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Fornico por segunda vez a una puta, que no me cobra

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El apartamento donde acudí a joder, no estaba lejos del apartamento donde residía esos días, pero si estaba lo suficientemente lejos como para llegar empapado a casa y arruinar mis vacaciones. Entonces, pensé que lo mejor era volver y llamar.

—Hola Mónica, soy Matt —anuncié yo— ¿puedes abrirme para que no me moje? —añadí.

—Sube. Sube y hablamos —manifestó Mónica.

Llamé al ascensor y me introduje en él. Pensaba estar 20 minutos y esperar charlando con esta golfa madura que me dio morbo y era una zorra viciosa de cojones.

—Adelante, adelante… —enunció Mónica.

—¿tienes algo que hacer?, te lo digo por… —inquirió Monica.

—No. ¿porqué? —examiné.

—El tanga ese que llevas me ha dado mucho morbo y cuando te lo he visto ha aumentado mi cachondez y lujuria —expuso Mónica.

Mónica vestía provocativamente, un mini vestido de tirantes rojo que le llegaba hasta el comienzo de las piernas y que le marcaba su voluptuoso y prominente pandero, así como unas sandalias de tacón de aguja color champán, que le daba un aire de putona lasciva y provocadora.

Según entro, la golfa de Mónica me llevó otra vez a su habitación, me empujó sobre su cama y empezamos a comernos a besos con lujuria y depravación, mientras yo le acariciaba su lascivo pandero y ella buscaba con ahínco lujurioso mi verga de macho.

—¡qué bueno estás cabrón!, ¡ese tanga que llevas me ha vuelto loca, hijo puta! —gemía Mónica libidinosamente.

—¡me encantan tus tetas, Mónica!, ¡estás muy rica, zorra! —bramaba yo lujurioso.

—¡déjame lamerte!, ¡ese perfume que gastas me ha puesto el chocho loco! —berreaba Monica con lascivia.

—¡voy a comerte y chuparte hasta que grites de placer, guarra! —gruñía yo todo salidorro.

Mientras esta puta procaz de Mónica estaba encima de mí, se me empezó a poner duro el rabo y mientras ella se movía agitadamente, yo magreaba su pandero que me ponía cachondo.

Le subí el provocador vestido hasta la cintura para magrear ese pandero que me ponía cachondo y mientras la muy guarra gemía y jadeaba y soltaba palabras soeces, yo proseguía chupando sus tetas que me volvían loco.

—¡ricas tetas tienes, zorra!, ¡qué buena estás, puta! —jadeaba yo cual semental en celo.

La puta golfa Mónica se movía lenta y muy libidinosamente encima de mí, al tiempo que yo lamía sus tetazas y magreaba su culazo y ella también lo tocaba de la lujuria que tenía.

—¡que culito tienes, me gustaría follarlo, zorra! —graznaba yo todo salidorro.

Proseguíamos comiéndonos a besos hasta que la depravada fulana Mónica se levantó porque se percató que tenía una erección prominente.

—¿qué es lo que tenemos aquí?, ¡que bulto tan gordo tienes, cariño! —bramaba Mónica toda cachondona— ¡Dios mio, que duro lo tienes! —añadió Mónica toda viciosa.

La guarrona viciosa y depravada Mónica agarró como loca mi rabo y se lo metió en su golosa bocaza de fulana provocadora y gozaba con cada milímetro de mi rabo de macho, al lamerlo lenta y lujuriosamente para que yo gimiera como un cabrón depravado. La muy zorra alojó mi pollón hasta la base en su bocaza y magreaba mis gordos cojones y me los magreaba para que yo disfrutara de la cópula bucal que la estaba pegando a esta puta puerca.

—¡me pones muy cachonda, cabronazo!, ¡me gusta tu duro rabo, bribón! —gemía Mónica muy sicalíptica.

La puta zorrona Mónica se deleitaba al tragar mi enhiesta pero dura verga y subía y bajaba su cabeza y yo no paraba de rezongar y bufar de lascivia.

—¡wow, yeah!, ¡que gustooo meee dasss, guarrraaa! —bramaba yo muy caliente.

Mónica no paraba de devorar, chupar y engullir mi rabo y meneaba su cabeza arriba y abajo y yo me enardecía y excitaba del bucal placer tan obsceno que esta puta zorra me producía.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡ah!, ¡ah! ¡ah! —berreaba yo todo jadeante.

La ramera lasciva engullía mi enhiesta verga como si lo necesitase, pues estaba tan enardecida y emocionada que no paraba de hacérmelo.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡que gustazoo, puta! —bufaba yo todo salidorro.

—¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop!, ¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop!, ¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop! —chupaba enloquecida Mónica.

Yo permanecía bufando, resollando y gimiendo, todo corrido de gustirrinin ya que la putona Mónica me estaba matando de regusto sexual.

Mónica mamaba embelesada y extasiada con vivacidad, placer, satisfacción y deleite mi enhiesta verga y volvía a pajearme e introducir mi gorda polla para volver a lamer, relamer, lengüetear y mamar mi caliente rabo.

La muy guarrona al estar ya despojada de su depravado y obsceno tanga de fulana se abrió de patas, para que mientras mamase toda loca mi polla, y pudiese "dedear" su coño que ya estaba goteando de la calentura que tenía la muy cerda.

Paró de mamar como una furcia posesa mi rabo y se colocó debajo mío para que yo pudiese magrear y sobar sus tetazas de guarrona obscena.

—¡estoy muy mojada, bribón, quiero cabalgar sobre tu polla y correrme! —graznaba Mónica libertinamente.

—¡así, guarra, así!, ¡me pones muy caliente, puta! —bramé de lubricidad.

Después de estar cabalgando unos minutos sobre mi rabo, la puta Mónica se lo sacó para que yo lo rozara en sus nalgas y darme más morbo y ponerme aún más cachondo.

—¡así cabrón, me estás matando de gustazo! —resollaba Mónica salazmente.

Mónica seguía con mi rabo en sus entrañas y ponía una lasciva boca de corrida que me daba más morbo.

—¡amo tu polla, cabrón!, ¡me gusta tu rabo! —bramó Mónica jadeando.

Saqué unos minutos mi rabo del coño de esta soberbia putona de Mónica, pues me estaba poniendo más cachondo y no quería correrme.

—¡hija de puta, me estás poniendo como una moto, para ya, cerda! —chillé yo muy caliente.

La zorra Mónica me estaba poniendo a cien y no quería correrme pues notaba que de un momento a otro saldría toda la cremosa lefa de un momento a otro.

—¡soy tu puta de esta noche, haz conmigo lo que quieras, canalla! —resopló Mónica libidinosamente.

Volví a sacar mi polla de su hirviente coñargón de zorra, pues observaba que me iba a quemar el rabo y quería gozar más de su efervescente coño y no deseaba correrme tan pronto.

—¡puta!, ¡guarra!, ¡me vas a quemar el rabo!, ¡zorra!, ¡que caliente me pones! —bramaba yo calientemente.

Después de botar y botar con mi vergón en su febril chochazo opté por sacarlo y retomar la jodienda que me estaba gustando con este depravado zorrón verbenero y cambiar de posición.

—¡Monta, puta !, ¡me estás matando de gusto, guarra! —jadeaba yo muy salidorro.

La fulana Mónica cambió de posición y me daba la espalda y se apoyaba en la cama mientras tragaba con su muy agitado coñargón de guarra, toda mi polla enardecida.

—¡toma rabo, puta!, ¡toma rabo, guarra! —bramaba yo lujurioso.

—¡¡ah, sí métemela toda, cabrón !, ¡que follada me estas pegando canalla!, ¡oh, sí!, ¡dame rabo, cabrón! —vociferó jadeando Mónica.

Mónica estaba corrida de placer mientras yo taladraba y socavaba su muy efervescente coño de loba libidinosa y ella no paraba de soltar obscenidades.

—¡dame polla, maricón !, ¡dame polla!, ¡te la voy a comer, hijo puta! —jadeaba Mónica muy salidísima.

—¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop!, ¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop!, ¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop! —mamaba Mónica muy viciosa.

Mónica me comía el rabo con deleite y yo estaba en una nube sexual.

—¡Me pica el coño de deseo, cabrón!, ¡clávamela ya! —gritaba Mónica ardientemente.

Mónica se situó delante mía con las patas bien abiertas para que la jodiese bien y a lo bestia y la diera rabo sin parar.

—¡ah, sí métemela toda, cabrón !, ¡que follada me estas pegando canalla!, ¡oh, sí!, ¡dame rabo, cabrón! —vociferó Mónica jadeando.

—¡toma polla, puta!, ¡toma rabo, guarra!, ¡siente mi polla, zorra! —chillaba yo todo excitado.

La fulana Mónica parecía una máquina de jadear, rezongar y gemir y a mí me estaba matando del gustazo que me daba ese coño de Mónica que hervía más que el agua.

—¡cómo me pones, puta!, ¡me quemas el rabo, guarra! —aullaba yo viciosamente.

Saqué mi rabo de ese coño que me estaba quemando y decidí comerla el coño que me estaba gustando.

—¡oh, sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡qué ricoooo! —aullaba Mónica lascivamente.

Alcé la pierna derecha de Mónica y volví a joder ese muy bullente chochazo que me estaba volviendo realmente loco.

— ¡oh sí!, ¡oh sí!, ¡jode a esta puta zorra!, ¡soy tu jodida puta! —berreaba Mónica de puto placer.

—¡toma rabo, guarra!, ¡toma polla, puta! — graznaba yo muy vicioso.

Yo jodía sin parar el muy bullente chochazo de la fulana libidinosa Mónica, mientras toqueteaba sin parar el clítoris y la muy perra no paraba de gemir, ulular y resoplar del inmenso placer que le producía esta caricia.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí! —ululaba Mónica ya con los ojos en blanco.

Saqué mi enhiesta pero dura verga de su hirviente chochazo y mientras la dedeaba ella me comía el rabo con febril y encendida pasión.

—¡goza, guarra!, ¡chupa, puta!, ¡toma rabo!, ¡gózame! —bramaba yo muy salido.

—¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop!, ¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop!, ¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop! —mamaba Mónica viciosamente.

Después de estos lascivos toqueteos, por fin decidí darla más rabo a esta procaz fulana lasciva.

—¡que rico!, ¡dame rabo, cabrón!, ¡dame rabo! ¡dame rabo, cabrón!, ¡dame más rabo! —vociferaba Mónica muy salida.

Volví a comerla más el coño para ponerla más loca, pues esto parecía gustarle mucho más.

—¡oh, sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡que rico! —bramaba Mónica corrida de gustazo.

Después de haberla comido el coño y hasta casi volverla loca, retomé el metisaca que le había dado placer a esta fulana obscena y la estaba jodiendo de lado.

—¡jodeme!, ¡jodeme más!, ¡dame rabo, cabrón!, ¡jode a esta puta zorra!, ¡jodeme, cabrón! —chillaba Mónica lascivamente.

Dejé de darla rabo para tocarla el coño brevemente y que se pusiera a cuatro patas cual perra salida.

—¿quieres que te joda, zorra? —pregunté con lujuria.

—¡dame tu rabo, cabrón ¡, ¡jódeme, canalla! —bramó Mónica lascivamente.

La guarrona Mónica se puso a cuatro patas y no paraba de gemir, ulular y bramar con ganas de rabo.

—¡vamos, canalla!, ¡clávamela! —ordenaba Mónica calientemente.

— ¡toma rabo!, ¡gózame! ¡goza, guarra!, ¡toma polla, puta! —bufaba yo libidinosamente.

Mónica recibía mis empellones lenta y libidinosamente y gemía como una cerda a la que estuvieran matando de placer y lloraba del gusto que tenía al recibir mi taladrante polla.

—¡eres un hijo de puta traidor, me estás matando de gusto !, ¡eres un cabronazo!, ¡jodes como un actor porno!, ¡vaya rabo que tienes, maricón!, ¡me vas a romper! —jadeaba Mónica sin parar.

Yo taladraba sin parar el muy agitado y bullente coñargón de esta puta fulana de Mónica que me insultaba sexualmente y me enardecía y me estaba gustando su chabacana bocaza de zorra depravada en celo.

—¡eres un cabrón, Matt!, ¡me cago en tu puta madre, me estás matando de gusto, maricón!, ¡me haces llorar de gusto!, ¡qué bien sabes usar tu polla, cabrón!, ¡qué bien me estás jodiendo! —sollozaba Mónica corrida de gustazo.

Le daba más empellones y Mónica me insultaba más y más y eso me ponía a tope y me encendía y mientras taladraba su chochazo agitado, le daba azotes en las nalgas y eso parecía gustarla.

—¡eres un maricón!, ¡eres un cabrón, que bien jodes a esta puta guarra! —bramaba Mónica casi corrida de placer.

Yo continuaba dando golpeando con mi rabo a su bullente y profundo coño de loba libidinosa y la golfa obscena de Mónica proseguía y permanecía lanzando y soltando "ayes" de placer carnal al tiempo que bramaba palabras soeces que me ponían más cachondo y libidinoso y me impelían a poseer más ese profundo y agitado coño de Mónica.

— ¡métela toda la verga, métela!, ¡métela!, ¡uuuuuuuuuhhh!, ¡aaaaaah!, ¡métemela toda!, ¡métemela, cabrón!, ¡así toda!, ¡que rico! —aullaba Mónica de placer.

Le di a su coño los últimos empellones y me corrí echando mi cremosa y pastosa lefa en las nalgas de Mónica.

Finalmente, me vestí y allí la dejé con su careto de loba en celo con cara de haber disfrutado a tope.

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