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48.3 Apuesta ganada a la suerte

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El conductor recibía instrucciones de su copiloto y se notaba que Denis había tenido clases de conducción. Jean colocó su mano sobre la mía depositada en su pierna y apoyo su cabeza en mi hombro, suspirando y llevando su mirada de uno al otro pasajero de los asientos delanteros. Retiré mi mano para pasar mi brazo por su hombro y atraerlo hacia mí, él colocó su brazo en mi cintura abrazándola.

-Tranquilo pequeño, no pasa nada.  –acaricié su cabello y me incliné para besarlo, su olor de niño y a fresca colonia me llevó a tiempos pasados.

No volvimos a hablar durante el corto trayecto, escuchábamos el sonido de las voces de los otros y resultó un mágico momento el que pasamos abrazados. En una ocasión en que Gonzalo giró la cabeza y nos miró, me sonrió satisfecho de la postal tan tierna que le ofrecíamos los dos.

Denis nos llevó directamente al hotel de sus familiares y pudimos saludar a su tía, sus primos y tío no estaban presentes, nos ofreció para que tomáramos algo y no aceptamos, nos despedimos con la promesa de que volveríamos otra vez y comeríamos con ellos.

-Hay aquí una extensión del Louvre si queréis visitarlo, y si preferís estar al aire libre podemos visitar las escombreras mineras. -como nadie se decidía cogió la ruta para llevarnos a ver las reliquias de la época minera del lugar. Paseamos entre las montañas, escombreras del pasado y los chicos se pusieron a jugar, a intentar subir por las agudas pendientes donde resbalaban a punto de caerse.

Había vuelto la alegría a Jean ahora que Denis y Gonzalo le hacían caso, arrastraron entre los dos a Gonzalo hasta una de las cumbres para emprender, desde allí arriba, una loca carrera bajando.

Comimos en un moderno restaurante unos pinchos morunos con diversas salsas, verduras que a todos entusiasmaron y unos chuchus rellenos de nata y chocolate caliente.

Nos entretuvimos bastante y luego quería que fuéramos a ver el museo de las minas, pero se nos haría muy tarde y paseamos por el centro, paramos nuestro caminar en una cafetería con mesas en el exterior donde nos sentamos para descansar y beber un refresco.

Noté vibrar mi teléfono en el bolsillo, era André para decirnos que Vivianne quería prepararnos una comida para mañana domingo y pedirnos que fuéramos, así dejábamos a Jean en casa, luego me pidió que pasara el móvil a Jean para hablar con él.

¡Oh! Jean, le hablaba entusiasmado de la noche de ayer, y su visita de hoy a Lens, de la habitación del hotel y tuvo que notar su alegría a la fuerza, porque los tres le mirábamos sorprendidos de su extraordinario apasionamiento hablando.

-Si papá lo hablaré con Daniel, se lo diré, tengo nuevos amigos aquí.  –miraba a Denis al hablar y al final cortó la llamada.

-Nos esperan para comer mañana, y que no admiten negativas, tendréis tiempo para volver y coger el tren sin problemas, estará Léane a la que no conoce Gonzalo.  –se detuvo un momento y miró al otro chico.

-Mi madre quiere conocerte Denis, te invita a comer y pide que nos acompañes.  –Denis solo sonrió complacido.

La vuelta fue más animada y Jean hablaba sin cesar, para que escuchara Denis que no le prestaba atención, lo suyo era conducir y hacer preguntas a Gonzalo.

-Déjale que conduzca, luego le hablas, ¿no querrás que tengamos un accidente?  -acariciaba su mano y al callar me hecho los brazos al cuello y besaba mi cara como un niño entusiasmado.

-Os quiero Daniel.  –Gonzalo se reía sin descuidar a Denis vigilando que lo hacía. No se atrevió a meter el coche en el parking del hotel y de eso se encargó Gonzalo, subimos a las habitaciones para prepararnos y salir.

La cena, con alguna variación, resultó muy parecida a la de ayer y Jean la abonó con dinero que le había entregado André. Les dejamos en su juvenil ambiente, con el resto de los chicos que hoy vinieron a saludar a los dos. Lo de hoy con los muchachos había estado genial y mucho del mérito era de Gonzalo.

Nos sentamos en los jardincitos al lado de la catedral y tiré mi rostro hacia atrás mirando al cielo, comenzaba a anochecer y se escuchaba el sordo ruido de la ciudad.

-Te adoro Gonzalo, gracias por ser así, has logrado que todo discurriera tan natural, haces que todo parezca sencillo y tienes buena mano para los chicos.  –me abrazó y buscó mis labios para depositar un leve beso en ellos.

-Tú sabes mucho de eso, siempre he estado cuidando de ti aunque ya no me acuerdo de los detalles.  -me abracé a su pecho y descansé mi cabeza en él.

El paseo era lento y silencioso sintiendo el calor de nuestras manos unidas, mirando al resto de las parejas que a veces se besaban abrazados en las calles, escuchando las risas más ruidosas de los grupos.

-Ahora que lo estoy pensando, creo que me merezco un premio. -se le notaba un tono incisivo y burlón. Decidí seguirle la broma.

-¿Y qué quieres de premio?, ¿una condecoración?,  ¿la Legión de Honor quizá?-agarró con fuerza mi culo que cabía en su mano y no contestó.

-¿Así que se trata de mi culito?, ese es tuyo sin necesidad de tenerlo como premio, pero si demás de él añado una mamadita seguido, ¿qué te parece ahora?  -aprieta de nuevo mi nalga y creo que me deja marca.

-Que quiero estar ya en la habitación. -muerde con fuerza su labio y alarga el paso tirando de mi cintura.

Se acercó a la recepción a pedir la llave mientras yo iba directamente a los ascensores, estaba sosteniendo la puerta automática para que no se cerrara y en un segundo llegó él. Comenzó colocando sus manos en mis nalgas para acercarme a él comiendo mi boca, y tiré de la cremallera de su pantalón, bajé el elástico de su bóxer para que mi mano cogiera su esponjosa verga.

-¿Quieres que te la mame aquí mismo?  -se lo decía para provocarle y su respuesta fue atrevida incitándome a que lo hiciera.

-Sí, arrodíllate. -no había muchas posibilidades de que paráramos en un piso intermedio y le obedecí riendo, saqué su polla y pude meterla entera en mi boca, fueron sesenta segundos, o menos, de mamarla con intensidad y se iba poniendo dura.

Un sexto sentido me hizo levantar cuando la puerta se abrió al llegar a nuestro piso, nos dejó salir una pareja mayor que iba a entrar en el ascensor. Gonzalo había colocado su chaqueta para ocultar de las miradas su verga y avanzamos riendo por el pasillo.

-¡Joder!, por poco nos pillan. –no podía avanzar por la risa y para sostenerme tenía que agarrarme a su cintura.

-Tú me has pedido que te la mamara, la culpa es tuya.

Al cerrar la puerta de la habitación tiro de mi brazo para que no siguiera avanzando.

-Continúa lo que has dejado pendiente.  –volví a ponerme de rodillas ante él, había salido parte de su vello púbico con su verga y verlo así me excitó, acerqué mi cara para olerlo, su olor a macho era profundo y fuerte, tenía que llevar horas secretando su precum y empapando su bóxer con él.

Su abundante pelo púbico, aplastado entre la tela de la bragueta, hacía que llegara hasta un tercio de su verga.

Tiré de su pantalón para dejarle desnudo y se me resistió, me ayudó soltando el botón superior y cayó ante mí cubriendo sus zapatos, quedaba solo su bóxer con el elástico debajo de sus testículos, empinando aún más su miembro, me relamí y él lo vio, restregó su polla en mi rostro dejando el rastro de su precum en él y golpeo en mi frente.

Tiré de su bóxer y sus testículos colgaron, soltó su polla y quedó pendiente mirando hacia abajo, acompañando a sus huevos, luego pasé mis manos para agarrar sus glúteos llenos de fino y sedoso vello, besé sus muslos velludos y aplasté su pene con mi cara sobre su bajo vientre, besando su prepucio del que escurrían sus jugos olorosos.

Me retiré para contemplarlo tan grande ante mí, con su verga que daba sombra a mi cara ocultando las luces empotradas del techo, hubiera seguido así pero su impaciencia le llevó a coger mi cara entre sus manos y acercar su polla a mis labios. La tragué sin que su glande hubiera descapullado, tiré con mis dientes de su pellejo para arrastrar, al exprimirlo, la secreción que tenía dentro.

Me dejó que la sacara un momento para ocuparme de sus huevos que chupé, y lamí ansioso de ellos, estimulándolos para que luego me entregaran todo su contenido en mi boca como premio.

Sus enormes pelotas me sabían a gloria, y pronto las quité el sabor con mi voraz lengua que los empapaba de saliva antes de tragarlos una y otra vez, y luego volví a mi esperado premio que saldría por la punta de su polla.

Agarré con fuerza sus testículos tirando de ellos mientras metía toda su sabrosa verga en mi garganta, hasta hundir mi nariz en los pelos de su pubis. Chupaba como un desesperado y él, a falta de estrellas que mirar, debía de estar contando las luces del techo con su cabeza hacia atrás, disfrutando de la mamada que le estaba practicando.

Acaricié su ano, y él empujó su verga como acto reflejo hasta hacerme daño, chupé mi dedo que sabia a su culo para volver a su ano intentando meterlo.

Rugió y comenzó a llenarme la boca de su sabroso y cremoso semen, sentía en mi mano el palpitar de sus huevos subiendo y bajando en su escroto para vaciar toda su carga en sucesivas andanadas.

Antes de que lo tragara tiró de mis sobacos para meter su lengua en mi boca queriendo compartir su leche. Nos estuvimos besando y manchando nuestras caras de babas y su semen un minuto o dos, y volví a por su polla tiesa como un palo para recoger lo que goteaba de ella.

No quería tregua, se terminaba de correr y necesitaba más, yo no me había corrido aún y no me opuse a que me cogiera en sus brazos y me llevara a la cama, por poco se cae enredados los pies en su pantalón y tuvo que volver a dejarme donde estaba, se los quitó con mi ayuda que arrodillado le quitaba los zapatos a la vez que los míos, y ahora con las prisas, puso un brazo debajo de mi ingle me elevó y me tiró sobre la cama.

Se echó sobre mi sacándome la camisa y apartó el resto de mi ropa hasta dejarme desnudo, sabía lo que quería y actuaba sin mirar, me colocó de rodillas en la cama y puso sus manos en mi baja espalda para aplastarme y rendirme a su bravura y fuerza.

Abrí mis piernas y me llevé la mano a mi boca para luego comenzar a meter mis dedos en mi ano en un intento inútil por dilatarlo, la sujetó con la suya izquierda colocándomela en la espalda para seguir apretando, haciendo que me inclinara, se escupió en su mano derecha y la pasó por mi culo metiendo un par de veces sus dedos, y sin más preparación comenzó a meterme la verga.

Me relajé y abrí mi ano intentando evitar lo peor, entró en su totalidad con un pequeño escozor que me hacía notar su avance por mi recto, hasta que sus testículos transmitieron su calor a mis nalgas, estábamos en contacto y unidos por su polla metida en mi ano.

Después del leve escozor sentía riquísimo su hinchado pene en mi culo, me resultaba divino sentir como me estiraba para dejarse su sitio.

Abrazó mi pecho con sus brazos pegando el suyo a mi espalda y comenzó a moverse, sus poderosos empujes me movían haciendo difícil el equilibrio sobre mis rodillas, mordió mi omoplato y luego lo beso donde antes habían estado sus dientes, creo que en el mismo beso había rabia, inquina, deseos de romperme.

-Eres mi puto y siempre será así. –me sujetó del pelo para hacerme girar la cabeza y me ofreció su boca, unimos nuestros calientes alientos durante unos segundos y luego empujó de mi nuca para aplastar mi cara en la ropa de la cama.

Me sentía llevado a la cima del placer, me encantaba su rudo trato y palabrerío soez, en estos momentos era mi amo y mi Dios y no podía negarle nada.

Comencé a gemir, el también; yo sollozaba, él rugía; yo pedía más, él me lo daba sin tregua, y así entraba y salía como una máquina de mí, ahora aguantaba más y era interminable e ilimitado el placer que me hacía sentir.

Arrancó en mi vientre un huracán que me llevaba a la locura, al placer, al ahogo y comencé a eyacular, coloqué mi mano para contener los fluidos que salían de mi disparados y resultaba imposible, escapaban en todas las direcciones al mover mi cuerpo con sus fuertes penetraciones.

Jadeó y se clavó en mi vientre estrellando su pubis en mi culo, notaba como su cuerpo temblaba y empezó a derramarse en mi recto, pude contar hasta cuatro latigazos de su semen llenándome y sin moverse, después unos espasmos más suaves hasta que bajo su cabeza y la depositó tembloroso en mi espalda.

Su sudor me mojaba y resbalaba de mí, sujetó mis hombros con sus manos llevándome hacia él, permanecíamos unidos, pegados sería mejor decir y comencé a cansarme por tener que soportar su peso sobre mis rodillas cansadas.

Se dejó caer sacando su polla y le miré, entonces me incline y se la lamí antes de caer rendido a su lado, al cabo de unos minutos recuperé su bóxer que estaba junto a mí y limpie mi mano de semen que tenía y le limpié a él.

Estuve mirando su pecho que subía y bajaba, permanecía con los ojos cerrados y una hermosa sonrisa que deseaba besar, no me atrevía para no romper la magia del momento.

-¿Daniel?  -me señaló con la mano para que me aproximara, lo hice así y coloqué mi cabeza sobre su tórax besando su esternón.

-Te amo, perdóname si alguna vez soy brusco, no puedo dejar la rudeza en algunos momentos.  –me acerqué a su boca y la besé para que callara.

-Es tarde vamos a limpiarnos un poco y esperar a que llame Denis.  –Gonzalo estaba rendido y tuve que tirar de él para llevarle a la ducha y poco después recibí la llamada de que habían llegado y estaban en su habitación.

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Le miraba y mi adoración aumentaba exponencialmente según pasaba el tiempo, creía imposible poder querer más y no era cierto. Se le veía tan vulnerable, tan tierno en su dulce sueño.

¿Quién o qué lograba que le aflorara esa sonrisa que llegaba al alma?  Tan diferente de ciertos momentos que se dejaba llevar por sus súbitos y desapacibles deseos, de alguna manera tan ricos y sabrosos para mí, él se disculpaba y a mí me encantaban esos arrebatos y sentirme deseado.

Amaba hasta el infinito esos momentos, y también los que tenía con Denis y Jean ayer, donde se convertía en el padre, hermano o amigo, que todo joven adolescente querría tener a su lado, para que le sirviera de guía y apoyo, tan adorable y lleno de sentido afecto.

Parecía un ángel, no un querubín o angelote dulce de mofletes, era un viril y aguerrido San Miguel, luchador y defensor de lo que ama hasta morir si fuera preciso. O un amable y dulce San Rafael, compañero de aventuras juveniles del que te enamorarás sin querer.

Siempre había sido así y todo se acentuaba con la edad, aunque sé que no hay una persona perfecta y mi Gonzalo no podía ser la excepción, también tenía sus sombras más o menos alargadas, pero su luz embriagaba y a mí me cegaba, nunca ha existido una persona que haya tenido tal poder sobre mi voluntad, ni mis padres han podido influir tanto en mi, habiendo sido los que forjaron mi carácter.

Le tenía que despertar y me dolía, hoy los muchachos se habían levantado antes y hacía un rato que Denis me había llamado, tenían que estar preparados ya. Yacía ligeramente ladeado, con un brazo bajo su cabeza y el otro mantenía la mano en su cintura muy cerca de su casi endurecida verga, una pierna estaba doblada y ligeramente separadas, de cuya unión o vértice y debajo de sus testículos, aparecía su sedoso y abundante vello. Una imagen digna de arrobo y embeleso.

Besé su sien con sus cabellos pegados por el ligero sudor y suspiró moviendo su cabeza, inclinándola un grado más.

-Tenemos que levantarnos amor.  -pasé el dorso de mi mano por su frente, y la dulzura de sus ojos color chocolate con reflejos dorados se mostró, abriendo su mundo para mí.

Sonaron unos golpes en la puerta y me miró interrogándome con la vista.

-Es muy tarde, los chicos están levantados desde hace tiempo, seguro que vienen a buscarnos y estamos sin preparar.  –llevó su mano izquierda a sus testículos y estiró su escroto, le estarían molestando, pero no hizo intención de levantarse.

Volvieron a sonar los golpes y escuché risas, llegué hasta la puerta y la abrí, efectivamente eran ellos y saludaron entre risas entrando en tropel, se quedaron parados y quietos ante el espectáculo que Gonzalo les ofrecía desnudo sobre el lecho y sonriéndoles.

-¿Qué prisa tenéis?, en una hora estaremos en Béthune.  –se desperezó, saltó de la cama y se puso en pie, los chicos se quedaron mudos y un poco rojos los dos, sus felinos movimientos atraían las miradas de Denis y Jean, Gonzalo totalmente desinhibido, desenvuelto y un poco insolente avanzó hacia la puerta del baño.

A los chicos les debía parecería raro y singular su proceder, a mí no, ya había visto ese comportamiento en Londres delante de Wes y estaba seguro que no consistía en un placer por exhibirse, para él era como si estuviera vestido con la ropa más elegante y quizá tuviera razón. Salieron de la sorpresa con lo que dijo Denis sin darse cuenta.

-¡Es un Dios!  -me puse a reír y le abracé, había acertado plenamente, así se comportaba él, como si fuera el dios sol que baña con su luz y calor el universo y realiza su periplo por el arco del cielo sin vacilar un momento.

-¿Habéis preparado el equipaje?, nos tendréis que esperar un momento, ya veis que los que vamos tarde hoy somos nosotros, podéis quedaros si queréis pero será mejor que nos esperéis desayunando, tenemos que recoger nuestras ropas y dejar preparadas las maletas.

Habíamos metido todo en el coche y dejamos a Gonzalo con Denis en el parking, íbamos a la floristería cercana mientras ellos sacaban el vehículo, para comprar unas flores a Vivianne que nos iba a dar de comer.

-¿Seremos nosotros alguna vez así?, ¿cómo sois vosotros?  -miré sorprendido a Jean.

-¿A qué te refieres?, no podía mirarle muy bien pues avanzábamos rápido.

-A Denis y a mí, si nos amaremos como tú y Gonzalo.  –ahora sí que le miré sin detenerme y pasé mi brazo por su hombro.

-Sois unos niños Jean, te tienes que divertir y cuando seáis mayores seguramente sí, puedes encontrar otros chicos más guapos y mejores.   –¡qué niño!, que ya parecía enamorado, pero no iba a ser yo el que hablara negativamente de ello, que lo estuve desde bien pequeño, aunque no lo supiera.

-Voy a sentir que te marches, me gustaría tanto consultarte, hablar contigo de todo.  –mordí mi labio para contener las lágrimas, la suerte nos pone personas sencillas y maravillosas a nuestro lado, a las que tenemos que dejar a la orilla del camino en nuestro discurrir por la vida sin desearlo.

El viaje fue una delicia para Denis, el doble de trayecto de ayer bajo la dirección de Gonzalo. Y solamente le vi alguna duda al coger las rotondas de la salida hacia la carretera principal, mi recorrido diario. Había llovido a la noche y Gonzalo le advertía del potencial peligro que se producía por la humedad en la carretera.

Jean se acurrucó sobre mí y a veces se levantaba para señalar algunas imágenes del paisaje cerca ya de su casa y hablarnos sobre ellas.

Entregó el ramo de bellos narcisos amarillos y blancos a su madre que los llevó a su cara antes de besarle en la frente. No sé, había como mucha emoción en el aire, todos estaba expectantes al recibir al benjamín de la casa, como si hubiera faltado un mes de allí. Creo que Louis era al que se le veía más emocionado y la más conservadora, en su alta y serena dignidad era Léane que ya volaba sola y separada de la familia, aunque no tanto.

A Denis lo recibieron muy bien, todos sin excepción y en el salón pudimos ver al fin el regalo que Gonzalo le había llevado a Léane la semana pasado y ahora ya había abierto.

Se trababa de una especie de tablet que hacía la función de porta retratos con pie, con cantidad de otras funciones, la tenía colocada en una de las librerías del salón y las imágenes, fotos de la familia en su mayoría, se iban sucediendo en un pase sin fin. Abrazó a Gonzalo para darle las gracias y me guiñó un ojo, no supe captar su significado, lo que me quería transmitir, que era muy guapo, o simplemente dándome las gracias también a mí.

Los hermanos se llevaron a Denis para enseñarle la casa y alrededores y terminábamos de tomar un té cuando vinieron a buscar a Gonzalo, querían volar con él sus aparatos que en poco tiempo zumbaban surcando el aire.

Sin darnos cuenta el tiempo volaba, con más rapidez que los aviones que fuera manejaban con mucha pericia al parecer.

Les miraba trabajar en la cocina, posiblemente les estorbara en algún momento y se mantenían sin hablar cuando yo deseaba romper ese silencio.

-Parece un chico prudente y discreto.  – ¡bien!, Vivianne quería hablar.

-Sí que lo es y tiene otras cosas buenas también, pero lo importante es que Jean y él se sienten bien el uno junto al otro y están fraguando una bonita amistad, sin ir más allá de momento.  –André me miró dejando lo que tenía en la mano.

-¿Y ahora qué hacemos? Viven lejos y no pueden tener mucho contacto.

-No es tan difícil, ellos buscarán la forma de comunicarse, Denis os ha gustado lo necesario a todos, podéis invitarle algún fin de semana, permitir que Jean vaya a Lille a su casa, no es necesario que sean todos los fines de semana. Confiar en él y en ese chico que no le hará mal alguno.

Y aquí estaba yo, doctorando sobre cosas de las que no tenía ni remota idea y que hace una semana me espantaban, y ahora veía que no había resultado tan difícil y lo habían pasado bien.

Nos tuvimos que despedir pronto, lo sentí por Denis y Jean que no sabían cómo decirse adiós el uno al otro, y pude salvar el momento envolviéndolos juntos en mis brazos.

Tenía que ir a mi estudio, dejar una nota a Anwar sobre mi marcha y recoger algunas cosas personales, Gonzalo me decía que no llevara nada, que Wes lo tenía todo dispuesto, pero había documentos de la empresa, mi portátil y pocas cosas más que debía llevar conmigo.

-Espero que te hayas divertido en casa de Jean.  –Denis iba atento a la conducción y tardó en responderme.

-Me he sentido como en mi casa, igual no tanto pero muy bien Daniel, su madre me ha pedido que vuelva cuando quiera y estando delante su padre, los míos van a recibir bien a Jean cuando venga.   –me siento contento del resultado de estos dos días en que todo ha cambiado, para bien.

-Y no ha habido sexo, quiero ir despacio, aprecio muchísimo a Jean, me gusta, y es mejor que nos conozcamos y esté seguro de lo que quiere hacer, él está muerto de ganas, como yo cuando comencé a salir con Ray y tuve la suerte de tenerte a ti. -condujo hasta su casa mientras hablábamos y al entrar en la ciudad todos sus sentidos estaban en la conducción, era un chico responsable, prudente como había sabido apreciar Vivianne.

Nos despedimos sin querer hacerlo ninguno de los dos…, de los tres.

Recogimos lo que precisaba en el estudio y tuvimos que llegarnos hasta el hotel, para dejar el coche como había concertado con la agencia y luego ir en taxi a la estación.

Me recosté sobre Gonzalo y cogí su mano para admirarla, siempre me han llamado la atención, tan largas y huesudas con sus perfectas uñas, tan impecables que era indudable que ahora le hacían la manicura, con sus cutículas tan exactamente recortadas, pero bueno, ¿que había que no me gustara de él?

-Deberíamos hacer cuentas y al menos pagar yo la mitad, te he resultado muy caro estos días.  –le hablaba mientras pasaba mi dedo índice por las líneas de la palma de su mano.  Sujetó mi dedo y lo llevó para besarme la yema.

-No tienes que preocuparte por eso, ya te he dicho que puedes tener lo que quieras, todo lo que desees con una sola condición, creía que había quedado claro.  –guardé silencio, no le contradije y escuchaba el ritmo de su respirar, hasta que llegamos al otro lado del canal y llamó para pedir que fuera el chófer a buscarnos a la estación.

Empecé a sentir el ritmo y diferente nivel donde había escogido vivir y donde transcurriría mi vida, esta semana sería de prueba, en la empresa con mi nuevo trabajo y en su casa conviviendo.

Creí que habían retrasado la cena para esperarnos a nosotros, y después de los saludos con los abuelos y Borja fuimos a nuestras habitaciones para prepararnos.  Estaban los tres muy elegantes vestidos. Saludé a Wes que estaba vaciando nuestras maletas.

-He escogido este traje para la cena, espero que le guste.  –me señalaba un galán donde tenía dispuesto todo un conjunto de traje, bóxer y calzado, sonreí ante la exageración a la que tendría que ir acostumbrándome.

Me encaminé quitándome la camisa hacia la habitación de Gonzalo y su voz me sorprendió.

-Es mejor que se duche en su baño, no disponen de mucho tiempo. -me quedé parado sin abrir la puerta unos segundos, luego moví el picaporte y pasé a la de Gonzalo.  No estaba en la habitación y fui hasta el baño, permanecía bajo la ducha y terminé de desnudarme en unos segundos, y me quedé detrás de la mampara corredera sin abrirla, la abrió él y me cogió del brazo.

-Venga entra que se hace tarde.  –comencé a frotar mi cuerpo con la esponja que él tenía envuelta en gel. Se duchaba apresurado y salimos para secarnos.

-Me ha dicho Wes que me duchara en mi baño que no teníamos mucho tiempo, ¿tú crees que es necesario?  -quitó la toalla de su cara y me miró.

-Tienes que hacerle caso Daniel, Wes sabe lo que debe hacer en cada momento y tienes que dejarle que haga su trabajo.  –le miraba sorprendido, asombrado de lo que sucedía.

-¿Pero por qué estas prisas? ¿Qué es lo que sucede?  -entonces se echó a reír.

-Tenemos invitados para cenar, hay que celebrar la victoria de nuestro invencible primer ministro David Cameron, están invitados a cenar dos de sus ministros con sus esposas que vienen a agradecer la ayuda del abuelo, por eso hay tanta urgencia.

La entrada de los invitados sería por la puerta principal, veía a través de las ventanas el parpadear de las luces azules de algún coche policial en la calle.

Recibimos a los invitados que acudían vestidos más elegantes que los anfitriones, debían conocerse entre sí y las señoras, no muy mayores, besaron a la abuela, yo era un amigo español de la familia, así fue la presentación.

En el comedor me colocaron al lado de una de las visitantes y al otro tenía a Borja que estaba como un pez en el agua entre esa gente, todos los comensales estaban dispuestos en los laterales de la mesa lo que dificultaba la conversación generalizada, imagino que era para que todos estuviéramos a un mismo nivel, aunque los señores ministros, o ministrables, que no lo sabía muy bien, se dirigían al abuelo deferentes, comentándole lo que había supuesto la victoria sin parangón en las urnas.

Durante mucho tiempo no escuché otra cosa que no fuera hablar de política y los retos que ahora tenía el partido y como consecuencia el país, con los escoceses triunfantes también y el gobierno de Bruselas.

No había seguido para nada las elecciones del Reino Unido, ni en realidad me interesaban, tampoco entendía muy bien las de España y menos las del país de su Graciosa Majestad, me limitaba a escuchar y pensé que llegaron a creer que no les entendía al ser mis respuestas, monosílabos quedos y sin voz.

La cena se prolongó en otro salón para seguir hablando y la abuela estaba interesada por saber acerca de los hijos de una de las señoras, la más joven, deduje que se trataba de niños pequeños.

-¡Ayy! Gonzalo estoy rendido, agotado y mañana tengo que empezar mi nuevo trabajo, la próxima vez dime con tiempo lo que vaya a suceder para estar preparado.  –me tendí en la cama, la de él.

-¿Podré dormir contigo o Wes manda también?  –soltó una carcajada a la vez que me abrazaba.

-Claro que sí, ya te irás acostumbrando, esto no sucede todos los días, ya has visto que no somos tan formales cuando estamos solos.  –me envolví entre sus brazos dispuesto a dormir, si él me lo permitía y parece que por hoy iba a ser una noche tranquila.

-Estoy un poco nervioso con lo que voy a encontrarme mañana, ¿por qué han venido estos señores?, ¿son amigos vuestros?  -vuelve a reír abrazando mi pecho, cobijándome contra él.

-Hoy están en un puesto y mañana igual no, cuando lo dejen te diré si son amigos, es complicado Daniel y tenemos que dormir, mañana nos despertará Wes con su terrible puntualidad, parece inglés, no lo quieras saber todo de repente, déjate llevar e iras aprendiendo.

Me dio un último beso en el cuello y se relajó, yo estuve aún un rato pensando antes de quedar dormido, calentado por su tibieza y sintiendo su suave respirar.

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