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Fotógrafo. Quería jugar y le abrí el ORTjetivo.

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Mi actividad es la fotografía. Fotografiar y filmar fiestas, familiares, cumpleaños, casamientos, y donde me llamen.

Lo que voy a memorar, es un recuerdo entrañable en grado sumo, y se los quiero compartir, erótico y ternuroso entre mis aventuras de corsario de la lujuria.

Transitaba el sendero de la vida, pisando los  treinta…y una tarde como cualquier otra recibo un llamado de una mujer solicitando mis servicios para la fiesta de quince años de su hija, pero que por razones laborales de su esposo no estuvo para esa fecha en el país, por lo tanto había quedado como asignatura pendiente cumplir esa promesa, ahora ya de regreso en el terruño natal y aunque ya no tenga los quince, sino dieciocho y un poco sentía la obligación de realizarle a su hija la prometida fiesta y poder reunir a todas sus amigas y compañeras. 

El día previo a la fiesta voy a casa de la cumpleañera para tomar las imágenes, que después se editan en el vídeo de la fiesta propiamente dicha, como de rutina laboral.  Llego a la hora estipulada, la madre me presenta a la homenajeada, Solange, y nos deja para realizar el trabajo, nos avisa que necesita ausentarse por trámites relacionados con la fiesta, avisando que retornará en poco más de una hora. Nos quedamos solos en la casa.

Solange, decide que el lugar elegido para las tomas sea, el rincón íntimo de sus afectos, donde están los testimonios de su vida: su habitación.  

Todo dispuesto y el objetivo listo, comenzamos.  Luego de romper el hielo en las primeras poses, el trato se torna más confianzudo y ella más zafada, tanto así que se atreve a pedirme unas tomas más audaces para recuerdo de “ese” día.

Retorno de buscar un nuevo rollo de film, y me encuentro con toda una “Lolita”.  Un baby doll, bien subido, más arriba del límite de la tanguita.  La lencería trasluce e insinúa tanto…, que mis ratones mentales no me dejan concentrar, no es lo habitual, pero apelo a la conciencia profesional para seguir con el trabajo.  Pero, el “ratoneo” mental me puede, la atención se concentra en ese culito tan apretadito, respingón y seductor.  Es un tentador anzuelo, pero el trabajo, es el trabajo; pienso en otra cosa para alejar de mí los lujuriosos pensamientos que amenazan con deshilachar mi compostura de hombre casi serio.

Con dificultad por la calentura, el bulto del pantalón es harto elocuente y mal disimulado, cumplo sus indicaciones y accedo a sus atrevidos deseos, en todo.  Casi terminando la sesión, se le ocurre una pose mucho más osada, todavía, mostrando algo más, se pone las manos en la parte baja de los pechos haciendo las veces del “push up” del soutién de esos que elevan el busto, de tal modo que una buena parte de esa tentadora anatomía se exporte fuera de la prenda.

Le debió parecer poco atrevimiento y fue por más…

- Quiero así, ¿podés tomarla?

Está jugando a ser una fem fatal, desabrocho el soutién y soltó los breteles del baby doll, elevó los senos  al mejor estilo “cuidado” de una chica de revista para hombres, esa fue su intención al pedírmela.    Eran hermosos, tan níveos, tan teros, tan duritos y enhiestos, los pezones rosados y erguidos que me quedé absorto sin poder articular movimiento alguno.  Eran una invitación a ser adorados, mamados, objeto de la rapiña más atrevida, pero… era carne prohibida, por eso lo mejor era retomar la compostura y pensar que lo que estaba viendo no existía.

Una toma de prueba y otra cambiando el ángulo, pero ni ella ni yo parecíamos conformes, era necesario inmortalizar ese momento mágico.  Me vi obligado a aproximarme para corregir la pose, tanto que su perfume se mete en mí, taladrando mis sentidos y alterando la prudencia y la cordura, aun así, la coloco recostada sobre el silloncito de costado al modo de las madonas del renacentismo...

El bulto queda a la altura de su carita, próximo a sus tetas expuestas.  Lo mira y se frota los pechos en él.  Estoy por explotar.  Levanta los ojos, mira satisfecha por el elogio del bulto, recaliente y latiendo en el encierro de la bragueta. 

No pude con mi genio, ni con ese loco deseo y le di un beso, con toda la ansiedad y el deseo en los labios.  La lengua de Solange se adentra en mi boca, me roba la saliva y me atrapa el alma entre sus dientes.  Solo uno que duró un instante pero que se recuerda toda una vida.    Quedamos sin aliento, sin poder respirar.  Separadas las bocas, dice:

- Cristian, esto se quede entre nosotros, ¡porfa!, y sigue: Si hay alguna foto que te gusta, puedes, quedártela, como para… tenerme... –pausa con cero de inocencia.

- Sí…, sí… claro…, entre nosotros…

- Nos vemos en la fiesta, mamá debe estar por regresar.

Me dio un beso en la despedida, lo usual de presentación, pero ya nada ero lo mismo, ese no sé qué que se palpaba en el aire.

A la noche siguiente, la fiesta, el vídeo, más fotos, un trabajo con la rigurosidad profesional de un evento de esta naturaleza.  Nada de lo esperable se produce, espero una señal, algo… La nada misma. Es común que las fiestas se extiendan toda la noche y se termina cuando llegan las medialunas para el desayuno y se termina la fiesta, es lo acostumbrado.

Es de madrugada, desconcertado, estoy por retirarme, cargando los elementos de trabajo, y escucho la voz de Solange, en tono muy quedo:

-Cristian, hay mucha gente, mañana te llamo… y ¿nos vemos Si quieres…?

-Bueno, de acuerdo.  Claro, claro, que síiii.  

En la tarde, bastante tarde, del domingo, cumple la promesa de llamar, acordamos un sitio.  Llego puntual, bueno… como la ansiedad me pudo otra vez, estaba esperando más de media hora antes de lo fijado .  Subió al auto y salimos raudos, paramos en una zona alejada y nada transitada.  Nos metemos mano y nos morreamos con mucha ansiedad y nada de prudencia, la desmesura era el nombre del fajarnos a morir.  

Me observa y se ríe al ver la erección inocultable, una carpa formidable eleva el pantalón, la bragueta a punto de reventarse.  Vuelve a mirar el bulto con dulzura, como quien mira a un bebe hacer graciosas muecas, pero solo ve manifestarse a un hombre tan caliente como puede estarlo alguien en abstinencia de sexo por más de tres semanas, inocultable ante tamaña excitación.

Llevó su mano a la erección, libera al prisionero, lo toma en sus manos, por mejor decir “se agarra de él” con ganas y sacude su pasión en el latente cuerpo del delito. Devolución de atenciones, que le dicen, por debajo de la minifalda entró hasta el borde de la tanga, por instinto abre las piernas, repto por debajo del elástico, busco entre los vellos púbicos el camino al nido.  Los dedos nadan en el abundante jugo de la cerradita conchita.  El fragor generado, pone en peligro el interior del auto.

-¡Pará, pará!, me vas a hacer acabar si seguís.  Así no...

-¿Cómo entonces?

-Vamos a otro lugar, antes de que vengan los bomberos para apagarnos el fuego que llevamos dentro, ¡llévame al telo! (hotel).

Rapidita para las decisiones, la llevé al más cercano. Tanta seguridad y decisión flaquean cuando estamos a metros de la entrada, la invade el temor y la duda, es cuando el hombre necesita de experiencia y “muñeca” para manejar la situación, la tranquilizo con todo el arsenal de argumentos convincentes que llevamos en la mochila para esas emergencias, era obvio que entrar a un hotel era su primera vez, con más calentura que indecisión, se deja seducir.  Entramos, mientras sigo con la parafernalia de la fórmula usual de una primeriza...

-Tranqui, que no va a pasar nada que no quieras hacer, cuando quieras cortarla será y cuando dispongas nos retiramos y bla, bla, bla… 

Hubiera prometido cualquier cosa, con tal que entrara, si me pedía que bajara la luna también diría que sí.  Pedí dos cocacolas con hielo y dos whiskies, por si necesitaba entonar un poco a Solange.  Bebimos, como para entrar en confianza, tan así que hasta bebió un par de sorbos de wisky que termino por aflojar sus aprensiones y soltar los frenos y poder revolcarse por el mar de sábanas que nos aguardar para ser cómplices de una sesión de sexo como bautismo de fuego en su mayoría de edad. 

Volvimos a meternos mano, a darnos un faje de aquellos, ahora en la cama revolcados en la cama. Histeriquea, se hace la difícil, resiste, pero el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo, y este maduro sabía cómo llevarla a mi terreno, casi sin que se diera cuenta quedó en traje de Eva y sin la hoja de parra.

Antes de darle tiempo a reaccionar, estoy desnudo, pegado a su cuerpo, para que sienta el calor del macho latiendo en su piel.  Inicio el ablande, besos de lengua, con todo, larguísimos, tanto como para respirar en la boca del otro. 

Aún seguía debatiéndose, me sacaba la mano de las tetas y la ponía en la cuquita, me la saca de ahí y le toma la suya y la llevo a mi pija.   – Uf, cuánta acción, no puedo pararte, eres como un pulpo, cuántas manos tienes.

-Todas las necesarias para atraparte, para tenerte toda. 

Todo venía bien pero cuando era “ir a los papeles” Solange “arrugaba”, aún era necesaria la persuasión. Tomé un buen trago de whisky y se lo transferí en un beso, que recibió junto con el licor.

Mientras termina de procesar el licor entregado en el boca a boca, comencé a mamarle la tetitas, tan duritas y esos pezones parados, una delicia, gime y arqueaba a más no poder, la novedad la novedad de sentirse acosada por mi boca y por mis manos, le desarman la guardia.  Es tiempo de “apurarla” seguir acosando cada hueco, cada rincón de su cuerpito, besando y deslizando, hasta el pubis, abrí camino en el vello, separé los labios, y el interior de vagina se ofreció rosado y húmedo.  Abiertos como estaban los labios, entré con la lengua dentro de ella, exploré ese lugar virgen, tomé su esencia y la degusté como el elíxir de la juventud que estaba trasvasando en ese mismo acto, me estaba comiendo su primera calentura, escribiendo en lengua viva el prólogo del pasaje de niña a mujer.

Un profundo gemido fue la respuesta a la “paleteada” de antología que dedique en honor a esa virginidad a punto de claudicar.  Presionaba mi cabeza para enterrarme entre sus piernas, por primera vez siente el shock de un orgasmo que no sea a mano propia, ahora es un hombre el verdugo que ejecuta la condena que la lleva de la muerte de la niña a la vida eterna hecha mujer, hecha hembra, hecha una putita.

Devino en una chupada de concha con el consiguiente terremoto de sensaciones en este sexo virgen.  De pronto la intensidad de la pasión desatada, con epicentro en la concha, la hizo llorar, gemir, reír y jadear con intensidad y desconocida, estremecía toda, tanto que casi parecía desvanecida en la intensidad cuando me compadecí de la intensa forma de “padecer” el goce de los orgasmos seriales.

Me salgo de su “boca” y le endulzo el oído, halagándola, sin dejar de acariciarla toda. La llevó al terreno donde mejor me manejo, “la labia”, voy relatando la magnificencia de las sensaciones, incrementando el placer del orgasmo que está en su fase del éxtasis.   Plenitud del relax y la ternura propicia la confidencia intimista, sacar a la luz el pecado y lo prohibido, confiesa que, por las noches, en especial modo la noche de las fotos “bien jugadas” necesitó tocarse toda hasta desahogarse en algo lejanamente emparentado con esto de recién, pero que está a kilómetros del placer que le hice “sufrir” delicioso.

La risa sin sentido asoma en sus labios, hasta los ojos se suman esta alegría espontánea, está alegre y vivaz, cargada de energía de la buena, de la positiva, de la que accede a todo, que consiente y predispone a dejarme que sea quien le haga perder esa ya molesta virginidad. Te necesito aquí y ahora, por si hubiera dudas se toca la conchita, mientras abre los labios a modo de invitación, necesita sentir que pueda encontrar del otro lado del himen. Ansiosa y con miedos, pero decidida a ser mía, entregarse al hombre que le hizo descubrir este mundo de sensaciones que aún la estremecen y agitan.

– Cristian, necesito que me hagas mujer, tu mujer!!!!

Si prisa, pero sin pausa voy por el premio, agito un poco la verga para ponerla a tono con las circunstancias de hacerla mi mujer, acomodo la cabezona entre los labios de la boca que sabe a mar, muevo arriba y abajo, entre los labios para sentir el húmedo deseo.   Indico que se abra ella misma los labios y ubique al visitante en la misma puerta del templo virginal, que vaya “haciendo amiga”.

La pija entra suave, despacio reconociendo la cueva, me agarro de sus caderas, sostenida con suavidad, pero con firmeza, atrayéndola hacia mí.  Presiono, suave, reacciona intentando escapar, pero la firme sujeción en sus caderas, impiden el atisbo de fuga, vuelvo a intentarlo, ella a tratar de salirse, no puede, retenida con la decisión de que su himen sea desgarrado ya mismo. 

La escena se repite varias veces, siempre con el mismo resultado, pero cada vez un poquito más adentro, hasta que me parece es el momento oportuno…  Mi boca se hace dueño de la suya, el beso profundo distrae sus sentidos.  Es el momento adecuado, el ahora mismo, de un solo golpe entro en ella “hasta el mango”.

El gemido precede al jadeo, se le corta la respiración, los ojos abiertos como el dos de oros de la baraja indican que el macho penetró a la hembra, del todo y sin remedio quedó consumada la desfloración.  Se quejó por el dolor, pero ya es tarde para lágrimas, se rompió el capullo de la niña y abrió la flor de la mujer.

Sigue quejando, gime y jadea, pide un instante de quietud.  La colmé de besos y caricias para sedar los dolores de la rotura, el miembro adentro, muy duro, sin moverse, para que se acostumbre a sentirme en ella. 

Quieto pero sin perder nada de la rigidez, aguanto ese momento de quietud, no puedo estimar cuánto duró este martirio, era un suplicio aguantar de ese modo.  La concha deja de estremecer, se siente más húmeda, después sabría que era la sangre del himen desgarrado.

Muy, muy lentamente empecé a moverla, dolorida, lenta pero va acoplándose a mi ritmo, sacudo la verga dentro a pesar de sus quejas.   El canal se sentía muy estrecho. 

No me pude demorar tanto como tengo por hábito, pero esta era una situación especial, era tiempo de llenarle la concha de caliente y espeso semen. 

Quedé adentro de ella, totalmente duro y latiendo, se lo removí otro poco en la argolla para vaciarme todo.  Era el gesto necesario para conseguirle un postrer orgasmo: El primero estrenado como mujer.

Retiré la pija del nido, salió con rastros de sangre.  Una toalla ayudó a controlar la breve hemorragia, muestra de su virginidad maltrecha.  Quedó con la toalla presionando contra la concha hasta que terminó de fluir la roja muestra de la entrega de su ofrenda.

A su tiempo nos duchamos, recompusimos de las emociones pasadas nos fuimos del telo.  Habían transcurrido dos turnos, más de cuatro horas se prolongó la encamada.  La dejé a media cuadra de su casa, se me hinchaba el pecho de orgullo verla caminar con alguna dificultad, sentía mi dolor en su sexo. 

Mi pañuelo la acompañó en la tanga para contener algún vestigio de la rotura del virgo. 

Salió una niña alegre y ansiosa, y regresaba una mujer, dolorida, colmada de leche y llena de felicidad.

Tanto placer nos cobró el peaje de estar rezando par que la regla llegara a tiempo, pagar la penitencia del pecado de calentura, por no tomar las precauciones del caso, y acabar con una profusa y abundante eyaculación dentro de su vagina.

Luego de esa primera vez teníamos muy buena cama, hicimos todas las posiciones.  Hacía y permitía todo, menos la cola, “aún no estoy preparada para eso”, era la clásica respuesta en cada intento.

Seguimos saliendo durante un tiempo hasta que la cosa se puso un poco pesada. Se sentía mujer total y pretendía concretar una relación formal.  No pudo ser, había una importante diferencia de edad, estaba a punto de casarme por segunda vez, concreté a los pocos meses.

La vida da tantas vueltas, tantas, que en una de esas…, transcurridos cinco o seis años, nos encontramos y quedamos en vernos.  Tomamos unas copas, y como para recordar la vieja historia de su primera vez, nos propusimos volver al mismo hotel de esa, su primera vez en el amor.

Ya no era la novata virgen e inexperta, ésta otra Solange, en la cama sabía todo y más, en este tiempo de ausencia se graduó con sobresaliente “en garche y mamada”.  Se notaba que fue una alumna aplicada, aprobó con calificación de meritorio y sobresaliente, o más bien pareciera que se la cogió un burro.  La concha ya no era estrecha, la tenía bien agrandada, diría que del todo.  Cuando digo “del todo”, no es una frase al pasar, sino que se le podía meter toda la mano adentro, tal cual lo digo, porque me lo pidió especialmente.  Nunca había visto nada igual.

Todo lo hizo a las mil maravillas, sabía dónde y cómo hacerse a un tipo para dejarlo sin una gota de leche, me exprimió hasta el suspiro.

¡Qué cogida monumental me dio!  Debía estar con hambre de sexo, porque me dejó “pidiendo la hora” ¡referee!!, tan así, que por primera vez “tiré la toalla”.  Ya nos estábamos vistiendo cuando dio el golpe de escena:

-Vos fuiste malo, muy malo… conmigo, con la muchacha que desvirgaste, fuiste muy malo...

-¿Por qué?  -dije con curiosidad.

-¿Por qué no me hiciste la cola?

De verdad, ya no entendía nada, de nada. Me disculpé, como si fuera necesario, pero quedamos en que para la próxima no sería tan “malo”, y le daría lo que pedía.

No era una mujer fácil de arrear, sabía cómo conseguir lo que necesitaba.  Como lo prometido es deuda…, la cola tendrá lo que busca.  La muy turra se puso de bruces sobre una almohada doblada, que le pareció poco y puso otra más delgada, para empinarla, se ofrecía desafiante.

Acepté el desafío, ella buscaba la emoción del sexo más salvaje, y se lo está ganando. Solo un poco de saliva en la cabeza del choto, fue suficiente para que de un solo empujón le entrara la cabeza.  A los gritos me pide que le rompa el culo de una vez. De un envión llegué hasta los huevos.  El recto era estrecho y algo húmedo, la poronga se deslizaba con facilidad, se nota que por este conducto han transitado buenas porongas que fueron abriendo el camino para las próximas, totalmente caliente como si tuviera fuego en él. La muy puta se movía haciendo que cada entrada fuera siempre a fondo.

Los movimientos de ella excitan, una nalgada bien aplicada le hizo vibrar y bramar de gusto.

-Así, mi macho, dame más, castiga a tu puta, ¡castigala!

No hizo falta que me ordenara, las nalgadas se hicieron más seguidas y subieron en intensidad en forma proporcional a sus pedidos de ser castigada. La muy puta disfruta y goza ser sometida, castigada, ser tratada con brusquedad, disfruta el placer del castigo, que la tome de los cabellos, traccionada con vehemencia, sentir el rigor del macho posesivo, todo le sirve todo le suma placer, las nalgadas los mordiscos, todo eso le es poco, esta motiva a sentirse sometida, ese es el goce que necesita para sentirse plena.

Movía todo el cuerpo, frenética, una máquina sexual con el potenciómetro a máximas revoluciones.

La culeada, era por momentos brutal y violenta, estamos inmersos en un torbellino de pasiones descontroladas.  En un grito desesperado dice:

-¡Ya, ya, ya...!  Hijo de puta me está viniendo el orgasmo, ¡me vengooooo!

Con todo lo que me quedaba, encendí el motor como para reventarla y acabé adentro, con toda la furia desatada, sin control ni medida, el exceso fue el dueño de ese polvo que le dejé en el ano.  Sentí salir el semen con intensidad, y con él me dejé morir dentro de Solange, la muerte más dulce jamás experimentada.     La guacha acabó también, y cómo lo disfrutaba.  Nos derrumbamos, de costado, seguía conectado al culo de esta máquina sexual.  Dormitamos por el cansancio producido en la ejecución de este polvazo.  Desperté abrazado a Solange, la pija hecha un trapo.   Nos despedimos, volver otra vez fue la promesa a cumplir...

Soy Lobo Feroz dicen que me he comido a la caperucita del cuento, pero no fue tal como la han escrito.  Estoy esperándote en:

[email protected] 

Atrévete a volar y cuéntale al Lobo Feroz, ven tranqui no te voy a comer.

Lobo Feroz

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