Al reflejo del ruborizado y perturbado espejo,
Téjense dos cuerpos en agraciada armonía,
Disgregando impiadosas fronteras de la piel,
Regocijándose en celo con alterada plusvalía.
Ejecutase así el pentagrama de los labios,
En placentera sinfonía de insondables besos,
Complaciendo el fervor de las ofuscadas miradas,
Quienes testigos son de los cuerpos confesos.
Inquietas demandan las manos hervidas,
Consumar su energía en excelsas caricias,
Y recorren ansiosas con actitud libertina,
Moldeando los cuerpos que jubilosos se excitan.
Alarmante y desesperada la respiración cortada,
Sofocase confusa al comenzar el alba,
pero plácida huye de su espantable cárcel,
Y en idilio libre es, al viento conjugada.
Son así férvidos exploradores de las geografías,
Los amantes baquianos que, exaltando alegría,
Arribado han al delicioso cenit del clímax,
Estallando en sí, tensando las almas unidas.