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Me colé en una orgía

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Las fiestas continuaban en mi pueblo.

Después de una semana de relax, en la playa o, a la sombra de algún chiringuito, me dispuse a comenzar de nuevo la llegada del fin de semana, con cierta euforia.

Se anunciaba que habría una fiesta de La Espuma en el mismo lugar donde hubo la verbena el sábado anterior.

Me empecé a alborotar, después de lo ocurrido el sábado anterior.

Partí hacia mi casa, revolví un cajón y encontré un escueto bikini, que no dudé en ponerme. Agarré la toalla del tendedero y me puse rumbo al lugar.

Por el camino, y debido a que estábamos siendo víctimas de una ola de calor, me dejé caer por varios bares que fui encontrando por el camino.

Después de varias copas de más, noté que me tambaleaba un poco, y al volver la cabeza veía las imágenes distorsionadas. Pero yo, simulando un paso firme y decidido, logré mi objetivo y llegué al punto festivo.

Una enorme concentración de gente, se movía al compás de la música discotequera que pinchaba un Dj, sobre una tarima que había frente a la multitud. Mientras, dos enormes cañones echaban espuma hasta cubrir sus cuerpos e incluso alguna cabeza.

Abandoné la toalla sobre una silla y me metí entre la gente. La espuma comenzó a apoderarse de mí. Cuando me di cuenta, llevaba hasta en las orejas.

Entre la oscuridad de la noche, pues las luces discotequeras que había para la ocasión, no alumbraban mucho, y la enorme cantidad de espuma blanca que nos cubría a todos casi por completo, no se veía nada.

De repente, alguien tiró de mí y me apoyó contra las vallas que hacían de cercado a la fiesta.

Comenzó a pasar sus dedos por mi bajo vientre, con dirección a la parte baja de mi bikini, que separó con diestro de mi cuerpo, para llegar a mi lugar favorito. Eran dedos osados y juguetones que, resbalando con la espuma, fueron a parar a mi clítoris. No se anduvieron con muchos rodeos y entraron en mí, haciendo maravillas en mi carne, que palpitaba con ansia de que algo más grande y jugoso se apoderase de mi vagina.

De repente, mientras los dedos entraban y salían de mí, noté como una verga se frotaba con la hendidura de mi trasero.

-¡Esto no me cuadra!

Exclamé en voz baja, pues si la persona que tenía delante, me metía los dedos y yo le acariciaba su erección, ¿Quién diablos estaba detrás?

En efecto, había otra persona tras de mí, que intentaba sodomizarme. Mientras introducía su polla en mi trasero, acompasaba con su lengua, hundiéndola en mi oído izquierdo.

-¡Joder!

Chillé mientras salía de mi boca tal cantidad de espuma que parecía estar exprimiendo una esponja.

La persona que tenía frente a mí, sacó sus dedos de mi vagina y los sustituyó por su enorme polla, que me hundió de manera lenta y precisa.

Me estaban dando por todos los orificios. Allí, en medio de una multitud que parecía ajena a todo.

O no. Yo iba tan bebida y estaba tan sorprendida, que lo único que podía hacer era, sacar espuma por la boca, entre los jadeos de placer que me estaban proporcionando esos dos desconocidos.

Recuerdo que me corrí dos veces, casi seguidas, cuando noté que mis compañeros de orgía se derramaban en mi interior, entre gritos y espasmos propios de una corrida de las buenas.

También creo recordar, que un nuevo desconocido se unió a la fiesta, y limpió con su voraz lengua, el reguero de fluidos que salían de mí. Sus toques de succión en mi hinchada vulva, lograron que de nuevo me corriera.

Sé que le pregunté, si quería que se la chupara, pero en el instante en que estaba encajada en lo más hondo de mi boca, alguien tiró de él, y me dejó una vez más con la boca vacía de carne, pero llena de asquerosa espuma.

No fui la única beneficiada, pues un momento que eché una ojeada a mi alrededor, vi a una mujer a cuatro patas, mientras alguien se la clavaba por detrás, y dos mujeres practicando el 69.

Estaba tan cansada que me eché en un rincón a pegarme una siesta a la luz de la Luna.

Me desperté al cabo de unas horas. El silencio reinaba en aquel paraje solitario.

Me puse en pie, y noté mi entorno más oscuro que antes. Las luces de discoteca se habían apagado. Los dos cañones negros, presidían la tarima, donde antes se encontraba el Dj, pero ya no echaban espuma. En el suelo, aún quedaban restos blancos y esponjosos de lo que había sido la fiesta.

Me dirigí hacia casa. Pero no me sentía plena. Había formado parte de una orgía, pero no había participado en ella.

-¡Qué se le va a hacer! ¡Otra vez será!

Por el camino, y al pasar por el parking que da a la playa, noté que alguien me llamaba

-¡Eh...h!¿Satisfecha?

Miré a mi derecha, que es por donde me llegaba la voz, y vi por primera vez en toda la noche, un hombre completo. Sin espumas ni sombras.

Su cara me sonaba, pero vete tú a saber de qué. Hizo una seña para que fuese hacia él.

-¡Hola! Soy el Dj que ha amenizado la fiesta. He visto que no te lo pasabas mal del todo, pero te noto insatisfecha.

-Un poco. Cuando estaba a punto de participar, me lo han sacado de la boca

-Yo también estoy muy insatisfecho. Imagina la que se ha montado ante mis ojos, y no he podido hincar el diente. Bueno, reconozco que me he masturbado dos veces, y te las he dedicado a ti.

-¡Muy amable! Pues yo, me he quedado con las ganas de pegarle una buena mamada a alguien. Me encanta cuando el semen caliente se desliza por mi garganta.

-¿Por qué no vamos a la playa y nos lo montamos tú y yo sobre las tumbonas?

-¡Vale!, Pero ya no será lo mismo. Aquello fue una orgía en toda regla.

-No te preocupes. En la playa hay un grupo de excursionistas que, seguro que, si les proponemos una bacanal, aceptan.

-¡Ja, ja, ja! Me parece una buena idea.

Ambos se cogieron de la mano y se perdieron directos a la playa.

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