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Lara, una chica muy obediente (3)

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A la mañana siguiente la despertaron los gritos de Eva y un violento zamarreo que la sacudía. Las brumas del sueño que se negaban a abandonar su cerebro le impedían comprender. Juani se sumó del otro lado de la cama y entre ambas la sentaron en el borde.

-¡Mi anillo! ¡¿Dónde está mi anillo?! –le preguntó Eva con tono duro.

-¡Vamos, dinos dónde lo escondiste, ladrona! –insistió Juani.

Lara se desesperó, incapaz de comprender qué estaba sucediendo.

Una bofetada de Juani terminó de espabilarla y Eva dijo:

-No perdamos tiempo. Voy a revisarle sus cosas. –y fue hacia la mochila de Lara, la abrió y comenzó a inspeccionar su contenido.

-¿Y? –preguntó Juani mientras sujetaba a Lara que intentaba ponerse de pie. Eva miró a ambas con una expresión de triunfo e inmediatamente clavó sus ojos en Lara en tanto exhibía un anillo entre sus dedos pulgar e índice.

-¿Qué es eso? –preguntó Lara ajena por completo a la canallesca maniobra que ambas jóvenes estaban implementando.

Juani la incorporó tironeando de su cabello, la sujetó con los brazos en la espalda y la colocó de frente a Eva.

-¿Qué es esto preguntas, zorrita ladrona? –le dijo la rubia. - ¡De sobra sabes qué es! ¡Es mi anillo que cuando me acuesto lo dejo en la mesilla de noche! –y le pegó una fuerte bofetada. Las lágrimas inundaron los ojos de la niña, que no podía entender lo que sucedía.

-Eva, te… te juro que no… que no comprendo… -dijo entre sollozos.

-¡Basta de farsa! –le gritó Eva y dirigiéndose a Juani dijo: -Tú eres testigo. Hoy al terminar las clases iré a denunciar a esta zorra ante la Directora y después a la policía.

Al escucharla, Lara sintió que el piso se abría bajo sus pies y era presa de la más aterradora angustia.

-¡No! ¡Yo no robé ese anillo! –gritó Lara. -¡¡¡Lo juro!!! ¡¡¡Lo juro!!!

Juani observaba excitadísima la escena, sabiendo que esa cachorrita ya estaba totalmente atrapada y que podrían hacer con ella lo que se les antojara, y los planes en ese sentido eran muy ambiciosos.

-Nadie va a creerte, niña estúpida. –la desalentó Eva. –Ni Doña Beatriz ni la policía. Serás expulsada del instituto.

Lara la escuchó con el espanto reflejado en su cara y explotó en un llanto angustiado.

-Yo no lo hice… Yo no lo hice… Lo juro… Lo juro… Por favor… -repetía con voz agitada por los sollozos y hubiera caído al suelo de no estar firmemente sujeta por Juani, que dijo:

-Bueno, basta ya, Eva, dejémosla encerrada aquí y vayamos a ver a Doña Beatriz.

-¡¡¡Nooooo!!! ¡¡¡Nooooooooo!!! ¡¡¡Por favor, nooooooooo!!! –chilló Lara y cuando consiguió librarse de los brazos de la morena cayó de rodillas ante Eva, le tomó las manos y mirándola a través de sus lágrimas, le dijo:

-No, Eva, te lo… te lo ruego por lo que más quieras… Yo no robé ese anillo, pero… pero eso ya no… ya no importa… Tienes razón, nadie va a creerme si me… si me denuncias porque tienes… tienes a Juani como testigo…

Ambas la miraban con una expresión de triunfo. Eva libró sus manos de las de Lara, le hizo tomar el anillo, dejó pasar unos segundos y le dijo después de quitárselo con extrema delicadeza y depositándolo sobre su mesita de noche:

-Ahora no sólo tengo a Juani como testigo, sino además tus huellas digitales en mi anillo. -y emitió una risita perversa que estremeció a Lara.

La niña se supo perdida:

-No me… no me denuncies, Eva… ¡Te lo suplico! –dijo sin poder contener los sollozos que atenazaban su garganta.

Eva y Juani intercambiaron sonrisas y una mirada cómplice.

-¿Y por qué no habría de hacerlo? –le preguntó la rubia.

-Haré… Haré lo que ustedes quieran… Pero no me… no me denuncies… -contestó Lara dejando caer su cabeza hacia el pecho.

-Bueno, bueno, bueno… Veo que tienes conciencia de que tu destino próximo depende de nosotras.

-Sí… -musitó la niña.

-Supongo que no quieres ser expulsada del instituto ¿verdad?

-¡Noooooooo!

-Lo perderías todo, niña, y saldrías de ese encierro convertida en un despojo humano.

-Por favor… -suplicó Lara ya totalmente quebrada.

-Bien, la única forma que tienes de librarte de ese destino es entregarte por completo a nosotras y hacer y dejarte hacer todo lo que te ordenemos.

-¡Decídete! –le exigió Juani tomándola por los cabellos.

Lara supo que no tenía opción y aun ignorando los detalles del indudable calvario al que iba a ser sometida supo que era preferible a la tragedia en la que iba a caer si se negaba.

-¡¿Qué decides?! –la apremió Eva.

-Está bien… -concedió Lara con la vista en el piso y ahogando un sollozo.

Eva no se dio por conforme y resolvió humillar a fondo a su desdichada víctima:

-Está bien ¿qué?...

Lara deseaba dar por terminada tan horrible situación y pensó la respuesta:

-Digo que… que acepto, que haré y… me dejaré hacer lo que ustedes… lo que ustedes quieran…

Eva y Juana intercambiaron una mirada perversa y la rubia dijo:

-Bien, niña, con esa condición te libraste de que te denunciara. Serás nuestra esclava, ¿qué dices?

A Lara le sonó muy fuerte la palabra, pero movió la cabeza en señal de asentimiento.

-¡¿Qué dices?! –insistió Eva.

-Sí, está… está bien… seré vuestra esclava…

-Muy bien, a partir de ahora soy para ti la señorita Eva y ella la señorita Juani y nada de tutearnos. ¿Está claro?

Lara movió la cabeza afirmativamente y ese gesto le valió una bofetada de la rubia.

-¡Quiero escucharte!

-Está bien, señorita Eva… -susurró Lara.

-Bien. –intervino Juani. –A cambiarnos que se está haciendo tarde.

Media hora después Lara estaba en clase de química tratando de concentrarse en lo que la docente decía, pero su cabeza estaba lejos del aula y cualquiera que la hubiese observado habría visto una expresión extraña en su rostro, una expresión hecha de temor y ansiedad al mismo tiempo.

Por fin terminó la jornada y Lara se dirigió a su cuarto, donde ya estaban Eva y Juani.

-Bueno, ya tenemos aquí a nuestra perrita. –dijo Eva a modo de recibimiento. Lara guardó la mochila en su closet y se quedó inmóvil ante ambas chicas, con la cabeza gacha y las manos atrás, como ya resignada a su nueva situación.

Eva y Juani habían estado tramando lo que harían con ella esa noche y a ambas se les hacía agua la boca al imaginar la concreción de lo planeado.

-Oye, niña, este cuarto está imposible de sucio, ve a mayordomía, pide un escobillón y una pala y regresa para darle al piso una buena barrida.

Lara tragó saliva y dijo sin alzar la cabeza:

-Sí, señorita Eva. –y de inmediato abandonó la habitación para cumplir con la orden.

Mientras volvía con ambos elementos de limpieza sintió que para ella no había vuelta atrás. Eva y Juani habían terminado de atraparla por completo y ella debería prestarse a todos sus juegos, por perversos que éstos resultaran. Sintió entonces que ese sentimiento de culpa inicial había desaparecido expulsado de su mente por la conciencia de que estaba obligada a obedecer. No hacerlo implicaría el desastre: la tragedia familiar, su expulsión del instituto... Imposible siquiera considerar esa posibilidad. Le parecía mil veces más soportable ser la esclava de esas chicas, y hasta tuvo que reconocer, no sin vergüenza, que en todo lo que le estaban haciendo vivir desde que se acercaron a ella había un sustrato de oscuro placer que le era imposible negar.

Cuando entró a la habitación ambas estaban en la cama de Eva, semidesnudas y sobándose entre besos apasionados. Eva apenas separó un poco su boca de la de Juani para decirle:

-Barre todo el piso, doncella, y no nos molestes.

Lara sintió que una ola de calor le recorría todo el cuerpo. Siguió mirándolas y le costó separar su vista de esa escena hasta que finalmente giró bruscamente mientras sentía que había empezado a mojarse.

Fue un sufrimiento para ella realizar la tarea tratando de contenerse para no mirar la cama de la que surgían sonidos diversos pero relacionados todos con el trajín sexual al que Eva y Juani seguían entregadas. Su conejito liberaba flujos que se le deslizaban muslos abajo mientras la pobre se desplazaba de un lado a otro del cuarto pasando el escobillón por el piso y arrastrando a la pala los montoncitos de polvo y pelusa que iba barriendo.

Cuando concluyó la tarea dudó entre ir por cuenta propia a devolver a mayordomía el escobillón y la pala o permanecer allí a la espera de órdenes. Intuyó que esto último era lo adecuado y se quedó inmóvil de cara a la pared, sintiendo que su excitación crecía más y más a cada gemido, gritito o expresión soez que escuchaba a sus espaldas.

Por fin, cuando Eva y Juana reposaban tras haber alcanzado el clímax, Lara oyó la voz de Eva:

-Muy bien, mira, Juani, mira qué disciplinada es nuestra servidora. Seguramente ha terminado su tarea y espera órdenes.

Juani giró su cabeza:

-¿Es así, perrita? ¿Terminaste con el barrido? –preguntó.

-Sí, señorita Juani.

-Bien, ve a devolver esas cosas y vuelve enseguida.

-Sí, señorita… -respondió Lara y salió de la habitación con el escobillón, la pala y ese cúmulo de sensaciones fuertes que la quemaban por dentro.

Juani se incorporó para ir a tomar una ducha y mirando a su amiga aún yacente y fumando, le preguntó:

-¿Le hablamos hoy? ¿Qué dices?

-Sí, claro, terminemos de arreglarnos y vamos.

-Bien, me ducho primero.

-Anda.

……………….

Al término de la jornada de clases Lara estaba sentada en el borde de su cama, repasando unos apuntes de geografía cuando entraron Eva y Juani. A modo de saludo, la rubia le enderezó la cabeza tomándola por la barbilla y le dio un beso breve en la boca. Juani se les sentó a horcajadas sobre las piernas y se entretuvo mucho más, obligándola a responder a un apasionado beso con lengua.

-Esta noche iremos de visita, así que después de la cena te das un buen baño, te acicalas y te vienes con nosotras.

-¿A quién visitaremos, señorita Juani? –se atrevió a preguntar Lara movida por la inquietud.

-Sorpresa, niña. Sorpresa. –contestó la morena con una expresión burlona que alarmó a la jovencita.

En vano intentó Lara durante la cena saber algo de esa sorpresa que ambas chicas le tenían preparada. Por respuestas a su ansiedad no exenta de temor sólo recibía risitas burlonas y alguna amenaza.

-Basta, niña, no insistas o te calentaré el culo a cintarazos en cuanto volvamos a la habitación. –le dijo Eva a lo que fue su última tentativa de saber algo.

Luego, ya de regreso en el cuarto debió darse un buen baño, vestirse y esperar en silencio hasta que se hicieron las 11 de la noche, cuando tuvo que acompañar a sus dos tiranas a través de silenciosos pasillos y escaleras en penumbras hasta el tercer y último piso. Allí se detuvieron ante una puerta ubicada en el fondo del corredor y Eva llamó con los nudillos mientras Juani sujetaba a Lara por un brazo y miraba inquieta hacia todos lados.

Segundos después la puerta se abrió:

-Buenas noches, don Ramón. –saludó Eva y el conserje del instituto le devolvió el saludo mientras sus ojos se agrandaban al mirar a Lara, que entraba empujada por Juani.

Don Ramón, el conserje del instituto, era un hombre de unos setenta años, de baja estatura, grueso, calvo y con una mirada de sátiro que siempre había inquietado a Lara.

En un gesto instintivo de defensa la pobre niña quiso escapar, irse de esa madriguera donde la habían metido, pero Juani la retuvo con más fuerza y Eva le cruzó el rostro de una bofetada.

-Vaya, vaya, parece que se trata de una zorrita salvaje. –dijo el viejo mientras envolvía a Lara en una larga y lasciva mirada. –Ya le tenía yo echado el ojo hace mucho tiempo –siguió. –y casi no os creí cuando me dijeron que iban a traérmela.

-Pues ya ve usted que era cierto, don Ramón. –dijo Juani, que seguía aferrando a Lara manteniéndole ambos brazos en la espalda.

-Oye, ¿estás segura de que no podrá denunciarnos? Me contaste lo del anillo, pero…

-No se preocupe, don Ramón. –lo tranquilizó la rubia. -Esta niña hará todo lo que sea necesario para no enfrentar la desgracia que le espera si abre la boca.

-Bueno, la boca la abrirá, jejeje… -dijo el viejo con una expresión perversa.

Eva y Juani rieron divertidas y la rubia dijo:

-Sí, claro, pero no para denunciar sino para tragarse la primera polla de su vida.

Los tres rieron a carcajadas y esas risas crearon un dramático contraste con el llanto desesperado de Lara al enterarse, por fin, de cuál era la sorpresa que le habían preparado sus perversas amas.

 

(continuará)

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