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Silvia, maestra del sexo (parte 1)

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A mis veinte y dos años estaba acabando un curso de entrenador personal y estaba haciendo ya las prácticas en un gimnasio nuevo que abrió en mi pueblo. El curso me iba bastante bien, no tenía demasiadas dificultades para superar los exámenes y durante los tres meses de prácticas daba clases dirigidas de G.A.P y Bodytono para mujeres y, además, tenía una pequeña bolsa de clientes a los que yo entrenaba. Las mujeres que iban a mis clases eran en su mayoría maduras y entradas ya en los cuarenta años y un par de ellas que serían de mi edad o rondando los treinta: el tópico de que las mujeres maduras de los relatos son espectaculares no se cumplía, eran mujeres normales para su edad, unas con más peso, otras con menos, con más pecho, menos, etc. Eso sí, había un par de ellas que para tener más de cuarenta años se conservaban muy bien y eran mujeres muy seductoras.

Hablaba con ellas todos los días que iba a darles clases, hablábamos sobre cosas banales y cotidianas: cómo están tus hijos, cómo les va en el cole, qué tal el día, cosas así… Ellas me preguntaban que cuánto tiempo estaría, que no me pasase mucho con ellas durante la clase y más cosas por el estilo.

De vez en cuando, cuando estaba en la sala fitness como monitor venían a preguntarme por ejercicios para sacar más culo, lucir abdominales y yo no dudaba en atenderlas con una sonrisa y enseñarles los ejercicios y su correcta ejecución. Para mi suerte dos de las de que venían a preguntarme eran las que más despertaban en mí el deseo de acostarme con ellas y entregarles mi virginidad.

Una de ellas era bajita, pelo rubio dorado, con unas piernas algo tonificadas, un culo relativamente grande para su estatura pero que debía ser una gozada tener entre las manos, unos buenos pechos y de sonrisa jovial y muy alegre, se llama Cristina.

La otra era también bajita, con un corte de pelo que dejaba la parte de atrás de su cuello al aire libre y negro, su cuerpo era más torneado y firme que el de la anterior, tenía un tatuaje tribal en la escápula izquierda, sus pechos eran algo más pequeños, pero igualmente de apetecibles, su nombre es Ana y era algo más seria que la otra.

Mientras les enseñaba los ejercicios ellas me atendían y tomaban nota de cómo lo hacía yo. Luego cuando ellas se ponían a hacerlo yo me deleitaba viendo como sus cuerpos sudaban y no paraban de repetir que me pasaba mucho con ellas y que me portaba mal con ellas… ni que decir tiene que me encantaba verlas así. Posteriormente y cuando pasó un año más o menos tuve la ocasión de poder acostarme con ellas… pero eso será en otro relato.

Me describo: mi nombre es Raúl soy alto, delgado y de constitución atlética (no soy un musculitos de gimnasio pero sin ropa estoy de buen ver), de tez blanca y me gusta depilarme e ir bien arreglado. En cuanto a carácter no soy una persona muy lanzada, me considero una persona observadora y que analiza un problema desde todos los ángulos posibles.

En uno de mis días de prácticas mi tutor laboral me avisó de que vendría una pareja al gimnasio a probar que tal les iba y me dijo que yo me hiciera cargo de ellos: que les mostrara el gimnasio, el uso de las máquinas y que les hiciera un circuito de cuerpo completo de cuerpo a ambos para ver si les gustaba el trato y terminasen apuntándose. Yo accedí, como es normal, y me puse a limpiar mientras esperaba a que aparecieran. Tras media hora aparecieron.

El hombre tendría unos treinta y pocos años, mediría aproximadamente un metro setenta y cinco y era delgado y con algo de masa muscular, poseí un poco de barba y el pelo rizado y algo alborotado. Tenía en la mano un móvil al que no paraba de echarle un vistazo cada dos por tres. De detrás de él surgió la figura de una mujer que mediría alrededor de un metro sesenta y cinco, tenía la piel muy bronceada y tenía el cuerpo muy tonificado (debido a que con el tiempo me contó que hizo ballet durante muchos años). Llevaba unos leggins negros ajustados que resaltaban sus bonitas curvas y una camiseta color beige con estampados sin mangas y algo holgada en la que se le veía un sujetador deportivo negro muy sexy y unos generosos pechos muy firmes y proporcionados en relación a su cuerpo. Su pelo era castaño y tenía las puntas de color rubio y lo llevaba suelto a la altura de las escápulas, cuando hacía ejercicio se lo recogía. En definitiva, era una mujer impresionante, su cara denotaba que no era joven, podría estar llegando perfectamente a los cincuenta años: sus labios eran carnosos y juraría que alguna vez se los operó, una pequeña nariz y unos ojazos que quitan el sentido. Puedo jurar que ella es así realmente.

—Mira Raúl, te presento a José y Silvia —dijo mi tutor laboral.

—¡Encantado de conoceros! ¿Nos ponemos al lío? —Respondí yo dándole un apretón de manos a él y a ella dos besos en las mejillas.

—Vale, vamos a ponernos con ello a ver qué tal esta todo esto —dijo ella con un tono de voz muy agradable.

Mientras tanto ellos estaban dejando sus cosas en las taquillas y su novio no perdía de vista durante mucho tiempo el móvil. En el rato que tardaron pensaba en cómo habían acabado juntos esos dos. Una vez que acabaron me los llevé a mostrarles el lugar: primero me los llevé a la sala de musculación y les expliqué por encima que máquinas había y que podían trabajar en ellas, a continuación, les mostré la sala de clases dirigidas, la sala de cardio y los vestuarios.

—Bueno chicos, hasta aquí la visita. Vamos a ponernos con el circuito de hoy que seguro que os gustará mucho.

—Perdona Raúl pero yo ya traigo mi propia rutina de casa, si no te importa te dejo solo con ella y yo me voy por mi cuenta ­—dijo José tajantemente mientras miraba de reojo el teléfono.

—No pasa nada, si necesitas ayuda o tienes alguna duda ven a preguntarme.

Dicho eso se fue a otro lado del gimnasio y me quedé a solas con Silvia, ella le dijo que si le llamaban de la empresa o lo que sea que la avisase. Deberían de tener su propio negocio o ser partícipes de algo grande, porque estar tan pendiente del móvil es desesperante. En cualquier caso, yo prefería estar a solas con ella.

—Perdona Raúl, es que estamos algo liados con el trabajo y no damos abasto, por eso el lleva el móvil de la empresa y yo me desentiendo porque es muy estresante —dijo ella mientras se acomodaba la cola del pelo y se apretaba los cordones de las zapatillas.

—No pasa nada; el trabajo es el trabajo. Muy bien Silvia, cuéntame un poco tus hábitos de vida. Ya sabes: si fumas, bebes, cuánto deporte practicas, alguna lesión de la que deba tener conocimiento y todo eso.

—Pues mira: estoy dejando de fumar, bebo lo típico cuando sales de copas y cuando no estoy apuntado al gimnasio hago un poco de ejercicio en casa. Pero no todo el que quisiera porque el trabajo me quita mucho tiempo. Lesiones actuales no tengo, de vez en cuando me dan dolores en la zona lumbar porque arrastro una lesión de cuando practicaba ballet.

—Está bien, lo suyo ahora es que intentes sacar algo de tiempo varias veces a la semana para poder hacer ejercicio. Si no el trabajo te va a estresar y se va a ver reflejado en tu salud. Vamos a la sala de cardio a comenzar con el calentamiento y te voy explicando lo que haremos hoy —dije yo mientras la invitaba a seguirme hacia la sala.

—Muy bien, ¿sabes el funcionamiento de todas estas máquinas? —dije mientras le mostraba las elípticas, las bicicletas estáticas, las cintas de correr y varias máquinas escaladoras— si tienes alguna duda sobre su funcionamiento me preguntas, ¿vale?

—No te preocupes, recuerdo como se usan. ¿A cuál quieres que suba?

—Sube a la elíptica y pon una resistencia baja-media, estate en ella unos diez minutos calentando que tengo que ordenar un poco el gimnasio. Parece que hay que enseñar a la gente a dejar el material en su sitio después de usarlo —respondí con un suspiro mientras ella se reía apoyándome en esa afirmación.

Me fui a ordenar el material mientras pensaba en la rutina que iba a ponerle hoy y a convencerla para que yo fuera su entrenador personal. Al cabo de los diez minutos apareció y me dijo que ya estaba lista, a lo que yo le respondí que se fuera a una sala contigua a la de musculación mientras terminaba de recoger un par de cosillas.

—Muy bien Silvia, disculpa la espera. Hoy vas a hacer un circuito general, vamos a trabajar tanto el tren inferior como el superior. Además, te enseñaré el funcionamiento a lo largo de la semana de todas las máquinas y aparatos para que no te asustes o no sepas como abordar una máquina entre tanta testosterona —dije yo entre risas—. Ahora vamos a hacer sentadillas en la máquina multipower: voy a pasar a explicarte cómo debes hacer sentadillas correctamente.

Tras explicarle cómo debía hacer las sentadillas se metió y se puso a hacerlas. Mientras tanto yo la observaba minuciosamente para comprobar que lo hiciese bien.

—Coge el aire al principio, cuando acabas de colocarte la barra es cuando debes coger todo el aire y aguantarlo durante toda la bajada y la subida. Y recuerda que cuando bajes debes sacar el culo hacia fuera, de esta forma no te harás daño en la espalda baja.

Me sorprendió mucho porque cogió rápidamente el truquillo y su técnica era bastante buena. A continuación, le añadí más peso ya que estaba haciendo el movimiento sólo con la barra.

—Te voy a poner un par de discos de cinco kilos porque si no poco vas a hacer…y al gimnasio ¡se viene a entrenar! —dije yo en tono enérgico.

—No te pases conmigo Raúl que me gustaría poder volver mañana eh. Que llevo algún tiempo parada y no quiero tener agujetas —­me respondió ella poniéndome ojitos.

—No te preocupes que no te van salir agujetas, hoy sólo va a ser una toma de contacto, el objetivo de hoy es que te quedes con ganas de más.

—Si ese es el caso mejor, me gustaría poder venir más a menudo —responde ella con una mirada profunda y sensual.

Continuamos durante una hora más o menos y hablamos de todo un poco. Me contó que ella y su novio trabajan como representantes de una compañía que exporta e importa aceites tanto a nivel nacional como internacional; les pagaban bastante bien a los dos, pero el trabajo llegaba a ser en ocasiones muy agotador. También dijo que vivía en el mismo pueblo que yo así que eso fue para mí una gran noticia.

Después de la sesión y mientras ella estiraba le dije que si quería yo podía entrenarla y que le saldría gratis ya que yo estaba de prácticas allí, a lo que ella no se pensó demasiado y aceptó.

Tras eso siguió viniendo al gimnasio con cada modelito que quitaba el sentido: cuando no venía con leggins ajustados y con estampados aparecía con camisetas escotadas muy sugerentes. Yo estaba encantado ya que cuando venía siempre era yo el que la atendía en todo y la ayudaba.

Me fijé que en algunos ejercicios que hacía se ponía siempre mirándome a mí y colocándome sus pechos en primer plano mientras me hablaba de forma más pausada y sensual, además de llamarme y Raulito. Naturalmente yo aprovechaba eso para “corregirla” y “recolocarla” adecuadamente para que lo hiciera bien.

No dudaba en poner mis manos por su suave cintura sudada por el ejercicio mientras ella decía que sí lo hacía mejor o no. Otras veces la ayudaba a hacer dominadas en una jaula de crossfit y me colocaba a propósito delante de ella y la cogía por las caderas (aunque si me vieran en esos momentos algún otro profesional del fitness me mataría por hacerlo mal) para ayudarla a subir y bajar; me encantaba recrearme con ella, y encima su novio dejó de ir al gimnasio, por lo que todo era mucho mejor.

Uno de los días que vino ella, estuvimos hablando un poco de todo mientras ella calentaba y salió el tema de la depilación:

—No sé qué me ha pasado, pero desde que me depilé tengo la piel algo más irritable —pensé en voz alta.

—Oh, pues deberías de echarte alguna crema para después del depilado.

—Normalmente no me pasa nunca esto, pero llevo desde ayer con la piel algo irritada…y a veces con el roce de la ropa me hace la puñeta.

—Yo tengo en casa un par de cremas para después del depilado, si quieres cuando termines me llamas y te dejo alguna a ver qué tal te va. ¿Qué me dices Raulito? —dice ella con una sonrisa en la boca.

—Por mí perfecto, dame ahora después tu teléfono y te llamo cuando salga. Como después de salir voy a tener que comprar un par de cosillas para comer tardaré algo más —respondí mientras la observaba moverse en la elíptica.

En ese momento no había mucha gente en el gimnasio y la sala en la que estábamos se encontraba vacía.

—Pues siguiendo con el tema de la depilación no sé qué le pasa a mi novio, pero dice que no le gusta que lleve mi zona íntima depilada. Que parezco una niña chica con lo de abajo depilado —dice ella como quien no quiere la cosa.

Yo me quedé algo perplejo porque no esperaba que dijera algo así, pero supe actuar con naturalidad.

— ¿De verdad que no? Si llevar las zonas íntimas depiladas es lo mejor, más higiénico, más suave, más atractivo… Son todo ventajas. Yo siempre voy depilado de arriba abajo —ya estaba tratando de lanzarle la caña más descaradamente.

—Eso es lo bueno Raulito, es mejor estar depilado y ver un cuerpo en todo su esplendor, a mí me encantan los hombres depilados —dice ella mirándome fijamente de arriba abajo y con una voz muy sensual. Es una pena que José no se depile… pero, en fin, que se le va a hacer.

Tras eso me quedé pensando en la posibilidad de que tal vez hubiese algún problema entre ellos dos y no pude evitar desear que ambos rompieran.

Tras la sesión de entrenamiento de ese día y mientras ella estiraba le pregunté que como es que ella era tan flexible. Porque si había dejado de practicar ballet hace años me costaba entender que conservase tanta flexibilidad.

—Eso es Raulito porque en casa siempre hago yoga y quieras o no ayuda a calmar cuerpo y mente. Siempre he sido así de flexible y más todavía desde que hago yoga…soy muy flexible —el tono con el que dijo esas últimas palabras fue muy erótico.

— ¿De verdad Silvia? —pregunto siguiéndole el juego.

—Muchísimo Raulito —dice ella mirándome fijamente a los ojos.

Tras eso continuamos hablando hasta que ella se fue y yo lo que hacía era contar los minutos que faltaban hasta las dos de la tarde.

Cuando acabo mi jornada me fui a comprar algo de comer en una tienda de ultramarinos y mientras salía vi a Silvia salir de una panadería a lo que me acerqué a saludarla y decirle que ya puestos la acompañaba a casa. De camino a su casa y mientras hablábamos de todo un poco la observaba moverse: me encantaba ver como sus caderas se balanceaban de un lado a otro, su piel con sudor incipiente a causa del sudor, el brillo de su escote…sin duda estaba empezando a tener otro tipo de pensamientos con ella.

Ella vivía en una zona más tranquila del pueblo en una casa de varios pisos y con un pequeño jardín muy bonito. Por dentro la casa era muy bonita y espaciosa, llena de muchos objetos, vasijas, y flores; muebles de madera buena, etc. El salón era espacioso con una rinconera, una mesa grande y robusta en una esquina al lado de una gran ventana y una gran televisión en la que las películas se verían de lujo entre otras cosas.

—Espérame aquí Raulito, voy a traerte una de las cremas que creo que te vendrá de perlas —dijo ella soltando sus cosas en el primer sitio que pilló.

— ¡De acuerdo!

—Muy bien cariño, mira, esta te puede venir. Se la compré a mi novio porque casi lo convencí de que se depilase, pero al final nada.

Cogí la crema y me dispuse a guardarla en la mochila mientras le pregunté si podía ir al baño, a lo que ella naturalmente me dijo que sí. En el lavabo no pude evitar pensar lo que sería montármelo con ella en ese espacio: tenerla a cuatro patas en el suelo y poder encularla…estaba teniendo una erección y quería masturbarme. Pero no podía ya que se me notaría mucho el plumero. Mientras terminaba de lavarme la cara oigo a Silvia decirme a través de la puerta del baño:

— ¿Te apetece tomarte una cerveza Raulito? Mi novio no va a venir hoy en todo el día.

— ¡Claro que sí Silvia! —dije sin dudar un momento.

—Pues cuando salgas ven a la cocina y ya de paso comemos juntos, ¿qué te parece? —responde ella con la voz ahogada por la lejanía de la cocina.

— ¡Por mí bien!

Estaba muy emocionado… ¿Y si ella me estaba tirando los trastos? ¿O tal vez sólo estaba imaginando esto y ella solo quiere comer y ya está? Mi mente ya no actuaba de forma racional, ahora el que pensaba por mí era mi “yo” primitivo, mi “yo” sexual que sólo quiere meter su miembro dentro de ella y disfrutar.

Salí del baño y me dirigí a la cocina pensando en cómo actuar o intentar conducir esto a una situación en la que yo le entrego mi virginidad a Silvia. Cuando llegué a la espaciosa cocina con una encimera adornada con cestos de frutas y alguna que otra flor de plástico vi a Silvia que se había cambiado de ropa. Estaba con un pantalón corto que le llegaba a la mitad de los muslos y una camiseta de tirantes, con una frase escrita en inglés y en la cual no me fije apenas, que hacía resaltar su busto generosamente.

—Te he dejado encima de la mesa una Alhambra especial, espero que te guste porque es de las pocas cervezas que a mí me gustan —pregunta ella mientras tiene la puerta de la nevera abierta, un brazo apoyado en ella y una sonrisa muy sugerente.

—No podía ser mejor, me gusta mucho esa cerveza Silvia.

—Eso es fantástico, tú sí que sabes apreciar una buena cerveza. ¿Qué te parece si hacemos arroz a la cubana con un poco de verdura y pechuga de pollo salteada? —dice ella revisando la nevera.

—Lo veo bien, me gusta mucho el arroz. Me pongo a cortar las verduras y a preparar un buen sofrito para el arroz, verás que rico queda —respondo mientras voy sacando una tabla para cortar y miro de reojo a Silvia preparando el agua del arroz y sacando la carne.

Mientras hacíamos la comida ella estaba asombrada con mis destrezas en la cocina y compartimos recetas de comida, risas, algún que otro choque “sin querer” en la cocina y miradas llenas de lujuria.

—Oye Raulito nunca te he preguntado y siento curiosidad. ¿Estás soltero? —dice ella dándole un sorbo a su cerveza y apoyada sensualmente en la encimera.

—Estoy soltero…

— ¡No puede ser! ¿Cómo un chico que cocina de maravilla, que es entrenador personal, tan guapo y simpático está soltero? —Interrumpe ella— A ver, explícamelo Raulito.

—Pues no sabría decirte…bueno en realidad sí. Pero me da cosilla decírtelo —digo yo con la mirada perdida.

— ¿A estas alturas y tras un mes de hablar sin parar me vienes con esas Raulito? Cuéntamelo que no te morderé cariño.

Yo aún tenía mis dudas, obviamente no le iba a soltar que era virgen porque no venía a cuento. Lo que me daba miedo decirle era que yo con las chicas no me desenvuelvo muy bien y debido a la mala situación económica en la que mi familia y yo nos encontrábamos no podía permitirme salir por ahí de copas con mis amigos, invitar a una chica, etc. Toda esa situación hizo que no intentara nada con ninguna chica puesto que muy pocas mujeres quieren salir con alguien que no puede ni costearse unas copas un viernes por la noche…Pero me decidí y se lo conté a Silvia…total no perdería nada.

—No te debes preocupar por eso Raulito, es cierto que las personas, hoy día, son muy superficiales y valoran muy poco la forma de ser. Pero por ejemplo a mí esas cosas no me importan, te debes guiar por tu forma de ser y estar con aquellas que te acepten por ser como tú eres —responde ella acercándose más a mí y cogiéndome de la mano— ¿Cuántas novias has tenido cariño?

—Pues te resultará extraño…pero nunca he tenido novia —respondí yo mirándola a los ojos mientras me sujetaba la mano ella.

— ¡No puede ser! ¿Jamás de los jamases? —dice ella sorprendida.

—No, nunca Silvia…

—O sea que eres virgen…vaya, vaya Raulito. Sí que me ha sorprendido bastante. A ver dime, ¿qué tipo de mujeres te atraen más? —me pregunta Silvia pegándose más a mí.

—Me gustan que sean más bajas que yo, con curvas, sexys, morenas, castañas, rubias, eso me da igual; inteligentes, perspicaces; la edad nunca me ha importado pero la experiencia siempre es un grado… —dije yo siguiéndole el juego a ella cogiéndola por la cintura y atrayéndola a mí.

—Mmm veo que tienes buen gusto… —se pega totalmente a mí.

—Desde luego que sí… ahora lo siento Silvia, pero voy a besarte. No aguanto más.

—Calla y bésame cariño, voy a convertirte en un hombre mi Raulito.

No aguantaba más, tenía su cara a dos palmos de mí y se estaba relamiendo los labios…y la besé con pasión e inexpertamente. Tan sólo me dejé llevar por ella, que ella me guiase en el camino.

Nuestras bocas eran una sola, mi lengua jugaba al escondite con la suya, la saliva lubricaba nuestros labios. Estaba disfrutando ese largo beso, deseado por los dos: la apretaba contra mí, sintiendo sus preciosos pechos apretarse contra mí mientras mi miembro ya estaba totalmente erecto y lo restregaba contra ella.

Con mis manos cogí una de sus tetas y la masajeaba dulcemente, disfrutando de su cuerpo. Sus incipientes gemidos, su aroma, me encantaba Silvia. Mi otra mano se dirigió a su rostro, quería disfrutar de su piel, sentirla. Me recreaba todo lo que podía con sus carnosos labios, se los mordía y ella a mí, me estaba volviendo loco; pasé a besar su cuello con pequeños e intensos besos, recorrí con mi lengua cada centímetro de su cuello mientras sentía como ella disfrutaba de mis caricias y repetía que soy su niño favorito.

La subí a la encimera de la cocina y la miré de arriba abajo, para después volver a besarla y sentir como su lengua jugaba conmigo. Me quité la camiseta rápidamente y ella hizo lo mismo con la suya y el sujetador negro tan sexy que tenía: sus tetas eran preciosas, con las aureolas de un tenue color marrón, sus pezones estaban totalmente erectos y listos para recibir mis caricias. Sus pechos eran lo suficientemente grandes para poder hacerte una cubana con ellos y quería hacerlo…pero sería más adelante.

La acerqué un poco a mí y me metí en la boca uno de sus pezones mientras con la otra mano masajeaba el otro; succionaba el pezón sintiendo su calor corporal, el aroma a fluidos que había ya me estaba encantando. Besaba cada parte de sus tetas, las apretaba contra mí, les daba pequeños mordisquitos a sus deliciosos pezones mientras oía a Silvia gemir y gemir mientras pronunciaba mi nombre y me apretaba contra ella.

Después nos besamos apasionadamente mientras jugaba con sus pechos y ella gemía con mis caricias. La miré a los ojos y le dije que quería comerle el coño y que si me podía guiar.

—Claro que sí Raulito, cómemelo todo y hazme disfrutar cariño mío.

Ella se quitó su pantalón y un tanga negro de encaje muy provocador. Era la primera vez que veía una vagina en persona y el olor que desprendía y lo lubricada que estaba me excito aún más si cabe. Su vagina era preciosa, sus labios menores sobresalían un poco entre los mayores y tenía un pequeño tatuaje de una rosa que empezaba por el bajo vientre y llegaba hasta su zona púbica.

—Mmm la flor del amor…amor es lo que quiero hacerte cariño. Voy a chuparte ese bonito coño que tienes Silvia —dije yo tocando su vagina con la superficie de mis dedos mientras la miraba fijamente.

—Sí mi amor, empieza a lamerlo lentamente y a jugar con tus dedos con él. Dámelo todo mi niño, ¡dame un orgasmo!

Comencé a recorrer con mis labios y la punta de mi inexperta lengua su pubis y sus labios, oliendo sus incipientes fluidos…esa fragancia me vuelve loco y me excita todavía más. Empiezo a lamer inexpertamente su coño, saboreando su gomosa piel, recorriendo con mi lengua cada centímetro de ella y sintiendo como sus fluidos van invadiendo mi boca poco a poco.

— ¡Sí cariño mío! ¡Sigue así, lo haces bien! ¡Ese es el punto! —decía entre jadeos Silvia— Ahora sube un poco más arriba y verás un bultito, ese es el clítoris, quiero que empieces a comérmelo todito Raulito.

No sabía exactamente a que bultito se refería, pero viendo que no lo localizaba, o más bien no lamía en el punto exacto me colocó ella sobre él. Comencé a chuparlo y a dibujar círculos con mi lengua en él y vi cómo se estaba poniendo erecto y comenzaba a sobre salir un poco. Seguía lamiendo su clítoris de izquierda a derecha, dibujando múltiples formas y sintiendo como su cuerpo se estremecía.

— ¡Así Raulito! AH AH AH AH ¡No pares mi amor!

Seguía y seguía lamiendo su clítoris y mientras me animé a meterle un par de dedos en su delicioso coño: la sensación era increíble, su interior estaba muy caliente y lubricado, movía mis dedos en su interior hacia los lados y haciendo multitud de formas con ellos. Sus gemidos, sus muslos apretándose contra mí y sus manos sobre mi cabeza indicaban que lo estaba haciendo bien. Me encantaba sentir como disfrutaba de mis caricias y oírla decir mi nombre entre gritos, tanto era así que pude notar como sus contracciones aumentaban y aumentaban hasta comprimir mis dedos en su interior…hasta que tuvo un gran orgasmo entre fuertes gritos y mi cara se llenó de todos sus fluidos y no dudé en probar su delicioso néctar.

— ¡Siiiii! ¡AAAHHH! ¡AAAHHH! ¡DIOS DIOS RAULITO!... Madre mía cariño, mira como he puesto todo…Que bien lo haces, parece mentira que sea tu primera vez —dice ella relamiéndose sus jugos mientras me mira con picardía—. Ahora voy a hacerte la mejor mamada que jamás te van a hacer.

Silvia se colocó un par de trapos sobre las rodillas, me quitó la ropa interior y empezó a masturbarme lentamente mientras devoraba mis huevos. Sus delicadas y suaves manos subían y bajaban alrededor de mi polla lentamente y su lengua lamía deliciosamente mis huevos: la sensación era indescriptible, no podía parar de gemir mientras ella de vez en cuando me miraba. A continuación, empezó a lamer el tronco de mi miembro hasta arriba del todo y se detuvo en el glande: me chupaba frenéticamente con la punta de la lengua esa zona y la suavidad de su lengua, junto a la masturbación rápida y sinuosa del tronco provocaban unos espasmos en mi cuerpo y una descarga de placer increíbles.

—Vaya vaya Raulito, menuda polla escondes querido. Te va a gustar esto…

— ¡Silvia por dios! ¡Sigue así y no pares joder! ¡AH AH AH!

—Mmm sí mi amor, ese es mi niño. ¿Te gusta lo que te hago? —decía mientras continuaba lamiendo mi polla.

— ¡SÍ! Me encanta Silvia, sigue así por favor.

Prosiguió con su labor hasta que ahora introdujo mi miembro en su boca y se la tragó casi toda, la sensación era mejor aún si cabe. Sus labios subiendo y bajando por mi erecta polla, la saliva cayéndole por la boca y el sonido que hacía… ese dulce sonido me volvía loco y no me aguantaba de pie, por lo que me tumbé en el suelo y continuamos así. Ella seguía y seguía chupando y haciéndome la mejor paja-mamada de mi vida seguramente; su lengua envolvía mi glande por todos los ángulos y sus gemidos acallados por mi miembro me la ponían todavía más dura.

Empecé a notar que me iba a correr y se lo dije, pero ella hizo caso omiso de mis gritos y aumentó más el ritmo, el frenesí con el que movía sus manos era maravilloso hasta que no pude aguantar más y una descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo y mi polla liberó todo su semen en su boca, semen que no dudó en tragárselo. Se sacó mi polla y todavía tenía espasmos, ella me miraba con lujuria y acariciándome mi sexo. La cogí y la pegué contra mí, nos morreamos como dos adolescentes; el sabor de mi semen en su boca y el de su coño en la mía era extraño, pero me gustaba.

Continuamos morreándonos hasta que le di la vuelta y empecé a comerle su delicioso coño y ella me volvía a chupar la polla. Ahora ella me pajeaba con mi miembro entre sus perfectas tetas; lamía sin cesar su coño y su clítoris, ella succionaba mi miembro y la relamía como si fuera un chupa-chups. Estábamos los dos en el cielo, nuestros gemidos eran intensos y prolongados y a continuación ella se levantó y se colocó encima de mí.

—Quiero tu polla dentro de mí cariño —dice ella mientras se sube encima de mí y coge mi duro miembro con sus manos dirigiéndolo a la entrada de su vagina.

—Vamos putita mía, te lo voy a dar todo…

— ¡OH OH OH! ¡Mmm! ¡Que rico Raulito! Hasta el fondo…

Ella se la metió lentamente y la sensación es indescriptible: la suavidad de su interior, lo lubricada que estaba su coño, el calor de su interior, el olor, sus músculos comprimiendo mi duro miembro…era el cielo. Cuando se la metió toda empezó a moverse lentamente de arriba abajo y su cuerpo se contorneaba con sensualidad mientras ella gemía. Al principio no era capaz de adecuarme a su ritmo con mis penetraciones, pero al cabo de unos minutos ya íbamos acompasados.

Me cabalgaba lentamente mientras se masajeaba sus tetas perfectas, de vez en cuando se inclinaba sobre mí y nos morreábamos como dos amantes mientras yo seguía penetrándola. Le pegaba de vez en cuando unas buenas palmadas en su terso culito y le susurraba al oído: “Me encantas Silvia, mi polla te pertenece; soy enteramente tuyo”. A ella le encantaba eso y sus gemidos iban en aumento con cada penetración. Aumenté el ritmo de penetración y ahora se la metía rápidamente, hundiendo mi polla en su vagina hasta que mis huevos chocaban contra ella y hacían ese característico sonido. Ella se incorporó un poco y botaba sobre mí gritando mi nombre, movía rápidamente mis caderas follándola y viendo como su cuerpo se estremecía de placer.

— ¡Me corro! ¡Me corro!

— ¡Córrete dentro Raulito! ¡Lléname de tu leche, quiero sentirla!

Yo ya no podía más, por lo que subí más aún mis penetraciones y vi como ella también se volvía loca de placer; sentía que iba a correrse de nuevo ya que sus contracciones aumentaban sin parar… hasta que ambos nos fundimos en un intenso orgasmo fundiéndonos en un solo ser. Cayó rendida sobre mí y estuvimos tumbados los dos, abrazados, besándonos, sintiendo nuestros cuerpos sin decir nada.

—Ha sido increíble Silvia… eres una mujer maravillosa.

—Tu sí que eres maravilloso, parece mentira que haya sido tu primera vez. Hacía tiempo que no tenía varios orgasmos de esta forma —dijo ella mientras recorría con su mano mi bajo vientre y empezaba a tentar mi polla de nuevo.

—Me encantaría poder repetirlo cuantas veces sea posible…

—Y así será mi amor, de ahora en adelante tú y yo somos amigos con privilegios —dijo pícaramente—. Mi novio me lleva engañando todo este último año y se cree que soy tonta, así que lo dejé ayer y lo he echado de la casa. Así que nos tenemos los dos para disfrutar… voy a ser tu maestra sexual, tu amiga, tu novia, lo seremos todo Raulito.

—Eres el sueño de cualquier hombre y quiero me lo enseñes todo, estoy abierto a cualquier idea que se te ocurra. Tu niño sólo quiere hacerte feliz…

—Te como entero cariño… aprenderás cosas increíbles conmigo.

Después de eso nos volvimos a fundir en un intenso sesenta y nueve, degustando nuestros manjares de nuevo hasta que ambos volvimos a llegar al orgasmo. Nos arreglamos un poco, nos aseamos y comimos como una pareja feliz y llena de vida con muchas risas y miradas cómplices.

Esta es la primera parte de las muchas experiencias con Silvia, pronto conoceréis más sobre nuestra relación. Para cualquier cosa no dudéis en preguntarme.

(9,50)