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Puti-Post

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Mary estaba desesperada.

Trabajaba repartiendo cartas desde hacía varios años.

Una profesión poco valorada y mal remunerada, pues los últimos meses se le habían hecho muy cuesta arriba.

La empresa había hecho varios recortes de personal y en nóminas.

Mary no sabía qué hacer para poder sostener su economía.

Una noche, tuvo un sueño que le dio la brillante idea de poder sacarse un sobresueldo, al mismo tiempo que arrastraba el carrito y repartía la correspondencia.

Si la empresa me recorta el sueldo, yo me recortaré el uniforme.

El horrible pantalón gris, se convirtió en una sexy minifalda. Tan corta que tuvo que rasurarse al máximo su zona más íntima y pecaminosa,

Primero a cuchilla, seguido de crema, para acabar con los bajos como el culito de un bebé.

La camiseta también fue sometida a los recortes, provocados por dos tijeretazos, que la convirtieron en un top de lo más sensual.

Los pechos, asomaban cual sendos balcones al exterior.

Sólo se salvaban los pezones que permanecían ocultos bajo el sujetador, y a la vez tapados por la poca cantidad de tela que sobraba, tras el pertinente trasquilón de la camiseta.

Una mañana como otra cualquiera, Mary llena el carro con la correspondencia y, sale canturreando, como es habitual en ella, rumbo al reparto.

La cortísima falda, el minúsculo top, y la ausencia de bragas, hacen que la propia Mary, lance un suspiro de júbilo hacia sí misma.

Calle arriba, calle abajo, va soltando lastre como es costumbre.

Cada día la misma función. Pero hoy va a convertirse en una jornada laboral un tanto especial.

Se levanta algo de aire, pero a ella no le preocupa lo más mínimo. Sabe que ello forma parte de su nuevo plus de trabajo.

De repente, nota un tintineo en las baldosas de la acera.

Agacha la cabeza y parte de su cuerpo, mientras observa una moneda que da saltitos delante de ella.

Rápidamente avanza tras ella y la atrapa entre sus dedos. La guarda en su cartera y sigue repartiendo.

Un par de minutos más tarde, vuelve a escuchar de nuevo el tintineo. Sólo que ahora, por partida doble.

Vuelve a correr tras las dos monedas, se agacha, las entierra en sus manos y las vuelve a meter en el monedero.

Diez minutos después, y cuando ya parecía haber olvidado el incidente, oye una voz a sus espaldas.

-¡Nena! ¡Nena!

Mary se da media vuelta y tropieza con una mirada lasciva que se clava en la suya.

-¡Ven! ¡Acércate un momento!

Deja el carrito aparcado en un portal y acude a la llamada del personaje.

-¿Qué desea?¿Le he entregado la correspondencia equivocada?

La voz de Mary es limpia e inocente, mientras que la mirada del personaje que la recorre por entero, se vuelve un torbellino de sucia pasión desenfrenada.

-Te ofrezco un trueque.

-¿Cual?

Responde Mary con una pregunta llena de dudas y a la vez de esperanza.

-Te he dado tres monedas, porque cuando el fresco aire que se respira ha levantado tú falda, he visto algo que me ha gustado mucho, mucho.

Ella sabe a qué se refiere el personaje en cuestión, pero debe aceptar el juego de la forma más discreta posible.

-Y, ¿qué ha visto que le ha incitado a remunerarme por ello?

-Algo muy misterioso y escondido que me gustaría tocar.

-Y, si yo le dejo tocar eso tan misterioso, ¿usted que me dará a cambio?

-Un billete de los grandes

-Bueno...

Un poco indecisa, pero decidida a hacerse con el billete a cualquier precio, Mary y el personaje lascivo, se adentran en un portal.

Después de dejarse tocar a fondo su sonrisa vertical, el personaje abre la cartera y le entrega el billete.

Mary lo recoge e intenta salir del portal, pero la voz insinuante vuelve a paralizarla y la hace retroceder de nuevo hacia dentro.

-¡Otro trueque nena! Acepta otro intercambio

-¿De qué se trata ahora?

-Muy sencillo. Has dejado que te tocara, y te he regalado un billete. Si me dejas que te lo coma, pues serán dos

-Ah...h!

Ella sigue escuchando a ver hasta cuanto propone el señor lascivo.

-Y si yo te lo cómo, y tú me la comes, pues serán tres billetes.

-¡Joder...!

-De eso se trata. Si yo te jodo y tú te dejas joder, pues serán cuatro.

-Tanto comer. Tanto comer. Esto parece un restaurante.

-Y de tanto comer, vamos a pillar un buen empacho.

-Y espero, que sea un buen restaurante, porque vas a tener que pagar una cuantiosa factura.

Una vez cerrado el trato, se meten en el cuarto de contadores, con la llamémosla fortuna, de encontrar un viejo colchón que les servirá de mesa y mantel.

El, se desnuda y ella se sube la falda a la cadera.

Se comen el uno al otro y cuando están ya a punto de follarse, se oyen dos golpes secos en la puerta.

Ambos se sorprenden y rápidamente se enderezan.

La puerta se abre y aparece el encargado de mirar los contadores de la luz.

Lleva puesto un mono de trabajo, y con ambas manos sujeta un folio plastificado.

Muy sonriente suelta

-Servicio de camareros. Les traigo la carta para que puedan elegir postre, porque veo que el almuerzo se lo comieron entero. No han dejado ni las migas.

El operario de la eléctrica aparta la carta de sus manos y aparece su polla bien erecta.

-Podéis repetir cuanto queráis, pues como podéis observar, no os lo vais a acabar.

Al ver la enorme polla, tan empalmada y jugosa, ambos se ponen en pie, y discuten a ver quién empieza primero.

Media hora más tarde, y después de haber repetido postre por partida doble, Mary y el personaje lascivo, yacen extenuados, haciendo la digestión.

Mary mira a su derecha y ve que el fajo de billetes que el personaje lascivo le había pagado por el trato, ha desaparecido.

Rápidamente se viste y sale a su encuentro, pero no le ve.

Dos portales más abajo, le espera su carrito, pero colocado sobre él, se hayan el mono del operario de la eléctrica y una nota escrita de su puño y letra.

“Debido al alto voltaje que se ha generado en este cuarto de contadores, me he visto obligado a cobraros un plus por exceso de consumo de energía. Les recomiendo que sus futuros encuentros sexuales los lleven a cabo en la propia oficina de Puti-Post. Les saldrá más bonito y barato. No os digo lo de bueno, porque la guinda me la llevo yo.”

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