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Una tormenta atroz y dos vecinos. La combinación perfecta

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Ella vive en una casa arrendada, casa rentada a varias personas. Él vive a dos casas de la de ella.

Ella era una chica soltera, pasando los veinte años, de belleza común. Simpática y atractiva. Tez morena clara, cara bonita, cuerpo voluptuoso, una silueta sexy, pero de cuerpo ancho, eso sí, posee unos grandes atributos naturales que su complexión facilitan: pechos grandes y sensuales, glúteos enormes y redondos como un durazno, caderas amplias que hacen juego con sus piernas torneadas y llamativas. Chica de belleza común pero muy sensual.

Él es un hombre de familia, casado con una bella esposa y un par de hijos muy bonitos, producto de la combinación de dos personas hermosas. Ambos están pasando los treinta años. Ella güera de ojos verdes, delgada, un muy bonito cuerpo. Es una mujer muy hermosa. Él es de tez blanca, ojos grandes que reflejan una mira muy tierna, alto y un poco embarnecido, no es un hombre delgado, sin embargo, su complexión no le quita su atractivo, todo lo contrario, le otorga apariencia de fornido.

Él es un hombre muy jovial y tranquilo, mucho más bonachón que su mujer.

Desde que entablaron los saludos cordiales de vecinos, ella siempre fue más dada a conversar con la esposa de él, siempre se saludaban cordialmente y tenían una plática trivial de vecinos que se llevan bien. Él siempre fue amable pero nunca se excedió más allá de un saludo cordial. Sin embargo, él sentía una gran atracción por esta chica. No podía evitar sentirse atraído por ella aun cuando la belleza de su esposa superaba por mucho. Era una atracción muy fuerte. Siempre que podía la observaba, tan jovial, tan alegre y sobretodo tan sexy.

En más de una ocasión se pudo notar el nerviosismo que le producía a él cruzar miradas con ella, y también, entonaba un poco de picardía cuando lograba verla o saludarla cuando se encontraba solo. Eso le causaba bastante curiosidad a ella.  

Ella también sentía bastante atracción hacia él, empero, nunca cambió el comportamiento de ninguno. Ella respetaba a su vecina.

Todo marchaba igual hasta que un domingo, cayó una tormenta muy fuerte en la ciudad, ella iba llegando a la casa y se percató que se le habían olvidado las llaves. Ella le marcó a su arrendadora, pero estaba fuera de la ciudad y no había nadie en la casa. Como pudo, se resguardo bajo un toldo de la casa de junto.  Sin poder hacer más decidió esperar un rato a que llegara algún compañero de casa.

Al paso de 5 minutos, comenzó a granizar violentamente. Ella se empezó a preocupar porque el toldo ya no me servía para evitar la golpiza aérea.

Miró hacia la casa de los vecinos guapos y decidió tocar el timbre pues, necesitaba refugiarse en algún lugar mientras cesaba la tormenta.

Tocó el timbre un par de veces. Pasando 2 minutos, El abrió la puerta.

Ella: -“Hola vecino, discúlpeme la molestia. Me podría dejar pasar en lo que se calma un poco el clima. Es que estoy aquí afuera y no puedo entrar a la casa.”

El: -“Si claro, pásale. ” – Le contestó, esbozando una sonrisa muy apacible.

Al entrar a la casa ella se quedó en el recibidor. Él se fue unos momentos y regresó con un par de toallas grandes. Ella estaba empapada y muerta del frio. Una toalla se la ofreció para que se secara y la otra, la envolvió alrededor de ella.

El: -“Toma, para que te tapes. Debes estar muriendo de frio”.

Ella: -“¡Ay qué pena! De verdad, se me cae la cara de vergüenza”.

El -“No te preocupes a todos nos puede pasar, para eso estamos los vecinos”.  Terminó la frase con una sonrisa de oreja a oreja. Que ella no pudo dejar de admirar. Para no ponerse nerviosa, le comenzó hacer plática.

Ella: -“Y Nayeli… ¿Dónde está?”

El: -“Se fue de vacaciones con los niños, yo les iba alcanzar hoy pero, tuve que quedarme a hacer unos pendientes y ya no puedo ir.”

Eso último que dijo, en cualquier idioma, en cualquier país, en cualquier cultura, hace que a cualquier persona se le erice la piel.

El: -“Bueno, estaba preparando algo de comer antes de que tocaras el timbre. ¿Gustas comer?”

Ella: -“Pues, la verdad si me muero de hambre jeje. Hoy si soy una damnificada de verdad”.

El: -“Jajajajaja no digas eso, menos mal que siempre estamos tus vecinos para ayudarte en lo que se pueda”. Le da unas palmaditas en el hombro.

 

Ella le ayudó a acomodar la mesa y a servir la comida. Comieron juntos una exquisita porción de espagueti a la boloñesa acompañándolo con una buena botella de vino. Los dos se la estaban pasando muy bien. Descubrieron que ambos son muy divertidos y alegres.

Siguieron tomando vino cuando ella comenzó a estornudar. Inmediatamente él comentó:

El: -“Ay, creo que te hará daño el haberte mojado así. Mmmm, si quieres puedes ducharte con toda confianza”.

Ella: - “Ehhh, no tengo ropa seca. Jajaja”.

El: -“Ya sé, hay ropa de Nayeli que ya no usa, si quieres puedes usarla pero, que no se entere porque me mata”.

Ella: -“Ok, está bien. Gracias”.

Le trajo una blusa, un pantalón y una chamarra para que se cambiase. Acto seguido, se metió a bañar.

Ya en la ducha, ella se sentía bastante nerviosa por las circunstancias que se habían generado, además, de recordar que ese hombre le atraía bastante y no podía evitar que la situación le provocara mucha tentación. Ella trató de relajarse y disfrutar de la ducha, despejando los malos pensamientos y el agua recorriendo su cuerpo estaban haciendo que surgiera efecto y de repente, se abrió el cancel repentinamente.

Allí estaba él, el hombre que me le atraía tanto, desnudo frente a ella. En cuanto él abrió el cancel, se le abalanzó a si boca, la besó tan efusivamente que no pudo reaccionar y cuando pudo hacerlo, ya se encontraba correspondiendo los besos apasionados.

La tomó de las manos y la aprisionó contra la pared. Con una mano sujetaba las dos manos de ella y con la otra recorría sensualmente su cuerpo de arriba abajo. Acariciaba los pechos, su cintura, sus caderas, sus piernas. Él destilaba mucha pasión con cada beso y caricia que le daba.

En un arrebato de lujuria, la cargó colocando sus piernas alrededor de su vientre y se la llevó así hasta su recámara. La recostó en la cama y secó su cuerpo meticulosamente con una toalla. Lo hacía minuciosamente. Él observaba detalladamente el cuerpo desnudo frente a él, al mismo tiempo, hacía gestos excitantes y con un destello de incredulidad como si no creyera que estuviese sucediendo de verdad. Para ese momento ella también estaba totalmente perpleja.

Le besaba el cuello, los pechos, el vientre, las piernas. Recorría todo su cuerpo con sus labios, pero siempre se esmeraba en comerse los senos. Se quedaba un rato allí. Los dos se estábamos excitando demasiado. 

Él se colocó boca arriba en la cama y ahora era el turno de ella para disfrutarlo. Besó sus labios ahora si con el deseo liberado, besos tranquilos pero sensuales, un poco picaros, un poco juguetones.

Fue recorriendo su rostro hasta llegar a la oreja, la cual disfrutó besándola, lamiéndola, mordiéndola hasta que su respiración comenzó a agitarse un poco más.

De allí, bajo por su cuello sensualmente, quería disfrutar cada centímetro. Fue bajando de tal manera que ella quedó en posición diagonal, con la cabeza cerca de la pelvis de él y sus caderas a la altura de los hombros de él.

Bajo hasta su miembro y comenzó a lamerlo. Lamió el glande, lo cual ocasionó que a él se le erizara la piel. Poco a poco fue deleitándose con su miembro con la boca, lengua y manos.  El comenzaba a gemir fuerte. Estuvieron así un rato hasta que se le alocaron las hormonas y de un impulso, él tomó las caderas de ella caderas al mismo tiempo que se incorporaba un poco de tal manera que ella quedó inclinada de cabeza, él sólo rodeó con un brazo su cadera y comenzó a comerle la vagina. La lamía de un extremo a otro, chupaba el clítoris, introducía lujuriosamente su lengua y la movía tan bien que le hacía ver estrellas. Ambos se extasiaban y se ponían cada vez más intensos. Introducía frenéticamente los dedos en su vagina, mientras mordía y chupaba el clítoris. Ella excitada le devolvió el favor, chupándole el pene mientras le manoseaba intensamente los testículos. Él ya no pudo más. En un ataque de frenesí, de un movimiento, la levantó y la colocó en cuatro en la cama, de una embestida la penetró completamente. Fue una embestida tan gloriosa que ella comenzó a gemir. Iniciaron el vaivén de pasión, se la cogía de una manera tan exquisita, tan intensa y tan feroz que parecían un volcán en punto de erupción. La bombeaba duro e intensamente, la tomaba de las caderas y aceleraba las embestidas.

Estando así en cuatro, levantó sus piernas, quedando ella inclinada y suspendida de la parte inferior de su cuerpo. Tomando de impulso las piernas de ella para aumentar más la velocidad y la fuerza de las arremetidas. Ella sentía que se quemaba por dentro. Ambos eran un torbellino de lujuria. Ambos gemían y gemían de tanta excitación y de tanto placer. Él siguió aumentando más y más de intensidad hasta que no pudo más y ella tuvo un orgasmo. Fue tanta la fogosidad que sintió él que también se corrió, gimiendo con ferocidad al expulsar su semen.

Se corrió, pero, su miembro seguía erecto. Sin sacarle el miembro, la giró quedando frente a él. Se irguió quedando sentado sobre sus pantorrillas y ella encima de sus piernas. Sus miradas se juntaron. Él la veía con mucha ternura y al mismo tiempo con mucha excitación.

Se besaron tiernamente, sensualmente.

Estaban disfrutando verdaderamente del momento. Se acariciaban apaciblemente sus rostros.

Él acariciaba su rostro, sus labios, sus senos, los besaba tiernamente. Él seguía dentro de ella. Ella aprovechó el momento y comenzó a mover su cadera, en un vaivén suave, sutil. No obstante, la calentura tiene mecha corta. Poco a poco fueron subiendo de intensidad al punto de devorarse a besos, caricias y con el vaivén. Él le devoraba las tetas, las mordía, las chupaba con deseo, las besaba y apretaba fuertemente. Parecía que quería arrancárselas con las manos, con la boca, con los dientes, con los dedos. Ella también estaba enardecida, le comía la boca, le mordía el cuello y los hombros mientras seguía cabalgándolo más y más rápido. Estaban envueltos en una atmósfera de pasión.

Fueron subiendo y subiendo de tono hasta a él se le disparó la fiera y, súbitamente, se puso de pie, sin dejar de cargarla, sin salirse de ella y sin dejar de cargarla; la estampo contra la pared de la recámara, situada frente a la cama. La aprisionó totalmente, aplastándola con su cuerpo, la tomó de las caderas y la siguió penetrando muy muy intensamente, con una pasión desorbitante. Cada vez arremetía era con más vigor. Ella sentía que se iba a desmayas de tanta intensidad.

Era tanto la excitación que le producía a ella que lo mordía fuertemente, lo jalaba del cabello enérgicamente   que parecía que se lo iba a arrancar. Él seguía así con el mismo fervor hasta que pegó un gemido seco y feroz, el cual anunciaba evidentemente que estaba por correrse.

En seguida del gemido, soltó el primer disparo de semen y no dejó de arremeter hasta que terminó de correrse. Fue tan desorbitante que ella tuvo un segundo orgasmo. Ambos respiraban agitadamente y trataban de calmar sus respiraciones.

Él le besó el cuello, su hombro y recargó su cabeza en este sin salirse de ella. Allí se estaban los dos recargados.

Poco a poco fueron desacelerándose, recuperando el aliento.

El soltó un suspiro seco y electrizante en el cuello de ella. Se incorporó y sacó su miembro de ella. Le soltó las piernas. Le levantó la cara y la besó tiernamente.

El: -“¡Uffffff por poco me da un paro cardiaco! Casi me dejas al borde de la locura”.

Ella: -“Y tu casi me dejas sin cadera”

El: - “Jajaja. ¡Ay! Es que me despertaste las bestias. Por cierto, bestias que desconocía.”

Ella: -“Jajaja. ¡Uy! Mira ya he dejado de llover.”

El: -“Si el tiempo se pasó muy rápido”

Ella:-“Si bastante, entretenido sobretodo jaja. Creo que ya me tengo que ir”

El: -“No te vayas. Quédate”

Ella: -“¡Ejem! La verdad, no creo aguantar otro”

El: -“Jajaja sinceramente yo tampoco. Sólo que no me quiero quedarme aquí solo pudiendo tenerte aquí conmigo.”

Ella: -“Pues, sólo si me cargas hasta la cama, porque no creo llegar, jeje”

Y como si fuese una princesa, la cargó hasta la cama, la recostó y la cubrió con la cobija. Él se acostó atrás de ella tapándose con la misma cobija. La rodeó con sus brazos, la besó dos veces en los labios y una vez en la frente. Ambos quedaron dormidos.

Continuará…

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