Nuevos relatos publicados: 16

Las aventuras de mi perrita Babas (I)

  • 5
  • 14.477
  • 8,73 (52 Val.)
  • 0

Era su segunda orden... Nada de fotos en pelotas como mi anterior amo. Me quería vestida, pero de una forma muy particular. ¿Dónde demonios guardaba el vestido de lunares? A saber, hacía tanto tiempo que no me lo ponía...

Tuve que preguntar a mi madre, y a pesar de lo extraño de mi pregunta, me ayudo. Estaba el baúl, claro.

Y me seguía quedando bien. Mi cuerpo apenas había cambiado desde los quince años. Mi antiguo amo ya era un pervertido, pero el nuevo...

Estaba vestida igual a mis quince años en un sótano completamente a solas para realizar la mayor perversión de mi vida. Y para ello ni siquiera me tendría que poner una mano encima. Eso era lo verdaderamente excitante, que tendría que hacérmelo yo misma...

Puse la cámara a grabar. Nunca antes había grabado un vídeo. Fotos muchas, a miles, vídeos ninguno. Al fin y al cabo, era una cría, tal y como ya la habían dicho.

-Me llamo... Babas... y soy... la perra de mis amos.

No, no había salido bien. Demasiadas dudas y vacilaciones. ¿Por qué estaba haciendo esto? Porque me encantaba...

Porque mi coño no paraba de palpitar.

-Me llamo Babas y soy la perra de mis amos.

Me corrí de puro gusto. Estoy segura de que mis nuevos amos son dos auténticos cabronazos sin escrúpulos y me corro de puro gusto por entregarme a ellos. ¿En qué me convierte eso?

Mejor no responder a la pregunta. La repuesta me da demasiado miedo.

Me metí las manos por debajo de la falda para quitarme las bragas. Estaban tan empapadas que parecían recién sacadas de la lavadora antes de centrifugar.

Y me las lleve a la boca. Estaba seguro de que ese detalle les gustaría.

Comencé a levantarme la falda poco a poco. Sé que no le gusta que haga las cosas deprisa. De golpe puede hacerlas cualquiera. Despacio...

Ya tenía mis muslos al aire y dentro de poco verían mi coño. Bueno, ya me lo habían visto. El segundo día se lo mande. Una foto de mi coño después de la gran corrida que tuve cuando me acepto como su perra.

Y aun así levantarme la falda tan despacio parecía que fuera como la primera vez. Ya estaba, sólo un esfuerzo más y.… cerré los ojos.

Mierda.

Mierda, vaya mierda de perra estaba hecha.

A Él le iba a encantar.

Significaba que mi antiguo amo no me había entrenado también como yo pensaba.

¿Qué era lo siguiente?

Ya recuerdo... Los zapatos. Tenía que quitarme los zapatos.

Eran preciosos, nuevos, negros, de tacón, me habían costado casi toda mi paga...

Comencé a restregármelos por el coño. Lo había visto en vídeos porno, pero nunca se me había pasado por la cabeza que lo iba a terminar haciéndolo. Y que me gustaría tanto hacerlo a tenor de como brillaban los zapatos.

Me reí.

Lo acababa de dar lustre a base de los fluidos que me resbalaban del coño.

Y ahora tocaba secarlo con la lengua.

Me metí la puntera del segundo zapato en el coño mientras lamía y relamía el primero. Sabía que eso le iba a gustar. Y me masturbe un rato con él cuando termine de chupar el primero.

Ahora tocaba el tacón. Me había tragado unos cuantos vídeos antes de hacerlo. Lo hacían despacito y ahora sabía el porqué.

Resultaba irritante. Sólo lo hacía porque a Él le gustaba. Así que continué haciéndolo, cada vez un poquito más y más deprisa, hasta que el orgasmo me alcanzó.

Sí, me corrí como una cerda masturbándome con un zapato sólo porque él me lo pidió.

Me retiré el vestido para dejar mis tetas al aire y me coloqué pinzas en mis duros pezones. Dolía, y dolía mucho.

Saque también el plato para perros que había comprado con el nombre de Babas, así como la correa.

Y llame a mi padre.

Era lo más duro de todo.

Se lo conté anoche.

¡Tu hija es una guarra! ¡Una auténtica guarra! ¿Y sabes lo peor? ¡Qué me encanta ser una guarra! ¡Y ya tengo 19 años, papá, ya no soy ninguna niña!

Mi padre se quedó blanco mientras yo le contaba toda mi doble vida, hasta el más íntimo detalle.

Quería matarme, lo podía ver en sus ojos, pero le propuse algo mejor, mucho mejor...

Mi padre entró, me colocó la correa con sus propias manos y me obligo a ponerme a cuatro patas.

Lleno el plato con comida para perros.

¿Crees que así le gustara?

Sí – conteste. – Así es como le gusta.

Agaché la cabeza y probé un bocado. Fue curioso porque no sentí arcadas. Hacía mucho tiempo que no sentía arcadas.

Mi padre mientras tanto me levantó la falda. Me metió un vibrador en el coño y bote de espuma de afeitar por el culo (nota del autor: Marta, ¿Cómo puedes meterte esto? A mí me dan escalofríos únicamente de pensarlo.)

Y espero.

Espero hasta que me lo comí todo y tuviera la pierna chorreando por los continuos orgasmos producidos por el vibrador.

Entonces se puso delante de mí y se meo en mi cabeza.

Y luego se la chupe como tantas y tantas veces había hecho con mi antiguo amo. El sabor del semen de mi padre no tardó mucho en inundar mi boca...

(8,73)