Nuevos relatos publicados: 13

49.4 Amantes confiados

  • 18
  • 15.477
  • 9,73 (40 Val.)
  • 0

Sabía a quién busca y le estaba esperando. Tom fue uno de los profesores que tuvo en su curso y con el que se mantiene en contacto, rieron con las anécdotas que le contaba de Jean y Louis jugando con los aviones, como les fomentó la afición y lo que le había prometido al pequeño, se comprometió a enviarle lo que le pedía el lunes próximo y le dejó escrita la dirección de André en Béthune.

Nos invitó a comer con él y recordaban el tiempo en que estuvo Gonzalo en la escuela, supo que yo había estudiado allí y conocía al que fue mi mentor en el proyecto, todas esas cosas que nos unen con lazos entrecruzados de conocidos comunes.

En el viaje de vuelta le miraba sin parar, cada vez me gustaba más con su barba tan negra pero no la tenía muy poblada.

-¿Qué miras?

-A ti, solamente a mi Gonzalo, al hombre que adoro.  -llevó su mano a mi pierna y se la atrapé con la mía colocándola encima.

-¿Quieres ir de fiesta está noche?  -su pregunta era insinuante y de orientación sexual sin duda.

-Como tú quieras, yo me voy a divertir de igual forma, te lo dejo decidir a ti.

No salimos, mejor dicho, si lo hicimos, pero con Borja a tomar unas cervezas en los pubs cercanos y dando un paseo. Gonzalo le gastó alguna broma referida a Blanca, y le preguntó acerca de una posible boda.

-Tenéis que hacer niños pronto para poner contentos a los abuelos y a tus padres.

-Esperaremos un poco, los niños ya vendrán y primero tengo que conseguir el aprobado de Blanca.  –parecía un poco violento el pobre Borja, posiblemente por estar yo delante.

-Daniel, llama a la abuela y dile que nos quedamos a cenar fuera, a ti no te lo negará, eres el mejor para convencerla.  -para antes de las doce de la noche estábamos de vuelta en casa.

La cena había estado sumamente entretenida y me sentía divertido viendo su compenetración y empatía del uno con el otro, y pensaba que hacía unos días discutían por bobadas sin importancia, por problemas imaginados, que si existieron, ahora estaban resueltos y olvidados.

Les veía reír y yo reía, si no fuera por el hecho de que Borja tenía a Blanca, podría haber pensado que competían para ver quieren era más agradable y me lo hacía pasar mejor, en una palabra, como si ambos estuvieran haciéndome la corte para conquistarme, o pensándolo de otra forma, como si fueran mis hermanos mayores enseñándome lo que ellos sabían de la vida.

Además de aquellas veces que habían estado divirtiéndose como cualquier joven, y explorando su sexualidad el uno con el otro, también habían tenido aventuras con chicas que ahora recordaban en sus más íntimos detalles y sin importarles mi presencia. Animados por el exceso de bebida, podrían estar intentando sacarme los colores y lo conseguían con lo que hablaban.

Les llevaba camino de casa cogidos a cada uno de un brazo, sin connotación erótica de tipo alguno, los majaderos en su torpe andar se iban apoyando en mí, habían sucumbido al exceso de bebida.

A la hora que llegamos ni Wes, ni Danilo estaban para ayudar, el único que velaba en la casa era el guarda de seguridad en su cabina, llevamos a Borja a su habitación y le metimos en la cama, estaba más mareado que Gonzalo y temía que pudieran despertar a los abuelos con el ruido que hacían los dos.

A Gonzalo le metí debajo de la ducha en una larga sesión de agua fría y después de secarle le tumbé en la cama bien arropadito como si fuera mi niño.

Me duché a mi vez y fui a mi habitación, estuve trabajando hasta las dos de la mañana, tenía cantidad de mails en el correo que no podía contestar, y también rellenar algunos documentos que me habían enviado los asesores de hacienda. Solamente cumplimenté lo último que era más urgente.

Cuando volví para meterme en la cama, Gonzalo estaba despierto, o con los ojos abiertos y me rodeó en un fuerte abrazo de oso. Me coloqué de espaldas a él y los pelos de su pecho y pubis me hacían cosquillas en mi espalda y mi trasero.

Me había quedado un poco frío llevando solamente el pantalón corto y fino de dormir mientras trabajaba, me empujé hacia atrás para percibir mejor su calor frotándome contra él y riendo satisfecho.

Comenzó a hacerme cosquillas, que primero eran caricias a las que mi cuerpo reaccionaba con pequeños estremecimientos, me resistí queriéndome retirar y me sujetó más fuerte para que no me moviera.

Estaba desesperado sin parar de reír.

-Por favor papi, para ya, me duele todo el cuerpo, -gritaba mientras reía.

-Me has llamado papi y no soy tan viejo, tú sí que eres un pequeñajo, dejo de hacerte cosquillas a cambio de que me des algo.

-Sí, sí, por favor Gonzalo, te daré un beso, pero para ya.  –me dio la vuelta para tenerme de frente.

-¿Solo un beso con lo que te voy a extrañar? Marchas mañana otra vez. Necesito más de un millón de besos.  –hizo una mueca de tristeza.

-No te pongas triste, solo son cinco días y un millón toca a doscientos mil al día, como si te besara más de una vez al segundo.  –me abracé a él y me cobijé en su pecho como un animalito indefenso.

Comenzó a acariciar muy suave mi espalda, quería estar así con él, sentirle muy pegado a mí, notar la tibieza de su cuerpo transmitiendo al mío más frío su calor. Sin darme cuenta me estaba excitando y él también, con nuestros penes aprisionados entre nuestros vientres.

Los dos teníamos una enorme erección y empecé a acariciarle a mi vez llevado por mi deseo y el amor que me embargaba. Mi mano se aferraba a su polla cogiéndola muy fuerte, con unas ganas tremendas de tenerla y notar su tersura y calor.

Con toda la ternura del mundo cogió mi cara y me separó para mirarme, me dio un beso eterno en la boca y me fui deslizando de él besando su pecho y su abdomen hasta llegar a su polla, la aplasté con mi cara y la tenía muy pegada a mi mejilla y a veces la besaba y pasaba la lengua con gula, lamiéndola desde la punta hasta los testículos, luego la comía con apetito voraz, con mucha energía y ganas tremendas.

Mis labios se movían arriba y debajo de su verga pasándole la lengua, me coloqué de rodillas con mi cara pegada a su vientre y elevando mi culo redondo, que se movía acompañando las subidas y bajadas de mi cabeza cuando tragaba su polla.

Me separó para colocarse detrás de mí, levanté más mi culo enterrando la cabeza en la cama y comenzó a golpear en mis nalgas con su polla y a pasarla por la separación de mis nalgas frotando mi ano.

Metió su cabeza para comenzar a chupar mi culo, y estuvo unos minutos como loco besando y lamiendo hasta que consiguió que gimiera y sollozara desfallecido en un éxtasis de dicha.

Mi culo estaba dispuesto, húmedo, lubricado y abierto para recibirle a él, acerco su verga y fue empujando poco a poco para que mi agujero se fuera adaptando a su tamaño y acogerle en un abrazo.

Sujetó con fuerza mis caderas y se hundió definitivamente en mi culo apretado y húmedo. Sus testículos comenzaron a golpear en mis duras nalgas haciéndome suspirar y gemir, ambos gemíamos y era lo único que se escuchaba en la habitación además del golpear de sus huevos sobre los míos.

Se movía para dentro y para fuera y yo le ofrecía mis nalgas abriéndolas y elevándolas en una muda entrega, a veces flexionaba su cuerpo haciendo palanca con su polla estando en lo más profundo, produciéndome un ligero dolor que rápido lo convertía en placer y cuando se quedaba quieto para descansar besaba mi cuello y me hablaba al oído.

-Estás muy rico, quiero follarte más, dame tu culo putito.  –y otras veces.

-Mi amor, te necesito a mi lado, mi vida te amo, te quiero tanto. –todas ellas estaban bien para mí, eran manifestaciones de su locura de amor, de su pasión sin fronteras.

Se apoyó sobre mi espalda y sin dejar de meter y sacar su verga llevó su mano a mi polla y comenzó a masturbarla, manipulaba mi pene con fuerza y muy rápido lo mismo que su ritmo al follarme, y a veces metía la izquierda para acariciar mis huevos.

Mi culo apresaba su polla y al apretar mis esfínteres emitía rugidos de placer, empujando más fuerte para salvar el obstáculo.

-Es un sueño, nunca pensé en poder estar así metido en ti mi amor.

Comenzó a gritar mientras se corría y bañaba el interior de mi recto con su semen, se descargaba abrazado a mi vientre y moviendo mi polla hasta que yo también eyaculé.

Permanecimos un momento unidos, hasta que su pene fue saliendo de mi ano y cayó vencido entre sus piernas, escurriendo el esperma que llevaba con él.

Me derrumbé en la cama y Gonzalo cayó encima de mi espalda, su pene húmedo quedó entre mis muslos y comenzó a acariciarme el cuello y besarlo, y a lamerme la oreja respirando sofocado, no dejaba de acariciarme, pero cada vez más lento, se estaba quedando dormido sobre mí.

Me deslicé para que cayera a mi lado y fui al baño a lavarme y traer una toalla húmeda con la que le limpié, estaba dormido y con una hermosa sonrisa que no se le borraba de su boca.

Me tendí a su lado con la luz encendida y me quedé mirándole, pasé mi mano por su cara acariciando su barba, empezaba a gustarme con ella y me hubiera quedado toda la noche admirándole, pero apagué la lámpara para dormir unas horas.

Igual que mi última mirada fue para él, también mi último pensamiento.

-Te amo Gonzalo, te haré feliz como sea.  –sentía que mi corazón reventaba al no poder contener mi amor que se iba acrecentando.

---------------------------

 

Me quedé agradablemente sorprendido cuando a la mañana siguiente, en el hall de la salida posterior nos esperaba Borja preparado para correr, pude ver la misma expresión en la cara de Gonzalo.

-Quizá os puedo acompañar sin resultar molesto.  –no tuvo contestación, solamente un empujón de Gonzalo para que fuera hacia la puerta de acceso al jardín.

Tomó la iniciativa y era Borja en cabeza el que tiraba de nosotros, nunca habíamos realizado el recorrido que escogió, se notaba que corría con frecuencia y llevaba un paso muy rápido de largas zancadas que a Gonzalo le resultaba fácil seguir al tener más o menos la misma altura, yo iba el último y algo rezagado.

Me hubiera gustado ir más despacio y apreciar con más detalle por donde pasábamos. En lugar de bajar hasta el río nos dirigía entre calles, hasta pasar delante del Chelsea and Westminster Hospital. Parecían dos máquinas perfectamente sincronizadas y se habían emparejado dejándome atrás.

Por fin ralentizaron el paso y les pude dar alcance, el Brompton Cemetery nos acogió con su silencio, allí pararon hasta que terminé de llegar a su lado. Ahora íbamos andando por las preciosas avenidas, silenciosas y llenas de hermosas sepulturas. A la izquierda veíamos las altas tribunas del Chelsea F.C., Borja se sentó en la lápida de una tumba y Gonzalo se apoyó sobre su hombro, yo me senté a su costado.

Miraba a uno y otro lado, disfrutando de las vistas que tenía, que no eran en absoluto tétricas a pesar de ser un cementerio. Había más claros que nubes en el cielo y la temperatura era agradable para correr, pero no para estar mucho tiempo sentados.

-¿Has pensado lo que vas a hacer con Kol?  -Gonzalo no contestó la pregunta de Borja, me agarró de la mano para que levantara mi trasero que estaba cogiendo el frío de la losa.

-Vamos a caminar.  –pasó su brazo por mi hombro y junté mi cuerpo al suyo cogiendo su cintura.

-Tendremos que buscarle un puesto para que no haga nada, doscientas mil libras para que se toque los huevos.  –Gonzalo parecía visiblemente molesto.

-Al final las pagará su padre, no tenías que haberte arriesgado en traerle.

-Haral está desesperado, piensa que alejándole de él se quita el problema y el chico está encantado, en el frío de su país se encogen las pollas.  –de la boca de ambos salió una risa socarrona e irónica.

-Espero que me ayudes a tenerle entretenido, pero vamos a dejar el asunto hasta mañana, no vamos a aburrir a éste inocente pequeño que deseaba que se lo presentara en el aeropuerto.  –aprieta su abrazo sobre mis hombros y seguimos caminando.

Más que un cementerio es un pueblo lleno de hermosas tumbas, arruinadas algunas por la humedad y el tiempo, donde la maleza del bosque lo va devorando en algunas zonas, lugar ideal para las ardillas que gatean por los árboles.

Volvemos a correr para regresar a casa, no me dejan solo y adaptan su paso, yo soy corredor de fondo, pero no tengo sus piernas. El guarda que los conoce nos saluda al abrir la puerta.

-Mañana hacemos el cambio de empresa de seguridad, no te dejes la tarjeta en casa.  –Borja le habla advirtiéndole a Gonzalo y le dejamos en la puerta de su habitación.

-Gracias por el paseo.  –ahora se dirige a mí y solo le sonrío, no entiendo el motivo de este agradecimiento que en todo caso sería mutuo.

Nos estamos duchando y Gonzalo me abraza.

-Tenemos que prepararnos para desayunar todos juntos.  –agarro su erecta verga para sacarla de entre mis piernas donde la tiene metida.  

–Pero si quieres lo hacemos.  –abre el paso del agua a tope y se vuelve contrariado.

-No, no, no, tienes razón, nos esperan. Estaría siempre haciéndote el amor, soy un sátiro, la castidad no va conmigo.  –retiro las pompas de gel de su cuerpo proyectando el chorro de agua hacia él.

-Me encantan los sátiros salidos y lujuriosos.  –su barba sigue creciendo, me da la impresión de que ahora lo hace más lentamente y cada vez contrasta mejor con sus ojos chocolate.

Wes nos ha dejado la ropa preparada pero no le veo por parte alguna.

-¿Por qué me ha dado las gracias Borja por el paseo? ¿No habéis corrido otras veces?, parece que él si lo hace a menudo.  -levantó la cabeza para mirarme.

-Antes yo no vivía aquí, hacía mi vida con Ál y ellos no coincidían en todo.  –su respuesta suena seca y cortante.

Desayunamos los tres, los abuelos ya lo han hecho pero nos acompañan en la mesa, les observo comer y hablar, se respira un ambiente prodigioso a familia, a unión entre todos ellos.  ¿Cómo sería su vida hace seis meses?, cuando vivían los tres solos y luego los largos meses con la enfermedad de Ál.

No creo que mi inagotable curiosidad se vea algún día satisfecha, hay muchas cosas de las que no quieren hablar, y hacen como si no hubieran ocurrido y su vida hubiera sido plana, sin altibajos, sin vértigos.

Marcharon los tres al despacho del abuelo, tenían que seguir hablando de los temas que trajo Gonzalo de Bergen y discutir la agenda de trabajo de la semana próxima. A la abuela no le gustaba que se hablara de trabajo y negocios en la mesa, aunque a veces era inevitable y tenía que transigir.

Me disponía a marchar a mi habitación, también yo tenía trabajos pendientes que hacer, preparar mi lista de compras para la semana, y otra más con lo que tenía que hacer para cerrar mi estancia en Lille y todo lo que debía comentar con André y Elie, aunque mi trabajo en la fábrica consistiría ya en ir y desfilar por los despachos.

Me sorprendió la abuela cuando me levanté.

-¿Sabes jugar al ajedrez?  -miré a la anciana sonriéndola.

-Claro abuela, no muy bien, sé cómo se mueven las piezas, mi padre me enseñó un poco, nunca he tenido mucho tiempo libre pero me hacía jugar con él, creía que me ayudaba a razonar y a estudiar.

Sabía mucho más que yo y le resultó fácil dejarme sin las piezas principales, perdió el interés cuando vio que no tenía un oponente digno de ella.

-No vas a visitarles mucho.

-Lo sé abuela.

-¿No has pensado en traerles a vivir más cerca de ti?  -parece que la partida de ajedrez era una disculpa y lo que deseaba realmente era hablar conmigo.

-Me gustaría, sí, pero mis padres no se dejan dirigir, aún no. Me extrañan y desearían que estuviera allí con ellos, pero me recuerdan que yo tengo mi vida que vivir.

La conversación la interrumpió Gonzalo que venía a buscarme y sin contemplaciones me sujetó de la mano para levantarme.

-Todavía no me ha matado la partida, aunque le faltan dos movimientos para lograrlo.  –me levanté entre risa y evitar tirar las piezas.

-Seguro que a la abuela no le importa que te rapte, ya te has dado por vencido en el juego.

Literalmente me arrastró y me llevó en volandas a la habitación, creía que empezaría a arrancarme la ropa por la fuerza cuando estuviéramos solos, ejercía mucha presión en mi muñeca tirando de mí, cerró la puerta de la habitación y cogiéndome de mis nalgas me elevó para juntar nuestras caras.

-Mi niño divino.  –posó sus labios en los míos sin fuerza, con mucha suavidad, moviéndolos muy erótico.

-Coge algo de abrigo que vamos a dar un paseo tú y yo solos.  –y me dejó resbalar hasta que toque el suelo.

No sabía si reír o llorar, no es que no quisiera, pero constatar que no me quería solo para follar, me rompió el corazón y estuve a punto de que mis lágrimas brotaran, soy tan sensiblero y cursi.

Comenzamos a caminar por las calles cogidos de la mano, la temperatura había subido dos o tres grados y se estaba deliciosamente paseando, sin hablar y apretando a veces mi mano y en alguna ocasión se la llevaba a la boca para besarla.

Nos detuvimos en Bluebird, en una mesa de la terraza, viendo por entre los verdes setos laterales a la gente que paseaba por la acera, cuando acudió el camarero Gonzalo pidió un vino blanco para él y le imité pidiendo otro.

El tiempo empleado en el paseo y la estancia en la terraza habían merecido todo el domingo y me sentía en la gloria, en una paz plena y dichosa.

Wes tenía preparada mi maleta y solo tenía que recoger mis papeles y pocas cosas más. Salí de limpiarme la boca, Gonzalo se apoyaba en la ventana, había descorrido la cortina y miraba el jardín dándome la espalda.

Me acerqué a él, tenía sacada su camisa del pantalón, se la levanté y le abracé acariciando su abdomen colocando mi cara sobre su espalda, tembló al notar el frío de mis manos  y encogió un poco el cuerpo.

-¡Buuuff!, ¡qué manos más frías!  -me reí a su espalda y las di la vuelta para que el dorso entrara en contacto con su piel.

-Parecen de hielo.  –dejó de apoyarse y puso sus manos encima de las mías cobijándolas y apretándolas contra su abdomen, cuando las calentó un poco se volvió.

-¡Joder!  -exclamó mirándome de arriba abajo. Estaba totalmente desnudo ante él y después de su exclamación intentó sujetarme, comencé a reír y me escapé corriendo hacia la cama, salté sobre ella y allí me pilló tirándose en plancha a por mí, quería besarme y yo peleaba para que no lo hiciera escurriéndome entre sus brazos como una anguila en el agua.

Peleamos un rato, el tratando de sujetarme para besar mi cara y yo haciendo todo lo posible para que no sucediera, dando patadas al aire hasta que sujetó mis muñecas por encima de mi cabeza y aproximo su cara a la mía.

-¡Cabrón de niño!, como pelea.  –acerco su boca abierta, como si fuera a comerme, no podía moverme mucho, estaba sobre mí, entre mis piernas, solamente ladeaba mi cabeza de un costado a otro evitando que nuestros labios se encontraran y me rendí al final.

Sus ojos brillaban con sus destellos más dorados revueltos en el chocolate de su mirada, bajaba en movimientos rápidos, pero sin llegar a tocarme hasta que vio que no me movía, que permanecía quieto respirando acelerado, con la boca abierta, divertido por el juego y anhelando su boca y su cálido aliento.

Jugamos un rato con nuestras bocas, comiéndonos nuestras lenguas, abrazando su espalda con mis brazos y su cintura con mis piernas, besos y más besos, tiernos, locos, húmedos, secos. Comenzaba a gustarme su barba y mordía su partida barbilla lamiéndola.

-Quítate la ropa.  – le pedí trémulo de deseo y como pudo, su camisa pantalón y slip dejaron de impedir el contacto pleno de nuestros cuerpos.

Comencé a besarle la polla, a sacar su glande de su prepucio con mis labios, a metérmela entera en la garganta y al poco tiempo.

-Quiero metértela ya en el culo.

Me colocó de rodillas en la cama y ensalivó sus dedos para metérmelos en mi ano y dilatarlo, le pedí que la fuera metiendo despacio, deseaba disfrutar cada milímetro que entrara, notar como su inmensa verga me invadía y estiraba mi ano.

Empujó y entro la punta, suspiré satisfecho y así la fue metiendo, entrando y parando, arrancando de mi ser lamentos de gozo, al final eché mi culito hacia atrás para ser yo el que enterrara su pene en mí.

Comenzó a follarme lentamente y notaba como mi culo se comía toda su polla, moví mis caderas en círculos, no me importaba ser una puta para él en esos momentos y cuando descansaba era yo el me autofollaba tirando para atrás y adelante mi cuerpo metiendo toda su verga en mi vientre.

Cerraba y abría mi culo abrazando fuertemente su tallo, sin dejar que saliera su glande.

-Eres prodigioso, tu culo parece una boca.  –me enardecían sus palabras y movía mis caderas con más fuerza, deseaba forzarle para extraerle toda su leche y que me regara por dentro.

-Estas muy bueno mi amor, menea el culo más rápido.

-Sí, así me gusta, putito, cómetelo todo con tu culo.

No dejaba de hablar y me animaba cada vez que impulsaba mi cuerpo para meter su verga hasta el fondo.

-Te gusta Gonzalo, ¿lo hago bien mi amor?

-Eres una puta auténtica, me gusta sí, sigue y no te detengas, me voy a correr y llenarte puto.

Y yo gemía muy quedo.

-¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy! Gonzalo cariño, que verga más rica, me gusta cómo me follas, me entra hasta el fondo mi amor. ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy! Cógeme tú mi amor dame duro, rompe mi culito mi vida….

Era una máquina follándome a mí mismo y el gritaba diciéndome que era su puta y que quería preñarme, me corrí sin poder aguantar más, sin tocarme para nada, con el roce de su polla en mi interior, el sonar de sus huevos al golpear en los míos, y el chapoteo de los flujos que salían de mi culo arrastrados por su pene.

Se agitó cuando yo terminé, y comenzó a correrse en largos latigazos de semen que notaba golpear en las paredes de mi recto, me lleno las tripas de su leche como yo quería que fuera.

-¡Ohh!  Cada vez follas mejor, ¡joder!, qué bien lo has hecho.

-Te ha gustado, me estoy convirtiendo en un puto.   –me besó la espalda y fue saliendo de mí.

-Sí, el puto que yo amo, eres mi amor y me encanta que seas así.  –se tendió a mi lado y besó mi boca.

-Nunca, Dani, nunca he disfrutado tanto, eres perfecto.

-No, eres tú el que sacas lo más pervertido de mí.

Pasó sus dedos por mis labios y acarició mi cuello.

-¿Eran buenos tus amantes?  -la pregunta me dejó helado y le miré, no sabría interpretar su mirada.

-¿Deseas que hablemos de ello?  -no sabía si él estaría preparado para afrontar mi reciente pasado.

-Creo que sí, en algún momento tendremos que hacerlo.  –después de un momento de duda las palabras fueron saliendo a tropel de mi boca.

-Sí, Gonzalo, sí, todos mis amantes han sido buenos haciéndome el amor, follándome, sobre todo eran mis amigos, aunque ha habido una vez que lo hice sin querer al que me follaba. El resto ha sido con personas maravillosas, que sin amarles les quería y ellos me hacían feliz queriéndome.

-De ellos el mejor ha sido Nicolás, me mostró el camino, fue el que me inicio, el primer hombre al que me entregué, que me desvirgó en un inicio al sexo que siempre recordaré y no puedo decir nada malo de ninguno, todos han sido diferentes y estupendos.

Se inclinó sobre mí y me besó muy delicado.

-¿Volverías a hacerlo con ellos?  -tengo que decirle la verdad, aunque le duela.

-Si te tengo a ti para mi es suficiente, pero sí que volvería a hacer el amor con ellos si tú me faltaras, son hombres a los que quiero y sé que estarán ahí si les necesito para lo que sea, como ellos me tienen a mí.  –dejamos de hablar mirándonos fijamente hasta que desvía la mirada y acaricia mis labios con los dedos.

-¿Y tú, han sido buenos?  -le acaricio la mano que tiene sobre mis labios.

-No he tenido tanta suerte como tú, Ál lo fue, excepto al final, el resto ha sido un follar para aplacar mi deseo de sexo, hasta lo que hacía con Borja era así, aunque es al único hombre que quiero además de a ti.

Nos duchamos y después de despedirme de todos me llevó a la estación conduciendo él, le miraba conducir e iba muy serio.

-Espero no haberte molestado Gonzalo, te amo más que a mi vida, pero no puedo ser desleal y mentirte, aunque aún no te lo he dicho todo pero lo sabrás.

No me responde hasta que no deja el coche estacionado en el parking, coge mi maleta con una mano y con la otra me lleva abrazado.

-No tendría derecho a reclamarte nada de lo que hayas podido hacer, si acaso pagar mi culpa por dejarte y no haber vivido todas esas experiencias juntos.

Cuando llegué a Lille hacía el mismo tiempo que en Londres, como si no me hubiera cambiado de lugar, cogí un taxi que me llevó al estudio.

Miré sorprendido la puerta personal de entrada, faltaba un trozo de ella y la cerradura en su conjunto había sido arrancada, como si alguien extraño a la urbanización hubiera entrado en los terrenos particulares. El coche estaba en su lugar y las puertas del estudio no presentaban daños que se apreciaran, volvía a colocar la piedra que retenía la puerta a falta de cerradura y no me preocupé más.

Mi coche estaba limpio y supuse que sería Anwar quien lo había lavado allí mismo, tenía flores nuevas en el florero y no habían sido colocadas por Ray, no estaban dispuestas con su extraordinario estilo.

(9,73)