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Rápido y rico

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Hay mañanas en la que me despierto con mi pene erecto. El día de ayer tuve que salir temprano con mi mujer a la ciudad a realizar trámites. Cuando me levanté sentí mi erección, mi mujer aun dormía, así que me arrimé sobre su espalda y floté suavemente el pene. Ella fue abriendo los ojos y se despertó. Le di un beso suave en los labios y le dije que nos levantáramos.

Salimos de nuestra cama, preparamos el café con tostadas y nos vestimos rápidamente ya que el reloj corría a millón.

En la parada de bus mi pene se endureció de nuevo. Tomé de la mano a mi mujer y ella sentía frio porque la mañana estaba fresca y el viento nos llenaba nuestro cuerpo. Esperamos unos quince minutos y llegó el colectivo. Dejé que ella subiera primero, y le vi su hermoso culo con muchas ganas. Le indiqué que nos sentarnos al fondo, como nos gusta sentarse en los primeros puestos me quedó mirando sorpresivamente. El bus arrancó como alma que lleva el diablo y se desplazó por la carretera cubierta de niebla. Yo seguía con mi pene muy duro, miré a mi mujer, la tomé de la mano y se la coloqué sobre mi pantalón.

Ella me miró y le di un beso en los labios. Con mi mirada le indiqué que acariciara abajo, y suavemente fue moviéndolo despacio. La tomé suavemente de la cabeza y la bajé hacia mi pene y lo chupó rápidamente. Sacó su boca y en ese instante salió mi blanca leche. Me cerré el pantalón. Nos dimos unos besos. Nos reímos. Levanté la mirada disimuladamente desde el asiento, delante de nosotros estaban los pasajeros, pero cada uno seguían viendo hacía la carretera. Como estábamos en el último asiento me sentí cómodo y antes de llegar a la ciudad le pasé mi mano por la vagina de mi mujer para calentar mis manos en una mañana fría de invierno.

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