Nuevos relatos publicados: 13

Diario de un Prisionero V: el choque postraumático

  • 18
  • 11.367
  • 9,66 (35 Val.)
  • 0

Diario de un Prisionero V: el choque postraumático

 

[Para este relato, “Cada loco con su tema” de Serrat]

 

A San José 3 de octubre

Mi gran amor, mi Andrés,

Mis papás insisten en que vaya al psicólogo, sé que lo necesito, pero no quiero contarles mi vida, son extraños, no saben quién soy, ni les importa, lo hacen por lo que les paga mi padre, no lo hacen para ayudarme, o bueno, tal vez sí, pero tengo la sensación de que les importa muy poco lo que pase conmigo, en fin, que al menos tú me acompañas y aunque te toca quedarte fuera mientras ellos “hablan” conmigo, estás conmigo el resto del tiempo y te la pasas besándome en el trayecto en el carro, incluso una vez Alberto, el nuevo chofer, nos dijo que si queríamos pasar a algún hotel, nos reímos tanto, como hacía tiempo que no nos reíamos así.

Pero aparte de eso, nuestros días se pasan entre psicólogos y psiquiatras, los primeros días los profesores de la universidad pretendían que fuéramos a clases, pero a los pocos días parecieron comprender y nos enviaban trabajos por correo electrónico y nos dejaban entregarlos cuando podíamos, no sé por qué nos comprendían, de hecho nos trataban demasiado bien, supongo que será pena por lo del secuestro… bueno, hoy, aparte de eso, Quique nos invitó a comer, íbamos los cuatro, porque Sergio y Julio se vinieron también; Quique nos presentó a su novio, un chico llamado Martín. Quique nos dijo que sólo por él no te había pedido ser novios, porque pese a estar encubierto, le pareciste tremendamente guapo. Aunque el Martín no está nada mal: mide 1.80 (o eso creo), ojos color café, sus labios rosaditos y carnosos que contrastan con su tez blanca y un físico atlético, todo rematado con un pelo castaño claro casi rubio que llevaba en un corte moderno que lo hacía ver más guapo todavía, un chico que nos dejó a los cuatro con la boca abierta: una verdadera belleza… un gran chico, además, como pudimos ver, sus pequeños detalles hacia Quique, la forma en que lo mira, su manera de hablarle, las caricias “disimuladas” que irradian el amor que le tiene. Claro, Quique le había contado de mí, bueno, de todos nosotros, pero Martín me estuvo preguntando cosas sobre mi salud, como es médico, quería saber que estoy bien, lo que fue todo un detalle de su parte, pero además de eso, el día siguió como uno más. Me sigo negando a tener sexo y tú no me lo pides, te limitas a dormir abrazándome y decirme que me amas, me dices que el sexo no es importante, lo importante es amarnos. Eso me derrite y te amo más (si es posible), porque sabes por qué me niego y me apoyas, de verdad que eres un hombre maravilloso, te amo, mi Andrés.

Tu fiel y enamorado novio,

Pablo.

 

 

A San José, 10 de octubre

Mi Andrés,

Hoy ha sido un día como los demás, pero por fin lo logré, papá no quería, pero cuando le presenté a Martín y le dije que es el novio de Quique, no sólo me permitió tomarlo como médico de cabecera, sino que también lo contrató como médico de la empresa donde trabaja, con lo que él ganó un muy buen contrato, porque la empresa es grande y tuvo la suerte de que papá sea el encargado de personal. Bueno, él me recomendó una psicóloga que, según me dijo, pone el corazón en todo lo que hace, la doctora Alicia Espinosa, hoy tenía cita en su consultorio (en un barrio de los mejores de la capital) y allá íbamos, Alberto te propuso ir por un café, pero te negaste porque siempre te gusta esperarme para recibirme con un beso cuando salgo agotado de las sesiones con los psicólogos, más que con Alicia era la primera vez y tendría que contar todo desde el inicio. Pero Alicia nos sorprendió, según dijo, ella es de métodos poco ortodoxos, pero no por eso menos efectivos y lo primero que hizo fue preguntarme si había ido solo, le dije que no, que tú, mi novio, estabas fuera; me preguntó tu nombre y se levantó y desde la puerta del consultorio gritó “¡Andreeeeeeeees!!!!” yo por dentro me partía de risa, pero cuando tú llegaste y ella le pidió que entrara me quedé estupefacto, ¿no que el secreto profesional impide que nadie me acompañe? Bueno, lo más gracioso es que ella le echó una ojeada los diversos informes que le presenté y me sonrió y luego ¡te acribilló a preguntas! No me dirigió más la palabra en la hora de sesión, sino que todo el rato estuvo preguntándote cosas, si noté que me observaba atentamente cada gesto y reacción a sus preguntas, pero no me dijo nada hasta que dio por concluida la sesión y fue cuando me dijo “nos vemos pronto”, desde que me preguntó tu nombre no me había dicho nada, cosa que me pareció muy extraña. Saliendo le llamé a Martín para contarle cómo me había ido, tal como le había prometido y justo estaba con Quique ¡cómo se reían los dos! Resulta que Alicia, como ella misma dijo, no aplica los métodos convencionales, no le gusta que las personas hablen de sí mismas, prefiere que alguien más se lo cuente, verlo en el informe de otro psicólogo o escucharlo de alguien cercano, para luego poder hacer mejor su parte, así que muchos salen con la idea de que es un poco vieja de patio [cotilla, chismosa], pero realmente sólo hace su trabajo y resulta más efectiva que los que esperan que les cuentes todo y no preguntan lo que quieren saber.

Bueno, en fin, que el que salió ganando fue Alberto, porque saliste tan agotado que terminamos en un McDonald’s para “calmar los nervios” mientras llegábamos a casa a comer, aunque la nana no se dio cuenta, teníamos tanto apetito que comimos como siempre, o incluso un poco más, pero bueno, fue divertido.

Para compensar, por la noche Martín y Quique nos invitaron a ver una película en su casa, así que vimos con ellos las tres películas clásicas de X-Men, que a Quique le fascinan y a mí también, con lo cual Martín y tú “sufrían” para vernos contentos, aunque creo que tu “sacrificio” fue poco comparado con los besos que obtuviste cuando nos quedamos solitos en el cuarto que Martín nos asignó, porque como es lógico, dormimos en su casa, no era plan volver a las 3 a.m. a casa.

Tuyo hasta el fondo del alma,

Pablo

 

A San José, 15 de octubre

Mi amadísimo Andrés:

Hoy ha sido un día pésimo, los psicólogos dicen que no puedo ser homosexual, que eso es una enfermedad que hay que erradicar y buscan en toda mi infancia en qué momento me “enfermé” pero bueno, hay cosas a nuestro favor: no encuentran nada (porque simplemente te amo) y además que nuestros padres nos apoyan, así que los pobres especialistas no encuentran forma de hacerme desistir de amarte. La única de los psicólogos que me atiende que no piensa así es Alicia, que dice que eso no importa, que lo importante es lo que el secuestro generó o despertó en mí, que el tema de mi sexualidad es muy mío y ella no se meterá en ello.

Eso fue por la mañana, por la tarde, me acompañaste al tribunal, hoy sería el “careo”, el momento donde tanto yo como los testigos tenemos que identificar al “sospechoso”, sólo entonces procederán al juicio… bueno, como todos le vimos salir sin cubrir la cabeza y además le conocemos, eso no fue problema, lo que me extrañó fue la tensión entre Sergio y Julio, se notaba al kilómetro que mi bro estaba pasando por algo malo, pero no podía preguntarle nada en ese momento. Te miré y vi que también lo habías notado, así que tomé tu mano y me la presionaste levemente, dándome permiso para cenar esta noche solos los tres.

Nada más salir del juzgado mi padre me dijo que esta noche ni mamá ni él vendrían a cenar y que sería buena idea que cenáramos fuera, ya que al ser el día libre de la nana, quién sabe qué habría para comer. Le dije que queríamos hablar con Sergio durante la cena y nos dio más dinero, pero nos hizo prometerle que iríamos a un sitio fino y no a cualquier chinchorro [sitio de mala muerte], así que eso hicimos, nos fuimos a un buen restaurante cerca de casa y comimos muy bien, pero durante la cena, Sergio nos contó que se ha dado cuenta de que no siente amor por Julio, que era un capricho pasajero y ya todo se había vuelto rutina, pero no sabía cómo decírselo. La verdad, aunque Julio sea un gran chico, no lo conocemos mucho, no sabemos cómo lo tomará él, así que sólo le pudimos aconsejar sinceridad a Sergio, no tenemos dudas de que la sinceridad es la mejor opción, sólo esperamos que todo se resuelva de la mejor forma posible.

Bueno, luego volvimos a la casa y te pedí poder dormir acostados de lado, para estar completamente entre tus brazos, pero te di la espalda, es una posición en que me siento muy querido, tú me sorprendiste: te levantaste, tomaste el primer osito que me diste y me lo pusiste entre los brazos, entonces me contaste que mientras estuve fuera, era ese peluche al que abrazabas en las noches. Te di un beso, un beso de cariño, no tengo ánimos todavía para tener sexo, tú simplemente me acostaste sin dejar de besarme, me diste al osito y te acomodaste a mi espalda, me abrazaste, me diste un beso en un hombro y me dijiste al oído que me amas; me dormí con una sonrisa en la cara y el corazón calentito de amor.

Tuyo de corazón,

Pablo.

 

 

A San José, 23 de octubre

Mi bello Andrés,

¡Debo de ser el hombre con la mejor suerte del mundo! Me levanto junto a ti cada día, además los especialistas dicen que ya no tienen dudas de que entre tú y yo hay amor puro (Alicia soltó un disimulado, aunque audible, “ya decía yo” que me provocó una risa que por poco pude contener), ahora se encargarán de vencer mi recién adquirido miedo a los desconocidos y la claustrofobia, pero igual todavía no quiero ir a clases, siento que todos me observan y me siento muy incómodo, sólo quiero estar contigo y sentir tus abrazos y tus tímidos besos, de verdad que me estás reconquistando poquito a poquito, cada día te amo más, pero no te lo diré hasta dentro de cuatro días, será nuestro aniversario y muero por intentarlo, quiero que sea especial, igual que nuestra primera vez.

Tu loco enamorado,

Pablo

 

A Zarcero, 25 de octubre

Mi loco Andrés,

Si estamos fuera de casa es tu culpa, porque tú querías que sacáramos a Sergio, el pobre la está pasando fatal: ayer, mientras ayudabas a la nana a fregar los platos, Sergio me llevó al despacho de mi padre, signo de que algo serio le ocurría, desde que estoy contigo no íbamos allí, sino que íbamos a nuestra habitación y hablábamos los tres, pero hoy quería que fuéramos sólo los dos, o eso me dijo.

Llegamos al despacho y él cerró la puerta con cerrojo mientras yo servía dos tragos, nos sentamos y él empezó a hablar, estuvo hablando durante un buen rato, creo que fue como hora y media, puede que más; todo el rato le miré, no abrí la boca porque el pobre Sergio me abría su corazón y dejaba salir todo su dolor, o eso me parecía, la verdad no sabía lo que mi bro sentía, veía ira, dolor, pena, amor frustrado; pero no sabía qué hacer, él siempre ha sido mi apoyo y me había acostumbrado a eso, para mí era nuevo el que necesitara ayuda, además, ¿qué podía decirle?, ¿cómo se lo preguntaba?, es más, ¿qué putas le preguntaba?, no entendía lo que me decía, que no había amor, que todo era rutina, pero si cuando lo presentó parecían amarse… pero bueno, es mi hermano y le ayudaré, al menos lo dejé desahogarse, que es lo menos que podía hacer por él.

En fin, no pude hacer más que ser fuerte para él, decirle que es mi bro y que siempre lo apoyaré, que sé que puede contar contigo también, que, aunque haya roto con Julio, todo estará bien porque no está solo, hay gente que lo ama y que cuida de él. Cuando terminé de hablar Sergio se abalanzó sobre mí, me abrazó y dejó salir todas las lágrimas que tenía acumuladas, es un chico fuerte, pero todos necesitamos llorar de vez en cuando, así que lo abracé fuerte y le acaricié el pelo, haciendo que se sintiera cómodo y lo dejara salir todo. Justo estábamos en esas cuando tocaron a la puerta, un golpe tímido y que bien podía ignorarse, pero que Sergio oyó, de inmediato se separó de mí me hizo un gesto señalando la puerta mientras se secaba sus lágrimas con las manos. Abrí la puerta y eras tú con tres vasos de Coca-Cola y la botella en una bandeja, entraste le preguntaste a Sergio que cómo se sentía, Sergio repitió la historia, lo que en parte me alegró porque mostraba la confianza que te tiene, pero también me entristeció por el momento tan difícil que está pasando. Tú secaste sus lágrimas y le abrazaste mientras le decías que todo estará bien, al mismo tiempo, me hiciste señas de abrazarlo y al final fue sándwich de Sergio entre tú y yo, pero pude sentir cómo todo su dolor se iba ante el amor que le tenemos.

Después de hablar con él y acabarnos la Coca-Cola, nos fuimos a la cama, pero ni tú ni yo podíamos dormir pensando en Sergio, fue ahí cuando me propusiste sacarle de paseo y eso hicimos hoy, todo el día fuera con él, en Zarcero, un pueblo cercano, muy bonito y pintoresco, que la verdad su clima fresco y su belleza arquitectónica te relajan, te olvidas de todo problema y respiras aire puro sin pensar en nada más que disfrutarlo. Salimos por la mañana y volvimos por la noche, Sergio volvió mucho más relajado y se fue a dormir sin siquiera ir a buscar alguna golosina a la nevera, como es costumbre. Ahora estás dándote una ducha antes de acostarnos, me encanta como hueles recién bañadito y lo sabes, así que siempre te bañas antes de acostarnos para complacerme, te amo, mi Andrés.

 

Enamorado y felizmente tuyo,

Pablo.

 

A Iztarú, 27 de octubre de 2020

 

Mi amado Andrés,

Hace dos días salimos con Sergio y hoy estamos otra vez fuera… esta vez fue mi idea, te pedí pasar nuestro séptimo mes en un sitio que amé desde que lo conocí con unos amigos: la reserva biológica de Iztarú. Amo las montañas y por eso te encanta llevarme a sitios como Zarcero o dejarme elegir porque siempre elijo algo como Iztarú, que además te encanta porque me ves muy feliz y el frío es pretexto para estar abrazaditos todo el día. Te amo como a nadie, mi Andrés.

Bueno, esta es una reserva que está al cuidado del Movimiento Guías y Scouts de Costa Rica, así que está divido en sub-campos y previsto para acampar, además de los senderos y zonas de pruebas, pero no era eso lo que me interesaba, ahí está enterrado un gran hombre, no sólo para los Scouts, sino para todos los que lo conocimos. Así que llevábamos un ramo de claveles blancos y un paquete de cigarros (le encantaba fumar y es tradición que sus amigos cuando visitamos la tumba le llevemos cigarros…), le dejamos las dos cosas al pie del árbol, sobre la piedra con la seña de “fin del camino, retorno a casa” que señala la tumba de todos los Scouts y volvimos a la cabaña que había conseguido prestada. Esta vez hiciste tú la comida, que consistiría en carne a la parrilla y nos dormimos toda la tarde. Cuando te despertaste, justo anochecía, así que, muy cariñosamente, debo decir, me despertaste con un beso y me llevaste en brazos hasta fuera y en esa posición te sentaste sobre un tronco caído de manera que los dos veíamos el atardecer y me tenías literalmente en tus brazos, lo que yo aproveché para crear el mayor contacto posible entre nuestros cuerpos, sintiendo tu calor y con tu amor llegando a lo más hondo de mí, entonces levanté mi cabeza y pude ver tu carita, una cara que reflejaba amor, ternura y felicidad y pensé “¿todo eso lo provoco yo?” y a como pude me levanté un poco, lo necesario para poder darte un tierno beso en la boca, besarte y que supieras cuánto te amo, que no es una cuestión de costumbre, como le sucedió a Sergio, contigo descubro cada día lo que es amar y me siento muy feliz junto a ti, como sé que lo eres conmigo.

En respuesta a mi beso me depositaste suavemente en el suelo y extendiste la cobija que te habías puesto en la espalda y luego me colocaste en ella, yo me sentía muy consentido, podía haberte ayudado, pero en la cara se te notaban las ganas de darme ese detalle y no lo quise arruinar hablando, era un momento mágico entre los dos y quería disfrutarlo. Una vez que me hubiste acomodado en la cobija, te acostaste sobre mí, uniendo tus labios a los míos y con sólo la ropa dividiendo nuestros cuerpos. Fue el mejor beso de mi vida, fue tierno, romántico, lento, apasionado, pero sin lujuria, era amor puro, podía sentir que somos uno, que no importa lo que pase somos un corazón con dos cuerpos, me sentí feliz como nunca antes, feliz y amado. Pero entonces algo arruinó la diversión: una ardilla dejó caer un “regalito” en tu cabeza, fue justo en un momento en que paramos a tomar aire y tú no entendías qué pasaba, algo húmedo se esparcía por tu pelo mientras yo me reía a carcajada limpia, entonces hiciste lo más lógico del mundo: te pasaste la mano por el pelo y oliste lo que era, yo aproveché para salir huyendo antes de que me quisieras manchar con la popó de ardilla y me metí en la cabaña, pero tampoco fui tan malo contigo, dejé la puerta abierta y un sendero de ropa hasta el baño, donde te esperaba para lavarte bien el pelo, ya que cuesta un poco que salga el olor y la sensación de tener la cabeza llena de popó, llegaste rojo de la carrera y por la situación, pero al llegar a la ducha y encontrarme desnudito y debajo del chorro de agua, que ya había templado, esperándote, se te olvidó todo y te desnudaste a cómo pudiste y te metiste a la ducha conmigo, me dejaste que te lavara bien y que me asegurara de que había salido bien la “gracia” de la ardilla y luego te giraste y me diste un beso mientras enjabonabas todo mi cuerpo y me dejabas bien limpiecito. Por supuesto, semejante cuadro te la puso dura, es lógico, tenías prácticamente seis meses sin nada más que la mano y era obvio que no alcanzaba a satisfacerte, pero lo que no te esperabas es que mi amiguito despertara de su largo sueño, me moría por intentarlo, pero no te había dicho nada, fue una grata sorpresa para ti y yo silencié todas tus preguntas con un beso y tomé la toalla y empecé a secarte, luego tú me secaste y le hiciste un par de caricias extra a mi pene que hicieron que un escalofrío de placer recorriera todo mi cuerpo, luego, sin vestirnos, salimos de la ducha y mientras tú cerrabas la puerta yo me aseguré que no hubiera ningún animal que nos estropeara la fiesta, no quería repetir lo de la ardilla. Entonces sí que volvimos a donde nos habían interrumpido, te acostaste sobre mí y me volviste a besar, esos besos tuyos que no expresan otra cosa más que amor y que consiguen derretirme y estar dispuesto a lo que quieras, además, el contacto entre nuestras pieles era total y nuestras pollas se acariciaban entre sí, lo que me ponía más caliente.

Pronto decidiste ir más allá y me besaste la cara y fuiste hacia mi oreja y me la besaste, luego jugaste con el lóbulo de mi oreja, acariciándolo y dándole un suave mordisco, luego me susurraste al oído “¿puedo?”. Te prometo que te quería responder, pero justo en esa posición y con la excitación que me tenía, sólo podía gemir y jadear, que fue lo que hice, menos mal que lo entendiste y dejaste mi oreja y te encaminaste hacia mi cuello, todo sin dejar de besar todo lo que podías, mientras tus manos acariciaban mi torso y dejaban un camino de fuego por donde pasaban, si yo quería intentarlo, tú desbordabas amor y pasión, lo que hacía que fuera un momento perfecto. Tu boca fue bajando, al igual que tus manos y mientras besabas mis tetillas, una de tus manos jugaba con mi ombligo y la otra acariciaba mis bolas anunciándoles lo que venía. Pronto tu boca llegó a mi ombligo y me diste un beso en el agujerito del ombligo que me excitó sobremanera y que hizo que mi espalda se arqueara, por lo visto te gustó darme ese placer, porque me seguiste besando ahí hasta que con mis manos te empujé levemente lo hombros hacia abajo, estaba a punto de acabar y ni siquiera habías visto a mi pobre verga que clamaba por tus atenciones. Atenciones que llegaron pronto, tu boca, impaciente por volver a saborear mi capullo lleno de pre-seminal lo ingirió de golpe, en el primer intento te metiste mi pene hasta la campanilla y no te dieron arcadas, cosa que me sorprendió, además, aguantaste con él adentro tanto como pudiste, lo que otra vez me puso al borde del orgasmo y tuve que detenerte de nuevo. Esta vez, me incorporé y entre besos te acosté en la cama, entonces te comí enterito, desde la boca, bajando por tu cuello, pasé por tus tetillas jugueteé con tu ombligo y bajé hasta tu polla, a la que le di una rápida mamada, sé lo que te gusta que te besen el culito y quería darte ese gusto, así que cuando mi traviesa boca besó tus testículos y empezó a buscar tu perineo, tú abriste todo lo que pudiste tus piernas y me ofreciste tu hoyito, que yo besé entusiasmado, sé que es lo que más disfrutas antes de la penetración, así que te complací: seguí cada uno de tus pliegues, simulé una penetración, simplemente besaba tu agujerito, en fin, fue como una hora que disfruté de tu culito y tú sólo jadeabas y decías mi nombre, no sé cómo le hiciste para no acabar, pero te aguantaste, y me levanté y apunté mi polla a tu orificio mientras tu boca buscaba la mía y nos fundimos en un largo beso mientras mi polla entraba en tu culito y volvíamos a ser uno después de tanto tiempo, pronto empecé las embestidas y pronto acabé, teníamos tantas ganas el uno del otro que no duramos mucho, yo acabé dentro de ti y tú acabaste sobre tu vientre, los dos acabamos copiosamente, teníamos seis meses sin hacer el amor y se notaba, los dos teníamos ganas. Tú me besaste y me diste las gracias mientras preparabas la cama para dormir, pero yo no había terminado, quería ser totalmente tuyo, así que te detuve y te obligué a girar hacia mí y te besé de nuevo, al mismo tiempo acariciaba a tu amiguito que estaba más que preparado, tú sorprendido me preguntaste con la mirada si estaba seguro de querer hacerlo y yo simplemente te apreté un poco la verga, lo que fue suficiente para que lo entendieras y me llevaras a la cama, me pusiste en cuatro y me diste un delicioso beso negro, no tan largo como el que te di, pero sí muy intenso y que me hizo tocar el cielo con las manos, luego sentí tus dedos explorar mi interior y dilatar mi agujerito, luego tu pene se intentó abrir paso, pero yo estaba tan excitado que me moví hacia atrás, clavándomelo yo solito y sintiéndome en el paraíso, de veras que necesitaba esto, necesitaba sentir que nunca he dejado de ser tuyo, que pese a todo aún querías estar conmigo y dentro de mí, así que me sentí muy feliz y apreté mi culito para darte más placer, funcionó porque gemiste y aumentaste el ritmo, lo que me hizo a mí jadear también. Poco después te corriste dentro de mí y entonces te besé de nuevo y te dije al oído lo mucho que te amo. Entonces sí que nos acostamos a dormir… hasta que a media madrugada nos despertó la ardilla caminando por el techo de la cabaña.

 

Por fin tuyo de nuevo,

Pablo.

 

---------------------------

Gracias de nuevo por tomaros la molestia de seguir mi historia… ya que habéis llegado hasta aquí, por favor, valorad y comentad, que es importante para mí, es mi forma de saber si os ha gustado, qué cosas debo mejorar y demás, por favor, valorad y comentad…

¡Gracias a todos!!!!

Anderson

(9,66)