estaba mal, al menos para mi gusto, yo me siento guapo, pero bueno, totalmente despeinado y con cara de sueño no era muy atractivo, por lo que me metí en la tina con el agua tibia y me lavé el sudor del día anterior, dejando mi cuerpo totalmente limpio y me dispuse a vestirme, ese día sólo tenía pensado dar una vuelta por la ciudad, de modo que elegí una simple camisa blanca, un pantalón claro y un sombrero panamá que compré en el puerto para no usar mi tan llamativo sombrero cordobés y no llamar tanto la atención por acá. Ya elegida mi ropa, la coloqué sobre mi ropa interior y ajusté mi pantalón con unos tirantes, no era idea que se me cayeran a media calle.

Bajé al comedor del hotel y pude ver que mi elección había sido la correcta: todos vestían colores claros, no es para menos con este calor, es que ni parece diciembre, al menos no el que yo conozco. Pronto me sirvieron el desayuno, pero no pude entretenerme mucho con él, ya que en cuestión de minutos llegaron: una pareja que conocí hace mucho en el Nationaltheater München, el Teatro Nacional de Münich, cuando fueron a cantar una famosa ópera que se estrenaba por todo lo alto, son unos grandes chicos, más cuando la joven Daniela toca el piano y el joven Sebastián canta, son una gran pareja, como músicos y como matrimonio, la verdad es que se ven muy bien juntos y me encantó cuando pude saludarlos después la función y me ofrecieron hacer de guías cuando tuviera la oportunidad de visitar Argentina, en cuanto me decidí, les envíe una carta y ellos me buscaron el hotel y vinieron para acompañarme en este primer día, la idea era recorrer el centro y almorzar en su casa, que aunque son salteños viven en pleno centro de Buenos Aires, así que todo estaba resuelto.

Desayunaron conmigo y luego salimos a recorrer la ciudad, sé que debería estar atento a lo que me mostraban mis anfitriones, pero caminando por el Puerto hubo algo que me atrajo sobremanera: un chico muy lindo, iba vestido como todos, con ropa clara y fresca por el calor, pero en lugar del sombrero llevaba una boina gris, lo que significa que no es alguien acostumbrado a los lujos, se ve que es un chico trabajador, mi embobamiento fue tal que Seba (tuve el atrevimiento de llamarlo así y él encantado) me tuvo que halar del brazo para que dejara de estorbar el paso de los demás peatones, entonces Dani (también le gustó que tuviera la confianza para usar un diminutivo con ella), Dani miró lo que miraba y me dijo que se llamaba Rafael y daba la casualidad que era el mensajero de la casa de su madre, era un chico de unos 18 años que caminaba elegantemente y que no le interesaba nada más que cumplir con su deber, tenía una gran presencia, se veía que bajo su vestimenta de mensajero se ocultaba un cuerpo muy bonito y varonil, pero totalmente lejos de mi alcance, sin embargo, Dani pareció entender lo que pasaba en mi cabeza y me dijo “Rodri, no pienses en eso, yo me encargo”. Finalmente, Rafael dobló una esquina y lo perdí de vista, Seba creyó que hablábamos de una tienda de ropa que había gusto enfrente de dónde estábamos, pero no pensamos contradecirlo.

Terminamos comiendo en casa de los padres de Dani y pude ver a Rafael de nuevo cuando llegó a entregar unos documentos firmados al señor de la casa, entonces Dani le llamó y le dijo algo al oído, él respondió que por favor le diera los detalles después y que él podría hacer la diligencia por ella. Fue un momento tenso, porque eso significaba que Dani quería conseguir algo indebido, pero ella lo resolvió diciéndole a su padre que simplemente prefería no hacer esa diligencia por la noche porque debía cruzar una zona peligrosa, así que sus padres y Seba se tranquilizaron y todo siguió como antes, después de los postres, Seba y yo nos dedicamos a dar un paseo por el jardín mientras fumábamos un puro y dejábamos que Dani negociara con sus padres algunas cosas relacionadas con el negocio familiar y poco después nos encaminamos a una cafetería cercana donde buscamos cómo sobreponernos al calor infernal de este día, cosa que conseguimos de momento, luego me llevaron a la embajada española para registrar mi llegada y verificar si tenía correo pendiente, pero no tenía nada, por lo menos había traído suficiente dinero, además que pensaba concretar algunos negocios que me darían el capital necesario para mi próximo destino: Venezuela. Así que por ahora no tenía de qué preocuparme. Después de la comida en casa de sus padres y del mate, les correspondí la cortesía invitándoles a cenar en un elegante restaurante que recién inauguraban en la Recoleta y pude darme el lujo de invitarles a todo lo que quisieron, la carne más fina, el vino más selecto, la mejor mesa del lugar… nada más porque era mío.

Por fin nos fuimos a dormir, ellos a su casa y yo al hotel, subí a mi habitación y, como es mi costumbre, me disponía a escribir una carta para mi familia, sobre todo mi madre, en la que les contaba lo sucedido en el día y lo mucho que los amo, cuando alguien tocó la puerta de mi habitación, resultó ser Rafael, a quien invité a entrar y después de un par de vasos con agua y de pedirle que se sentara, le pregunté el motivo de su visita, que, según me indicó era por orden de Dani y que debía recibir algo de él, así que simplemente esperé a que me indicara qué era lo que debía recibir, grande fue mi sorpresa cuando él simplemente soltó una lágrima y me dijo “señor estoy enfermo, debo comprar medicamentos, no tengo a nadie más en el mundo, soy extranjero, venezolano, y mi familia murió cuando intentamos venirnos acá a vivir, nos dijeron que todos venían a trabajar acá porque los contratos eran buenos, pero sólo pudimos venir en invierno y mi familia murió por el frío, no lo resistieron ni mis padres ni mi hermanita de 5 años, aunque yo logré llegar hasta aquí y los señores para los que trabajaba me recibieron bien, pero ahora me quedé sin trabajo porque su familia está pasando una mala situación y la joven Daniela me dijo que tal vez usted me recibiría”. La familia de Dani no pasaba ninguna mala situación, simplemente fue lo que se le ocurrió a Dani para que él se acercara a mí, demasiado cruel, pero efectivo, ahora lo tenía frente a mí, pero no sabía qué decir, así que dejé que mi cabeza lo entrevistara por mí:

-¿Cuál es su apellido, Rafael?

-Rafael Peña, pero puede llamarme Rafa, señor.

-Muy bien, Rafa, ¿hace cuánto llegaste a Buenos Aires?

-Hace dos años, empecé a trabajar un par de semanas después con los señores Martínez, los padres de la joven Daniela Martínez y he sido fiel y honesto, pero como le comentaba, la situación de la familia no les permite el tener un mensajero, pero me pidieron que le entregase esta carta como último encargo.

-Muy bien, Rafa, ¿me la podrías leer?

-No sé leer, señor Rodrigo…

-Bueno, veamos qué dice la carta…

Abrí el sobre (estaba sellada con cera, como debe ser y mostrando la honestidad de Rafael) y la leí en voz alta:

Mi querido Rodrigo, supongo que abriste la carta frente a Rafa, no sé si la lees en voz alta, pero quiero recomendártelo, es un gran chico, muy honesto y sincero y ahora se quedó sin trabajo, pero sé que le podrás colocar en alguno de tus negocios, espero le puedas ayudar, porque realmente estoy segura que no te defraudará y él verdaderamente necesita el empleo,

Gracias por tu ayuda,

Daniela Judith Martínez

-Y bien, Rafa, ¿qué opinas?

-Creo, señor, que la joven Daniela le pide que me dé un empleo…

-Muy bien, Rafa, ¿qué te gusta hacer?

-Me encanta todo lo relacionado con la correspondencia, señor, siempre me ha llamado la atención el hecho de que personas en extremos contrarios del mundo puedan conocerse y convivir como si estuvieran juntas.

-Entonces no me explico que no sepas leer, Rafa, tendrás que aprender…

-¿Aprender?

-Sí, a menos que no quieras ser mi asistente personal, secretario, encargado de correspondencia… y amigo, claro está.

-Señor, es un gran honor y una responsabilidad, ¡creí que a mis 18 años ya no aprendería nunca!

-Pues a mis 20 sólo por ser mis padres gente de dinero ya tengo varias empresas de mi propiedad y algunas más que supervisar, pero no importa, lo que importa es que quieras superarte.

Al final lo convencí de aceptar y el pobre Rafa terminó aceptando que alquilara para él la habitación contigua a la mía. Después sí que me fui a dormir y tuve que acariciarme la entrepierna para aliviar la tensión de estar a solas con Rafa en mi habitación, pero esa tensión sirvió para asegurarme tener a Rafa cerca, puse en mi lista de cosas por hacer el darle un beso a Dani por semejante favor, entonces sí que me dormí como un bebé con una sonrisa en la cara y ganas de que esto fuera mejorando día a día. Por lo pronto, la inauguración de mi nuevo restaurante y el buscar un asistente ha funcionado, pero ahora tendré que averiguar si Rafa esconde el mismo secreto que yo, un secreto que si se sabe será mi perdición…

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