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50.2 Lista de amigos

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Al principio bailé solo después de pedir a un barman una tónica con gin y limón, mi bebida preferida. Se acercaron algunos bailarines, clientes de la sala intentando seducirme, los muchachos debían de tener mucho trabajo y no veía caras conocidas. Más que bailar querían tocar carne y no me interesaba de momento.

Al fin pude notar unas manos reconocidas que por detrás sujetaban mis caderas como debía ser, con dominio y fuerza llevándome con ellas, eché mi cabeza para atrás. Los labios de Paul mordieron mi oreja.

-¿Ya ha vuelto el viajero?, te extrañaba, no sé con quién voy a bailar cuando te marches, no encuentro a alguien que sepa interpretar lo que mis manos y cuerpo piden.

Resultaba extraño que Paul supiera ya lo de mi partida, y que me lo descubriera tan fácilmente, cuando los organizadores intentaban ocultarlo.

-Paul, ¿cómo sabes que me marcho?  - tuve que acercarme a su oído para que me escuchara y pareció sorprendido.

-Lo conocen todos y se comenta entre los chicos.

Me regaló una hora de placer y luego volvió a su trabajo, le observaba mientras iba hacia la barra, un hombre de delicadas maneras le esperaba consumiendo su bebida, mirándole mientras se le acercaba, se besaron y el hombre llevó inmediatamente su mano a la entrepierna de Paul que ya iba preparado por el baile y excitado por el roce con mi cuerpo, sujetó su mano forzando el contacto y rieron los dos, luego los vi desaparecer camino de las salas, lugar donde el semental daría a su cliente lo que venía a buscar.

El cansancio del baile y la noche anterior tan ajetreada hicieron que cayera en un profundo, tranquilo y reparador sueño, sin pensar en nada ni en nadie.

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Lo cierto es que ahora, salvo que me hagan alguna consulta y acudir a las reuniones, tengo poco más que hacer. Tomar té en la sala del laboratorio, atender las peticiones de información sobre la chica, mi compañera, que vendrá en junio y comienzo a sentir cierto aburrimiento.

El lunes cuando hablé con André sobre mi viaje y estancia en Londres, no me dijo nada de Jean y creí que no debía preguntar.  Después de una reunión, a media mañana, me dice que ha recibido una llamada de Vivianne su mujer, le comunica que han recibido un paquete de Cranfield a nombre de Jean y que lo envía Gonzalo.

Le tengo que explicar cómo le había prometido a su hijo la réplica de una miniatura de avión que estaban desarrollando en la universidad y que se trataba de eso, creo que no se lo he explicado muy bien por la cara que pone.

-No debía darle tantos caprichos, va a terminar cansado con las preguntas que le esperan, no conoce cómo es Jean de curioso.

-A Gonzalo le cae Jean muy bien y estará encantado de atenderle, no tienes que preocuparte y cuando le canse le sabrá decir que no.  –André emite un murmullo de duda.

-El fin de semana estuvo en casa ese chico que le presentaste a Jean.  –se interrumpe para beber de su taza.

-No sé cómo resultará al final, se llevan bien y se divierten, pero creo que Jean está celoso de su hermano. Por afinidad de edad Louis y ese chico hablan mucho. Espero que cuando la visita sea a la casa de Denis sea diferente al no estar Louis.   –no le observé preocupado y no dejaba de ser una anécdota, Jean consideraba a Denis de su propiedad de alguna manera y resultaba lógico que quisiera monopolizar su atención.

Tuve tiempo para ver con detalle la lista que habían preparado para mi fiesta de despedida, pero contenía dos notorias ausencias, para la noche me parecía la adecuada, pero quería que en la comida estuvieran esos dos invitados más.

Los agrupé en conjuntos más o menos homogéneos, un poco relacionados y comprobé que no faltara nadie.

I – Nicolás, Evans, Lorian, Alan, Tristán, Lucas, Paul, Telmo, Tommy, Vincent (10)

II – Maira y su novio, David y Juan, Jaime y Lucía, Mamá, Gonzalo, Rafael (9)

III - Luis y su novia, Natalia, Las 2 chicas compañeras de Rafael y su novio Ramón (6)

IV - André, Vivianne, Léane, Louis, Jean, Denis, Elie, Milou, El jefe de laboratorio, el Director de la fábrica, dos compañeros más y Yo mismo (13)

V- Carlos, Amadeo, María, Raúl, Sergio y su novia, Pablo, Borja y Blanca (9)

VI- Siete amigos de la cuadrilla de Lille que había apuntado Rafael (7)

¿Faustin?, ¿Rayhan?

Sería como una boda con tantos invitados, había ausencias, pero los que faltaban estaban muy lejos o nos había abandonado.

No habían pensado en Faustin y lo medité mucho para al final decidir que le invitaría, resultaba un acto de enorme egoísmo por mi parte, lo necesitaba para tener protegidos a mis amigos.

Tampoco habían tenido en cuenta a Ray, pero lo debía hablar con él e intentar convencerle de que estuviera.

El restaurante de Martine se quedaría un poco pequeño, confiaban en que él lo arreglaría. La celebración sería el día 30 y a la noche los que quisieran podían pasarla donde Lucas que había ofrecido la disco.

Lo hablé a la tarde con Rafael en la piscina y le di una copia para que entregara a Evans, con el añadido de los dos que deseaba meter en la lista. No causaría mucho problema, no tenían que reservarles hoteles y dos más se meten en cualquier parte, Martine los acomodaría.

Me sentía emocionado desde ahora, poder conocer a Lucía y Blanca, ver a Pablo que casi no le conocería cuando le viera, se me humedecieron los ojos y Rafael se dio cuenta.

-El niño necesita cariños.  –se acercó y me dio un abrazo.

-Tienes que sentirte alegre.  –lo estaba, vaya que sí, pensaba en lo triste de mi despedida en Leeds, donde después de dos años, solo cuatro personas quisieron estar conmigo para decirme adiós.

Estaba impaciente y no era necesario, tendría tiempo mañana, pero comencé a preparar muy nervioso mi ropa para tenerla lista y poder ir al encuentro de Gonzalo dentro de unas horas.

Le echaba de menos, le extrañaba en muchos momentos del día y de la noche. A pesar de mi inmenso cariño por Nico, -en el que continuaba pensando-, pude vivir sin tenerle cerca, pero lo de Gonzalo resultaba un sufrimiento, necesitaba tenerle al lado y mirarle, y que me tocara, y sentirme querido por él.

Hablamos y no fue durante mucho tiempo, estaba fuera de Londres, de viaje en Edimburgo y volvía mañana a casa, me llamaría cuando empezara a volar hacia Lille.

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A pesar de lucir el sol hacía frío, así ha estado toda la mañana. En la fábrica no han apagado la calefacción aún y aprovechan el convenio que tenemos con los vecinos para utilizar su vapor al máximo.

Precisamente es con los técnicos de esa empresa con los que mantendremos una reunión a la mañana. Las pruebas que han enviado a Medio Ambiente, de la depuración de sus aguas, no cumplen exactamente alguno de los parámetros que ahora exigen.

Tenemos que desplazarnos a la depuradora, en la reunión han participado Elie y Milou y vamos los tres para revisar la mezcla de elementos filtrantes y estudiar la solución posible.

Creo que resulta muy útil, para que los dos que se quedan al cargo del tema estrechen su colaboración, volvemos para comer y después reanudamos las pruebas, ayer me aburría y hoy me falta tiempo.

Gonzalo llegará a Lesquín a la hora prevista, tengo tiempo para prepararme, al secar mi cabello me doy cuenta de lo largo que lo tengo, pero lo dejaré hasta que llegue a España y allí iré al peluquero.

Terminé de prepararme y vi que me sobraba tiempo hasta la hora de su llegada, me impacientaba y cogí mi bolsa para dirigirme al hotel, en el camino pasaba cerca de la catedral, realmente no creo en estas cosas, pero penetré en la hermosura de sus naves y me senté en una silla, como siempre tenían música que envuelve de espiritualidad al visitante. Tengo un amigo al que operaron el día diecinueve y no sé nada de él, ruego porque me llame y saber que está bien.

Se nota que hoy es viernes, además de los cotidianos estudiantes que abundan en la Gran Plaza, hoy se encuentran aquí otros ciudadanos que quieren disfrutar de la tarde.

Deseo que pasen rápidos los minutos y me abruma la impaciencia, no quiero estar esperando en la puerta o recepción del hotel, podía esperarle en la cafetería y para eso prefiero que sea aquí, viendo el movimiento del público, el errático caminar de algunos que van y vienen sin aparente destino.

Cuando me abre la puerta me quedo mirándole absorto.

-¿No me vas a dar un beso?  -no hace falta que yo se lo dé, él me lo roba abrazándome posesivo sin dejarme traspasar el umbral.

Después de dos o tres minutos de besarnos y sin poder respirar consigo quitarme los zapatos con la ayuda de los pies.

-¡Gonzalo!, ¡Gonzalo!, déjame que te mire, si estas guapísimo.  –me muerde los labios y no me deja seguir.

-Tú sí que lo eres.  -sujeta mi pierna para que la pase detrás de las suyas y le abrace con ella, cae contra la pared y me sujeta del culo, echó para atrás mi cabeza para mirarle.

-¡Ohh! Me gustas, me gustas mucho, la barba te sienta divinamente.  –eso quería decirle, nunca pensé que fuera a estar tan guapo y varonil con ella.

Uní mi cara con la suya y me frotó con su barba, luego le besé, ha debido de fumar un cigarrillo y huele ligeramente a tabaco y su colonia.

-Ya te la has arreglado y muy bien, has aprendido a hacerlo como si la llevaras de toda la vida.  –no dejo de besar su cara y mirarle, hasta me parece distinto.

-El mérito no es mío, Danilo es un genio para la manicura, los masajes y ahora la barba también.  –es igual de quien sea el merecimiento, pero es una obra de arte, aunque aún no la tenga muy crecida.

Nuestros besos no terminaban y me tenían muy caliente, notaba la hinchazón de su polla en mi estómago y le miré a los ojos riendo.

-¡Joder! Gonzalo como tienes la vergota. –se río y me hincó los dientes en el cuello como si fuera un vampiro, metí mi mano entre nosotros para colocarla sobre el bulto de su entrepierna e impaciente le bajé la cremallera y metí la mano para cogerle el pene.

-¡Ohhhh! ¡Ohhhhh! ¡Dios mío!, ¡que caliente!, ¡qué rica!  -dejé de acariciarla para revolver los pelos del pubis a la vez que tiraba la cabeza hacía él para besarle ferozmente.

-Está gigante, la quiero, no sabes como la necesito.  –no paraba de morderme el cuello y la oreja.

-Te gusta la barba, la polla, qué golfo y granuja eres.  –no lo sabía bien él como me tenía.

-Vamos a la cama, quiero estar cómodo para que me folles.  –me soltó, pero yo no dejé de agarrar su polla y tiré de ella para arrastrarle a la cama.

Caímos revueltos y entre risas, me quité la chaqueta y lo cabalgué a horcajadas sentado sobre su vientre y le miré desde arriba.

-La otra noche soñé que me follaban hasta romperme, quiero que mi sueño sea real.  -me incliné hasta que nuestras narices se tocaron.

-He pasado estos días deseándote como nunca lo he hecho hasta ahora, tómame y hazme tuyo.  -no me pudo responder, mi boca sobre la suya no se lo permitía.

Mordía salvajemente sus labios y mi lengua buscaba la suya.

-Así, deseo que me ames, con locura.  -luchó para darme la vuelta y colocarse sobre mí, me resistí jugando, sin dejar que nuestras bocas se separaran, peleaba con todas las fuerzas de mi ser, pero él era más grande y mucho más fuerte.

Se cambiaron los papeles y ahora era él que me miraba sentado sobre mí, sonreía victorioso, jadeábamos los dos y daba saltos subiendo mis caderas, elevando mi culo sobre el colchón para que cayera.

-Antes de que te la meta me la vas a mamar marica.  –llegó con su boca hasta mi barbilla y la mordió, me causó dolor y grité.

-¿Me la chuparas?  -me excitaba la cara que ponía de viciosa lujuria y acto seguido aplastó sus labios sobre los míos, se escuchó un crujido y pensé que algún diente se había roto.

Sus manos apretaban las mías por encima de mi cabeza, me causaba dolor como el que sentía en mi pesadilla y su culo aplastaba mi polla sentado sobre ella, apretó con sus rodillas en mis costados y casi no podía respirar de la presión.

-¿Me la chuparás antes de que te folle?  -volvió a repetir con su boca pegada a la mía.  No podía hablar y asentí con la cabeza, en el movimiento chocaron nuestras frentes.

Aflojó la presión de sus rodillas y pude respirar, sus piernas parecían de acero sujetándome con ellas como si se tratara de un cepo, fue relajando el apriete de sus manos y sentí la sangre discurrir por mis venas hasta mis dedos.

-Ahora te vas a quitar la ropa y luego me desnudarás a mí.  –su mirada resultaba terriblemente autoritaria y dura, y su voz sonaba a imperiosa orden imposible de rebatir, y en lugar de replicar, cuando se quitó de encima de mí y se tendió sobre la cama, comencé a retirar mi camisa y pantalón hasta quedar completamente desnudo.

Mi pene estaba totalmente empalmado hasta sentir dolor en él. Retiré sus pantalones con el slip, y vi sus calcetines grises que deslicé de sus pies, él estaba impaciente y fue quitando los botones de su camisa, la abrió y admiré sus abdominales que subían y bajaban al respirar agitado.

Levantó un pie y supe lo que quería, lo cogí en mis manos y lo acaricié para lamerle luego el empeine y lo fui chupando cada dedo. Cuando elevaba la mirada vería su verga vibrante y erguida, iba a ir directamente a por ella, pero levantó el otro pie y repetía mis lamidas y chupadas en él. No me molestaba para nada, me encantaba su ligero olor a sudor y el tacto de su piel, pero necesitaba más y mi pene sufría.

Se conformó y pude llegar lamiendo sus piernas hasta más arriba, mi cara se hundió en los pelos de su escroto y olí con intensidad el perfume mareante de su hombría.

Lamí el arrugado pellejo de la bolsa que contenía sus testículos, y la mordí haciendo fuerza, sus cojones se movían y retrajo un poco el cuerpo temeroso de mis dientes.

Levanté la cabeza para mirarle a los ojos, sonreí divertido, de verdad tenía miedo de que los pudiera morder y lo reflejaba en su mirada. Los besé y acaricié con mi amorosa lengua, le escuchaba suspirar, y los dejé para llegar a un alimento más sustancioso.

Del moreno pellejo de su prepucio salía y se deslizaba un hilo de precum que resbalaba a lo largo de su tallo, pasé mi lengua por él y me zampé el dulce manjar, metí su glande sin descapullar en mi boca y con mi lengua fui apartando el pellejo para dejar libre su capullo.

Chupé con ganas y desesperación apretando mis labios para darle placer, hice saliva para envolverle el glande en ella y grito de gusto.

-Mama, sí, que bien lo haces, mámala nene, chupa vicioso.  –la sujete con la mano y empecé a pasar mi lengua por su tallo, desde los pelos de su pubis hasta la punta ahora descubierta de su rojo y brillante glande.

De repente me sujetó por los hombros y me tiró a su costado, se colocó de rodillas y me abrió las piernas colocándose entre ellas.

-Ahora sí que te voy a follar mariconcito.  –me besó en la boca cortando cualquier protesta que se me ocurriera hacer.

Me sentía dilatado por el deseo que tenía de ser penetrado y poseído, había preparado mi culito lavándolo bien y con abundante crema, pero me temí lo peor cuando agarró su verga con la mano derecha y la dirigió a mi ano, me miró un momento como pidiendo perdón y empujó, cuando el glande violentó mi ano me dolió, mordía mi labio y cerré los ojos dispuesto a aguantar lo que hiciera falta y fue entrando sin piedad hasta sentir la cabeza de su polla en mi ombligo.

Respiré entrecortado, sus labios y su barba acariciaron mi frente, se contuvo un minuto para que me repusiera de la impetuosa penetrada y sentía como su verga palpitaba poderosa en mi interior, en su mayor grado de excitación crecía en mi recto más y más, o yo lo creía así, ocupando todo mi vientre.

-¿Estás bien?  –respondí abrazando su espalda y besando su hombro. Gonzalo no podía resistir más su necesidad de vaciarse y comenzó a moverse, sus primeras entradas y salidas me desgarraban y yo apretaba muy fuerte su espalda para contenerle, no le decía nada, no podía privarle de su placer. El dolor pasó y sus movimientos se volvieron más violentos, mi pene se puso tieso de nuevo y el placer me invadió.

-Dame, sí Gonzalo como me follas de bien, sí.  –me sentía en la gloria debajo de él y entregado al goce placentero de notar el respirar de mi hombre, del macho que me follaba sin parar y me daba este gusto tan tremendo.

Rodeé con mis piernas su cintura y le obligué a ralentizar la follada, notaba que se iba a correr igual que yo me iba a ir de un momento a otro.

Sujeté su cuello con mis manos.

-Bésame mientras te corres.  –fue colocar sus labios sobre los míos y empezar a sentir sus contracciones, nuestros dientes chocaban y de su garganta salían sonidos guturales y roncos que se perdían en mi boca.

Era delicioso y no me importaba que sus dientes aplastaran mis labios haciéndome sangrar, hubo un instante de negrura cuando reventé sacando mi leche que inundo mi vientre por fuera, regado en el interior por el suyo que aún no terminaba de salir en tímidas e interminables venidas.

Mis piernas cayeron desfallecidas al lado de las suyas y puse mis brazos en cruz, como un Cristo crucificado y atravesado por su miembro viril.

Su respiración humedecía mi cuello y su barba lo acariciaba al moverse para inhalar y expulsar el aire de sus pulmones. Me repuse y abracé su cintura contra mí.

-Gonzalo, mi amor, esto ha sido estar en el paraíso, eres un sol, te amo.  –se elevó sobre sus codos.

-Tienes el labio roto.  –lo lamió con mucha saliva, y los beso con la ternura que antes no tuvo.

-¿Te ha gustado?, vicioso, mi pervertido muchachito.  –le abracé muy fuerte su cuello aplastando su cara en mi clavícula.

-¿Cómo decírtelo mi vida? Eres mi hombre, mi macho, mi vida entera, me ha encantado, me sigue gustando ahora que te tengo dentro de mí, eres mi felicidad. Te amo Gonzalo.

-No he terminado aún precioso.  –creía que no era cierto, sacó un instante la verga y la volvió a meter y otra vez me follaba con ganas.

-Te gusta cómo te folla tu hombre, tengo aún mucha leche acumulada para mi hembra.  –se apoyó ligeramente en mi pecho rozando el vello de sus tetillas sobre las mías y me miraba triunfante.

-Vas a quedar satisfecho puto.  –comenzó a besarme sin dejar de moverse, entraba y salía de mi culo con fuerza, la leche que había eyaculado antes pegaba los pelos de su vientre con el mío y escuchaba el ruido de su polla expulsando el semen que me dejó en el culo.

El roce de su rabo en mi ano era delicioso, y las sensaciones tan fuertes que cerraba los dedos de los pies como garfios, como si fueran mis manos.

-¡Qué rico! Mi amor, que bien me follas mi vida, eres mi amor, dámela, lléname el culo cariño.   –a veces se reía con su boca pegada a la mía escuchando mi voz.

-¡Ay mi vida! ¡Mi amor! Qué bien estoy, rómpeme macho mío, folla fuerte a tu hembra.  –vaya que me hacía caso y atendía lo que le pedía, hasta que aceleró sus movimientos, se elevó sujetando mis piernas al aire y sentí que volvía a correrse y yo con él, mirando su cara roja y sudorosa con los ojos cerrados y moviendo la cabeza de adelante atrás como si tuviera un ataque.

Se deslizó para quedar tendido sobre mí respirando agitado, pegadas las pieles de nuestros pechos y vientres. Despacio su verga va perdiendo dureza y saliendo de mi interior, dejándome un vacío inmenso.

-Me gusta cómo te entregas, me haces gozar como nunca lo ha hecho nadie, y ahora que nos vamos conociendo más, me terminarás por volver loco Dani, Me tienes que contar ese sueño tuyo tan erótico.  –me sonríe desvergonzadamente sacando la lengua para lamerme los labios.

-Te necesito Gonzalo, quiero estar a tu lado y cuando no es así no hago más que pensar en una verga que me dé por el culo, me estoy volviendo un pervertido ninfómano, no me importa serlo pero que sea contigo.  –me ha costado decirlo, y la voz se me ha estrangulado, y la sangre se me ha subido a cabeza, tenía que decírselo y ser sincero hasta con mis pensamientos más íntimos y perversos.

-¿Te molesta que sea así?  -besaba su pecho buscando sus mimos y tolerancia.

-Quiero que seas así, me gustas de esta forma y que me provoques como hoy. –mis zalamerías pueriles le encantan, son mis armas para tenerle entregado.

-A veces pareces tan niño como antes y otras te conviertes en un auténtico puto, me encanta el contraste, y tengo que hablar con tu amigo Evans, podemos ir un rato y así bailarás mientras hablo con él.

No le voy a preguntar el motivo de que quiera verle, intuyo que tienen que hablar de la fiesta de despedida.

Cogemos un taxi y un rato después el ruido de la sala nos impide hablar, tenemos que estar muy cerca para poder entendernos.

-Voy a preguntar por Evans, tú diviértete y baila.  –me hubiera gustado que siguiera conmigo y poder abrazarle en la pista mientras danzo pero tengo que conformarme.

Después de varias piezas de estar solo, o acompañado del resto de la gente que se divierte, tengo a Paul a mi lado, esta vez me aborda por delante, cuando abro los ojos le veo moviendo su cuerpo a mi lado sin tocarme. Nos miramos y me sonríe amistoso.

Calculo que habrán transcurrido más de treinta minutos desde que Gonzalo me ha dejado, ahora bailamos abrazados para descansar un momento. Paul besaba mi cuello.

-Te marchas. ¿Tan mal te hemos tratado en Francia?  -abrazo su cuello para que hunda su cara en mi hombro.

-No digas eso, no es verdad, me gusta vuestro país y Lille más.  –me río recordando la animadversión que sentía hacia él en un principio.

-Te odié cuando vi el trato que tenías con los chicos y sobre todo con Telmo.  –mi voz debía de dejarle sordo por lo elevado del tono al que me obligaba el ruido.

-¿Y ahora?, ¿ya no me odias?  -sus manos oprimen mis nalgas apretándome contra él.

-En estos momentos te voy a volver a odiar si no aflojas tus manos; en serio, te quiero como pareja de baile.  –afloja su presión que sustituye por caricias que resulta peor.

-Podíamos haberlo pasado muy bien los dos, sin compromisos ni problemas, alguna noche de cama y te habría gustado.

-Imagino que hubiera sido así, pero soy el abogado de las causas perdidas, y te vi tan prepotente que te aborrecía, y lo siento, pero soy así.

-Quizá algún día pueda darme el gusto de tenerte, no perderé las esperanzas.  –se volvía tierno y no dejaba de besarme el cuello, la oreja hasta que llegó a la boca. No podía rechazar el cariño que me daba y se lo entregué yo también.

-No tengo duda de que eres un buen amante, tus clientes lo confirman al pedir tus servicios tantas veces. –continúa dirigiendo mi cuerpo en un sensual movimiento donde nuestras pelvis se rozan continuamente

Cuando me deja vuelvo a estar solo, algún chico que no tiene trabajo me acompaña a ratos junto con otros clientes que me conocen.

-Hoy no tienes a tu pareja de baile.  –Gonzalo me abraza por detrás siguiendo mi movimiento, vuelvo mi cabeza para recibir su beso. Me siento ligero en sus brazos y en esa posición estamos unos minutos moviendo nuestros cuerpos con su entrepierna muy pegada a mi culo.

-Lo he tenido por poco tiempo, su trabajo es más importante que yo.

-No hay nada más importante que tú amor mío.  –me vuelvo para abrazarle la cintura y bailar muy agarrados mientras me besa en la cara, y después apoya la barbilla en mi pelo.

El tiempo va transcurriendo y tengo ganas de marchar, pero es él el que lo propone.

-¿Volvemos al hotel?, mañana querrás correr y seguramente hacer algo más.

Cogemos un taxi para ahorrar tiempo y volvemos a su habitación. Durante el trayecto el cansancio se ha marchado y estoy o me siento fresco y con ganas de jugar.

En el ascensor comienzo a provocarle apoyando mis nalgas en su entrepierna y moviéndolas como en el baile.

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