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Placer Anal

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Finalmente, Carolina regreso de Colombia para conocer a mis amigos y esa misma noche vivimos una noche agitada y de intenso placer en la que estuvimos presentes nosotras dos, mis papis y los dos amigos de Carolina.

Después de levantarnos a las 11 de la mañana nos duchamos y nos preparamos para salir a pasear y mostrarle la ciudad en que vivo. Nos vestimos unos panties ajustados, tops y sandalias de taco alto. Pero como era en horas del día y pensábamos solamente en pasear no quisimos mostrarnos demasiado sexis. Nada de mostrar barriguita, nada muy ajustado o escotado, como dos chicas buenitas. Fuimos a la parte céntrica de la ciudad en un chevette que aprovechando la disminución del costo de los coches usados, mis papis me habían regalado como premio al terminar con excelentes resultados mi primer año de Facu.

Si bien no íbamos con ropas exageradamente provocativas igualmente las personas y sobre todo los hombres no dejaban de mirarnos insistentemente y algunos alcanzaron a decirnos piropos algunos muy lindos y otros bastante zafados.

Almorzamos en un restaurante y volvimos a casa y como el día estaba bastante caluroso decidimos ir a la playa en horas de la tarde. Carolina está acostumbrada a ponerse tangas muy diminutas y escandalosas, se lo hice notar, “No importa”, me contestó y se puso una celeste con un sostén también demasiado reducido lo que hacía que sus tetas rebosaran en forma muy tentadora.

—Este te lo traje para vos —y me alcanzó una conjunto rojo tan reducido como el de ella.

Eran de tela elástica, ajustados, un pequeño triángulo en la parte delantera y uno un poco más grande, no mucho, en la parte trasera que dejaba sin cubrir buena porción de nuestras nalgas. Soy muy exhibicionista en la intimidad de un dormitorio, me encanta provocar, Bueno, pero en fin....

Así de tangas nos revolcamos jugueteando un poco en la cama de mi dormitorio, nos dimos algunos besos de lengua, acariciamos nuestros cuerpos, pero no llegamos a más, ya que nos habíamos propuesto dejar esos juegos para la noche. La verdad es que tuve que hacer un gran esfuerzo ya que el cuerpo de ébano de Carolina me excitaba enormemente, pero cuanto más larga es la espera más grande el placer.

Al llegar a la playa, fuimos a una bastante alejada que por suerte no estaba muy concurrida, abrimos la sombrilla, extendimos las esterillas en la arena, esparcimos un poco de bronceador en nuestros cuerpos, nos pusimos lentes negros y acostándonos boca arriba a tomar unos minutos sol, muy juntas una al lado de la otra para poder charlar. Algunos tipos pasaban y nos miraban y nos decían algunas cosas, pero ambas no nos dimos por enteradas ensimismadas como estábamos en saber de nuestras vidas.

Comenzamos a charlar y en determinado momento le manifesté mi deseo de conocer alguna chica linda como ella para convertirla en mi compañera de sexo, así como lo fue ella en varias oportunidades. Me preguntó si no me agradaba acostarme con las mujeres casadas amigas de Mariana. Le dije que sí, que gozaba mucho, pero que sexualmente me sentía más inclinada a tener sexo con chicas como ella, jóvenes, lindas de cara, sin compromisos y muy putas. Cuando dije esto Carolina lanzó una carcajada.

—¿Vos te considerás puta?

—Y.... sí, me encanta coger, me gustan las mujeres, las vergas, las orgías y eso es lo que dicen ser puta. ¿Vos no te creés puta?

—Y… sí, desde ese punto de vista sí.

—Nosotras cogemos porque nos gusta y no engañamos a nadie. Disfrutamos y hacemos disfrutar. Mariana acá y Tamara allá en Cancún cogen con los tipos que les gustan, los maridos cogen con otras, pero no se engañan entre ellos y vos sabés bien que incluso van a orgías juntos.

—¡Eso es bárbaro! Yo si algún día me caso pienso ser como ellas —terminó diciendo.

—Pienso lo mismo que vos —le respondí.

—¿Pensás arreglarte con alguna chica? —me preguntó.

—No, hay algunas chicas lindas en el club deportivo al cual concurro y tal vez ahí o en algún lugar donde vaya a bailar.

—Hay algunos lugares en donde se reúnen gays y otros de lesbianas.

—Tal vez vaya alguna noche a algún lugar de esos para ver como es el ambiente.

—¿Sabés cuáles son?

—Sí, mis compañeras me hablan de ellos.

—¿Qué te parece si esta noche nos ponemos lindas y vamos?

—¡Bueno, bárbaro! —le respondí.

—¿Y mis negritos y Marcos y Marquinho, para cuándo?

—¿Qué te parece mañana o pasado?

—Mejor pasado, porque esta noche vamos a estar muy ocupadas vos y yo puteando y mañana de mañana vamos a andar con sueño. —le dije con mirada de complicidad.

—Si vamos nosotras dos solas voy a tener a tus amigos para mi solita y vos te encargás de Raúl, Néstor y Richard. Bueno esta noche nos vestimos como dos putitas, sobre todo vos para que Lydia y Fernanda queden bien calientes contigo, estamos un rato charlando sin hacer nada, y después a eso de las 12 de la noche nos vamos a un boliche de esos exclusivos para lesbianas a ver si encontramos alguna chica que nos guste y que sea accesible, si encontramos algo vemos qué pasa y si no encontramos nada que valga realmente la pena nos venimos para casita, nos acostamos y pasamos toda la noche jugando yo y vos solita sin que nadie nos moleste. ¿Qué te parece?

—¡Ojalá que no encontremos nada así nos venimos rápido para la camita!!!

Resumiendo, hicimos todo lo planeado.

Tal como lo esperaba mis amigas quedaron recalientes con Carolina, pero por el momento se quedaron con las ganas, pero les prometimos pasar las dos una noche con ellas lo que las dejó muy contentas. Lydia y Fernanda estaban preciosas e hicieron una excelente exhibición de sus lindas piernas. A Carolina mis amigas le resultaron "apetecibles". Fue la palabra que usó. Fuimos al centro nocturno y cuando nos vieron algunas chicas nos abordaron inmediatamente al ver que nuestras caras eran nuevas, pero el nivel de las chicas nos dejó bastante que desear. Una chica que estaba muy bien de cuerpo y linda de cara que sobresalía físicamente sobre las demás resultó ser muy grosera y ordinaria así que nos vinimos para casa. Mi primer intento en ese sentido fue un fracaso, pero en realidad no me amargué demasiado. Tenía el tiempo del mundo y por supuesto a Carolina, lamentablemente en forma transitoria.

¡Teníamos en ese momento casi tres semanas por delante!!! Cuando llegamos a casa mis papis aún no habían llegado. Eran la 1.30 de la madrugada. Nos duchamos juntas.

—Nos tenemos que hacer un enema —me dijo Carolina mirándome con la malicia dibujada en su rostro sonriente de diosa morena.

—Vos también —le respondí con la misma malicia— ¡Qué me pensás hacer? —agregué.

—¡¡¡Aaahhh, ya vas a veeeer...!! —replicó con un dejo de misterio en el tono de su voz.

Cuando le fui a introducir la jeringa en el ano, sus bellas caderas me tentaron de tal manera que me arrodillé y comencé a besarle y a chuparle las nalgas buscando su ano.

—¡Esperá un poquito, no te apures!! Vamos a ponernos bien lindas y vamos para la cama. Antes quiero ver una película porno junto contigo, así nos ponemos a mil y después hacemos de todo.

La idea me encantó y refrené mis impulsos más agresivos y menos sofisticados que los de ella. Luego de cumplir con los requisitos de una perfecta higiene, nos secamos, nos perfumamos, nos maquillamos y fuimos para la cama, completamente desnudas. Mi dormitorio es amplio y mi cama también. Carolina tenía allí todo su equipaje. Pensaba compartir mi dormitorio con ella durante tres semanas.

—¿Tenés algún video de vergas grandes? —me preguntó.

—Por supuesto!! —le respondí— tengo como seis y dos de un tipo que la tiene como un burro, ¡me encanta el pedazo que tiene!!!

Coloqué uno en el aparato en donde se ve al tipo cogerse por el culo a tres chicas con un cuerpo espectacular. Lo excitante es ver como después de sacársela a la primera le muestra a una de ellas el estado en que le quedó el ano. Le pregunta si quiere que le haga lo mismo y ella acepta, por supuesto y así a las tres.

Ver cómo les quedaba el ano a las chicas me hizo acordar que a mí me había quedado igual la noche anterior luego que el garrote de mi Marcos me hiciera ver las estrellas.

—¡Así tenías el culo ayer Kari! ¡Qué putona que estabas!!! ¡Me encantaría verte a vos también así! —le respondí mientras pasaba una mano suavemente sobre mis labios genitales y hacía lo mismo con la otra en la conchita de Carolina.

La calentura nos iba ganando a pasos agigantados.

—¿No me querés ver el culo bien abierto ahora, puta? —me dijo con su cara muy cerca, encima de la mía, sus labios jugosos y pintados rozaron los míos, abrí la boca y me introdujo la lengua, la succioné como para tragármela.

Su mano apartó la mía de mis labios genitales, apoyó la suya y hundió dos o tres dedos en mi vagina. Una oleada de placer recorrió mi cuerpo.

—¡No hay ninguna pija que te lo abra! —respondí a su pregunta anterior luego que nuestras bocas se separaron.

—¿Para qué queremos pijas si tenemos consoladores y nuestras manos? ¿Es cierto lo que me dijiste la otra vez que Daiana se mete la mano en el culo?

—¡Sí, y después que le tomás el gusto es fabuloso!!!

—¿Por qué no me la metés?

—Si querés te enseño como se hace para que no me duela. ¿Tenés la crema que te regalé?

—Sí, no gasté casi nada.

—Traela. —me pidió excitada por lo que se avecinaba, me levanté, fui a la cómoda y traje uno de los potes.

—Mirá como tenés que poner la mano. —me explicó, poniendo el dedo pulgar entre los dedos índice y anular— Ves, así el pulgar no lastima y el puño queda un poco más estrecho. Te encremás bien la mano y te vas abriendo camino empujando suavemente poco a poco con el dedo índice que te queda arrollado. Lo hacés girando el puño, retrocediendo algunas veces. Pero antes tenés que hacer una cosa.

—¿Qué? —respondí excitada por lo que se avecinaba y olvidada completamente de la película.

—Tenés que chuparme la conchita y el anito por un buen rato.

—¿Y vos a mí?

—¡Si, mi amor! ¡Me muero por hacerlo!!! —La lujuria se había apoderado de nosotras.

Con rápidos movimientos nuestras bocas fueron en busca de nuestras zonas genitales. Ambas nos pusimos de costado, con nuestras cabezas en un muslo de la otra. Y comenzamos a mamarnos. ¡Qué placeeeerrrr!!! Sentir la tibieza de su cuerpo escultural bien unido al mío, abrazarme a aquellos muslos fabulosos, carnosos, ligeramente dorados, con su piel satinada y perfumada y aquella conchita con un pubis escaso, rubio, pegado a la piel. Comencé a olerla, a lamerla, a besarla, ¡chuparla!!! ¡Uufff!! ¡Qué delicia! Ver nuestros cuerpos en el espejo aumentaba mi calentura. La entrada de su vagina es cortita con los labios exteriores gordezuelos. Comencé a lametear su clítoris, a chuparlo, a apretarlo con mis labios y a titilar mi lengua como un áspid rozándolo apenas. La entrada de su vagina lucía un color encarnado, brillante y su aspecto invitaba a la succión.

—¡Ay, mi amor así, así que me estás matando!!! —exclamaba contoneando sus caderas.

Con movimientos rápidos se separó de mi para cambiar de posición. Tomó una de las almohadas y apoyó sus nalgas en ella, con la planta de los pies sobre el colchón y su ano y su conchita al aire sobresaliendo sobre el borde de la almohada.

Me arrodillé entre sus muslos. Sus piernas estaban flexionadas y abiertas de par en par.

—¡Ponete bastante crema en toda la mano y empezá despacito, mi amor!

Le hice caso y embadurné abundantemente mi puño cerrado de la manera que ella me había explicado.

—¡¡¡Meteme la lengua en el culo, empezá a abrírmelo con tu lengua primero!!! —Obedecí— Ahora los dedos —Obedecí— ¡Así, mi amor! ¡Así mi amor!!!¡¡¡AAAhhh qué rico!!! Poné la mano cómo te dije y empezá a mover el puño en círculos. Empujá despacito puta. Que vaya entrando primero el nudillo del índice y después los demás nudillos de a uno, pero despacio... despacio... revolviéndome…

Su esfínter oponía resistencia a la penetración, sobre todo a los nudillos. Entendiendo cuál era la idea, seguí con mis labios y con mi lengua excitando sus genitales mientras que con mi puño cerrado haciéndolo rotar, presionaba suavemente su esfínter. Dejando de lado toda delicadeza, bien a lo puta ordinaria, lancé varios escupitajos inundando sus labios genitales y mi puño en saliva para realizar una lubricación más efectiva.

—¡Eso mismo, mi amor, escupime toda!!! —exclamaba ella.

La visión de sus muslos abiertos de par en par, su vientre y sus caderas contoneándose lentamente facilitando la penetración, el deseo que demostraba ella en ser penetrada de manera tan brutal y su rostro demostrando estar poseída por una lujuria desenfrenada hicieron que yo misma me convirtiera en una hembra en celo. Estuve haciendo ese delicioso trabajo para que su esfínter se fuera dilatando lentamente durante varios minutos.

De repente algo maravilloso, emocionante, sucedió. Su esfínter cedió a la presión de mi puño, ayudada por los movimientos ondulantes de ella. Sentí la suavidad, la tibieza de su recto que como mullido estuche cubrió mi puño. Me excité tanto que sentía mis jugos deslizarse por los muslos. ¡Qué sensación de poder sentí en ese momento al ver a aquella hembrita preciosa gozando endemoniadamente debido a mis acciones!

—¡Seguime metiendo despacito, Kariiiiiiiii!! ¡Cómo me gusta esto!!!

—¡Te gusta cómo te cojo, mi amor! —le dije mientras miraba su rostro contraído por el placer. Con los ojos cerrados abría su boca y sacaba su lengua lamiéndose los labios y titilando sobre algo invisible.

Era cómo una súcuba buscando sementales en forma desesperada como si en ello le fuera la vida. Toda la delicadeza y rasgos hermosos de su rostro estaban desfigurados por la lujuria. Ni en lo más álgido de nuestras orgías anteriores la había visto de esa manera. Y el deseo de gozar de la misma manera que lo hacía ella me esclavizó totalmente convirtiéndose en una obsesión.

—¡Seguime chupando y revolviendo que voy a acabar! ¡Pero no me la saques que quiero seguir gozando!! ¡¡Así...!! ¡¡así! ¡Qué locura, Kari!!  ¡Revolveme!... ¡Revolveme!!!¡¡¡Acabo!! ¡Acabo!!!¡¡¡Aaaagggg!!!

Muerta de calentura ante el espectáculo que se me brindaba redoblé mi mamada en aquella conchita deliciosa y al mismo tiempo aplicaba un vaivén en mi antebrazo como si fuera un pistón. Cuando lo hundía en sus entrañas su esfínter quedaba a escasos cinco o seis centímetros de mi codo. El orgasmo de Carolina es imposible de describir sólo con palabras. Para tener una cabal idea de lo que fue aquello es necesario tener la suerte de estar arrodillada entre aquellos muslos gloriosos como lo estaba yo en aquel momento.

Durante su descomunal orgasmo sentí como mi antebrazo era presionado rítmicamente por su esfínter y por las paredes mullidas, húmedas y tibias de su ano. Dejé mi brazo quieto sin moverlo y fue ella la que maniobraba con suaves movimientos de sus caderas, apretándolo o haciendo con sus movimientos que mi puño se desplazara dentro de él.

Nuevos gritos, nuevas contorsiones de su cuerpo escultural, su recto y su esfínter presionando mi brazo como una víbora cuando se traga a otra me anunciaron su segundo orgasmo.

Quedó despatarrada, con las piernas abiertas de par en par, respirando agitadamente, fregando sus pezones y sus tetas empapadas por su propia saliva. En mi calentura un deseo desesperado de manosear y chupar aquellos senos grandes, redondos como melones se apoderó de mí. Retiré lentamente mi mano. Su esfínter ofreció una suave y deliciosa resistencia. Me acosté encima de ella y comencé a chuparlos, besarlos y a manosearlos furiosamente.

—¡Ay, Caro, ¡qué caliente que estoy con ese cuerpo puto que tenés!!!

—¡Vos también me tenés recaliente con el tuyo y me enloquece verte coger!!! ¡No sabés la calentura que me agarré ayer cuando Marcos te cogió por el culo!!

—¡Chupame la concha que no aguanto más!! —le supliqué.

Rodamos sobre la cama y ella quedó encima mío. Sin dejar de mirarme fijamente a los ojos en ningún momento, tomó la almohada, Sabiendo lo que pretendía, levanté mi cuerpo apoyándome en los talones y ella la colocó debajo de mis nalgas.

Siempre con la vista fija en mí y muy seria, vi como encremaba su mano. Con una maestría sin igual sus labios y su lengua comenzaron con sus malabares a enloquecerme de placer. Ningún hombre me hace gozar tanto mamando mi conchita de la manera que ella lo consigue. Pensaba que iba a meterme la mano en el culo, como había hecho yo con ella, pero no, sentí que la apoyó en mi concha. Presionado lentamente y con movimientos circulares se deslizó dentro de mi vagina. No sentí ningún dolor, por el contrario, aquella invasión me produjo placer. Posiblemente la entrada de mi vagina aún sentía los efectos de la verga de Marcos y no ofreció resistencia.

—¿Te gusta, mi amor?

—¡Sí, es muy rico!! Seguime revolviendo. Me gusta... me gusta...

—¿Así?

—¡Sí, así! ¡Más adentro...hasta el fondo!

Sentí que su puño se deslizó todo a lo largo de la vagina y comenzó a rozar la entrada de mi útero. Permanecí varios minutos gozando de aquel brazo metido en mi cajetita. Su puño iba y venía. Mientras me metía el puño, Carolina había cesado en su lameteo, pero prosiguió y mi placer aumentó en intensidad. El orgasmo se hizo inminente.

—¿Vas a acabar?

—¡Sí! ¡Sí! ¡Me viene!!!

—¿Te la meto en el culo?

—¡No!! ¡No!! ¡Ahora no!! ¡¡¡¡Acabo...! ¡acabo...!!!!! ¡¡Aaaaggg!!! ¡Qué orgasmo, mi Dios!!

Pero igual seguía caliente. Tenía la conchita que me hervía y me hormigueaba deliciosamente. ¡Mi conchita seguía con hambre!!!!

—No me saques la mano, seguime revolviendo que esto es divino —le pedí.

Luego de varios minutos gozando y gozando disfruté de un nuevo orgasmo tan intenso como el primero. Carolina sacó su mano de mi concha y se chupó los dedos saboreando mis jugos vaginales. Se acostó encima mío y me besó. Sentí el gusto de mis jugos y así, besándonos, me agradó. Después de que Carolina me dejó satisfecha y con la verga del tipo en el TV, comenzamos a hablar precisamente de eso: ¡de vergas!!!

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