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Esclava del demonio

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-¿Dónde está el dinero?

-Ya os lo he dicho -contestó el padre intentando mantener la calma- No guardo ningún dinero en casa. Por eso pagó todo con cheques. Lo sabe todo el mundo

-No, lo que sabe todo el mundo es que estás forrado. Así que dime, ¿Dónde guardas el dinero?

-Ya te lo he dicho, yo...

La bala acabó con la vida de su hijo pequeño, un bebé de apenas 3 meses. Sus sesos tiñeron de rojo el pijama blanco de la muchacha que lo sujetaba entre sus brazos.

-¿Y bien? ¿Vas a hablar ahora o tengo que matar a alguien más?

El padre aún no podía creerse lo que acababa de ver.

-¡Eres un ser despreciable¡ ¿Cómo te lo tengo que decir? ¡Aquí no tengo ningún dinero!

El hombre que había hablado hasta ahora, se sentó tranquilamente en el sofá mientras su compañero seguía apuntando a todos los demás

-¿Qué vamos a hacer ahora?

Echó un vistazo a su alrededor. La familia estaba compuesta de dos abuelos, el padre, la madre, y cinco hijos, tres hijos, el bebé ya muerto, y un verdadero bombón en forma de hija mayor.

-Casarme con su hija.

-¿¡Qué!? -preguntó el padre.

El hombre se acercó despacio a su futura mujer, que aún sujetaba en sus brazos a su hermano muerto.

-¿Eres religiosa, verdad?

La chica no contestó.

-De las que creen en llegar virgen al matrimonio, de las que no mienten, de las que no se hacen ni una paja... Y de las que no se suicidan.

Se colocó detrás de ella y metió su mano por debajo de su pantalón y de sus bragas. La acarició con las yemas de sus dedos. La chica enseguida respondió.

-Miguel, mátalos a todos. De uno en uno, despacio.

Mató primero al padre, y luego a uno de los hermanos.

-Ya se ha corrido la muy guarra. Menudo coño tiene.

Estaba disfrutando como una guarra mientras mataban a toda su familia delante de su vista. Cuando todo acabó con la muerte de su madre, alcanzó el orgasmo.

-Joder, que pedazo de guarra te has buscado.

Sus piernas no pudieron sostenerla más y cayó en el suelo.

-Ves a buscar una correa de los perros. Esta chica tiene saber desde ya cuál es su nueva posición en el mundo.

La ataron como a una perra mientras enterraban a su familia. Al terminar el trabajo, ambos hombres se pusieron delante de ella.

Ni siquiera tenía fuerzas para hacerse un ovillo.

-¿Qué dice la biblia? Que no se debe derramar ni una gota al suelo. Así que será mejor que abras la boca.

-No pienso hacer nada. Si me metes la polla (se dio cuenta de que era la primera vez en su vida que de sus labios salía una palabra tan fea) te la arrancó.

-Vaya, si tiene dientes.

-Me gustan así.

Metió de nuevo su mano debajo de su pantalón. La perra no tardó en correrse de nuevo ante las caricias. Comenzó a acariciar su cara.

-Abre la boca.

-No, no, no.… no...

Lo hizo despacio no había ninguna prisa. Sacó su enorme polla al aire y empezó a acariciar la cara de la perra con ella. Y sus labios.

Era el primer beso que la daban en su vida. Y comenzó a usar la lengua.

La descarga de semen no tardó en llegar, pero eso no la importo. Quería más, y como si hubiera nacido para ello, le hizo la mamada de su vida a un hombre que se pasaba la vida de mujer a mujer, de puta en puta.

Tras terminar, ambos amantes quedaron exhaustos.

-Ha sido increíble. He estado a punto de correrme y eso que sólo lo he visto... ¿Me dejas...?

-No, te la arrancaría a bocados. Pero puedes correrte en su cara.

-¿Estás seguro de eso?

-Totalmente. Pero puedes hacer la prueba si quieres.

Miguel se colocó delante, dispuesto a... Pero en cuanto vio los ojos llenos de odio y el pijama blanco teñido de sangre de la chica, se lo pensó mejor.

Sacó su polla y comenzó a pajearse. La chica no se movió y su preciosa cara quedó bañada en semen.

-¿Puedo mearme encima de ella? Siempre he querido mearme encima de una chica de estas.

El hombre pensó un momento.

-¿Cuál es tu nombre, perra?

La chica abrió los labios para responder, pero en seguida se dio cuenta de que su antiguo nombre no significaba nada.

-Me llamo perra.

-Buena respuesta. Puedes orinarte encima de ella, Miguel. Y perra, abre la boca.

La perra obedeció despacio, pero lo hizo. Jamás en toda su vida se había sentido más sexy, ni más dueña de su propia vida. Toda su vida había sido esclava de Dios, ahora era la esclava de un demonio.

Miguel simplemente no pudo hacerlo.

Ambos se rieron de él.

-Quita de ahí, anda. Mira como se hace.

-Puedes... Puedes decirme tu nombre.

-¿Mi nombre?

-Yo ya te he dicho el mío.

El hombre sonrió

-Eso no lo sabe nadie -dijo Miguel- Todo el mundo le conoce como el demonio.

-Y ahora, te voy a bautizar.

La orina no tardó en bañarla e inundar su boca. Nunca había probado una bebida mejor.

(9,10)