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Adela (2ª parte)

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"La primera mujer es la que más se recuerda, el primer contacto es el que dirige tu vida sexual para siempre".

―Ven― me dijo tomándome de la mano― vamos a mi dormitorio, esto que hemos comenzado no se puede quedar así. ¿Quieres que te enseñe como se hace el amor con una mujer?

―¡Claro que sí! ―Respondí― tomando su mano.

―Trae tu ropa, vamos, vamos estoy muy ansiosa, quiero sentirte dentro de mí y que sientas lo mismo,

―Pero Yo, yo no lo he hecho nunca,

―Está bien, siempre hay una primera vez y esta es la tuya ―me contestó― ¡aprovéchala!

―Adela...

―No digas nada, solo ven conmigo, sígueme

Mientras recogía mis ropas pude ver como ella levantaba el bikini rojo y se limpiaba las manos con él.

―Estoy dejando tu leche en esta trusa para que juguemos después ―me indicó― vamos a llevarlo con nosotros. Tomó su bata y comenzó a caminar, no pude dejar de apreciar su cuerpo al subir por las escaleras. Ver el movimiento de su trasero me ponía otra vez con ganas. Mi miembro comenzaba nuevamente a pararse, esos glúteos carnosos, apetitosos, respingados, no podía quitar mis ojos de tamaño espectáculo, deseaba poder tocarlo, lamerlo, besarlo, en fin poseerlo, me estaba convirtiendo en un animal insaciable. ¡Cómo despertaba Adela mis instintos más naturales, perversos y animales! ¿Se imaginan un muchacho de 18 años confrontado con esta realidad?

―¿Te gusta no? ―me preguntó― poniendo sus manos en los glúteos y separándolos para poderle ver el orificio marrón sobre el cual pasó uno de sus dedos― es todo tuyo ―me dijo, para añadir― si es que puedes con él.

No sé a que se refería, pero de lo que sí estaba seguro es que le manosearía todo el cuerpo, incluyendo por supuesto, su culo.

―Adela― le respondí― no voy a perder esta oportunidad de oro que me das, eres lo más bello que me ha pasado y pienso vivir esta experiencia al máximo.

―Bueno, siéntate en la cama, veo que tienes tu polla como debe ser, eso merece un premio ―dijo entrando al dormitorio―  aproveché para poner la ropa en una silla que había en la habitación junto con el bikini rojo― No, mi calzón ponlo en la mesa de noche ―me ordenó― con una voz meliflua, con una voz incitante, ardiente, lujuriosa.

Me senté en el borde de la cama, frente a ella, mis ojos no dejaban de mirar su sexo cubierto por vellos color negro que me brindaba una vista única. Yo buscaba ver su coño, ver su almeja en su totalidad, no podía y me desesperaba, subí la vista hacia sus senos, sus pezones estaban erguidos, paraditos, no soporté las ganas y acerqué mi boca a ellos, tomé el derecho y comencé a besarlo, lamerlo, succionarlo, su sabor era especial, mezcla de sudor y de perfume. Trataba de meter todo su seno en mi boca ‘Qué ricas tetas tienes! Me las comería toditas ―le decía― mientras mi mano se perdía en su entrepierna, tocando su sexo, abriendo los labios para poder meter mis dedos ―algo que Helena me había enseñado muy bien― pude sentir toda la raja abierta, sus labios estaban hacia fuera, toqué la piel de ellos, mojados, delgados, y pude meter mi dedo en su vagina, en su abertura, en su coño, lo metí hasta sentir la piel interior de esa cavidad suave y húmeda.

―¡Ay! Miguel, que rico haces eso, pero no sigas, no quiero volver a venirme, no todavía, espera, te voy a hacer algo que te va a gustar, diciendo esto se separó de mí y se arrodillo en el piso. Tomando mi miembro con su mano lo acarició uno, dos y tres veces y se metió la verga en la boca. ¡Qué boca!, se tragó de frente la mitad de la misma. Subía y bajaba con su boca adherida a mi verga, chupando y mojando con su saliva el tronco. Es muy grande ―me dijo. No puedo ponerla toda en mi boca, siento que me ahogas, que rica pija tienes, me gusta, me gusta mucho, hace mucho que no doy una buena mamada ¿Te gusta amorcito?

―Me encanta ―le contesté― pero creo que me voy a correr muy rápido, estoy muy excitado

―No, no te voy a dejar venir, tengo otra idea para ti. Diciendo esto volvió a poner mi verga en su boca y, con el dedo índice y el pulgar, empezó a presionar la base de mi pija; como por arte de magia, ese gustito que aparece cuando uno está por ayacular se pasó de inmediato, mientras ella seguía chupando, pasando su lengua por todo el tronco, jugando con el glande, tratando de meter la punta de la lengua en la abertura del glande, haciendo caer saliva por toda la pija. Le tomé la cabeza con mis manos y comencé a apretar su boca contra mi verga, se separó de inmediato y me dijo ¿Me quieres ahogar? Déjame que te lo haga como yo sé, no seas glotón, bajando su boca otra vez. Volví a tener las ganas de eyacular.

―Adela me vengo, se me viene ―en el glande se veían claramente las gotas del líquido que sale antes de la eyaculación― no aguanto y, otra vez, apretó la base de la polla con fuerza, pasándose nuevamente las ganas de venirme tomando con su lengua, glotonamente el líquido seminal que había en la cabeza de mi miembro. Así estuvimos dos veces más hasta que ella me dijo: Ahora vas a hacer lo mismo conmigo. Se levantó y me pidió que me echara de espaldas en la cama, Se subió sobre mí colocando su sexo en mi boca y su cabeza en mi polla, estaba haciendo la 69.

―Quiero que me pases la lengua por toda mi chucha ―me dijo― sobre todo en la parte de arriba. Diciendo esto con su mano me enseñó donde quería que le hiciera ―yo ya sabía donde, en el mismo sitio que Helena me pedía siempre― Su sexo era grande, mucho más grande que el de Helena, al principio no me dio esa sensación porque estaba cubierto por los vellos pero al tenerla frente a mis ojos se mostró en toda su magnitud. Sus labios carnosos invitaban al beso. Sus labios interiores caían hacia fuera, colgando como si fuesen las hojas de una rama, arrugados y mojados invitando a lamerlos. ¡Qué diferencia con el sexo de Helena! Quien tenía la cosita más linda que se pueda ver. Una rajita pequeña con sus labios carnosos como los de su madre pero cerrados, sus labios interiores ocultos por la unión de los labios mayores que solo permitían ver la línea de la raja.

―Vamos amorcito pasa tu lengua en círculos sobre mi clítoris y mete dos dedos en mi chucha. Hazlo. Sí, así, suave, suave, tu lengua muévela ―el clítoris estaba mojado y era grande, me daba la impresión que era del tamaño del miembro de un bebé, porque al jalar hacia atrás la piel que lo cubría, salió una cabeza y un tronco que podía, por su tamaño, ponerlo en mi boca. Me dediqué a lamerlo y apretarlo con los dientes. El olor que emanaba de su sexo era penetrante, fuerte, lo sentía en mi nariz y lo aspiraba con delirio, ¡Qué olor! mezcla de todo, de su excitación, de su humedad, de sudor, de deseo. Que diferencia oler el sexo de una mujer al de una jovencita. Es un olor muy peculiar, te excita, te incentiva, te recorre por todo el cuerpo, te marea y te embriaga, te carcome el interior del cerebro. Ese olor penetrante hacía que mi miembro se pusiese más duro que de costumbre, hacía palpitar mi glande y lo ponía como un bulbo, lo sentía más hinchado que de costumbre y ¿su sabor? ¡Que delicia! mezcla de todo, de secreciones vaginales, de fluidos, mixtura de sudor y de orines, de sabor de hembra lujuriosa, de hembra que necesita que la satisfagan, que la posean, que la hagan llorar de placer.

―Ay, Miguel, por favor, no tan fuerte, chúpalo, cómetelo, me estás matando, me vas hacer venir ―interrumpió mis sensaciones y pensamientos.

Volví a pasar la lengua dándole un descanso, no quería que se viniese tan rápido, quería que me siguiera mamando. Cuando sentí el calor de su boca en mi pija y sus dientes apretando como yo le había hecho, un escalofrío corrió por todo mi cuerpo. Sentí que allí mismo me vaciaba, en eso Adela se separó de mi pija diciéndome:

―Mete dos dedos, quiero enseñarte algo que nunca olvidarás y que siempre harás. Al meter tus dedos trata de llegar al fondo de mi canal y desplázalos a la izquierda, hacia arriba, como quien viendo un reloj se coloca en la posición de las 10 horas, luego comienza a frotar tus dedos contra la pared superior de mi chucha hasta que encuentres una zona rugosa que se diferencia de todo el interior del canal que es suave. Esa zona rugosa es el punto de máximo placer de la mujer, claro que, con el tamaño de tu pinga lo tocas, pero no es tan efectivo como cuando lo haces con la mano y, simultáneamente me lames el clítoris, así, de esa forma me provocarás el polvo más delicioso que pueda tener.

Dediqué unos momentos a pasarle la lengua por toda la raja, dando lengüetazas hacia arriba y hacia abajo hasta que una idea se apoderó de mi mente: Pásale la lengua por el culo, hazlo, me ordenaba el cerebro, mi lengua obedeció las órdenes y fue desde la chucha hasta el ano. Su textura rugosa, su sabor amargo, le lamí los pliegues del costado de su esfínter y metí mi lengua.

―¡Qué haces Miguel! No, no lo hagas. OH, me estás arrechando mucho, no seas malo amorcito, méteme los dedos en la chucha, después de daré el culo, hazme venir, no lo aguanto más

Metí mis dedos e hice lo que me indicó, los frotaba por todas partes, estaba totalmente húmeda, caliente. Mis dedos se resbalaban, presioné un poco más y volví a buscar la zona rugosa, después de unos segundos la encontré y comencé a frotarla varias veces hasta que......

―Ay, mi amor, sigue, sigue, me corro, no te detengas, hazme más, ya, ya me estoy viniendo, te voy a mear todito, Ay que rico...

Salió un chorro de líquido de su sexo, no del interior de su chucha, sino de más arriba, del agujero por donde orina. Creí que me orinaba, era tal la fuerza y la cantidad que me agarró desprevenido. Me ahogaba, el líquido ingresaba a mi cuerpo no solo por mi boca sino por mis fosas nasales también. Me entró pánico, no podía respirar y Adela juntaba sus piernas contra mi cara haciendo más difícil mi situación. No me quedó sino con mis manos levantarla y sacar mi cabeza de allí por un instante para tomar aire. No fue un momento que uno pueda decir ¡Qué fantástico! Pero fue algo nuevo ―nunca Helena me había dado un polvo con tal fuerza, siempre o casi siempre cuando ella eyaculaba la cantidad de líquido lo podía tragar sin problemas― estaba toda mi cara y cabeza mojadas, mi pecho y la cama, ¡Qué bárbaro!. Mientras todo esto ocurría Adela había dejado mi pinga de lado y se había puesto a gozar. Con el susto mi mimbro había perdido su rigidez. Me dolían las bolas, quería venirme, pero Adela no reaccionaba.

―Adela, mi amor ―le dije― ¿Estás bien? Dime por favor como te encuentras. A mí me parecía que había perdido toda noción de tiempo y espacio

―Perdona amorcito ―contestó como si estuviera despertando de un sueño profundo― ¡Qué rico me has cachado! ¡Qué forma de cogerme! Me has hecho dar el polvo más rico de mi vida. Eres un mocoso peligroso, sucio, terrible. Eres un demonio teniendo sexo, Quiero que me caches todos los días, quiero que me hagas darme los polvos como ahora. La chucha me está palpitando, quiero más

―Yo sigo haciéndotelo siempre y cuando me saques a mí también un buen polvo

―Disculpa amorcito, me olvidé de ti ―diciendo esto se metió mi polla en su boca y comenzó a mamarla― por mi parte volví al ataque con mi lengua. Era impresionante sentir como su clítoris se ponía duro cuando lo lamía y, después de unos segundos, al volver a soltar sus flujos, el clítoris volvía a estar flácido. Mientras ella me chupaba la verga pude contar 8 emisiones, hasta que no pude más.

―Adela, hazlo más rápido me voy a venir, sigue, sigue, te la quiero dar ―Podía ver a través de sus piernas la velocidad con la que subía y bajaba la cabeza, mientras las gotas de sus jugos caían en mi cara, ¡Qué espectáculo! ¡Qué morbo!― Más rápido mi amor, por favor le dije― Aproveché para pasar mi lengua nuevamente por su trasero, esta vez abriendo sus glúteos con mis manos y tratando de meter mi lengua en su trasero, no lo conseguí porque me vine en ese intento. Empecé a soltar chorros de leche desde mi miembro en la boca de Adela. Solo sentía como su boca estaba quieta apretando el tronco de mi pinga mientras esta eyaculaba, me dejé ganar por el placer, cerré mis ojos y me quedé sintiendo un placer enorme. Adela seguía con mi pinga en su boca. Ahora la volvía a chupar, a lamer la cabezo como quien quiere dejar algo reluciente y pasa sobre la superficie una y otra vez el elemento con el que limpiaba, hasta que terminó y se levantó. Abrí mis ojos para verla.

―Corazón ―me dijo― pásame el bikini que está en la mesa de noche ―lo hice y pude ver como se limpiaba la cara con él. Había semen en su barbilla y en su pecho. Pasando el bikini por esas partes recogió cada gota de semen que tenía― ¿Te gustó la mamada? ―me preguntó.

―Por supuesto ―le contesté.

―¿Y la mía?

―Para ser primera vez que lo hago ―respondí― parece que apruebo la materia.

―¡Claro que sí! ―diciendo esto se sentó en la cama, porque hasta ese momento estaba parada, y se comenzó a poner el bikini rojo― Ahora nuestros jugos están mezclados ―me dijo―. Todavía te falta otra lección y depende de ti si es ahora o después. Me refiero ―me dijo― a que metas esa hermosa pinga en mi chucha, la quiero tener toda dentro de mí. ¿Qué quieres que haga?

―Podemos descansar un rato, tomar algo y, luego, Tú ya sabes que hacer.

―¿Te quedan ganas todavía?

―Te dije que ese culo que tienes va a ser mío ¿o no?

―Si mi amor, sí, te lo voy a dar, pero después. Ven vamos a darnos una ducha y bajemos a comer algo, además tengo ganas de orinar y quiero que me veas, me arrecha la idea de que me toques mientras orino ¿Quieres?

―Mira Adela, todo lo que quieras hacer lo haremos. Creo que tenemos hasta la tarde para continuar cachando, así que dime todo lo que quieras hacer, Yo te seguiré.

 

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