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Lara, una chica muy obediente (4)

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Estaban en un pequeño cuarto que hacías las veces de living, donde había una mesa y cuatro sillas a su alrededor. En la pared del fondo una puerta que daba al dormitorio.

El vejete se frotaba las manos y de pronto se detuvo ante Lara:

-Eres muy bonita, niña. –dijo. –Quiero verte toda, desnúdate.

Lara mantenía los ojos cerrados y no cesaba de temblar. Estaba aterrorizada, pero a la vez, aunque le costaba aceptarlo, había empezado a sentir una excitación que se hacía cada vez más intensa. Algo oscuro, totalmente indescifrable pero fuerte, se agitaba dentro de ella excitándola ante la inminencia de ser usada por ese viejo lascivo entregada por quienes se habían transformado en sus dueñas, en sus amas.

-¡¿ES QUE NO HAS OÍDO A DON RAMÓN?! –le gritó Juani al oído sacándola brutalmente de esa especie de ensueño morboso en el que se había sumido.

Eva vio la oportunidad de gozar de uno de sus placeres preferidos e intervino tomándola de un brazo:

-No se preocupe usted, don Ramón, que ya la verá. Es sólo que ésta es hija del rigor. –y ocupó una silla para después, ayudada por Juani, ponerse a Lara sobre las rodillas:

-No… por favor, no, señorita Eva… -murmuró la pobre niña mientras Juani, luego de intercambiar una mirada cómplice con la rubia, le bajó hasta los tobillos la faldita y las bragas.

La angustia y la excitación agitaban a la niña, que no podía creer que ambas sensaciones le pertenecieran, que las estuviese experimentando al unísono. Con el primer golpe de la mano de Eva en su nalga derecha la tensión interna fue tal que Lara eligió dejar de pensar y en cambio abandonarse a sus sentidos.

Gemía a cada golpe mientras iba sintiendo en su culo un creciente y voluptuoso ardor. Mentalmente contó 30 nalgadas antes de que la rubia le preguntara con tono severo:

-¿Vas a hacer lo que se te ordene o debo seguir dándote, niña tonta?

El conserje, inclinado hacia delante había seguido la faena de Eva con el rostro arrebatado y los ojos muy abiertos, respirando agitadamente por la boca.

-Vaya culito que tiene… -murmuró el vejete como para sí mismo contemplando las enrojecidas redondeces en tanto llevaba una mano hacia la bragueta.

-Sí… sí, señorita Eva… -respondió tardíamente Lara.

Eva le dio otra fuerte nalgada:

-¡Cuando se te pregunta algo respondes de inmediato!

-Ahhh… sí, señorita Eva… pe… perdón… -Juani la incorporó tomándola del pelo.

-Bien, ¿ahora te desnudas o qué? –le preguntó.

El conserje se frotaba las manos cuando Lara, con la vista clavada en el piso, comenzó a quitarse la ropa que aún la cubría. Dio un paso al costado y en el suelo quedaron la falda y las braguitas blancas. Se despojó de la camisa y por último del sostén, también blanco, y quedó exhibiéndose en toda la plenitud de su belleza adolescente.

El conserje, con los ojos casi fuera de las órbitas, comenzó a dar vueltas en torno de la niña, que en vano procuraba ocultar su desnudez con alguna ayuda de sus manos, pero un grito de Juani la disuadió de tal propósito.

-¡LAS MANOS EN LA CABEZA!

A partir de allí el cuerpo se le ofreció al viejo sin velo alguno, lo cual hizo que su polla fuera creciendo lentamente.

-Arrodíllate, chavala. –le ordenó a la jovencita mientras comenzaba a desprenderse la bragueta, bajo la cual abultaba su polla.

-¡QUE TE ARRODILLES! –le gritó Juani, y Lara, presa de fuertes y contradictorias sensaciones, se arrodilló con los ojos cerrados.

El vejete sacó su ariete y comenzó a frotarlo sobre el rostro de Lara, que palideció y contuvo un primer impulso de mover su cabeza.

-No te imaginas cuánto me calientas… -le dijo el conserje, cuya polla cobraba más y más dureza a medida que el viejo seguía refregándola contra las mejillas y los labios de Lara, que nunca antes había tenido un contacto tan estrecho con un pene.

El conserje era consciente de que no podría lograr esa noche más que una erección y en conversaciones previas con Eva y Juani habían acordado que en esta oportunidad la disfrutaría por la boca.

-Tranquilo, don Ramón, que se la iremos trayendo para que pueda gozar de sus otros dos agujeritos. –lo había entusiasmado Juani.

Pero lo cierto era que esa primera noche iba a gozar de una buena mamada.

-Abre el hocico. –le ordenó Eva y Lara vio, con espanto y deseo al mismo tiempo, que esa polla dura le apuntaba directo al objetivo. Levantó sus ojos y vio la carota del conserje, crispada en una mueca de calentura.

“No puede ser que sienta lo que siento… -se dijo Lara. –pero lo estoy sintiendo…” –y abrió lentamente la boca al par que volvía a cerrar los ojos.

Fue un impacto emotivo y sensorial muy fuerte sentir cómo esa barra de carne se iba introduciendo en su cavidad bucal. Eva la tenía sujeta por la nuca para impedirle que moviera la cabeza hacia atrás, cosa que ella no pensaba hacer. Estaba dispuesta a llegar hasta el final, a vivir esa experiencia por completo y entonces empezó a mamar y a sentir como la polla alcanzaba su máxima dureza. Afortunadamente estaba limpia y, contra lo que ella había imaginado, no le provocaba asco. Ya más tranquila se aplicó a la tarea avanzando y retrocediendo unas veces despacio, lentamente, y otras acelerando un poco el ritmo llevada por el placer que la iba ganando. De pronto el viejo la tomó también por la nuca y le empujó la cabeza hacia delante, con lo cual la polla se hundió y Lara sintió que se ahogaba. Cruelmente, Eva le tomó la nariz entre el pulgar y el índice, impidiéndole por completo la respiración. Los tres reían en tanto Lara se debatía inútilmente para librarse y su rostro se iba congestionando. Por fin la soltaron y a pedido de Eva, el conserje retiró su polla y la rubia le dijo a la niña, que jadeaba con desesperación buscando llevar a sus pulmones luego de ese principio de asfixia:

-Tú respiras porque nosotras te lo permitimos. Que te quede claro, perrita.

-Sí, señorita Eva… sí… sí me… me queda claro… -contestó la jovencita mientras trataba de recuperar el aliento y el vejete le ordenaba que volviera a abrir la boca.

A partir de allí no tuvo tregua en su tarea de mamona. Siguió aplicándose dócil y poco después el conserje comenzó a jadear y a gemir roncamente mientras Eva metía su mano entre las piernas de Lara y advertía lo mojada que estaba.

-Eres una golfilla… -le dijo al oído, perversamente complacida y agregó dirigiéndose a Juani:

-Tócala, compi, ya verás como está.

Ni lerda ni perezosa, la morena palpó el conejito de Lara y exclamó:

-¡Vaya que estás empapada, golfa! ¡Eres una perrita muy puta! –y estalló en una carcajada hiriente que avergonzó a Lara. Sin embargo, mientras seguía mamando, tuvo que reconocer que algo de cierto había en las palabras de Juani. No podía decirse que era una puta, porque estaba recién siendo introducida en los placeres del sexo, pero sí era innegable que tanto las relaciones lésbicas que sus Amas la obligaban a mantener como este forzado descubrimiento del pene la excitaban en extremo, precisamente porque se trataba de vínculos no consentidos por ella. Todo le era arrancado por la fuerza y eso era, precisamente, lo que la ponía a mil. Estaba adentrándose aceleradamente en su condición de sumisa. Pensaba todo eso sin dejar de mamar y la eyaculación del viejo la sorprendió. Tuvo un primer impulso de escupir esa viscosidad algo agria, pero Eva, que estaba muy atenta, le tapó la boca con una mano.

-¡Traga, golfilla! ¡Trágate todo lo que don Ramón te ha echado! –le gritó Juani, mientras el conserje bufaba ruidosamente con los ojos desorbitados luego de la explosión. A la pobre niña no le quedó más remedio que tragar ese semen, el primero que probaba, luego de lo cual, cuando Eva la había soltado, se puso a llorar evidentemente superada por la enormidad de la experiencia que acababa de vivir y, sobre todo, por la certeza de que en manos de sus Amas estaba empezando a recorrer un camino de sometimiento y perversiones que la excitaba cada vez más y que ya no podría abandonar.

La rubia no le concedió ninguna tregua. Le ordenó que abriera la boca y como Lara seguía presa del llanto le dio una bofetada para que obedeciera y le miró con detenimiento y expresión divertida el interior de la cavidad, le hizo sacar la lengua y por fin dijo:

-Bien, bien, muy bien, se ha tragado su leche hasta la última gota, don Ramón. -y poco después, cuando el viejo había recuperado la calma, ambas chicas acordaron con él una próxima visita.

-Un uso por noche, ¿verdad, don Ramón? –pregunto Juani con Lara echada en el piso tratando de controlar sus sollozos.

-Un uso por noche. –ratificó el conserje. –Y la próxima vez quiero su culito.

-Concedido. –dijo Eva.

.¿Es virgen la golfilla? –quiso saber el vejete.

-Claro. –le contestó la rubia. –Nosotras gozamos de su conejito, pero cuidando de no desvirgarla.

-Jejeje… Me gustaría tener ese privilegio. –dijo el conserje envolviendo a Lara en una mirada libidinosa.

-Lo tendrá, donde Ramón. –le aseguró Eva mientras Juani levantaba a Lara tomándola de un brazo.

Todo el trayecto de regreso a la habitación lo hicieron con Lara sollozando quedamente y las risitas crueles de Eva y Juani.

Una vez en el cuarto Juani se le paró enfrente y le dijo:

-Has gozado mamando esa polla y tragando su leche. –y Eva, a espaldas de la niña, agregó: -Has gozado porque eres una putilla mamona.

Lara era incapaz de articular palabra. Continuaba en ese estado de emoción violenta que la sacudía internamente con sensaciones muy fuertes y contradictorias y la hundía en un mar de lágrimas incontenibles.

Juani se le pegó por delante y le aferró las nalgas con ambas manos, mientras Eva, desde atrás, se apoderaba de sus tetas.

Lara percibió, en medio de su angustia, que esa perversa coreografía era una metáfora de su situación: era cautiva de esas dos chicas y escapar resultaba absolutamente imposible.

-Nunca habías tragado leche de polla humana, ¿verdad, perrita? –le dijo Juani.

Y Eva se sumó: -Pero te ha gustado mamar esa polla.

Por fin Lara pudo hablar, o, mejor dicho, murmurar apenas, y dijo con voz quebrada:

-Por favor… No me… no me humilléis más… Os lo suplico… -y sus sollozos arreciaron.

Pero ambas chicas, sin hacer el menor caso al ruego de la jovencita, continuaron hostigándola, disfrutando sádicamente del poder absoluto que tenían sobre ella:

-Déjate de súplicas inútiles y dinos que con la polla de ese vejete en la boca has gozado como la puta que eres. –le ordenó Eva sin dejar de sobarle las tetitas.

-Por favor… -insistió Lara entre sollozos.

Juani retrocedió un pasó y en un movimiento veloz quitó ambas manos del culito que había estado masajeando y cruzó el rostro de Lara con un fuerte bofetón que hizo lanzar un grito a la niña.

Eva le tapó la boca y le dijo a Juani:

-Quítale las bragas. –y una vez que la morena lo hubo hecho la otra le pidió que hiciera una pelotita con esa prenda y se la metiera en la boca a Lara.

-¡Abre el hocico! –le ordenó Juani apretando en su puño derecho las braguitas blancas. Tuvo que darle otra bofetada para que la niña obedeciera y entonces rápidamente le metió esa pelotita en la boca.

Lara quedó a partir de allí imposibilitada de gritar y entonces Eva le dijo a Juani mientras se dirigía hacia su closet.

-La quiero de rodillas en el borde de su cama y con la cara en el cobertor.

Juani imaginó lo que se venía y tardó muy poco en arrastrar a Lara hacia su lecho, arrodillarla con violencia y luego, de igual manera, doblarla hacia delante y mantenerla con la cara aplastada contra el cobertor de color cereza.

Eva caminaba lentamente hacia ellas empuñando un cinto de cuero negro doblado en dos.

-Súbele la falda hasta la cintura, compi, le voy a enseñar buenos modales.

La morena sonrió y fue subiendo lentamente la faldita escocesa hasta la cintura de Lara, cuyo temblor era visible. El hermoso culito quedó entonces al aire, exhibidas e indefensas esas nalguitas redondas y duras. Para mantenerla inmovilizada, Juani se le sentó a horcajadas sobre la espalda, mirando en dirección hacia su compañera que se disponía a azotar a la pobre niña.

Antes de comenzar con la zurra, la rubia dijo:

-Al parecer no has aprendido aún a comportarte con nosotras, con tus Amas. Nos has demostrado que todavía piensas que tienes voluntad propia y que puedes hacer lo que te plazca, como recién, perra indisciplinada, cuando te ordenamos que dijeras determinadas cosas y en cambio permaneciste callada o suplicando estúpidamente.

-No podemos permitirle semejante comportamiento, Eva. –intervino Juani mientras se excitaba sintiendo corcovear un poco a Lara bajo su trasero.

Ambas intercambiaron una mirada cómplice y en un tácito asentimiento a lo que había dicho la morena, Eva alzó su brazo derecho, miró el hermoso culo que se le ofrecía indefenso y estremecido y descargó el primer azote. El grito de Lara fue apenas un gemido ahogado por la improvisada mordaza que ocupaba toda su boca. Eva hizo una pausa deliberada, a fin de que el suspenso aumentara el miedo de la niña, y después lanzó el segundo cintarazo de modo tal que el cuero diera sobre ambas nalgas.

A partir de allí la paliza siguió mostrando la maestría de la rubia en tal menester. Golpeaba a veces alternativamente una y otra nalga, pero también, cada tanto, daba varios azotes en un mismo lado, y entonces el dolor se acentuaba y Lara corcoveaba bajo el peso del cuerpo de Juani y emitía sonidos guturales.

-¡Mira cómo corcovea la potranca! ¡jajajajajajaja! –rio la morena mientras, cual domadora, ceñía sus rodillas contra los muslos de la pobre niña y Eva continuaba con sus fuertes cintarazos que iban enrojeciendo el hermoso culito.

Por fin, la rubia detuvo la paliza e indicó a Juani que liberara la boca de Lara. Juani giró sobre sí misma y volvió a sentarse sobre la espalda de la jovencita, pero esta vez mirando hacia su cabeza. Le quitó las braguitas de la boca y Eva le preguntó:

-¿Aprendiste la lección, niña tonta? ¿vas a volver a cometer estupideces?

-No… no, señorita Eva… no me pegue más… por favor…

En su flamante condición de sumisa, Lara había descubierto que las nalgadas y azotes la excitaban, siempre que el dolor no excediera al placer, pero esta vez Eva le había dado demasiado fuerte, sin dejar espacio al goce.

La rubia le hizo una seña a Juani y ésta volvió a meter las braguitas en la boca de la niña.

-No te creo, zorrita. –dijo Eva y volvió a darle con el cinto en las nalgas, dos, tres, cinco, diez veces, hasta que el rojo de la piel se hizo intenso y tiñó toda la superficie del culo. 

A una seña de la rubia, Juani volvió a liberar la boca de Lara, que estalló en un llanto crispado.

-Tranquilízate y respóndeme si no quieres que siga dándote. –la apremió Eva.

Ante tan aterradora amenaza, la jovencita puso todo su empeño en ir calmándose y por fin consiguió dejar de llorar, mientras sentía un intensísimo ardor en sus pompis.

-Bien, comencemos otra vez. –le dijo Eva. -¿Estás dispuesta a dejar de lado las estupideces, las tontas rebeldías y a ser tan obediente como una perrita faldera?

Lara tragó saliva y contestó:

-Sí, señorita Eva.

-¿Serás obediente con nosotras y con todas aquellas personas que nosotras te indiquemos?

La niña pensó un momento, menos por rebeldía que por curiosidad, y luego dijo:

-Sí, señorita Juani.

Bien, suficiente por hoy. –determinó la rubia y Juani se apartó para permitir que Lara se incorporara.

El aspecto de la niña hubiera sido conmovedor para toda aquella persona que no albergara deseos sádicos ni perversión alguna, pero en cambio, para ambas chicas, ver a Lara con el culo tan rojo, el rostro bañado en lágrimas y la ropa en desorden resultaba altamente excitante.

Se miraron y con esa mirada se entendieron. Juani la derribó de espaldas sobre el lecho de un empujón y Eva le ordenó que se desnudara al par que también ella y Juani se quitaban las ropas apresuradamente.

 

(Continuará)

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