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No soy gay pero me culearon entre cuatro (2)

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Dos días después tía Olga volvió a mandarme a hacer una compra en el almacén de don Manuel y entonces debí pasar otra vez ante don Cosme que, como de costumbre, estaba sentado en la puerta de su casa. Otra vez las guarangadas, las obscenidades y las risitas que me obligaban a apresurar el paso. De lejos advertí que en la esquina estaban esos chicos, Tachero, Pipi y El Cabezón. Yo no podía evitar el miedo que me daban, pero aun con esa inquietud seguí adelante, por orgullo. Cuando yo estaba aproximándome a ellos dejaron de hablar y se colocaron formando una especie de semicírculo virtual en la vereda; Tachero junto al cordón, El Cabezón al frente y Pipi contra la pared. Al verlos y presentir el peligro quise girar sobre mí mismo y emprender la huida, pero no me dieron tiempo:

-¡Agárrenlo! –gritó El Cabezón mientras corría hacia mí y el miedo me paralizaba facilitándoles la captura. Se me echaron encima cercándome en un movimiento de pinza para sujetarme por los brazos y el cuello.

-¡Suéltenme! ¡déjenme! –grité desesperado y muerto de miedo.

-¡Quieto, nene! ¡quieto! –me exigían ellos mientras me arrastraban por la vereda. Yo rogaba que apareciera alguien para poder pedirle auxilio, pero la fortuna los ayudó y no nos cruzamos con nadie en el trayecto hacia la casa de don Cosme, que nos esperaba de pie junto a su silla.

-Acá lo tiene, viejo. –anunció Tachero mientras yo seguía forcejeando inútilmente tratando de liberarme.

-Muy bien, chicos, ¡muy bien! –aprobó don Cosme y abrió la puerta.

-Adentro. –ordenó y mis captores me soltaron para de inmediato empujarme al interior de la casa. Ellos entraron después de don Cosme, que cerró la puerta con llave y nos llevó por un pasillo estrecho hasta lo que resultó ser el dormitorio de la vivienda.

Don Cosme me tomó de un brazo y me arrojó hacia el interior de la pieza mientras yo sentía que el miedo se hacía un nudo en mi estómago y sólo podía balbucear sonidos ininteligibles.

Entonces El Cabezón dijo: -Don Cosme, usted se lo va a coger.

-Claro, para eso les pedí que me lo trajeran y les di ese dinero.

-Está bien, pero además de la guita (dinero) queremos otra cosa.

-¿Qué otra cosa?

-Cogerlo también nosotros. –dijo El Cabezón y los otros dos soltaron unas risitas siniestras.

-Por favor… -murmuré angustiado al tiempo que el viejo soltaba una carcajada.

-¡¿Y qué problema hay, muchachos?! ¡claro que le vamos a dar pija (polla) entre los cuatro! ¡jajajajaja!

-¡No! ¡noooo! ¡por favor, noooooo! –grité mientras intentaba, tontamente, ganar la puerta del dormitorio, pero Tachero me hizo una zancadilla y caí al piso.

-¿Adónde vas, pelotudo? (gilipollas).

-Echado boca abajo en el suelo volví a suplicarles entre sollozos.

-Dejá de llorar, putita, jejeje… Te vamos a romper ese lindo culo que tenés. –dijo don Cosme y ordenó que me desvistieran. Los tres lo hicieron rápidamente, con movimientos nerviosos mientras yo seguía rogando por una piedad que ellos estaban lejos de sentir. Probé con el viejo y su respuesta fue una burla desalmada: -Callate, putita, jejeje…

Cuando me tuvieron desnudo don Cosme les ordenó que me subieran a la cama mientras yo gritaba cada vez más angustiado ante lo inevitable de la violación. El viejo les indicó que me pusieran en cuatro patas: -Sujétenlo bien fuerte. ¿Quién empieza?

-¡Yo! –se adelantó Tachero.

-Bueno, esperá que voy a buscar una cremita, así se la metés sin problemas. –dijo don Cosme y un momento después, con todo listo para consumar el acto monstruoso, sentí la pija del hijo de puta contra mi orificio anal mientras Pipi y El Cabezón me sujetaban con fuerza. La pija comenzó a entrarme y entonces el dolor fue tremendo, tanto que me hizo gritar desesperado. Tachero empezó a bombear y yo seguía gritando mientras sentía que mis pobres nalgas podrían estallar en mil pedazos de un momento a otro. De pronto Tachero acabó entre gemidos y me echó varios chorros de semen en el interior del culo. Respiré aliviado por el fin del tormento, pero la pausa duró poco.

-Sigo yo. –se apresuró Pipi y lo sentí acomodarse entre mis piernas y apoyarme la pija en la entrada.

-Esperá. –Intervino don Cosme. –Lubricate la pija. -y advertí con el rabillo del ojo que le daba el pote de crema. Traté de prepararme mentalmente para ese dolor intenso que volvería a padecer. Me la metió de un solo envión, brutalmente, mientras sus manos crispadas se aferraban a mis caderas. Pipi debía tenerla más grande, porque el dolor fue más intenso que con Tachero. Yo gritaba y lloraba al mismo tiempo mientras por momentos don Cosme reía.

-Qué floja que sos, putita, jejeje… -le escuché decir y la humillación por ese ominoso tratamiento que hería mi masculinidad fue tan dura de soportar como el dolor que me causaba la pija de Pipi. Poco después el pelirrojo me inundaba el culo de semen y le dejaba su lugar al Cabezón, que para mi suerte –si se puede hablar de suerte en semejante circunstancia- resultó ser eyaculador precoz. Acabó muy pronto, entre bufidos, y se apartó al tiempo que don Cosme les ordenaba a Tachero y a Pipi que me soltaran. Ya libre me derrumbé boca abajo en la cama y en esa posición escuché al viejo:

-Bueno, putita, ahora me toca a mí.

Lastimado otra vez por el insulto infamante no sé de dónde saqué fuerzas para protestar: -No me llame así, no soy una chica…

La respuesta del viejo fue una carcajada hiriente y de inmediato sentí sus manos en mis nalgas, acariciándolas, pellizcándolas. Me moví para liberarme de ese contacto repugnante, pero entonces el viejo degenerado hizo que me sujetaran por las muñecas y los tobillos. Una vez inmovilizado acercó su cara a mi nuca y dijo con voz algo enronquecida: -A mí me la vas a chupar antes de que te la meta… -y ordenó que me pusieran de rodillas.

A esa altura, aunque parezca mentira, yo me sentía en cierta forma aliviado –para decirlo de alguna manera- por saber cuánto dolía una pija en el culo, por conocer el límite de mi sufrimiento en manos de esos degenerados. Pero el tener que chuparle la pija a don Cosme me ponía ante otra circunstancia desconocida que me anticipaba no ya dolor sino asco, un profundo asco en el momento preciso en que Pipi y El Cabezón me ponían en cuatro patas de cara al costado de la cama y yo veía al viejo bajarse los pantalones y el calzoncillo en tanto sus labios dibujaban una sonrisa perversa. Yo no podía dejar de mirar, como hipnotizado, lo que iba apareciendo. Sus muslos blancos, de carnes flácidas, sus ingles, su pelambre grisácea, su pija semierecta.

-Vas a tomar la leche, putita, jejeje… -se burló Pipi y el insulto volvió a humillarme, aunque eso me importó menos que el asco ante lo que iba a tener que hacer, nada menos que chuparle la pija a ese viejo degenerado que me agarró del pelo: -Bueno, putita, a tomar la mamadera. –dijo y yo lo miré, suplicante y a punto de ponerme a llorar, desesperado.

-¿Quién de los dos se lo quiere coger mientras me la chupa? –preguntó el viejo súbitamente inspirado.

Pipi se rio, divertido, y entonces El Cabezón se le adelantó: -¡Yo! ¡sigo caliente con esta putita!

-Bueno, envaselinate la verga. Y vos sujétalo bien, Pipi.

Al viejo la pija terminó de ponérsele dura dentro de mi boca, en el mismo momento en que la de El Cabezón me entraba en el culo de un solo envión. La pija de don Cosme me impidió gritar de dolor y en cambio sólo pude cerrar fuerte los ojos y sentí las lágrimas aprisionadas por los párpados. El intenso dolor de la penetración me impedía chupar la pija y entonces el viejo la sacó, me enderezó la cabeza tomándome del pelo y me cruzó la cara de una bofetada. El miedo, el dolor y el asco me tenían sumido en la más absoluta angustia que se expresaba en un llanto incontenible. El martirio de mi pobre culo terminó pronto, con la eyaculación precoz de mi violador y el viejo, después de pegarme otra cachetada me amenazó: -¡Chupá o te hago cagar a palos por estos tres! –La terrible amenaza surtió efecto y me puse a mamar esa verga que había vuelto a introducir en mi boca su dureza. Segundos después, al asco se le sumó el intenso dolor de otra violación, ésta por parte de Pipi. El dolor fue terrible. Pipi no era eyaculador precoz y me estuvo martirizando terriblemente hasta que por fin me llenó el culo de semen en medio de rugidos que lo asemejaban a una bestia.

Casi enseguida fue mi boca la que se inundó de la leche de don Cosme, que debí tragar amenazado otra vez con una paliza. El asco fue indescriptible. Me provocó arcadas y apenas pude dominar las náuseas que estuvieron a punto de hacerme vomitar mientras mis violadores, ya saciados, me abandonaban echado de espaldas en la cama, dolorido, asqueado y lloroso.

¿Cuándo va a terminar esa pesadilla? Me pregunté y la respuesta me llegó rápidamente con el diálogo que mantenían mis violadores:

-No se le vaya a ocurrir largarlo, ¿eh, don? Mire que seguimos con ganas. –dijo Tachero.

Don Cosme emitió una risita: -Yo también, pero es peligroso.

-Dos o tres días nomás. –intervino El Cabezón.

En ese momento, mientras yo escuchaba angustiado la conversación, Tachero se acercó a la cama y se inclinó hacia mí:

-¿Dónde vivís, putita?

Tragué saliva y le respondí con un nudo en la garganta:

-Del otro de la vía…

-¿Con quién, putita? ¿con tus viejos?

-No, con una tía…

-Decime la dirección.

Se la dije.

-Bueno, escuchame, putita. Te vamos a tener acá dándote verga dos o tres días y cuando te larguemos, si llegás a contar esto te buscamos, ¿oíste? Y sabés que somos jodidos…

-No… no voy a decir nada… -prometí. –Lo único que quiero es irme…

-Nenita buena… -se burló Tachero y volvió junto a los otros mientras todo yo era un torbellino de sensaciones encontradas: miedo, esperanza de mi próxima liberación y la incógnita respecto de qué estaría pensando tía Olga ante mi desaparición. En ese momento intervino don Cosme, que había escuchado a Tachero hablar conmigo.

-Calmate, pibe (chaval). –le dijo. –Aunque esta putita haga una denuncia, ¿qué pruebas tiene? ¿alguien lo vio con ustedes cuando me lo traían?

-No…

-¿Entonces qué problema hay?

-Tiene razón.

-Bueno, entonces todos tranquilos, lo cogemos un par de días más, después lo largamos y a otra cosa mariposa.

-Tiene razón, don Cosme. –admitió Tachero y los tres se despidieron después de quedar en que volverían al día siguiente para seguir dándome pija.

 

(continuará)

(9,05)