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Claudito y su tío Roque (5)

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Luego de disfrutar de una larga y placentera masturbación en el baño y descargar así toda la tensión sexual acumulada, Claudito volvió a la habitación de Roque, donde su tío y Sara conversaban ya repuestos del trajín amatorio.

-Mamá, ¿puedo acostarme otra vez? Estoy un poco cansado.

-Sí, hijo, andá nomás. Es bueno que estés descansado para esta noche por si queremos volver a usarte.

-Gracias, mamá, hasta luego, hasta luego, tío…

-Hasta luego, lindo… respondió el hombre y cuando el chico abandonó el cuarto él y Sara terminaron de ultimar los detalles para la visita de esa noche.

-Oíme, Sara, estos amigos van a venir a las diez; yo sugiero que cenemos a eso de las ocho para que la orgía no nos agarre en plana digestión.

-Me parece bien, Roque, y ahora llevame a recorrer la ciudad que quiero empezar a conocerla.

Pasearon en el auto de Roque, se detuvieron en un bar a beber una cerveza y al regresar después de dos horas Claudito estaba en el living tomando un café con leche. Vestía el pantalón blanco ceñido, una chomba celeste y estaba descalzo.

-Hoy vamos a cenar temprano, hijo, así que no comas nada ahora. –le dijo su madre.

-No, mamá, no comí nada. Sólo estoy con este café con leche.

-Muy bien, Claudito, y ahora andá a tu cuarto, quitate la ropa y volvé. Me estoy haciendo adicto a tu desnudez… -acotó el tío Roque.

El chico regresó desnudo (le había empezado a gustar exhibirse así ante su tío) y los tres se pusieron a ver televisión; Claudito en el sofá junto a Roque, que se lo pasó manoseándolo y besándolo.

Cenaron a las ocho y después, por orden su madre, el chico se dio una ducha con lavado de cabello incluido y se sentaron nuevamente frente al televisor hasta que por fin dieron las diez de la noche. El timbre sonó puntualmente y Claudito, en un acto instintivo, quiso salir corriendo del living, pero su madre lo detuvo con un grito:

-¡VENÍ PARA ACÁ!

-Pero mamá, es que…

-¡Es que nada! Quedate ahí paradito y quieto, ¿oíste?

-S… sí, mamá… murmuró el chico rogando que el timbre no significara una visita.

Segundos después Roque ingresaba al living precediendo a sus dos amigos. Ambos, al ver a Claudito, clavaron en él sendas miradas entre asombradas y ardientes.

Sara se adelantó hacia ellos y se presentó:

-Encantada, señores, soy Sara, la madre de Claudito.

Los tres se saludaron con besos en las mejillas mientras el chico permanecía con los ojos fijos en el suelo, ganado por la vergüenza.

-La felicito por un hijo tan lindo, señora. –la halagó Alcides con los ojos puestos otra vez en el atribulado jovencito.

-Te quedaste corto, che, no es lindo, es hermoso… acotó Héctor.

-Claudito, vení y saludá a los señores, que son amigos del tío Roque. –le ordenó su madre y tras una leve vacilación el chico se acercó a ambos hombres y les ofreció la mejilla, que ambos besaron calurosamente.

-Bien, señores, ¿ustedes vinieron a hablar? –preguntó Sara como recurso para pasar a la acción.

Alcides, Héctor y Roque intercambiaron miradas y Héctor dijo tratando de vencer un cierto pudor que pujaba con su calentura: -No… Claro que no, señora… En realidad, vinimos para…

-Para gozar de Claudito, ¿cierto, che?

-Pero, tío… -intervino el chico entre asombrado y expectante.

-¿Qué, sobrino? ¿acaso no te gusta la verga? Bueno, ahora vas a comer tres…

Las mejillas del chico cobraron súbitamente color y temperatura y mientras los tres hombres lo rodeaban alcanzó a murmurar: -Es que… me da miedo, tío…

-No te preocupes, Claudito, te vamos a tratar bien…

-Quietito, hijo, quietito… -intervino Sara mientras comenzaba a sentir deseos de ser cogida por esos amigos de su hermano y hasta por el mismo Roque. Su condición, su esencia de perra puta se le iba revelando sin apelación posible.

Empujada por ese fuego interior fue hasta su hijo, lo sujetó por las muñecas y mientras lo arrastraba hacia la habitación de Roque invitó a los hombres a seguirla.

Una vez en la habitación y habiendo advertido cierta actitud vacilante en Héctor y Alcides decidió comandar la sesión.

-Bueno, señores, para empezar ¿quién elige el culo y quién la boca?

Ambos hombres se miraron y mientras Roque aprobaba con un gesto la decidida actitud de su hermana, Alcides se adelantó: -Quiero darle por el culo.

-Bien… -acotó Héctor. –No estará nada mal empezar por esa linda boquita de mamón que tiene…

-A la cama, hijo. –ordenó Sara y Claudito obedeció estremecido por sensaciones como la ansiedad, la calentura y cierto temor.

Roque se apresuró a alcanzarle a Claudito el pote de vaselina: -Tomá, lindo, ponele a Alcides en la verga…

-Sí, tío… -dijo el chico con cierto temblor en la voz. Alcides y Héctor ya estaban desnudos, exhibiendo sus pijas a medio alzar. Claudito aplicó bastante vaselina en la de Alcides y esto bastó para que esa verga alcanzara una erección plena. A Sara, que estaba mirando, se le hizo agua la boca y se afirmó en su deseo de ser culeada por ambos amigos de Roque. Se desnudó y fue posible entonces apreciar que a sus cuarenta años su cuerpo se mantenía muy bien, con las carnes bastante firmes.

-¡Adelante, señores! –apremió la mujer y comenzó la sesión, con Claudito en cuatro patas, la pija de Alcides entrándole por el culo y la de Héctor en su boca.

Sara se acercó a su hermano, que observaba excitado la escena, y le agarró la pija erecta con su mano izquierda, para después darle un beso en la boca.

-¡Qué hacés! –se asombró Roque cuya verga palpitada apretada por Sara.

-¿A vos qué te parece?... –preguntó la mujer con voz ronroneante.

-Pero, Sara… -balbuceó el hombre.

-Pero, nada… -volvió a ronronear la mujer, de cuya vagina ya fluían abundantes jugos.

-Ahora miremos un ratito cómo tus amigos usan a mi hijo y después me cogés, Roque… ¡Quiero tu pija en mi culo!...

-Sara…

-Que me llenes el culo de leche y me hagas acabar jugando con mi clítoris… ¡Estoy ardiendo, Roque!

A esa altura ya el hombre había abandonado su recato y sus prejuicios y sobaba las nalgas y las tetas de su hermana mientras le daba besos apasionados en la boca, el cuello y los hombros.

Mientras esto ocurría, Claudito seguía disfrutando de las vergas de Alcides y de Héctor, que no tardaron en derramarse abundantemente en su culito y en su boca.

-¡Tragá, nene! ¡tragá toda mi leche! –exigió Héctor y claro que Claudito bebió hasta la última gota de ese semen que a él le sabía cómo un néctar.

Sara y Roque aplaudieron morbosamente entusiasmados el desenlace y el hombre derribó a su hermana sobre la cama, al par que les pedía a sus dos amigos que desocuparan el lecho. Ambos miraron con ojos agrandados al máximo lo que ocurría entre Roque y su hermana, para después arrastrar a Claudito y dejarlo en el piso boca abajo, sobándose la pija erecta y abrasado por la calentura. Sin preocuparse por las formas de obediencia a su madre comenzó a masturbarse y acabó en su mano derecha, para después lamer y tragar su propio semen ante la mirada excitada de Alcides y Héctor.

El doble espectáculo proporcionado por Claudito, Roque y Sara, éstos dos acabando al unísono entre gritos, contribuyó a que los visitantes recuperaran su vigor sexual. Entonces pidieron volver a ocuparse del chico, pero esta vez cambiando las posiciones: Héctor se la daría por el culo y Alcides por la boca.

Sara y Roque se incorporaron dificultosamente, salieron de la cama para sentarse en el piso y Sara autorizó a los dos hombres a usar nuevamente a su hijo. –Subí a la cama, Claudito. –ordenó la mujer y su hijo le obedeció dispuesto a seguir saciando su hambre de vergas.

 

(continuará)

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