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Una rosarina de sociedad

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El hermoso Bulevar, con sus verdes profundos, enmarcan al lujoso edificio de pisos lujosos, que esconden historias impensadas de vivencias juveniles, ligadas a la sociedad adulta algunas en el amor filial la mayoría en el sexo entre seres humanos.

Un paseo por la Avenida Costanera, en la mañana del Domingo, sin el tránsito automotor, le da paz y la hace pensar, el monumento a la bandera argentina le pareció un gran falo con sus testículos (otra vez el sexo en sus pensamientos) ahora era toda una mujer, 27 años, profesional médica, con su cuerpo sensual, agradable, atlética, sabía que era una mujer deseable, lo que no sabían quizás, los que la miraban su vida, sus pensamientos y menos sus vivencias.

Sonrío de su ocurrencia sobre el monumento, pero sus recuerdos la llevaron a diez años antes, cuando llego de ese pueblo vecino cercano parando en esa estación cerca del río, su primo un año mayor había sido quien la introdujera en los juegos del sexo, ahora la acompañaba a iniciar sus estudios universitarios, ese fue la última vez que lo hizo con él, algo se le había despertado, sus objetivos no incluían a su primo, tampoco olvidaría que fue el quien le enseño entregarse totalmente, desde los quince, en esa tarde en la casa de los abuelos, cuando ellos estaban de viaje, cuando la beso y le acerco la mano a su falo para ella enorme, como naturalmente se desnudaron y la penetro, ese dolor y goce, esa irritación y esa ganas de gozar, era una mujer a la cual le gusto eso de hacer el amor, el mismo primo la llevo a mamarle esa barra que de tomársela a llevarla a su boca, saboreándola paso solo días, fueron dos años de carne, otra vez sonrío, era una etapa superada pero que la marco.

Del pequeño hotel donde se despidió de su primo, sexualmente hablando, al otro día se presentó en la pensión que su tío el médico, le había conseguido, este tío era hermano de la madre y en ese momento estaba de vacaciones.

Doña Sara y su marido eran los responsables, mi primo como amante se había despedido de mí en el hotel, no soportó mis palabras de cortar la relación y se fue desde ahí, él sabía que cumpliría.

El pasillo de entrada desembocaba en una galería abierta las habitaciones daban a ella, la mía daba a la calle, el baño estaba cruzando el pequeño patio, era una típica casa chorizo, Doña Sara era toda regordeta, su cara su cuerpo Ernesto su marido, era sordo de usar audífonos, pero ambos son dos personas hermosas, lejos de la maldad de aparentar, de esconder el verdadero ser para poder sobrevivir mejor.

En el curso de ingreso, me encontré con distintos tipos de personas, no sé si el me vio primero o yo a él, pero la atracción fue instantánea, era el un médico recién recibido adjunto del curso, fuimos al bar de la esquina frente a la entrada de Odontología, nos fuimos conociendo, a los dos meses, me acosté por primera vez con él, fue en un hotel alojamiento cerca de la facultad, tengo que sonreír nuevamente, esa vez tuve que contenerme de mis ganas naturales destapadas por mi primo, sabía que tenía que hacerme la ingenua y por supuesto no la virgen, ya que era evidente que no lo era, igual pregunto y le dije la verdad, fue mi primo, tenía quince años, nada dije de toda la otra historia, el asintió y lo deje hacer, poniendo un poco de ganas, para hacerlo gozar.

A los seis meses, me llevo a la casa de sus padres, un matrimonio de unos cuarenta y cinco años, el padre, médico de prestigio especialista en cardiología a igual que Carlos mi novio que estaba en su residencia (estudio de especialista), ella empresaria textil, almorzar con ellos como novia oficial, fue mi primer escalón en la sociedad de esta ciudad, el sexo con él lo podríamos catalogar de normal, conteniéndome de no disparar mis ganas de enloquecerme.

Una tarde llegue a la casa de Carlos al llamar por el portero su padre me hizo pasar, estaba con un pantalón y camisa sports surgieron en mi esas ganas, él se dio cuenta porque directamente me avanzo, besándome, no pude contener lo que reprimía con Carlos en un instante estábamos unidos y con todo mi cuerpo ardiendo de la pasión adquirida y preparada, en poco tiempo en un entre y saca donde no escondí nada acabamos, no dude un segundo en tomar ese falo mamándolo, lamiéndolo desde los testículos enseguida creció nuevamente, subirme a él cabalgándolo fue el paso siguiente, el frenesí no nos dejó tiempo, fueron sus únicas palabras después del beso, ¡paremos que puede llegar alguien! le recordé que fue el quien empezó, dándole un beso, me empecé a vestir llevándome toda la ropa al baño que comúnmente utilizaba y el a su dormitorio, no antes de arreglar algunos almohadones, al salir por suerte totalmente arreglada, estaba mi suegra, la cual por la forma de atenderme, no vio ni sintió nada.

Fue esa mi primera relación con Esteban, a él y a mí nos había encantado, fuimos encontrando los momentos de repetirla, mientras Carlos creía que, en cada vez, me estaba haciendo más su pareja, yo era la amante de ambos. Siempre desatada totalmente con mi suegro, el cual en el desenfreno me enloquecía.

El DIU me lo puso mi novio, el noviazgo corría por carriles normales, solo me preocupaba que su padre no podía contenerse, sus miradas no me podían resultar indiferentes y los momentos de sexo con él, indicaban que se estaba enamorando o por los menos le importaba.

Fue a comienzos del verano, que mis padres se conocieron con mis "suegros", mi madre es una mina que todavía se mantiene a la par que mi "suegra" y como los hombres se llevaron bien, los invitaron a ir a Punta del Este y allá fueron los cuatro, todos nos encontramos en Punta en enero y pasamos quince días, en los cuales contuve mis ganas recordando a Esteban en cada fornicación con Carlos.

El me llevo a su barra de amigos de verano de toda la vida, como no tenía que regresar hasta mediados de febrero, no extraño que Esteban tuviese que viajar unos días a Rosario y yo ya había dicho que quería preparar una materia, volvimos, esa misma noche después de comunicarnos con los que quedaron en la playa, nosotros estábamos en su cama matrimonial, lo cabalgue, jugando en cuclillas hasta que me penetrara toda su espada, luego tirando mi cuerpo hacía atrás entre en trance, un trance de sueños y goce que volvieron una y otra vez me quede besándolo, durmiendo en descanso su falo dentro mío.

Decir que era su puta, es poco, despertarlo a la mañana mamándolo, riéndome de su carrera al baño y persiguiéndolo, para después arrodillada chuparlo dejándolo limpio, me enloquecía como me tomaba la cabeza mientras dentro de mi boca hasta mi garganta apoyando en mi lengua esa cosa hermosa, a la cual succionándola apretándola entre mis labios me largo todo ese semen, que trague todo, haciéndonos gozar mutuamente.

Al cuarto día me fui a la pensión, verdaderamente quería rendir esa materia que me quedaba, pero a la noche me encontré masturbándome, hablando a mi imagen al espejo, recordando tal cual ahora, más sabiendo que Sara se había ido, con ganas de que alguien me penetrara, cualquiera, al otro día lo llame, desde mi celular, esa noche me consoló, mi coño virgen hasta ese día cedió en su embate, no fue otra cosa que dolor más que goce, pero su semen en mis entrañas, era una experiencia de goce no sentido con nadie.

Todas las noches, un rato, un momento, permitieron que terminara la materia, ¡aprobé!, el último año ahora podía iniciar la residencia, como me quedaba cerca la hice en el hospital del Centenario, donde Esteban era jefe de servicios, se nos hacía difícil encontrarnos, hasta que al año pude empezar las guardias, esa cama fue mi compañera, primero fue el, Esteban ese día me prepare el guardapolvo y una braga con botones de presión que saltaban poniendo el dedo entre ellos, subirme arriba de la cintura y quedar disponible era un instante, creo que no duraban más de tres o cuatro minutos, me apoyaba sobre la cama y me introducía por debajo de las nalgas en mi vagina que recibía dichosa.

Carlos contento seguía siendo mi novio y cada día se convencía que nos casaríamos, en esos días un residente nuevo llego, lindo chico, una a una de las residentes fuimos pasando por su lecho, su falo era corto y gordo por eso decidí cabalgarlo, ahí me di cuenta que Esteban era el hombre que mi vagina quería.

Ya hace dos años, la prueba de embarazo dio positiva, cuando le dije a Carlos, puso fecha de casamiento, la ceremonia nos reunió a todos, mi primo, Esteban, mis compañeros residentes, mi familia, los amigos y Sara y Ernesto, fue la primera vez, que escuché la palabra de Ernesto clara en mis oídos, todavía me sigue extrañando lo que me dijo. ¿Quién es el padre?

Ahora ya saben la historia de una vecina de Bulevar Oroño, vivimos con mis suegros, el nieto de ellos, es igual al hijo cuando era chico, recordando las palabras de Ernesto tengo que sonreír nuevamente.

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