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La liberación

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María no estaba cómoda con su vida. Hacía tiempo que no lo estaba.

Desde la primera vez que descubrió que su marido la engañaba, su vida no volvió a ser la misma.

Se machacaba pensando en cual habría sido su fallo. Se miraba al espejo y en ella veía a una mujer atractiva. A sus cuarenta y dos años aún mantenía la piel tersa y suave, dos ojazos que miraban inquietos, una sonrisa cautivadora y unas curvas que hacían girar el cuello a cuanto hombre se cruzaba con ella.

"No he fallado yo" pensaba, "el fallo ha sido suyo."

Decidió darle un giro radical. Se acabó la mojigata ama de casa dedicada a su familia en cuerpo y alma, necesitaba algo más.

A partir de ese momento decidió cuidarse y mimarse. "Nadie lo hará por mi" pensaba. Lo primero que decidió fue apuntarse al gimnasio. Un poco de ejercicio para mantener la línea y, por supuesto, ese culito para arriba.

Sesiones de depilación láser... Total. La primera vez que lo vio su marido la miró extrañado, algo que a ella avergonzó un poco, hasta que este se lo acarició y comprobó lo suave que estaba.

-Mmmmm... Me gusta mucho- dijo justo antes de introducir sus dedos en su jugoso sexo.

Otra cosa que quiso cambiar fue su forma de vestir. Decidió hacerlo un poco más atrevido, aunque sin llegar a parecer un putón verbenero.
Un día sus amigas decidieron quedar para pegarse una fiesta. Se lo merecían decían. Todas estaban o casadas o con pareja estable, hijos, responsabilidades, etc. Aprovechando que era el cumpleaños de Carla (felizmente casada y con dos hijos), le montaron una pequeña sorpresa y la llevaron a cenar a un sitio bastante exclusivo de Madrid. Una vez allí la sorpresa se la dio ella a las demás. No habían llegado los entrantes cuando les dijo:

-Chicas, muchas gracias por todo, pero he quedado con Carmelo, un compañero del insti que me reencontré en una fiesta. No os podéis hacer una idea de cómo folla. Nunca había sentido nada igual. Si os llama mi marido, estoy en el baño mareada, o... Bueno, sabréis cubrirme.- Y diciendo esto les guiñó y se fue al encuentro de su amante.

Todas quedaron perplejas, pero no dijeron nada. María, no podía dejar de pensar en sus palabras. "Como folla", "no he sentido nada igual". Ufff, ¿podría ella alguna vez decir eso?

Durante mucho tiempo estuvo pensando en eso. Varias veces más quedaron y ellas le servían de coartada a Carla. María en el fondo, sentía un poco de envidia de su amiga aunque no quería admitirlo.
La curiosidad comenzó a picarle. Empezó a curiosear en internet, leía relatos que le hacían elevar su temperatura y sin saber muy bien cómo, acabó en chats eróticos conociendo gente de todo tipo. Pasaba las noches, mientras esperaba a su marido en la cama, chateando y masturbándose, en medio de auténticas orgías virtuales. Así fue como conoció a Gonzo.

Gonzo era un chico de su ciudad, algo más joven que ella, alto y moreno, al igual que ella totalmente depilado, y con una tremenda polla, que María no podía dejar de imaginarse abriéndose paso en su coño y descargando dentro de él.

Pero lo que más le atraía de él era el mundillo donde le contaba que se movía. Tríos, orgías.... Todo lo que había fantaseado estos meses, él lo había hecho y, además, le estaba ofreciendo la posibilidad de hacerlas.
Estaba enganchada a él. Se pasaba el día con el móvil, hablando con él, calentándose mutuamente. A María le encantaba quitarse el tanga en el trabajo y mandarle fotos para que comprobase como la estaba poniendo. Este le respondía con fotos de su enorme polla dura o, lo que más le ponía a ella, audios donde le decía lo zorra que era y lo que le haría de tenerla delante. Las conversaciones cada vez iban siendo más calientes y seguidas, se pasaban casi todo el día escribiéndose y por las noches los orgasmos eran bestiales. María pasaba el tiempo deseando que lo que le escribía Gonzo fuese real.

Este no hacía más que insistir en verla, "¿de qué tienes miedo, niña?" le decía, "te aseguro que lo pasarás genial, te gustará este mundo".

Pero ella no se decidía.

Un viernes, hablando con él, le dijo:

-He quedado con mis amigas esta noche. ¡Fiesta de chicas!¡Qué peligro cuando nos juntamos!

-¡Qué bien! ¿Dónde vais?

-Se llama Tándem. Un sitio de moda.

-Lo conozco, está cerca de mi trabajo. Si quieres te espero cuando salga y nos tomamos algo. Sólo tomarnos algo.

-No sé, no me atrevo. Además, como tú me pones, seguro que no solo nos tomaríamos algo.

-Ja ja me has pillado. Bueno, piénsalo.

Estuvo toda la tarde pensando en ello. Cada vez que pensaba en la posibilidad del encuentro, sentía una punzada en el coño y una oleada de calor le subía desde el vientre, secándole la boca. "Me apetece, e muy muy tentador" pensaba, "pero mejor no".

Se arregló para la cena. Vestido negro, ajustado por arriba, con un generoso escote y con algo de vuelo por abajo. Unas medias trasparentes a medio muslo y unas sandalias de tacón. Se miró al espejo y le gustó lo que vio. "Vas fantástica chica" pensó.

Salió por la puerta con la mirada de su marido clavada. "¿No vas muy guapa para ir sin mí?", le había dicho. Una vez en el coche, la idea del encuentro volvió a su cabeza, en realidad no se le había ido. "¡Qué ganas!" Su cuerpo reaccionaba de inmediato. Pezones erectos, clítoris hinchado y húmeda. Muy húmeda. Tanto que tuvo que parar en una gasolinera a limpiarse. Allí en el baño, al limpiarse se acordó de las veces que le había mandado fotos de su coño así. "¿Qué me haces nene?" "¿Cómo me puedes poner así sin tocarme?"

Entonces, como obligada por una fuerza incontrolable, sacó el móvil y escribió: "Sólo conocernos, después he quedado". Cuando le dio a enviar, una punzada en su coño casi la hace caer al suelo. Tardo poco en contestarle. Le mandó la dirección de una cafetería y le dijo que llevaba una hora esperándola allí. "Encima chulo". Se miró al espejo antes de salir y vio una mirada de vicio que no se la recordaba. Impulsivamente, arrastró su tanga piernas abajo y lo guardó en su bolso. "Toda una declaración de intenciones" pensó.

Cuando entró en la cafetería estaba muy nerviosa. No sabía qué hacer. Miraba a un sitio y a otro buscándolo, sin ver nada de lo nerviosa que estaba. Por fin vio una mano agitándose y lo reconoció. Se acercó a la mesa donde estaba, le dio dos besos a modo de saludo y sentó a su lado.

-No estés tan nerviosa niña, que no me como a nadie -dijo Gonzo-, siempre que no se deje, claro.

María se rio. Gonzo la devoraba con la mirada y eso a ella la hacía derretirse. Pasaron un rato agradable, rieron y se observaron. Al cabo del rato, María miró el reloj.

-Llego tarde dijo. Voy al lavabo y me voy. Mis amigas estarán preocupadas por mí.

Se levantó y se dirigió a los servicios. Cuando se disponía a entrar, una mano la agarró fuertemente del brazo y la llevó al de caballeros. Ella simplemente se dejó llevar. Una vez dentro sintió el como el duro cuerpo de su recién conocido amante se apretaba contra el suyo. Sus labios se buscaban ansiosos mientras sus lenguas luchaban por ocupar la boca del otro. "¡Qué ganas de esto tenía!" Pensaba María, a la vez que sentía como las manos de Gonzo subían por sus muslos a su culo, descubriendo que no llevaba nada debajo del vestido.

-Mmmmmm que zorrita. Has venido bien preparada.

La metió en un reservado y la hizo subir una pierna al wáter.

-Te voy a comer como nadie lo ha hecho nunca zorra.

-Joder nene. Comeme, hazme lo que quieras, soy tu zorra.

Sentir la lengua de Gonzo en su coño fue como una liberación. Se abandonó a su amante y le dejó que le hiciese lo que quisiera. Si lengua recorría cada rincón de su coño, desde el clítoris al ano. Le agarraba la cabeza para atraerlo más, y para no caerse.

-Sigue así cabrón. Haz que me corra. Haz que tu puta se corra. Estoy a punto, joder...

Dicho esto, Gonzo se levantó, le dio la vuelta y se apretó contra ella. Le besaba la nuca y le decía:

-Así que quieres correrte...

-Siiii. Lo necesito.

Le cogió la mano y se la llevó a la polla, esa que tanto ansiaba ella y le dijo:

-Aquí no te la daré. Si la quieres, tendrás que venir conmigo. Em cinco minutos en el coche, si no, me iré.

Y salió del baño dejándola totalmente descolocada.

"¿Qué hago?" "Pareces tonta, ¿qué vas a hacer?" Sacó su móvil y escribió: Chicas, no me esperéis, me ha surgido un…. "Carla". Si os llama mi marido .... Bueno, ya os inventaréis algo.

Salió del baño casi corriendo. En la puerta estaba el con el motor arrancado.

-Sabía que vendrías- dijo mientras se sentaba a su lado. Comenzaron a andar. -Por cierto, yo también había quedado.

"Uffff, ¿dónde me he metido?", pensó. "Bueno, al fin y al cabo, es lo que habíamos fantaseado todo este tiempo"

-¿Y con quién?

-Con Javi y Esther. Los metimos en una fantasía una vez. Él te folló el culo... -rio.

María sintió que se ponía colorada, aunque no sabía si de vergüenza o excitación.

Por fin paró el coche. Se bajaron y caminaron en silencio hasta la puerta de una casa adosada. Gonzo llamó al timbre y alguien desde dentro abrió sin preguntar.

-Las damas primero.

Entró a la casa delante de él. Un delicioso aroma a incienso lo inundaba todo. Andaba siguiendo las indicaciones de él y bajaron unas escaleras que daban a un sótano. La estancia era un diáfano salón con dos sofás de piel con una pequeña mesa entre ambos y al otro lado, una pequeña barra con todo lo necesario para preparar cócteles. Toda la iluminación era a base de velas, muchas pequeñas velas, que unidas al incienso y una tenue música hacía que todo le resultara a María muy sugerente.

En uno de los sofás estaba sentada la pareja anfitriona. El, un chico atlético, con el pelo muy corto y le asomaba algún tatuaje. Llevaba una camisa blanca con algún botón de más abierto y unos vaqueros desgastado. Iba descalzo. Ella, una morenita menuda con unos labios carnosos con un vestido rojo súper ajustado debajo del cual María intuyó que no llevaba nada. Usaba unos tacones de vértigo.

Se levantaron al verlos llegar y se acercaron a ellos con una copa de champán.

-María, estos son Javi y Esther -presentó-, chicos, esta es María, hoy... Mi chica.

-Qué buen gusto tienes, cabrón -dijo Javi ofreciéndole una copa.

La lasciva mirada de este la puso tan nerviosa que se bebió la copa de un trago. Se sentaron y empezaron a hablar y beber champán. María, cada vez más relajada, se metió en su papel de chica de Gonzo dejando que este la tratara como algo suyo. Le gustaba sentirse así.

Por el hilo musical comenzó a sonar una canción que le encantaba.

-Me encanta esta canción, ¿puedes subirla?

Esther cogió un mando y subió el volumen. María se levantó y empezó a bailar sola. Se movía sensualmente, moviendo las caderas al son de la música y recorriendo su cuerpo con las manos, invitando a "su chico" a hacerlo. Cerró los ojos y continuó bailando. El champán, el incienso, la música... Cada vez estaba más caliente. Cada golpe de pelvis le hacía recordar que estuvo a punto de correrse y la dejaron a medias... "¡Qué ganas de follar tengo!", pensó.

De pronto sintió unas manos en su cadera y un cuerpo bailando pegado al suyo. Se dejó llevar cuando esas manos empezaron a recorrerla, aunque sentía algo raro en ellas, algo que nunca había sentido. Abrió los ojos y la vio bailando con ella, sobándola, mirándola con evidente deseo. No sabía cómo reaccionar, era la primera vez que se sentía deseada por una mujer y no le disgustaba...

Siguieron bailando, rozándose y ya María se dejó llevar del todo cuando Esther rodeo su cuello con los brazos y la atrajo para fundirse en un lascivo morreo que hizo que los dos chicos explotaran en aplausos, animándolas a seguir. María estaba desatada. Metió una de sus piernas entre las de Esther y empezó a bailar restregándola contra su coño mientras sus lenguas seguían luchando. Notaba humedad en el muslo, lo que hizo que se diese cuenta de que estaba en lo cierto, su nueva amiga no llevaba ropa interior. Bajo sus manos a las caderas de la chica comenzó a subir su vestido. Dejo su culito al descubierto y comenzó a sobarlo. Lo apretaba y restregaba su muslo en su coño, como follándosela con la pierna. A Esther parecía gustarle. Llegado un momento, se separó de ella.

-Vamos a mostrarles el género -dijo Esther-. Tu quietecita.

La dejó de pie frente a ellos, se colocó detrás y empezó a bajar la cremallera del vestido. Los dos chicos no perdían detalle. María se sentía deseada como nunca y eso la ponía cada vez más caliente. Ellos ya se habían quitado la camisa y los vaqueros los llevaban desabrochados. Contemplar esos torsos desnudos.... Lis deseaba. Ambos. Esther tiró del vestido hacia abajo y quedó expuesta a ellos, solo llevaba puestas las medias, las sandalias y el sujetador.

-¿Os gusta chicos? -ellos hacían gestos de aprobación -. Mirad que coñito tan suave tiene.

Esther pasó su mano por detrás y empezó a acariciárselo, lo que la hizo derretirse. Ahogó un gemido de placer mientras Esther seguía con su "presentación".

-A ver esas tetas -decía. Le desabrochó el sujetador y mostró el buen par de tetas de María. Sus pezones marrones estaban duros ya y esta empezó a sobárselas y pellizcarle hasta hacerla gemir.

Entonces ya se levantaron ellos y se les acercaron. Esther dio un paso atrás y la dejó desnuda a merced de los dos chicos. Se pusieron uno a cada lado y empezaron a tocarla y besarla. El cuello, una teta cada uno, sentía las manos de ambos por todo su cuerpo. Una por el culo, otra en su coño. Ella había abierto las piernas para facilitar el acceso de sus manos a su clítoris. Alternativamente ofrecía su boca a uno y otro para que la besaran.

-Ahora -dijo Esther, que parecía la maestra de ceremonias -debes elegir a uno para follarte.

María miro a los dos. Estaba muy cachonda. Se hubiera follado a cualquiera.

-Es fácil -dijo -para la primera vez elijo a mi macho. Fóllame Gonzo, no sabes cuánto tiempo llevo esperándolo.

Se fueron juntos a un sofá y Gonzo la besó antes de hacerla sentarse en él. Instintivamente, María abrió las piernas para que el chico se colocara entre ellas. Este se arrodilló y la empujó para recostarla. Agarró sus nalgas y la acercó hasta poner su coño en el filo, justo delante de su cara. Escupió en él y a continuación comenzó a repasarlo con la lengua, despacio, como repartiendo la saliva por todo el sexo. Se separó y volvió a escupir. Repitió con la lengua, esta vez más rápido. La llevaba desde el clítoris al ano, como había hecho antes en los servicios, a la vez que sus dedos apretaban las nalgas con desesperación.

María estaba desnortada. Sentir la lengua dura de su amante golpeando las paredes hinchadas de su sexo la volvía loca. Justo cuando una oleada de placer iba a recorrerla, Gonzo paró.

-Sigue cabrón, no pares ahora -casi le lloraba -. Necesito correrme o me volveré loca.

-No te preocupes, te correrás -dijo- pero cuando yo diga.

Se incorporó y quedó de pie ante ella.

-A ver a ti que tal se te da.

María se inclinó hacia delante. Tenía la abultada entrepierna de Gonzo ante sus ojos. La había visto en fotos y le parecía enorme, incluso había dudado de conocerle solo por el miedo que le daba semejante pollón. Pero ahora no tenía miedo. Todo lo contrario, estaba ansiosa de tenerla entre sus manos. Lo miraba a los ojos, pícara, mientras bajaba su pantalón y dejaba ante ella la polla más grande que había visto nunca. Decidida, empezó a acariciarla, masturbándola, y con la otra mano sobaba sus huevos. Acercó su cara a ella y la olió antes de meterse esas durísimas pelotas en la boca. Devoraba sus huevos al tiempo que sentía la polla crecer y endurecerse en su mano. Tenía todo completamente depilado, como ella, y era una delicia chupar algo así. Su lengua poco a poco fue desplazándose desde ellos hasta el gordo capullo morado. Recorrió todo el tronco desde la base, recreándose en los jadeos que emitía su macho al recibir esa mamada. Una vez en la punta saboreó el líquido pre seminal que emanaba de ella, mojando con él la comisura de los labios, y a continuación de introdujo la polla en la boca. Chupaba solo la mitad de ese enorme falo, pajeando la parte que quedaba fuera de la boca. Chupaba fuerte, succionando y la mano que quedaba libre la usó para intentar aliviarse, pellizcándose los pezones y acariciándose el clítoris.

-¿Es que no te cabe entera en la boca niña? -dijo Gonzo-. Ahora verá como sí. Voy a follarte la boca hasta la garganta.

La cogió de la nuca, agarrándola del pelo y empezó a mover sus caderas, hundiendo la polla en la boca de María hasta que no cabía más. Esta se dejaba hacer. La necesidad de orgasmo le nublaba. Sentía como el enorme capullo golpeaba su campanilla, provocándole arcadas. A punto estaba de vomitar cuando Gonzo paró y ella siguió chupando a un ritmo normal.

-La quiero en mi coño ya -dijo, casi suplicando.

Gonzo se sentó en el sofá, invitando a que se sentara encima. María aceptó, pero dijo:

-Voy a follarte, pero quiero que estos dos vean como folla una verdadera zorra.

Se colocó encima de él, pero dándole la espalda. El veía su culo. Agarrando la polla con una mano, la colocó justo en su entrada y se dejó caer hacia abajo. ¡Joder, se estaba metiendo ese pedazo de polla! ¡Por fin! ¡Cuántas veces había soñado con ese momento estos meses, cuantas veces se había masturbado imaginándolo y por fin lo estaba haciendo! Se recreó en ese momento, en cada centímetro de dura carne que se abría paso dentro de ella. Parecía que iba a explotar de excitación. Poco a poco empezó a moverse, saltando, metiendo y sacando esa polla de su coño. Miraba como Esther estaba comiéndole el culo a Javi. Se fijó en la polla de este. "Tampoco está mal"

-Ven aquí tú también. Lléname la boca con eso.

Javi sonrió y le hizo un gesto a Esther de que parase. Se acercó a la pareja y se puso a un lado. Puso la polla a la altura de la boca de María y no necesitó decirle nada. Esta la agarró y empezó a chuparla, como si llevara toda la vida haciendo tríos. Sintió algo golpeando su clítoris, algo húmedo. Abrió los ojos y vio como Esther estaba lamiéndolo. Lamía su clítoris y la polla y los huevos de Gonzo entrando y saliendo de María. Esta cerró los ojos y siguió a lo suyo, chupando a uno y follando a otro, abandonada al sexo completamente.

-¿Quieres probar una doble penetración niña? -dijo Gonzo-. Si no estás preparada lo entenderé.

-Claro que quiero -tal era el estado en que se encontraba que hubiera hecho cualquier cosa.

Javi se tumbó en el otro sofá. María se sacó la polla de Gonzo y se fue hacia él, montándolo de una vez. Su polla entró como en mantequilla.

-Ayúdame Esther, vamos a preparar ese culito.

Esther se colocó detrás de María y con las palmas de las manos abiertas abrió el culo de la chica. Escupió en el anillo para que Gonzo con un dedito lo estimulara. Entre los dos lo lubricaron, y empezó a meter un dedo. María empezó a sentir algo de dolor. Se tensó.

-¿Sigo niña?

-Si si, por favor, sigue.

Sacaba el dedo y se lo daba a Esther para que esta lo empapara de saliva. Volvía a meterlo, cada vez un poco más hondo. Después de un rato estimulando, el anillo estaba preparado para algo más gordo.

-Lubrícame chiquita.

Esther chupó la polla de Gonzo, humedeciéndola bien. Cuando la tenía bien empapada la soltó y con las manos abrió el culo de María, ya si preparado para recibir a su amante. Colocó el capullo en el anillo dilatado.

-Esto te va a doler niña, por luego te alegrarás.

Empujó un poco y María chilló. Consiguió meter el capullo, aunque el dolor que sentía María era bestial. Esther con sus dedos le acariciaba el clítoris, para hacer más llevadero el dolor.

-Poco a poco niña. Ya verás cómo cuela entera.

Otro pequeño empujoncito. El culo de María ardía de dolor. Chillaba como nunca lo había hecho.

-¡No pares! ¡No pares! La quiero entera dentro de mí.

Cada empujón que daba el dolor era más y más intenso. Parecía que el culo le iba a reventar. Le dolía tanto que perdió la noción del tiempo, no sabía cuánto tiempo llevaba en esa postura. Ya ni siquiera sentía los dedos de Esther en su coño, junto a la polla de Javi. Con un último empujón, por fin sintió los huevos de Gonzo golpear sus nalgas.

-Ahhhhh -gritó este. La empezó a besar la nuca. Susurrándole. Le decía lo mucho que le gustaba verla así de zorra y que le hacía disfrutar como pocas lo habían conseguido.

Poco a poco fue moviendo sus caderas. La polla no entraba ni salía, solo le hacía mover en culo a su ritmo. El dolor fue dando paso al placer, poco a poco, conforme se iba relajando.

-Así, sigue así, hazme correrme. Haz que tu puta se corra.

Esas palabras estimularon a Gonzo, que se atrevió ya a sacar un poco para volver a empujar. El anillo estaba ya totalmente dilatado, se trataba solo de dejarse llevar.

Ya no había dolor. Solo placer. Se relajó totalmente y empezó a disfrutar con las embestidas que esos dos machos le proporcionaban.
Por fin, una oleada de placer inundó su cuerpo haciéndola temblar. Tensó la espalda y Esther aprovecho para comerse sus tetas.

-Correos, quiero que me inundéis de leche -dijo cuándo se recuperó.

Estos incrementaron las embestidas. El primero en soltar su leche fue Gonzo, dejando el culo lleno de leche caliente. María al notarla se sintió completamente liberada. Había hecho correr a su macho y eso la enorgullecía.

-Ahora tu -se sacó al otro y se sentó en el sofá -. Ven nena, este es para las dos.

Una al lado de la otra empezaron a besarse esperando ser regadas por el semen de Javi. Este se pajeó ante sus caras y no tardó en salpicarlas. Las caras, cuello, tetas. Ellas se lo repartían con las manos hasta que echó la última gota. Entonces la cogieron y limpiaron los restos de semen de la polla, pasándola de boca en boca, alternativamente.

-¿Te ha gustado? -preguntó a María.

-Me ha encantado. Pero ahora quiero limpiarme y marcharme. Tengo que hablar con una persona....

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