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49.3 Cosas de jóvenes

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Borja terminó la bebida y fuimos a la mesa que Gonzalo tiene siempre reservada. Parecía que nada hubiera sucedido y hablaba con normalidad, se había tenido que desplazar a la oficina para preparar datos con el equipo de trabajo de Gonzalo y facilitárselos para la reunión.

-Le he dicho que vamos a comer juntos, saldrá de Bergen a última hora de la tarde y está satisfecho, todo ha resultado bien para nuestros intereses. Es muy bueno en lo suyo y el abuelo está orgulloso, a veces dice que es mejor que él para vender las ideas y convencer.  –era indudable que Borja adoraba a Gonzalo a pesar de que a veces discutieran. 

También yo le analizaba en mi interior y me impresionaba, aquel Gonzalo niño, adolescente y joven que amaba con locura había cambiado, era en su mayor parte otro ser, un poderoso hombre de negocios al que todo parecía sonreír a pesar de la desgracia tan terrible de lo sucedido con Ál.

A veces veía vestigios de aquel niño que cuidaba de mí en el colegio, pero como si fuera una obligación que se hubiera impuesto.

Tenía que acelerar el paso para evitar mojarme por la intempestiva lluvia que caía en mi camino a la piscina. Borja no había podido acompañarme a pesar de que le insistí. Nadé más de una hora y curioseé por el centro, mirando las cabinas de masajes, las salas de sauna y aunque no había mucha gente los había de todas las edades.

A la vuelta, me detuve en la sala de los abuelos donde una leía un libro y el otro los diarios envueltos en una dulce música de cámara. Al abuelo le encantaban mis mimos y a mí también el dárselos, era tan diferente a mi padre que nunca me besaba, sus besos que de niño esperaba y nunca llegaban.

Ahora lo compensaba con el abuelo, le estaba perdiendo el respeto y hacía lo que ni Gonzalo o Borja se atrevían, tumbarme en el sofá y colocar mi cabeza en sus rodillas para que acariciara mi cabello con su tierna y fría mano arrugada, la verdad es que siempre me había impresionado y hasta le rehuía de pequeño, cuando le veía en las oportunidades que estuve a su lado, aunque él siempre fue cariñoso y amable conmigo y ahora, después de mi primer beso, le quería al mismo nivel que a la abuela.

Borja trabajaba en el despacho del abuelo, y al entrar me pasó su móvil.

-Es Gonzalo.  –se lo arrebaté de la mano.

-Dentro de unas horas te veré, enseguida iré al aeropuerto y son dos horas de viaje solamente, tengo ganas de besarte, ahora al acercarse la vuelta se hace más larga la espera.

Nos despedimos y le pedí a Borja que cuando Glenn fuera a buscarle me lo dijera para acompañarle y recibirle de sorpresa.

El desapacible tiempo barría de lluvia los cristales del coche y resbalaban en gordos goterones. Glenn tenía sintonizada una emisora de radio y escuchaba la música durante la espera que se me hacía muy larga, eterna. Dejó de llover de pronto pero el fuerte soplo del viento continuaba.

Obtuve mi premio al verle salir por la puerta de aduanas, dos agentes de uniforme salían con él y otra persona más alta le acompañaba, le calculé unos diez centímetros más alto que Gonzalo, sería un gigante a mi lado.

Glenn salió del coche y fue hacia ellos, uno de los agentes llevaba un carro porta equipajes con varias cajas de cartón y los agentes tomaron una de las cajas cada uno para volver a entrar al edificio. Gonzalo hablaba con el hombre tan alto y caminaron hacia el aparcamiento seguidos de Glenn, en un momento del trayecto el hombre cogió del brazo a Gonzalo, éste se soltó del agarre con brusquedad y el hombre alto se dirigió hacia un enorme coche negro, parado a unos a veinte metros del nuestro.

Abrí la puerta y descendí para ir a su encuentro, esperaba sorprenderle y no fue así, solo me abrazó muy fuerte y me llevó de la cintura hasta meternos en el vehículo. Mientras Glenn traspasaba lo que llevaba del carro al maletero del coche, y ya dentro del confort cálido le miré antes de abrazarme a su pecho. Sus labios se posaron sobre los míos en un interminable beso que luego se multiplicó en otros más cortos.

-¿Quién era tu acompañante?  -la hablaba y acariciaba su barbilla, estaba sin afeitar y creo que, desde hacía dos días, contestó sin darle importancia al tema.

-Es Kol, el hijo de Haral.  –hablaba de él con cierto desprecio.

-Podías haberme presentado, parecíais amigos por la forma que te cogía del brazo.  –de su boca salió una risa sorda y un poco cruel.

-Es mejor que le conozcas lo imprescindible, no merece la pena.  –no quería hablar más y durante el viaje a casa no paraba de decirme lo que me había extrañado.

Los abuelos y Borja nos esperaban para cenar y después de los saludos entregó su maletín a Borja.

-Después hablamos un poco de todo.  –luego dirigiéndose a la abuela.

-Haral me he llenado el avión de salmón para ti, vamos a tener el olor en el avión hasta Navidad.  –después de la cena donde hablaron de generalidades del viaje, se retiraron los tres y me quedé con la abuela viendo la televisión hasta que me cansé y me despedí de ella.

Me había duchado y lavado bien dando cremas en todo mi cuerpo, preparándome para lo que esperaba de él y tardaba en llegar, su reunión se prolongaba hasta el punto que me dormía en algún momento.

Me despertaron sus besos, la habitación estaba sumida en una semi oscuridad y tenía su cuerpo desnudo pegado al mío inclinado sobre mí mirándome.

-No quería despertarte, parecías una niña durmiendo en un sueño delicioso que te hacía sonreír con mucha dulzura.  –alcé mis brazos para abrazar su cuello.

-Querrás decir que dormía como un niño, ¿y me ibas a privar de ti y no despertarme?, yo te estaba esperando y soñaba contigo. –sus labios no volvieron a hablar durante largos minutos en que se dedicó a besar. No me había puesto mi pantalón de dormir esperándole a él y facilitarle la tarea de tomarme si quería.

Sus besos, al principio dulces y suaves, se fueron convirtiendo en agresivos y hasta brutales, la pasión nos embargó y no teníamos suficientes manos para acariciarnos, mordía mi garganta con sus labios tendido sobre mí y moviendo su cuerpo como si yo fuera agua y nadara sobre la superficie de mi piel.

-Eres tan suave y tierno, tan bebé.  –estaba dentro de mí y en un milagroso momento de lucidez, paró de arrancar mi carne con sus labios y su pene quedó quieto en mi interior para mirarme a los ojos.

-Te amo tanto, lo eres todo para mi, mi vida. -era tanta su dulzura que me sorprendió el repentino cambio.

-Quiero follarte, follarte Dani, romperte de lo excitado que me pones, y esconderte para que nadie te viera más que yo.  –incrementaba la velocidad de sus entradas y salidas y me tenía en un éxtasis con su vaivén que yo facilitaba abriendo y cerrando mi culo, abrazando su verga con mi ano como si fueran mis labios.

Cerré mis piernas en su cintura abrazándola y cerrando mis ojos para centrarme en las sensaciones que su verga me causaba en el roce con mi ano.

Abrí mi boca angustiado, me sentía como si volara y el placer me envolviera.

-Me corro mi amor, no puedo aguantar más, no puedo esperarte.  –grité y arañé su espalda sintiendo los fluidos que me salían del pene y bañaban mi abdomen, continuó follándome con fuerza y mi leche se vertía sin parar hasta que eyaculó dentro de mí. Se movía convulso pegado a mí y yo también temblaba, las sensaciones de placer no terminaban de llegarme.

Le sentía respirar dormido plácidamente a mí lado, me giré hacia él para besarle sin que despertara y sin notarlo me fui quedando dormido.

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Le sorprendí en el baño mirándose en el espejo y pasando su mano por su abundante barba, estaba corta, eran solo tres días sin quitársela, pero su cara ya estaba oscura, se observaba detenidamente.

-Por lo menos llevas tres días sin afeitarte.  –hacía gestos estirando su piel.

-¿Y si me dejo crecer la barba? ¿Qué te parece?  -me coloqué a su lado y le estudié desde distintos ángulos, cerré los ojos imaginándolo con su barba crecida.

-Creo que estarías muy bien, pero también me gustas así y siempre que no me raspes con ella a mí no me importa, estarás muy guapo, muy varonil.  –le ofrecí mis labios recogiéndolos arrugados para que los besara.

-A la abuela no le va a gustar.  -le abracé y pasé mi mano por su cara.

-Seguro que sí, además te hará parecer mayor y más señor.  –hizo un gesto de duda.

-¿Entonces me la dejo?  -le miré divertido.

-Pues claro que sí, es tu capricho y si luego no te gusta es fácil volver a lo de antes.  –le sonreía para animarle, hacía tan pocas veces alguna tontería que ahora me gustaba verle indeciso y dudoso.

Llegó mi último día laboral y tuve un momento de charla con Vergil, quería conocer como había visto mi trabajo, y nos despedimos hasta Julio en que definitivamente me incorporaría en mi puesto, aprovechó para pedirme que saludara a André y desear que las pruebas resultaran exitosas como esperaba.

No hubo más novedades importantes durante el día, comí con Gonzalo y a la tarde me acompañó a nadar, nos estábamos preparando para la cena y en el baño me abrazó por detrás soplando mi pelo mirándome a través del espejo.

-Te lo dije esta mañana, la abuela ya me ha dicho que parezco un vagabundo con mi barba.  –me eché a reír tenía cara de pena.

-¡Oh! Gonzalo, por favor, no la hagas caso, es porque no está acostumbrada.  –se encogió de hombros dándome la razón.

-Hoy te voy a lleva a un lugar que te va a gustar. Un buen establecimiento de ambiente gay con baile y un buen DJ, curiosearemos un poco, es un local de público especial y selecto con mucho chico guapo, podrás mover tu culito y nos divertiremos.  –me pareció raro ya que en Lille no son esos lugares los que llaman su atención, pero lo estaba haciendo por mí.

Cenamos y Borja dijo que saldría también pero no con nosotros, imagino que sería Blanca su preferencia para pasar unas horas o la noche.

-¿No os parece que a Gonzalo le sienta muy bien la barba que se está dejando?  -con mi mano derecha oprimía la pierna de Gonzalo por debajo de la mesa y al hablar miraba a Borja, no quería encontrar la mirada de la abuela.

-Parece un hombre callejero.  –tenía fruncido el entrecejo y al hablar me miraba a mi reprendiéndome, y no me callé.

-Pero abuela, si está…, está guapísimo y le hace parecer mayor. Borja, ¿a ti que te parece? Y tu abuelo ¿qué dices?  -me miraban los dos aturdidos y luego miraban a la abuela sin hablar, no iba a tener apoyo de ellos.

-Por favor abuela, si le dices que no te gusta se la quitará, déjale una temporada, hasta Navidad.  –la miraba implorante y con mis manos juntas, comenzó a sonreír.

-¡Oh! Daniel eres más niño que él, de acuerdo, pero tendrá que llevarla bien arreglada y como Dios manda.   –a Gonzalo se le puso cara de felicidad y eso merecía lo que fuera. Me levanté impetuoso y rodeé la mesa para abrazar a la abuela contra la silla y darla dos besos.

-Gracias abuela, mira lo feliz que le has puesto.  –y pensé en que Gonzalo no se atrevía a llevar la contraria a sus abuelos, todo lo opuesto a mi relación con mis padres, donde en plan de broma o en serio, y aunque nos besáramos tan poco, siempre les cuestionaba todo.

Wes sabía demasiado sobre moda de hombre y la ropa que escogió para mí me encantó, un conjunto de pantalón muy ceñido negro con algún hilo plateado, sin brillo como gris perla y una chaqueta entallada ajustada para llevar sin abotonar, camisa con una pechera con volantes floridos en tonos grises y una pajarita de motas, botines con algo de tacón negros y no me reconocía en el espejo.

-¡Woww!  - Gonzalo abrió los ojos cuando pasé a su habitación y me vio.  -La noche es tuya precioso.  –llegó hasta mí y elevó mi cara cogiendo mi barbilla para besarme en los labios.  Me puse rojo, pero estaba muy, pero muy contento de gustarle. Para mi él estaba aún mejor.

-Gracias Wes.  -le dirigí una mirada agradecida al salir y me di cuenta de que le estaba involucrando en mi estrategia para tener conquistado a Gonzalo.

Cogimos un taxi y pasamos al otro lado del río, a la dirección concreta que Gonzalo le indicó al taxista, cuando estuvimos en el interior del coche me abrazó y me besó en la frente.

-No van a poder vivir sin ti, gracias mi amor, me haces feliz a mí y a todos los de la casa.  –sí, su barba me picaba y esperaba que le creciera pronto, coloqué mis labios sobre su mejilla y le besé receloso, no estaba tan mal se podría soportar.

Cuando el taxi se detuvo anduvimos unos metros, me llevaba cogido del brazo y se detuvo ante unas lujosas puertas de color granate con dos porteros uniformados a los lados, el uniforme era verde con botones dorados y gorra de plato con pequeños entorchados del mismo metal dorado. Nada parecido a las discos que Lucas tenía en Lille.

Nos recogieron los abrigos en la entrada y un camarero vestido de negro nos pidió que le siguiéramos, la discoteca como tal, disponía de la pista de baile ubicada en el centro del recinto y una barra no muy grande donde solo se veían camareros, en un costado del mostrador había un habitáculo elevado desde donde el DJ animaba la fiesta con su música, el público ocupaba las mesas alrededor de la pista de baile y ésta se encontraba en estos momentos totalmente ocupada por clientes bailando.

Gonzalo le hablo al oído al camarero, sacó de su bolsillo algunos billetes y discretamente se los entregó en la mano, nos guio hasta una mesa alejada de la pista, está era redonda y con butacas cerradas hasta media espalda, retiró una de ellas para que yo tomara asiento y comprobé que disponían de ruedas.

Comenzaron a hablar entre ellos y con el ruido de la música me era imposible escucharles, Gonzalo extrajo de su cartera una tarjeta de crédito que le entregó y luego se sentó a mi lado, corrió su butaca para juntarla con la mía y me cogió la mano.

Comencé a curiosear con la mirada por las mesas cercanas, muchas de ellas vacías con vasos y copas sobre ellas y sus ocupantes debían de estar en la pista de baile.

Unos minutos más tarde volvía el camarero, en su bandeja traía una botella de champagne y cinco copas, descorchó la botella y sirvió en dos ellas, luego se marchó, levanté la servilleta que cubría la botella y pude ver de lo que se trataba, efectivamente Clicquot Muiron, el champán que rechacé asustado cuando el dependiente me lo ofreció, aquella noche que cené en la casa de Evans con Lorian y Alan, por su precio imposible de pagar.

-Gonzalo, ¿a quién esperamos?  -le señalé las cinco copas.

-Espera, no seas impaciente.  –se le veía divertido y me ofreció una de las copas, la tomé para volver a dejarla sobre la mesa sin beber, él tomó un sorbo y aspiró el olor.

Dos minutos más tarde volvió el camarero, venía acompañado de dos muchachos, aparentaban unos treinta años con cuerpo de gimnasio, en lo que se podía apreciar a simple vista y cuellos de toro, guapos, pero no eran mi tipo de hombre. Devolvió la tarjeta que antes le diera Gonzalo y una nota que sería del cargo, hizo una inclinación de cabeza y se fue después de hablar con los muchachos unas palabras.

Gonzalo guardo su tarjeta y el papel e hizo un gesto para que tomaran asiento y se sirvieran una copa, me acerqué a su oído para que me oyera lo que le iba a decir.

-¿Y éstos que hacen aquí?  -me tenía intrigado.

-Son para ti.

-¿Para mí?, ¿estos dos chicos?, ¿dos prostitutos?…  -reí nervioso en su oído.

La conversación era un secreto entre nosotros, aunque hubiéramos hablado separados no hubieran podido escucharnos.

-No son prostitutos, se trata de strippers.

-¿Y para que les quiero yo, quieres que hagamos un número con ellos? –su risa es burlona y sarcástica.

-Te he dicho que son para ti.

-Deja tus bromas Gonzalo, no sé lo que pretendes.  –me abraza y continúa riendo.

-Quiero que te enseñen a bailar, o que tú aprendas uno de sus números para hacerlo para mí.  –en ese momento llega una preciosa chica pelirroja y con el pelo ensortijado a la que Gonzalo invita a sentarse, ahora entiendo para quien era la copa que estaba sin dueño.

-¿También una chica?  -es imposible creer la que está organizando.

-Las chicas tienes algunos movimientos que los chicos no hacen bien y ofrecen otro cuerpo.

-Gonzalo, estás loco, ¡Oh! Dios mío.  –vuelvo a besarle en la mejilla, parece que le estoy cogiendo gusto a su barba.

-Cuanto te ha costado este numerito.  –no sé qué pensar de él.

-Eso no es importante, ahora vamos a bailar que para eso estamos aquí.  –me coge de la mano y me lleva hasta la pista, los tres strippers o bailarines vienen detrás de nosotros contoneándose al ritmo de la música, nos rodean bailando a nuestro alrededor y poco a poco voy entrando en ambiente.

Mueven sus cuerpos maravillosamente y se encargan de dirigirnos y llevarnos, nos cansamos y bailamos abrazados, ellos no parecen tener límite y continúan con el baile rozándonos provocativamente. Es fantástico como lo estoy pasando. Abrazo su cuello y se tiene que inclinar para que le hable al oído.

-Gracias, mi amor es una noche fascinante, te adoro. -suspira gozoso de haber acertado y me besa apasionado, subiendo mi cuerpo sujetándome por mis nalgas para que llegue a sus labios.

Cuando dejamos a los tres alegres chicos y contento de su trabajo les entrega unos billetes. Luego nos consiguen un taxi.

-Qué ocurrencia mi vida, ha sido un regalo impensable y al principio me asustaste.  -rompió en una risa alegre y el taxista nos miraba por el espejo sin entender nuestro alborozo.

-Mañana iremos a Cranfield tengo que cumplir la promesa que le hice a Jean y enviarle el regalo, tenemos que dormir un poco.  –voy de sorpresa en sorpresa y no deja de admirarme.

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Miraba a Wes sin terminar de abrir los ojos, adormilado y deseando continuar en mi sueño, estaba recogiendo el desastre de ropa que dejamos anoche tirada de cualquier manera.

-Buenos días Wes.  -giré mi cabeza buscando a Gonzalo.

-Está en el baño.  –fue su rápida respuesta sin dejar de trabajar, tenía preparado el desayuno en la mesa habitual.

-Hoy es sábado, ¿no teníamos que desayunar en el comedor?    -creía recordar que el desayuno en la habitación era por las prisas para llegar al trabajo según Gonzalo.

-Van a salir de viaje y me ha pedido que lo traiga aquí.  –recordé lo que me dijo sobre ir a Cranfield y salté de la cama.

Estaba saliendo de la ducha cuando entré al baño. Me detuve para mirarle, parecía que había dormido diez horas por lo fresco que parecía, le besé y comencé a afeitarme.

-Tenías que haberme levantado, tú ya estás preparado.  –miraba su reflejo en el espejo secándose el cabello.

-Tranquilo, que tenemos tiempo, en una hora estaremos allí y no hay mucho que hacer.  –nos despedimos de los abuelos que desayunaban tranquilamente, Borja no estaba con ellos.

Realmente el viaje resultó breve, de vez en cuando depositaba su mano izquierda en mi muslo para pasarla sobre él acariciando, quería preguntarle muchas cosas, pero hicimos casi todo el trayecto en silencio hasta unos minutos antes de llegar.

-¿Qué pretendías con lo de anoche Gonzalo?  -me miró una milésima de segundo y volvió a fijar la vista en la carretera, apretó el volante y los tendones de sus manos resaltaron bajo la piel, estuvo unos minutos en silencio, pero yo no dejaba de mirarle.

-Vale, de acuerdo soy un poco pervertido y vicioso.  –dejó de hablar y yo no estaba dispuesto a ceder, para mí era importante.

-¿Y qué más? ¿Cuáles son tus fantasías y hasta dónde quieres llegar? Dímelo por favor.  –él miraba muy fijo el negro asfalto.

-No es fácil explicarlo, tengo reparo y miedo de molestarte.  –pero teníamos que ser sinceros, ante todo, deseaba que se sincerara y viendo su apuro me divertía sin mostrarlo.

-Inténtalo, no te voy a comer.  –coloqué mi mano derecha sobre su pierna acariciándola y muy cerca de su entrepierna para provocarle.

-Bien, vale, me gusta verte guapo, que los demás te vean también así y que me envidien por tenerte, me excita cuando noto que otros te desean. No sé si me entiendes, son sentimientos de degenerados, ver cómo te rozan en el baile y todo eso me pone mucho.  –se detuvo como si supusiera un esfuerzo insufrible para él continuar.

-Todo eso no tiene nada de malo Gonzalo, eres un poco viciosillo, pero nada más. Sería perverso si me forzaras a hacer lo que yo no quisiera, solo en ese caso. Todos tenemos fantasías y deseos que no queremos revelar, los vemos infames por lo que nuestra cultura nos ha imbuido, yo también siento cosas que puede avergonzarme sentirlas.   –ha detenido el coche delante de lo que fue mi residencia de estudiantes, algunos chicos están en la puerta mirando el coche, curiosos, aprovechando que ahora no hay peligro llevo mi mano para colocarla sobre el bulto que se le está formando.

-¿Hasta dónde querrías llegar? ¿Te gustaría ver que otro hombre me tomara delante de ti?  ¿O ser partícipe?  -se vuelve hacía mí y me sujeta de los hombros, su mirada parece horrorizada, asustado de su lucha interior por querer reprimir sus deseos.

-¡No! Nunca.  –me aprieta contra él a pesar de que tenemos colocados los cinturones de seguridad. Su aliento calienta mi oreja y yo aprieto su polla que ya está tiesa.

-No lo sé Daniel, de verdad que no lo sé, tengo muchos sentimientos que se contraponen. Por un lado, soy celoso, no siempre, pero en algunos momentos me molesta que dediques tu cariño a los abuelos o a Borja, otras veces lo deseo y me llena de emoción ver como los quieres. –se detiene un momento mirando a los chicos de la puerta.

-Todo eso en el plano más suave y que puedo sacar a la luz sin que me cause excesivo sonrojo.  –su calor atraviesa la tela del pantalón y calienta mi mano, sus nervios van aumentando y se estira para facilitarme el acceso y que se la sobe.

-Luego tengo un lado más oscuro, con tres formas de ver lo que siento y es difícil de entender. Tomando a Nicolás como ejemplo, me gusta muchísimo como os queréis y me admira la devoción que te tiene, otras veces me da rabia que le dediques tus sonrisas, me pone enfermo pensar que te ha tenido entre sus brazos y te ha hecho el amor, y la peor es que a veces disfruto pensando e imaginando como te folla y penetra, recreando en mi cabeza los más mínimos detalles de vuestra relación.

-Quítate el cinturón de seguridad.  –mi voz es incitante al hablarle, me lo quito yo y él me imita, luego le bajo la cremallera del pantalón y meto mi mano para sujetar su verga, suspira y recuesta su cabeza en el respaldo del asiento.

Se queda en silencio después de su confesión, no le ha resultado tan difícil abrirse y mostrarse por dentro, se mueve excitado por mis carias en su pene.

No es el momento de que nos extendamos en nuestras explicaciones, pero debo tranquilizarle, porque para mí todo lo que me ha dicho no tiene nada de malo, en realidad todo es bueno.

-Gonzalo, a mí me pasa lo mismo que a ti, debemos ser los dos iguales de depravados. Lo tuyo no es nada infrecuente, y si lo es, yo soy tan raro como tú, pero no lo percibo como malo.  –me acerco a él y le beso, en este momento apasionadamente, me conmueve que crea que tiene fallos, y que se vea humano como yo.

-Quiero mamártela Gonzalo.   -los estudiantes nos están mirando, pensarán que venimos a ver el campus para empezar el nuevo curso aquí, las lunas del coche son tintadas y no nos pueden ver desde la calle y menos a la distancia en que se hallan.

Tiro de sus pantalones, pero no se los puedo quitar, bajo la cabeza para colocar mi boca sobre el bulto que se le marca en el bóxer y suspira ruidosamente, se la muerdo y la siento palpitar, lleva sus manos a mi nuca para aplastar mi cara sobre su verga, su olor me excita un montón y necesito su polla en mi boca.

-¡Ohhh! ¡Ohh! ¡Ohhhh! Vas a lograr que me corra en la ropa Dani.  –suspira ahogado, pero no suelta mi cabeza y continúa aplastándola.

-Pues bájate los pantalones ya, por favor Gonzalo.  –se apresura ahora y los desliza con su bóxer más abajo de sus rodillas, escurre su cuerpo para quedar con el culo en el borde del asiento.

Puedo verla por fin en toda su grandeza, me enamora, tan grande, tan potente, tan rica y no pierdo tiempo en lamerla, su exquisito glande rojo, cubierto por el prepucio del que escurre su precum de sabor divino me espera.

Soy un adicto a su polla y la saboreo y la degusto con placer, lamiendo cada rincón de ella, buscando entre su pellejo el pre-semen que haya quedado escondido, y chupo para luego meterla entera, hasta acariciar el bello de la base con mi barbilla y aplastar mi nariz en sus testículos.

- Dani…, la chupas de maravilla…, sí…, continúa…, te voy a dar mi leche…, te llenaré la boca…, ¡ohh! ..., sí…, mama bebé. –su voz suena entrecortada y ronca y sujeta mi nuca para forzar a que se la mame entera.

-Me voy, mi amor, cómela.  ¡Ohhh!  -su leche caliente me llena, pero trago deprisa y cierro mis labios, no quiero que se escape nada de este líquido tan precioso, está unos segundos follando mi boca, levantando sus caderas para meterla y luego cae rendido en el asiento, desmadejado y con los brazos caídos.

Sigo lamiendo su verga, recogiendo cada gota que va surgiendo y pasando mi mano a lo largo de ella, masturbándola para sacar lo que haya quedo sin salir y lo recojo con la punta de mi lengua, se lo enseño y me sonríe sin fuerzas.

Me da pena cuando la guarda y se sube la bragueta, seguiría mamando para hacer de su esperma mi principal alimento.

-Gonzalo mi amor, me enamoras, me tienes loquito por ti, no me importa como seas, me gusta cómo eres y haré todo lo que a ti te apetezca, no puedo negarte nada mi amor. Si me hubieras pedido ayer que me dejara follar por aquellos dos tíos lo hubiera hecho, a pesar de que no me gusta hacerlo con alguien que no conozco.

-Lo eres todo para mí.  –le abrazo desesperado y le beso muerto de loca pasión. 

-Amor, nos amamos y es lo importante, ¡venga!, vámonos que ya he visto lo que fue mi antigua residencia, ¿recuerdas cuando veníais a ver a Carlos? –el dolor aparece en sus ojos.

-También queríamos verte a ti.

-Tienes razón y no soy justo, era yo el que no quería veros.

Sin salir del coche lo puso en marcha y se dirigió a los edificios de la escuela de aviación. Buscamos unos lavabos para enjuagarme la boca, me encanta su sabor, pero tampoco voy ir pregonando que le acabo de hacer una mamada a mi hombre.

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