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Claudito y su tío Roque (3)

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Era el mediodía cuando Claudito despertó, se dio una ducha y fue al living, donde su madre miraba televisión. Se saludaron con un beso y la señora dijo:

-Ya es tarde para que desayunes, hijo, en media hora almorzamos.

-Está bien, mamá, pero ahora me gustaría tomar un café.

-Hay en la cafetera, hijo, calentalo y listo. –le dijo su madre y apagó el televisor. Claudito se sirvió café en un pocillo y se sentó a la mesa.

Su madre, desde el sofá y con el tono más natural del mundo le preguntó:

-¿Lo pasaste bien con el tío anoche?

Claudito apenas pudo contener el temblor de la mano con la que sostenía el pocillo. Lo depositó dificultosamente en la mesa y sin atreverse a mirar a su madre balbuceó:

-¿Qué?... No… no entiendo, mamá…

-Digo si lo pasaste bien con el tío anoche en tu cuarto.

Claudito sintió que la tierra se abría bajo sus pies y deseó desaparecer en lo más profundo del abismo. Incapaz de articular palabra alguna siguió escuchando a su madre.

-Oíme, Claudito, sé desde hace tiempo que sos gay. Yo me di cuenta de cómo te miraba Roque, cómo te ponías vos con esas miradas y sospeché que a la noche iba a pasar algo, así que fingí que me iba a dormir, pero estuve vigilando. Lo vi al tío ir a tu cuarto. Pegué el oído a la puerta y escuché algunas cosas. Ya ves, hijo, que no tiene sentido negar la realidad.

El chico padecía una situación que se le hacía incontrolable ante la cual ignoraba cómo reaccionar. Permanecía inmóvil, sin probar el café, con la cabeza gacha y retorciéndose las manos, hasta que su madre le dijo:

-Bueno, querido, ya la cosa está aclarada, ¿cierto?, así que te voy a decir cómo va a seguir todo. Ustedes no necesitarán ocultarse para coger y, es más, me va a gustar estar presente.

-¡¡¡Mamá, noooo!!! –gritó Claudito desbordado por semejante revelación: su madre era una perversa. Con el llanto desbordado sus ojos, se echó hacia adelante y apoyado en la mesa dio rienda suelta a su angustia.

Su madre se acercó a él, retiró el pocillo de café y antes de ir a la cocina le dijo:

-Llorá, querido, llorá así te tranquilizás y aceptás tu situación, porque me imagino que no querrás que le cuente a la familia que tengo un hijo puto, ¿verdad?

Al oír semejante cosa, Claudito se estremeció y su llanto se hizo violento, cargado de desesperación, impotencia y angustia. Le costaba creer que su madre fuera ese ser demoníaco que se le acababa de revelar brutalmente. Su madre, la mujer que lo había parido, de cuyo pecho se había alimentado durante los primeros tramos de su vida era, en realidad, una depravada abusadora de su propio hijo.

Cuando la mujer volvió de la cocina el chico sollozaba inclinado sobre la mesa, vencido. Sara entonces lo enderezó tomándolo del pelo.

-Por favor, mamá…

-Basta, Claudito, no es para tanto. Lo verdaderamente terrible sería que yo decidiera echarte a la calle por puto. En cambio, acepto tu condición sin reprocharte nada. Deberías agradecérmelo. –dijo la mujer con un cinismo que espantó al jovencito.

En ese momento sonó el celular que Sara llevaba en un bolsillo de su vestido.

-Sí… Ah, hola, Roque, buen día… ¿En media hora?, bueno, te espero con el almuerzo y una sorpresa… No, no puedo adelantarte nada, ¿qué sorpresa sería entonces?... Bueno, hasta luego, chau, chau.

-Era el tío… -explicó la mujer innecesariamente. –Viene en media hora, así que andá a lavarte la cara y sacate la ropa, lo vas a esperar desnudito.

-Por favor, mamá… ¡Por favor!... –rogó el chico entre sollozos.

-¡Basta de estupideces! ¡¡¡BASTA!!! Como sigas resistiéndote voy a empezar a llamar a todos los parientes para contarles mi desgracia de tener un hijo puto. ¿Te queda claro, nene?

Claudito imaginó de inmediato la situación ominosa que debería enfrentar si su madre cumpliera con esa amenaza. No, prefería cualquier cosa antes que el escarnio que caería en ese caso sobre él. Con paso lento, arrastrando los pies y su desgracia fue hasta su cuarto, se quitó toda a ropa y luego se lavó la cara en el baño, advirtiendo al mirar al espejo lo enrojecidos que tenía los ojos de tanto llorar. Insistió varias con el agua fría en su cara y finalmente volvió al living, donde su madre esperaba reclinada en su sillón favorito, ése que ocupaba para ver televisión o leer.

Claudito miraba al piso y ocultaba su pene con una mano.

-¡Qué belleza, hijo! ¡Qué belleza sos! –exclamó Sara al ver a su hijo como no lo veía desde hacía muchos años, cuando el chico comenzó a bañarse solo.

-Sacá la mano de ahí y vení acá.

Cuando lo tuvo ante ella contempló largamente ese cuerpo que la sombraba por su belleza ambigua, casi femenina, ese cuerpo delgadito aunque con suaves redondeces que la asombraban y excitaban morbosamente. Ese cuerpo cuya única vellosidad eran las de las axilas y la que se veía en la zona genital. En cambio, no había pelos en las piernas, un detalle que le encantó a Sara.

-Date vuelta, hijo, quiero verte el culito.

El último muro de resistencia se derrumbó en el interior de Claudito y obedeció sin chistar, en la certeza de que no debía irritar a su madre y que ella contara su homosexualidad a la familia. Entonces giró sobre sí mismo y casi de inmediato la oyó exclamar:

-¡Ay, hijo, qué culito! ¡Qué culito increíble tenés! ¡Cómo habrá gozado Roque! –y lanzó una carcajada para después alabarle las piernas.

-Parecen las piernas de una chica, Claudito… Tan bien formadas y sin pelos… ¡Hermosas piernas!

El chico permanecía inmóvil, con un nudo en el estómago y así, entre morbosos elogios y algunos toqueteos de su madre transcurrieron algunos minutos hasta que Sara comenzó a preparar al almuerzo y a tender la mesa.

Por orden de su madre Claudito permanecía de pie, con los brazos a los costados del cuerpo. Lo consumía la ansiedad pensando en cómo reaccionaría su tío cuando llegara y lo viera así.

La intriga no duró mucho. Roque llegó poco después, cuando su madre ya tenía la mesa dispuesta y el pollo con papas se mantenía caliente en el horno.

-¡Llegué, Sara! –anticipó el hombre desde el patio delantero por el cual se accedía a la cocina y después al living y al ingresar allí quedó como clavado en el piso y el rostro demudado.

-Sara, ¿qué es esto?

-¿Te referís a Claudito?

-¡Claro! ¿por qué está desnudo?

-Bueno, Roque, no sé de qué te asombras… Anoche lo tuviste así cuando te lo cogías. –dijo Sara mientras servía vino en su copa y en la de su hermano.

-Ya sabe todo, tío… -intervino el chico sin alzar la vista del piso y con las mejillas arreboladas.

-Sí, Roque, tranquilízate. Ya sé que mi hijo es puto y que vos anoche te lo cogiste. Y ahora sentate que sirvo la comida y seguimos hablando.

-¿Te volviste loca, Sara? –tentó Roque en un último intento de superar la inquietante situación. Su hermana se levantó para traer la comida que estaba lista en el horno y en el camino ordenó:

-Vos también sentate, hijo. –y Claudito se sentó aliviado por no tener que seguir exhibiéndose desnudo.

Aprovechando que Sara estaba de espaldas Roque miró a su sobrino tratando de interrogarlo con los ojos, de extraer de él algo más de información, pero no obtuvo más que un movimiento de cabeza que expresaba resignación. Entonces dijo:

-Voy a dejar el maletín en mi cuarto y vuelvo, Sara, a ver si aclaramos esto.

-Sí, Roque, vamos a dejar todo en claro. –le contestó su hermana.

Roque volvió rápidamente y al pasar detrás de su sobrino rumbo a su ubicación en la mesa lo envolvió en una mirada ardiente que no pasó desapercibida para su hermana.

-Te tiene caliente mi hijo, ¿eh, Roque?

-Oíme, Sara…

-No, Roque, oíme vos a mí y mientras tanto empezá a comer que se va a enfriar. Está todo claro, hermanito. Vos anoche te lo cogiste a mi hijo y yo me enteré de que es puto. Me calienta esto, ¿sabés? Me da morbo que Claudito sea gay y que vos te lo cojas y quiero estar ahí cuando le des. Mirá lo claro que está, Roque.

El hombre comía sin mirar a su hermana, masticando no sólo cada bocado del pollo con papas sino también lo que acababa de oír de su hermana.

No pudo, aunque lo intentó tibiamente, resistir lo tentador del asunto y entonces dijo luego de beber un sorbo de vino:

-Bueno, Sara, está bien. ¿Y vos, Claudito, qué pensás?

El chico tragó saliva y murmuró:

-No puedo elegir, tío… Si no acepto mamá le va a contar a toda la familia que soy gay…

-¿Es cierto eso, Sara?

-Es cierto. –confirmó secamente la mujer.

-Bueno, yo después de comer tengo que volver a salir, pero esta noche te damos el espectáculo. ¿De acuerdo?

Sara alzó su copa:

-Brindemos por el espectáculo, querido hermano. –dijo sonriendo ladinamente.

…………..

Cuando Roque se fue Sara dispuso que Claudito se pusiera a estudiar, pero su hijo se negó:

-No tengo la cabeza para estudiar, mamá… ¿Puedo irme a mi cuarto?

-Está bien. Pero mañana mismo retomás el estudio. ¿Oíste?

Claudito abandonó el living sin contestar, pero su madre lo detuvo con un grito:

-¡¡¡VENÍ ACÁ!!! –y el chico, atemorizado, retrocedió hasta detenerse ante ella.

-Que sea la última vez que me hacés esto, ¿oíste?

-Bueno, está bien…

-Mañana retomás el estudio. –insistió Sara y esta vez Claudito contestó:

-Sí… Está bien…

Sara lo vio irse mientras se regodeaba con el cuerpo desnudo de su hijo y en su mente iba creciendo una idea que le plantearía a Roque esa misma noche, una vez que hubiera disfrutado del espectáculo de su hermano dándole verga a su hijo.

……………

 

Y la noche llegó y con ella la negativa de Claudito a cenar.

-Bueno, date una ducha, hijo, y esperanos en tu cuarto desnudo. –le ordenó Sara mientras le guiñaba un ojo a Roque. El chico abandonó el living y con ánimo conturbado se dispuso a obedecer la orden.

Media hora más tarde Sara y Roque, éste sin ropas, entraban en el cuarto de Claudito, que esperaba en la cama desnudo y vuelto de costado mirando hacia la pared. Giró al oírlos y se sentó en el lecho.

-Hola, sobrino precioso… -lo saludó Roque y su madre le preguntó:

-¿Estás listo, hijo? –pero el chico no respondió.

-Es inútil… le cuesta aprender modales… -dictaminó Sara y tras dirigirse con paso rápido a la cama le pegó una fuerte bofetada.

-¡¡¡TE HICE UNA PREGUNTA!!!

-Ay, mamá, no me pegues… -se quejó Claudito frotándose la mejilla.

-¡¡¡CONTESTÁ!!!

-Sí… estoy listo…

-Bueno, Roque, todo tuyo… -ofreció Sara y sus labios se curvaron en una sonrisa perversa al ver que la verga de su hermano estaba bien erecta, lista para entrar en acción. Se ubicó en una silla donde su hijo había dejado la ropa, luego de tirar las prendas al piso, y se preparó para disfrutar del espectáculo.

Roque ya estaba tendido en la cama y acariciaba los muslos, las caderas, el pecho y las nalgas del chico, que, a su pesar, dadas las circunstancias, gemía y jadeaba incapaz de negarse al placer que las manos de su tío le deparaban.

El hombre acercó su boca al oído de Claudito y le murmuró:

-¿Te limpiaste bien el culo?

-Sí…

-Perfecto, porque esta vez voy a empezar dándote por ahí pero después me la vas a chupar y te voy a acabar en la boca…

La calentura y el morbo habían ganado por completo el ánimo del chico, que contestó con una vocecita apenas audible:

-Lo que usted quiera, tío…

-Bueno, te voy a coger a lo perrito, ponete en cuatro patas, lindo… -y una vez que lo tuvo en esa posición se untó la verga con abundante saliva y en un rapto de súbita inspiración le preguntó a su hermana: -Sara, ¿te gustaría ayudarme?

-¡Claro! –fue la respuesta de su hermana, que había empezado a mojarse.

-Bueno, entreabrile las nalguitas.

-¡Con todo gusto! –y Sara ganó la posición de dos grandes trancos y mantuvo las deliciosas nalgas de su hijo bien separadas, para facilitar la penetración.

Claudito gimió al sentir el glande pujando para entrar y en su mente hubo lugar sólo para la expectativa de ese goce que la pija de su tío iba a procurarle.

El hombre se la había ensalivado previamente y después de algún embate pudo meterla de un solo envión en ese culito que la fortuna le había deparado.

El chico gritó de dolor, pero pronto dejó de sufrir y empezó a gozar mientras su madre le acariciaba las nalgas con manos crispadas. Al cabo de un rato el tío retiró la pija del culo y sonrió complacido al ver que estaba limpia, ya lista para metérsela en la boca a su sobrino y que el chico le hiciera una buena mamada.

-Ahora el nene me la va a chupar… -le anunció a Sara y en los ojos de la mujer hubo un brillo de lujuria.

-Sí… Sí, Roque, que te la chupe y trague toda la leche.

Por orden del hombre Claudito tuvo que arrodillarse y abrir grande la boca para engullir la verga de su tío, que chupó y lamió con apasionado deleite hasta sentir todo el semen que en varios chorros calientes le inundó la boca. Tragó todo ese semen estremecido de calentura en medio de los gemidos, jadeos y gruñidos del hombre mientras su madre se masturbaba echada en la cama junto a su hijo y Roque respiraba por la boca tendido boca abajo al lado de ambos.

……………

A la mañana siguiente Sara y Roque desayunaban mientras el chico aún dormía.

-No te imaginaba así, Sara.

-¿Así cómo? ¿degenerada? –preguntó retóricamente la mujer y soltó una risita algo nerviosa.

-Degenerada, sí…

-Y bueno, esto me fue apareciendo de a poco, Roque, al darme cuenta de que Claudito es puto, y me explotó cuando vos llegaste. Me calentaba cómo lo mirabas, como queriendo comértelo con los ojos.

-Es que el chico es un bombón… -dijo el hombre cual si quisiera justificarse.

-Oíme, Roque, quiero pasar un tiempo con mi hijo en tu casa y hartarme de ver cómo le das verga. –dijo Sara sin más.

Roque pareció pensarlo y dijo:

-Anoche te calentaste como una perra en celo viendo cómo me lo cogía.

-Sí, por eso no quiero que esto quede en lo de anoche.

-Por mí no habría problemas, Sara, al contrario, me encanta la idea de seguir cogiéndomelo, pero ¿y los estudios de Claudito?

-Ay, Roque, eso no es ningún problema. En Córdoba hay una universidad y entiendo que es excelente. Claudito podrá cursar ahí.

-¿Y él querrá venir? –preguntó el hombre con cierto grado de ingenuidad.

-A ver, Roque, mi hijo a partir de ahora va a hacer lo que yo le ordene, porque ya le he dicho que si se revela le voy a contar a la familia que es gay.

-¿Y él cómo tomó eso?

-Por nada del mundo quiere esa humillación.

Roque bebió el último sorbo de su café con leche y dijo:

-Entonces si no entiendo mal lo tenemos en nuestras manos.

-Exactamente, querido hermano y a propósito…

Sara hizo una pausa y Roque la urgió a seguir.

-Tengo una fantasía…

-Contame…

-Verlo con vos y otros… ¿Tenés amigos en Córdoba?

-¡Sos más degenerada de lo que me imaginé, Sara! ¡Jajajajajajajajajaja!

-Muero por ver a Claudito engullendo varias pijas.

-Mmmhhhhh, creo que yo podría hablar con dos de mis amigos… A veces nos han llamado la atención algunos chicos lindos allá y lo hemos comentado sin tapujos.

-¡Qué bien! –se entusiasmó Sara. -¿Y son tipos de tu edad?

-Sí, son cincuentones como yo.

-¡Perfecto! Andá comentándolo con ellos en cuanto vuelvas y en unos días te caigo con Claudito.

-Serán bienvenidos, Sara, y en cuanto hable con esos dos amigos te llamo por teléfono y te cuento.

-¡Ay, Roque! ¡Ojalá se dé! –exclamó Sara uniendo sus manos en actitud de ruego a alguna divinidad del mal que pudiera estar escuchándola.

 

(continuará)

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