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Mi tía y mi prima (2/2)

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… El sexo fue muy bueno, pero el hacerlo sabiendo que éramos espiados y que quien nos espiaba era nuestra tía, fue una experiencia que jamás olvidaré.

 

A por ella

Todo aquello nos había dejado bastante cansados, pero ahora si ya era un poco tarde, apenas le saque mi pene a mi prima y me apure a alistarme para el examen de admisión a la universidad. Lo lamentaba por mi prima quien se marchaba sin decir palabra, arrepentida por el fenómeno conocido como “depresión post-coito” o quizá por la pesadez del cargo de conciencia del incesto.

Así bajábamos sudorosos y exhaustos a la sala, donde nuestra tía nos esperaba evidentemente abochornada, si por el calor, pero yo sabía por qué en verdad estaba de esa forma. Con las prisas no tuve tiempo de alistar mis documentos necesarios, así que tomé todos mis papeles que encontré a mi paso a la camioneta y me trepé en ella en el asiento del copiloto, pues mi prima ya estaba en la parte de atrás y al igual que yo tenía toda la documentación regada por los asientos traseros.

Ya de camino al examen, me concentraba en arreglar mis documentos para entregaros en admisión, rogando que me diera tiempo pues están hechos un desastre, al tomarlos todos de una sola vez los había desordenado peor de lo que ya estaban, había notas por todos lados, impresiones de otras tareas copias de las copias, incluso estaban los relatos que había escrito y pretendía contarle a mi tía.

Llegamos al campus y apenas terminaba de ordenar todo mi papeleo, finalmente tomé lo que necesitaba y salí junto con mi prima de la camioneta dejando el resto de cosas en el asiento aun lado de mi tía. No lo planee lo juro, pero dejé los relatos justo al alcance de quien en un principio era el objeto de su escritura.

El examen fue largo y agotador, mucho más que el polvazón que me había echado antes de con mi prima, estaba completamente destrozado mentalmente, solo quería llegar a dormir un poco. Cuando regresábamos a la camioneta algo estaba diferente, no solo mucho más caliente, eso se podía explicar por el calor que hacía fuera, era diferente, mi tía bebía una malteada de fresa, pero algo no iba bien, la malteada estaba completamente derretida y aun le faltaba más de la mitad, y mis cosas no estaban como las había dejado. Tomé los papeles y entonces me di cuenta de todo, al revisar los papeles para colocar los que me habían dado, noté que los relatos estaban hasta arriba y tenían manchas de fresa.

Ahí lo supe, mi tía había estado husmeando en mis cosas y se había leído los relatos. No quería fantasear mucho con ello, tenía la mente atrofiada y no pensaba muy bien, pero la malteada, el calor en el auto, el sudor de mi tía y la forma nerviosa en la que activa me daba material para pensar en muchas cosas.

Al llegar mi tía estacionaba la camioneta mientras yo y mi prima tomábamos nuestros respectivos documentos para entrar a casa. Mi prima salió primero de la camioneta, yo aún luchaba con las hojas para que se quedarán en le folder cuando muraba a mi tía nerviosa, entonces abrió la puerta y al levantarse todas mis sospechas se confirmaron. Al levantarse dejó una mancha de humedad en el asiento, que se llevaba en parte en el vestido a manera de evidencia de que se había masturbado con mis relatos en el auto. Estaba incrédulo y muy excitado al imaginarme la escena de mi tía tocándose, pero estaba acabado apenas entre a la casa y me fui directo a dormir a mi recamara. Lo siguiente no tiene más relevancia, el día siguiente me marché de regreso a casa junto con mi prima a esperar los resultados.

 

Follada remota

Los días consecutivos estaba muy ansioso, no podía dejar de pensar en mi desempeño y en mi tía. Me había dejado con la calentura encima y no había noche que no pensara en ella, mientras esperaba los resultados.

El día de llegaba, y al revisar los resultados por el portal en línea me alegre al saber que tendría un lugar en la univocidad de mi elección, al igual que mi prima quien correría con la misma suerte. En fin rápidamente diré que me mude y antes de que me diera cuenta ya corría la primera semana de clases.

No había olvidado a mi tía, simplemente no podía quitarme de la cabeza todo lo sucedido, solo pensaba en visitarla, pero aun no me atrevía, no sabía cómo reaccionaría. Ya había escrito un par de historias eróticas más que bien sabía que le encantarían, así que un buen día le llamé para no llegar de improviso y así asegurarme que estaría en casa y no me pasara del tonto solo en la casa. Me animé y le llamé, pero al preguntarle si podría pasar a verla me respondió que aún conservaba la copia de su casa y que podría pasar a verla cuando lo deseara sin necesidad de preguntar.

Me enfade al no poder corroborar si estaría en casa, y con incertidumbre de si mi tía estaría o no, postergue la visita un par de días más, pero al final la espera se hacía insoportable y me ganaba la ansiedad de verla de nuevo. Ya solo quería verla, deleitarme con su figura que con solo recordarla me derretía de embeleso.

Ese día me subí las hojas de los relatos eróticos en la mochila y ya decidido me encaminé sin excusa ni pretexto a casa de mi tía. Al llegar toque el timbre, por respeto, pero nadie acudió a mi llamado, insistí para no perder la esperanza principalmente, pero al no escuchar ruido alguno sabía que la casa estaría vacía.

Estaba a punto de dar media vuelta de regreso, pero dude, dude demasiado porque ya con la nostalgia del lugar me convencí a entrar, solo a dar un vistazo. Miré mi teléfono móvil para ver la hora, y convencerme de entrar al saber que mi tía no tardaría en llegar. Ya no soportaba un día más sin verla de nuevo, y esta sería una excelente oportunidad, no solo de mírala sino de intentar de nuevo seducirla.

Saqué las llaves y entré, todo estaba igual, bien podría haber pasado un día o una hora desde la última vez que estuve allí. Entusiasmado tomé los relatos eróticos de la mochila y los leí, solo para hacer tiempo a que llegará mi tía, y saber qué decirle si es que se prestaba el momento, pero los minutos pasaban y no aparecía. La ansiedad aumentaba y para no volverme loco caminé por todo el lugar, recordando mis experiencias y de paso corroborar una y otra vez la ausencia de mi tía.

Deambulando de habitación en otra, escuchaba que alguien entraba, me emocioné al saber que seguramente se trataba de mi tía, me apresuré a las escaleras ya que me encontraba arriba, cuando escuché que me gritaba, lógicamente al ver mi mochila y mis cosas, y entonces recordé que no había guardado los relatos de nuevo, y me venció el pánico. Estaba a punto de responder al llamado de mi tía, pero no pude, me ganó la vergüenza de que mi tía se enterase con tal descaro de mis intenciones, que me regresé a mi antigua habitación solo para evitar afrontarme a mi error.

Intentado esconderme de mi tía, escuchaba sus bien recordados pasos al subir las escaleras de madera en los siempre tacones altos que usaba para ir al trabajo, solo de imaginarme su traje corto que debía estar usando, y como se le verían sus piernas en esos tacones que le estarían parando el culo de lo más delicioso, me tetaba a responderle, pero simplemente no podía. Sentía mucha vergüenza enfrentarla, sabía que no tenía otra opción, que debía salir tarde o temprano pero simplemente quería evitar el bochornoso momento, como si fuese a desaparecer en un santiamén con solo desearlo lo suficiente.

Fantaseando para eludir la realidad escuchaba uno tras otro los pasos de mi tía más y más cerca, repitiendo mi nombre cada vez más convencida de que no me encontraría. A más pasos, más tiempo y más llamados, yo menos valor juntaba para responder y afrontarla.

Inevitablemente llegaba a mi habitación y con lo que parecía la última replica a mi nombre entraba, mirando a todos lados esperando encontrarme, pero yo como el mayor de los cobardes me había escondido dentro de mi antiguo armario, que ahora vacío, dejaba suficiente espacio para mí y mi cobardía.

Entonces mi tía salía de mi habitación seguramente extrañada pero segura de mi ausencia, nunca se hubiese imaginado que me escondería como niño. Pero como así lo hice ahora enfrentaba otra realidad, pues no podría fingir mi desaparición por siempre, por lo que me concentre en idear la explicación que le daría a mi tía en cuanto me viera, pero lo único que hice fue postergar la realidad lo más que se pudiese.

Armándome un poco de valor y aun pensando lo que diría a ser descubierto, salí de mi escondite y caminé fuera de mi habitación con la mayor cautela y temor que nuca he tenido por evitar ser descubierto. Me sentía como un ladrón, en verdad sentía temor, pero al mismo tiempo un poco de excitación. 

Caminaba por el pequeño pasillo hacia las escaleras, tratando de elucidar como diablos saldría de la casa sin ser descubierto, y además recobrar mis cosas que dejé convenientemente en la estancia principal.

Pensando en ello llegaba sigiloso a las escaleras, donde me asomé lentamente intentando descubrir a mi tía antes de que ella lo hiciera conmigo. La cocina que estaba en frente del último escalón estaba vacía, girando a la derecha en el pasillo para la puerta de salida no la encontré, pero continuando la trayectoria me topé con la pequeña mesa en donde había dejado olvidada mi mochila, ésta ya no estaba como la había dejado, pero aún seguía allí, a diferencia de mis relatos que ya no estaban a la vista.

Bajé un par de escalones más para que el barandal me permitiera seguir observando continúo a la derecha, siempre consciente de que podría ser desabierto. Me escondí lo mejor que pude y asomé de nuevo un poco la cabeza por el pasamanos de las escaleras para continuar con mi descubrimiento. Fue ahí cuando la miré, estaba sentada con mis hojas en mano, atenta a lo que en ellas se había plasmado para ella como único objetivo.

Me sobre exalté en un espasmódico salto, ahogando mi grito para mis adentros. Mi corazón bombeaba fuerte y rápido, pero no podía hacer más, no podría descubrirme pues no sabía aun que decir. Solo miraba a mi tía, en su traje de oficina leyendo atentamente mis relatos.

Debía tranquilizarme un poco, depuse de todo se estaba cumpliendo lo planeado, pues, aunque no le estaba relatando mis historias eróticas, bien estas, habían llegado a su destino. Aun así, no podía evitar sentirme triste, no era el momento que mi mente tenía como estructurado, pero no por ello dejaba de ser excitante.

Ya sin más opción me convertí en completo espectador de mi propio plan, en el que originalmente debía ser el protagonista, ahora en un monologo de mi tía en la sala de su casa. Observaba las reacciones y sutiles cambios faciales en su persona, intentado deducir si lo que sus ojos procesaban era de su agrado, solo fantaseando como hubiesen sido las cosas de haber seguido la senda de mis planes.

Ella estaba muy concentrada, en trance, había llegado a ese punto en la lectura en el que se olvidaba del tiempo y espacio, lo que me comprobaba su gusto por la lectura de mi autoría. Su cuerpo se desconectaba de la realidad, se relajaba, su mente se perdía entre las hojas que devoraba cual mostro, y en ese momento me percaté de que sus manos cobraban conciencia propia. Ahora ya no las controlaba nadie, con la mete de su dueña completamente ocupada, podían moverse para tocar su cuerpo con total libertad.

Aquellas manos se deslazaban por sus piernas escondidas debajo de su falda dura y rígida, de corte recto que se veía tan incómoda, cuales se movían frotándose una con la otra, tratando de desaprisionarse de su artificial piel de ceda que la etiqueta de oficina le obligaban a usar.

Entonces pausó la lectura, dejó las hojas un momento sobre la mesa de centro y yo me oculté de nuevo en las escaleras. Creí que subiría a su habitación, pero al no escuchar sus tacones en marcha supe que aun estría en la sala, así que me armé de valor y me asomé de nuevo. Mi tía estaba de pie se había deshecho de su liga que le sujetaba su larga, risada y morena cabellera. Estiraba sus largas piernas y delgados brazos liberando su cuerpo de la fastidiosa rutina de su vida.

Después de un profundo suspiro retomaba su postura relajada y atenta a lo que mi imaginación había expresado y plasmado en aquellas hojas. Debía estar preocupado, temeroso, ansioso o exaltado, pero ya no lo estaba, estaba tan adentro de mi farsa que ya no había nada peor a que temerle. Solo miraba aquella escena como si fuese una obra más, después de todo de mi propia autoría, dirección y producción, pero actuada con la mejor y más sexy actriz, mi tía, quien devoraba las líneas una tras otra, párrafo y página.

Con el pasar de las líneas, se evidenciaba el cambio que estaba esperando, su respiración se aceleraba y sus manos alejadas del control consciente de su dueña, ahora vagaban libres por su cuerpo explorando sanaciones que estimulaban a su poseedora llevándola a un nivel más profundo de relajación.

Sus dedos recorrían ida y vuelta sus piernas en repetidas ocasiones, siempre sobre la robusta tela de su falda, subían sobre el incómodo y duro saco que le hacía juego y que impedía que se deslizaran pegadas a su esbelta cintura, hasta llegar a sus pechos que presionaba intentado inútilmente sentirlos sobre tan estorbosa vestimenta.

Las hojas pasaban y no lo soportó más, de nuevo dejaba la lectura a su lado sobre el sofá. Sabía que no subiría, ya más centrado en lo que sucedía, supe que si subiría a su habitación no dejaría las hojas sobre el sofá, ni siquiera tuve que esconderme ya tenía todo bajo control, o quizá era porque ya nada me importaba.

De pie una vez más, miraba el reloj de pared que se encontraba frente a ella, quizá preguntándose cuanto tiempo tenía o si yo llegaría a recoger mis cosas, y entonces tuve una idea. Saqué mi teléfono móvil, busqué el contacto de mi tía y le marqué. Sonó en su bolso que tenía en el sofá de junto, nerviosa se apresuró a responder y al contestarme le dije que cuidara de mis cosas con la excusa de que había tenido que ir a casa de un amigo y no quise llevar la mochila con mi computadora portátil y que la recogería por la tarde. Sin más le agradecí y me disculpe por la confianza de haber llegado a su casa sin avisar y colgué con miedo a que me descubriera por la voz a unos metros de ella.

Ahora ya tenía la libertad de hacer lo que quisiese sin que yo fuse impedimento para hacerlo. Colgué el móvil y me asomé de nuevo para ver su reacción. Ella guardaba su celular de nuevo en su lugar y se acercaba a los relatos, volteo a ver la hora una vez más y sin preámbulo comenzó a desabotonar su saco lentamente.

Lo había conseguido, siguiendo con la dirección de mi propio espectáculo mi corazón aceleraba su latir, la ansiedad regresaba y una oleada de adrenalina, felicidad de logro, éxtasis, y excitación recorrían mi cuerpo, me sentía increíble.

Mi tía retomaba postura y con los relatos en mano continuaba. Regresó un par de páginas, ahora con más tranquilidad seguramente quería disfrutar el momento a placer. Líneas más abajo y sus manos regresaban a su labor con entusiasmo, ahora sin el incómodo saco, podía tocar aquellos grandes y perfectos senos que, aunque aún debajo de su delgada blusa blanca y aprisionados por su sujetador negro, estaban lo suficientemente libres para ser apremiados por sus delicadas manos que los masajeaban dulcemente.

Yo estaba que no lo creía, todo mi cuerpo temblaba incontroladamente por todas las emociones que se amotinaban a la vez, y mi tía continuaba desechando página tras página, su respiración agitada y sus dedos sobre sus pezones llevándola a mi fantasía en un trance por demás placentero.

Una pausa más, un suspiro, cotejo al reloj, y tras un suspiro más profundo al hacer otro estiramiento esta vez para relajar su cuello, se desabotonó la blusa, aunque tras el último de los botones no se la quitó, y continuó con la lectura.

Su mirada concentrada por completo en cada letra, ahora ya no estaba en esta dimensión, se encontraba en mi mente, en mi fantasía, en mí.

Y sus manos ahora podían llegar más lejos deslizándose bajo su sujetador para tocar de primera instancia aquel par de grades, suaves, perfectos, y suculentos pechos. Más tarde llegaban de regreso a sus piernas ahora intentando evadir la estorbosa falda corta, escabulléndose por debajo llegando tan lejos como podían, hasta ganar la batalla.

No quedaba más que hacer una última pausa más. Era extraño, pues al ponerse de pie aun miraba la puerta como con miedo de que llegara antes de lo que había dicho, y no dejaba de revisar el reloj, evidentemente perdía la noción del tiempo con facilidad.

Ya tan caliente como mi tía me animé a tocarme por encima de mi pantalón, no tardé nada en levantar mi pene y ponerlo al cien, mientras miraba a mi tía subirse la falda hasta la cintura. Entonces pude ver su erótica lencería, esa tanga que le hacía juego con su sostén tras sus pantimedias, aun me continuaba tocando cuando se bajaba las medias de seda de una sola vez, seguidas de su ropa interior que de igual manera se atoraban en sus tacones negros al llegar a sus tobillos.

La maravillosa vista regresaba, ese hermoso coño perfectamente depilado con la siempre excitante fina línea de bello sobre él, y ese marco de piernas gruesas y contorneadas que aun la mejor de las modelos profesionales envidiaría.

Regresó a mi mente, es decir, a mis relatos. Se sentó de nuevo, esta vez con las rodillas tan abiertas como la elasticidad de la seda de sus pantimedias se lo permitían y reanudo su trance. Clavó su mirada como lechuza a su presa y de nuevo las sensaciones comenzaba a recorrer por su cuerpo, cuales seguramente debieron sobrepasarla, pues no tardó un solo minuto antes de que sus dedos llegaran presurosos a su entre pierna.

La vista no era clara, pues no estaba de frente, y sus bellas piernas me impedían ver el trabajo que sus manos debían estar haciendo, pero lo que bien no podía ver, no se podía ocultar. Se evidenciaba su estado de excitación del que seguro sería un trabajo formidable el que deberían estar concibiendo aquellas tersas, delicadas, finas y femeninas manos, obligando a arquear la cintura y contorsionar sus caderas sutilmente llenándola de placer.

Su respiración aumentaba, sus grandes pechos se inflaban aún más con cada inhalación, su mano derecha se movía en sus pechos pellizcando un poco sus pezones, halando de ellos para llevarse al éxtasis. En tanto, su otra mano empeñada en su coño moviéndose encrespada persiguiendo con esmero el inminente orgasmo que se avecinaba.

Y no pude más, me saque el pene que empujaba fuertemente la cremallera de mi pantalón, como queriendo abrirla por sí solo, y me la comencé a jalar imaginándome que sería ese par de dedos que entraban y salían de ella llevándola al cielo de la mano de mis fantasías.

Era insoportable, sabía que de un momento a otro compartiría su orgasmo, pero quise esperar a que sucediera, así que ralentice los movimientos de mi mano que sujetaba fuertemente mi traca y seguí observando.

Mi tía borde del sofá con las rodillas abiertas masturbándose, había olvidado ya los relatos, seguramente ya los había terminado y ahora era su propia mente la que la estaba llevando a la cumbre al recrear mis fantasías que debían revolotear en su imaginación. Con los ojos cerrados se tocaba apasionadamente, perdida en su momento, concentrada en culminar con tan excitante momento, cuando sus manos aumentaban el ritmo dispuestas a cumplir su servicio.

Hace tiempo que había comenzado a llover, se escuchaba el golpeteo de las gotas sobre el tejado y los ventanales. Al ser casa de madera el ambiente se hacía muy especial, el sonido, el olor y la humedad de la casa la convertía en el sitio perfecto para el romance y que mejor para el amor consigo mismo, exactamente lo que, hacia mi tía frente a mí, todo era asombrosamente increíble.

Pese a la distancia, estábamos unidos, había sincronizado nuestro erotismo, compartíamos sanaciones, pensamientos y por supuesto, fantasías. Me sentía como parte de ella, como esa parte de su mente que le estaba dando tanto placer y satisfacción como si fuera el que movía sus manos en su cuerpo que la hacían jadear tan excitada y excitantemente. Saber que por mí estaba de esa manera me hacía pensar que no importa la distancia para hacerlo con otra persona, lo importante es estar en su mente.

Aquellos sutiles jadeos comenzaban a convertirse en gemidos, y su mano ahora sujetaba fuertemente sus pechos como queriendo arrancarse el orgasmo directamente del corazón, al tiempo que su mano gemela empujaba con fuerza y sagacidad entrando y saliendo fuertemente de su vagina, zanjando y consumando toda la labor que se había acogido en el momento sensual y erótico al que por fin llegaba entre espasmos, gemidos, quejidos y retorceduras para finalizar con un último y profundo grito ahogado escoltado con el más largo suspiro que jamás había presenciado, al tiempo que le remedaba conmigo mismo, exprimiendo mi pene y eyaculando sobre mis calzoncillos para evitar salpicar todas las escaleras explotando el semen al ritmo del latir de mi corazón que bombeaba duro y sonoro por el increíble, temeroso y excitante momento.

 

Lo mejor de mi vida

Ya éramos confidentes, habíamos hecho el amor sin siquiera tocarnos, nuestros cuerpos aun extasiados por lo acontecido trataban de regresar al control razonante y consiente de nuestra mente, cuando un feroz trueno hacia retumbar toda la casa, sembrando fuertemente los pilares de madera. Aquella lluvia era ya una fuerte tormenta.

Mi tía se levantó las bragas y las pantimedias, se acomodó la falda, regresó sus pechos a su sostén, abotonó su blusa y como pudo se arregló un poco el cabello. Sin dudarlo, me regresé a mi habitación evitando levantar la cabeza por encima del barandal de las escaleras, entré de nuevo en mi armario y esperé.

Ahora la idea era esperar el momento perfecto para fingir mi llegada, solo era cuestión de tiempo para que mi tía subiese a su recamara para que yo bajara a la puerta como si estuviese entando por primera vez. En ese momento los tacones de mi tía se escuchaban subiendo las escaleras, y más tarde entrando a su habitación, estaba por salir cuando dudé al no escuchar su puerta cerrarse pues para bajar las escaleras debía pasar por su recamara.

Esperé. Sus tacones repicaban por todos lados mientras caminaba por su habitación. Eventualmente, cesó su andar, guardé total silencio y pude dilucidar como los pasos, ahora sin tacón, se acercaban a mi cuarto, me asusté un poco peor pronto me di cuenta que pasaban de largo seguramente encaminándose al baño. Tan solo aguardé un poco para sentirme más seguro y aproveché el momento, salí de mi escondite y me fui a la puerta tan sigiloso como pude, el ruido de la lluvia ocultaba mis pasos y seguramente el sonido de la ducha ensordecería cualquier otro ruido, pero no quería dejar nada a la suerte.

Ya en la puerta me encontré con otro problema, no podía fingir mi arribo simple y llegar completamente seco con la tremenda tormenta que caía fuera. Así que, sin más remedio, abrí la puerta con cautela y me salí a dar un par de vueltas como imbécil hasta quedar completamente empapado.

Como perro mojado entré de nuevo a casa de mi tía, esta vez haciendo tanto ruido como me era posible para dejar en claro mi ingreso. Camino como estropajo mojado cuando va saliendo mi tía del baño con su excitante bata. De reojo veo los relatos aun en el sofá, los ignoro como caballo de carreras y me concentro en el monumento que posaba frente a mí. Solo de imaginarme que a hace pocos minutos se encontraba masturbándose frente a mí me regresaba la excitación como nunca.

Al verme en el estado que estaba, escurriendo como vela en su sala, se acerca presurosa y alarmada. Siempre ha sido muy atenta y preocupada para conmigo, sinceramente yo ya estaba satisfecho con mi suerte y daba por saldada cualquier deuda que el destino tuviese conmigo, pero mi tía amablemente encamino a los adentros de la casa y me dijo que tomara una ducha o pescaría un resfriado.

En un principio lo dude un poco, pero a decir verdad no había nada que me lo impídase y no me pareció tan mala idea teniendo en cuenta que aún tenía toda la entrepierna llena de semen. Y así, casi ni opción accedí a su propuesta o casi orden que me daba y subí al baño. Aún estaba lleno de vapor, olía a mi tía eso me puso muy caliente, si, en parte el calor, pero su aroma a mujer me llenaba de emociones y sobre todo recuerdos.

Al terminar me puse la bata que aún quedaba de mi anterior hospedaje, doble mi ropa y salí a mi recamara para dejar la vestimenta. Sabía que mi tía no me dejaría ir a ningún lado con la tormenta que no dejaba de caer, y como no le veía intenciones de terminar, seguramente me quedaría esa noche.

Bajé de nuevo a la sala y mi tía me esperaba. No tardé en notar que mis relatos habían regresado a su lugar en el que originalmente los había dejado, me dio un poco de risa, pero la preservé para mí mismo. No sabía lo que sucedería, pero para mí todo aquello ya era un extra, estaba por demás satisfecho.

Me senté en el sofá de junto e inicié la clásica charla rompe hielo para poner a tono el momento. Comenzamos hablando de nuestra vida desde la última vez que nos habíamos viso, del día que habíamos tenido, la mojada que me había dado, el clima, en fin, nada importante.

Más tarde y haciendo alardes de mi palabra presioné de nuevo con el tema de su estado civil, me había dado resultado una vez y planeaba repetirlo. Le cuestione si se sentía bien con ello, pero ella se portaba esquiva, había deducido lo que planeaba y no se sentía segura de ir en esa dirección. Ya no me estaba resultando, pero no había nada más que decir y quise aprovechar la oportunidad. Pensé en mi estrategia original, que era relatarle yo mismo las historias y astutamente le cuestioné sobre mis crónicas, le pregunté si los había leído, ella lo negó y le dije que era mi tarea, que debía hacer una novela erótica y no me decidía cual tema usar como recurso literario.

Con esta farsa la tenía acorralada, no había manera de eludirme, le pedí que me diera su opinión, pero ella se negó a que se los leyera pues eran muchos, en cambio me pidió que le enlistara únicamente los títulos de cada uno de ellos. Así lo hice y al terminar me dijo que podía unir un par de ellos y darle más diversidad a la historia no haciéndola tan lineal.

Ahí dude, no sabía si me estaba evitando o de hecho me estaba invitando a inmiscuirme de nuevo en su mente, igual estaba dispuesto y a punto de averiguarlo. Ya con el momento en su víspera no desaprovecharía la oportunidad y sin titubeos comencé a darle ideas para concebir mi simulada tarea.

Para antes de que pudiese detenerme iniciaba un improvisado relato erótico a petición de mi tía, quien ya se ponía cómoda en el sofá exactamente de la misma manera que la vez anterior, recostándose de lado en el sofá estirando sus largas piernas relajando todo su escultural cuerpo desnudo tras la delgada bata de baño, dándome así por entendido que tenía camino libre para cumplir con nuestras respectivas fantasías. Por mi parte me recosté de espejo frente a ella, dejando nuestros pies en el ángulo recto que formaban los dos sillones de la sala y continúe con lo mío.

Al inicio vacilé un poco, pero no tardé en tomar ritmo y a desenvolver mi historia imaginaria. Todo estaba tal y como lo había imaginado, de nuevo tenía a mi tía frente a mí y todo marchaba sobre rieles. El relato ya había tomado forma y a mi tía parecía encantarle, sus manos encaminaban de nuevo aquel recorrido por todo su cuerpo del cual sabía perfectamente el destino. Aquellas delgadas y finas manos comenzaban a inquietarse, primero rosaban tenuemente sus piernas, pero en poco tiempo las masajeaba con toda la palma extendida resistiéndose a llegar más lejos de su ingle.

Me concentraba tanto como podía en hacer una buena historia, pero mis ojos no daban cabida a lo que sucedía justo en frente de mí. Esa escultural y hermosa mujer de grandes pechos, curvas voluptuosas, caderas anchas, y largas piernas que bien, por la edad podría ser mi madre, me miraba atentamente perdiéndose en mis palabras que nos conectaban una vez más, hipnotizándola, seduciéndola al avance del recital erótico.

Inevitablemente su evidente satisfacción se me contagió, el simple hecho de ver como mis palabras la embelesaban provocándole sanaciones en su cuerpo sin siquiera tocarla, me proveía de la misma manera una excitación por demás incontrolable, que y mi propio cuerpo no podía impedir. Sentía como mi pene se comenzaba a llenar de sangre ardiente que lo inflaba poco a poco sin hacer, ni poder hacer nada.

Entendía que al estar desnudo bajo la bata no habría nada que detuviese a mí miembro que ya empezaba a levantar la tela a un costado, pero sinceramente estaba tan cliente y encantado al disfrutar del momento que no me importaba exhibirme, a decir verdad, esa idea me excitaba a un más.

Y la conversación avanzaba y paralelamente nuestras sensaciones le seguían el paso a medida que subía el tono del relato. Mi tía me miraba atentamente completamente perdida en mi voz, pero algo le quitaba la concentración. Mi pene se levantaba erguido cual soldado dispuesto a dar batalla. Podía ver como la mirada de mi tía se desviva una y otra vez de mi propia vista a mi entrepierna, y eso me tenía fascinado.  

Sus manos ya no podían fingir más, y con descaro se aventuraban más al centro de su bajo vientre tan adentro como sus piernas empalmadas se lo permitían. Sabía que para ese punto ya estaba tan ardiente como yo, pero quise tomarme mi tiempo pues estaba seguro que me apremiaría.

Continúe como podía con lo que mi mente me daba para recitar y en poco tiempo llegaba a la parte cumbre del relato. En ese momento mi tía comenzó a tocarse los senos sutilmente y tan disimulada como podía, pero fue ahí cuando ya no pude soportarlo más y bajé mi mano hasta donde ya me esperaba mi pene rígido como roble. A la par, mi tía seguía cada movimiento que hacía, y aprovechando su completa atención me tomé la tranca con fuerza y le di un rápido jalón para ver su reacción. Ella no le despegaba la mira, pero al ver mi acción desvió rápidamente la vista simulando no haberlo visto.

Pensé que debía ir más lento, pero sinceramente ya no controlaba los impulsos de mi cuerpo, y simplemente no podía dejar olvidado mi polla dura y pesada que empujaba fuerte la bata pidiendo protagonismo en la escena. Entonces la toqué de nuevo pero esta vez deslicé la estorbosa prenda de baño para hacerlo, temía que mi tía marcará línea una vez más y se marchará, pero no me importó, la froté sutilmente, le di un pequeño y lento jalón seguido de otro más y antes de saberlo me estaba masturbando en frente de mi tía.

Sin quitarle la vista de su mirada que a su vez se soldaba a mi pene que ya asomaba rígido y húmedo por entre la bata, me tocaba lentamente, pero suficiente para sentir uno de los mejores placeres de la vida, exhibiéndome a mi tía que lejos de incomodarse se contagiaba de mi regocijo pareciendo que se lo untaba por todo su cuerpo, cuando sus manos lo recorrían aun intentando resistirse a tocarse abiertamente y dejar salir todo su júbilo para complacer su fantasía que mi historia le había fundado en su mente.

En un momento nuestras miradas se encontraron nuevamente después de un quisquilloso escaneo al cuerpo vecino, y fue maravilloso, no había tenciones ni incomodidad, ambos sabíamos lo que estaba sucediendo y lo aceptábamos con firma de sangre, pese al incesto. Fijamente le clavé la vista mientras continuaba tocándome el miembro y entonces nuestros ojos se separaron nuevamente, la suya regreso a mi mano que se movía sin prisa recorriendo mi escroto exprimiendo mi pene firmemente, en tanto mi vista se desviaba a sus manos que ya sin control viajaban por debajo de su bata masajeando sus senos y su entre pierna.

Sentía el éxtasis en mi cuerpo, no lo creía, miraba como se tocaba sus tetas por debajo de su bata, que se deslizaba cayendo por su hombro dejando que se asomara uno de esos hermosos y bellos senos, su perfecta aureola café claro, que pese a estar colgando libremente se posaba firme en contra de la edad y la gravedad.

Ya entrados en el clímax del relato ambos estábamos al borde del colapso, no sabíamos lo que sucedería, pero si como terminaría. Ya no había sigilos mientras me exprimía el pene, mi tía bajaba sus manos hasta su coño, y al llegar, apartaba sus piernas para llegar a su destino. Se abrió de pies frente a mí, doblando sus rodillas haciendo un ángulo recto al juntar sus pies justo en frente de su hermosa vagina depilada, que, al quedar descubierta por la postura, debelaba cuan excitada estaba mi tía. Podía ver perfectamente como escurría su lubricación, como babeando por hambre de un buen pene, de mí pene que le apuntaba recto como estirándose para unirse de una vez por todas.

La lluvia no dejaba de caer vigorosa golpeando despiadadamente la pobre casa de madera, y no pude evitar comparar aquel torrencial diluvio con el sonido que hacía la vagina de mi tía cuando metía sus dedos y estos se empapaban de inmediato al salir y entrar lentamente una y otra vez, al mismo ritmo con el que mis manos subían y bajaban de mi pene que lo sentía ardiente cual caldero.

Moría por levantarme y saltar sobre el desnudo cuerpo de mi tía para encastrarle mi polla y darle duro cual prostituta, pero aun temía que todo por lo que había luchado se me escurriera de las manos por negligente, por lo que continuamos mirándonos masturbarnos desde nuestro respectivo lugar el uno al otro por un tiempo hasta que mi tía no lo soportó más. Aun pensando en mi siguiente movimiento, miraba como mi tía se ponía en pie, se acercaba a mí, se arrodillaba frente a mi pene y sin más, se llevaba mi falo a su boca arrebatándomelo de la mano para darme la mejor chupada de mi vida. Ya sin miedo por despertarme, su boca me lo tragaba como si quisiera acabárselo antes de que alguien más se lo asaltara. Después se reincorporó y en deja vu se sentó por un costado en mi tranca que sin fricción alguna se deslizaba en lo más recóndito de mi tía por ese bello y perfecto coño lubricado que enfundaba mi babeante pene duro y caliente.

Miraba a mi tía sentada en mi falo, subiendo y bajando, haciendo chocar su perfecto trasero en mis piernas apretadas en el estrecho sofá. Veía como gozaba de mi pene haciendo ruidos de placer, mordiéndose los labios y tocándose su risada cabellera larga y castaña, su cuello y sus redondeados senos que de perfil se veían bien firmes balanceándose libremente, con aquel ventanal de cristal resistiendo la embestida de la lluvia como fondo para la hermosa escena frente a mí.

Después la tomé por la cintura y acerqué a mí, me puse de lado y con su espalda a mi pecho le clavé el pene de nuevo en su coño y la seguí follando. Hacía lo mejor que podía, concentrado en no terminar en dos segundos cuando le daba tan duro y tan adentro como su bien parado y rígido trasero me lo permitía. Y mientras mi tía me agradecía el esfuerzo gimiendo de placer regocijándose, mi mano se volvía loca disfrutando del suculento banquete, tocándole sus pechos, masajeándolos por completo, apretándolos sutilmente para sentir su dureza, deslizando mi palma por sus pezones erectos como mi pene que le asestaba por detrás una y otra vez, mientas mis manos bajaban por su escultural anatomía, su abdomen plano, su curvilínea cintura y sus contorneadas piernas hasta llegas a su vagina para sobarle justo en su clítoris.

Ahí me clave por un tiempo, sintiendo mi pene embistiendo duro y mis dedos empapándose con sus jugos mientras sus gemidos se convertían poco a poco en pequeños gritos al llegar al clímax, sentía que no podía más, pero tomé aire y aumente el ritmo. Me movía tan rápido como podía y entonces sus sutiles quejidos eran ya clamores mientras su espalda se arqueaba debelando su inminente orgasmo, y ahí un fugaz silencio se presentó. Por un momento solo se escuchaba el golpeteo férreo del chubasco sobre la casa y el cristal del ventanal de la sala, y las bofetadas que sonaban feroces al chocar mis piernas con sus nalgas. Dos, cuatro y seis golpes se escucharon antes de que mi tía rompiera el silencio con un desgarrador grito orgásmico y un torrencial escurriera por mi pene obligándome a sacarlo para dejar que mi tía se viniera y se corriera a gusto mientras yo en tanto me exprima el pene regándole mi leche sobre su culo.

 

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