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Lara, una chica muy obediente (5)

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Al día siguiente, después de una noche agitada de sexo hasta altas horas de la madrugada, Lara fue al encuentro de sus Amas en el salón comedor a la hora del almuerzo, tal como ambas se lo habían ordenado.

Lara se sentó junto a Eva, con Juani enfrente. La niña se movía inquieta y la morena le dijo con una sonrisa burlona:

-¿Qué pasa? ¿todavía te duelen las nalgas por la paliza de anoche?

-Sí, señorita Juani. –contestó Lara sintiendo arder sus mejillas.

Fue en ese momento que se acercó a la mesa una chica de largos y rizados cabellos rubios, ojos verdes de mirada inquietante, rostro bonito y figura muy atractiva. Era alumna del último año, compañera de Eva y Juani, y luego de saludarlas se dirigió a Lara:

-Hola, cachorra. –le dijo a modo de saludo mientras le pellizcaba una mejilla, en un gesto que tuvo para la niña una incómoda familiaridad. Apartó la cara e inmediatamente Eva le dijo:

-Te ganaste una zurra, cariño, por haber sido tan descortés con nuestra amiga Pepi.

Pepi sonrió al escuchar a la rubia y luego de sentarse junto a Juani dijo:

-Mmmmhhhhh, me encantará ver ese espectáculo.

-Si quieres le das tú la paliza, al fin de cuentas eres la ofendida con el desplante de esta niña tonta.

Lara seguía el diálogo inquieta y curiosa a la vez, preguntándose el porqué de la presencia de la tal Pepi en la mesa, y no tardó en saberlo.

-Bueno, ¿qué dices? ¿se vienen esta noche? –le preguntó Eva a la recién llegada.

-Por supuesto. –respondió Pepi. –Allí estaremos a las 11.

Se puso de pie, tomó el rostro de Lara entre las manos, se inclinó hacia ella y le dijo sonriendo:

-Prepárate, cielo, porque esta noche mi chica y yo te vamos a comer cruda, pero antes te nalguearé hasta dejarte el culito rojo y echando humo. –y se retiró moviendo cadenciosamente las caderas.

Lara miró a Eva y a Juani alternativamente, buscando una respuesta a lo que acababa de ocurrir.

Después de una pausa fue Eva quien habló:

-Ni Juani ni yo somos egoístas, cielo, y por eso queremos empezar a compartirte.

-¡¿Compartirme?!

-Eso dije. –ratificó Eva. –Don Ramón fue el primero.

-Pero no será el único. –dijo Juani con una risita maligna.

-Pepi vendrá esta noche con su novia a visitarnos y tendremos una velada muy divertida y caliente.

-Contigo como protagonista, cielito. –amplió la morena.

Lara tuvo entonces todo claro. Eso de Pepi y su novia le sonó morboso y por lo mismo muy excitante. Eva y Juani la habían introducido brutalmente en la actividad sexual y ella se advertía cada vez más excitada con lo que le estaba pasando en manos de ambas chicas. Por momentos sentía culpa al ver cómo se iba derrumbando toda la estructura educativa y moral recibida de sus padres y el argumento al que apelaba era que estaba siendo forzada. Sin embargo, ese razonamiento se invalidaba por el hecho de que sentía un indudable placer, un intenso goce con todo lo que le hacían o ella debía hacer. No era excusa, y lo sabía, el ser forzada, porque gozaba cuando tenía sexo lésbico con sus Amas y había gozado cuando debió mamar la polla del conserje. Ésa era la verdad y no tenía forma de ignorarla, por aterradora que le resultara.

De pronto, la voz de Eva la sacó de su ensimismamiento.

-Don Ramón fue el primero y esta noche le seguirán Pepi y Ana, y a partir de ahora serás carne de placer para quienes nosotras decidamos.

Lara palideció al escuchar una síntesis tan contundente sobre su futuro e inmediatamente abrió la boca como para decir algo, pero no pudo emitir sonido alguno. Eva y Juani se miraron sonrientes y la morena dijo dirigiéndose a la esclavita:

-Esta noche te entregarás a Pepi y Ana y mañana te llevaremos otra vez ante don Ramón.

-Recordarás que le hemos prometido tu culito, cariño, y las promesas hay que cumplirlas. –se burló Eva provocando un estremecimiento en la niña.

…………….

Lara vivió muy dificultosamente las clases de la tarde, con su mente dividida entre la asignatura que se dictaba y lo que iba a ocurrir por la noche en la intimidad de la habitación.

Pepi le parecía muy atractiva y se preguntaba cómo sería Ana. Trataba de imaginar a que situaciones sería sometida y no tardó en llegar a la conclusión, habida cuenta de cómo solían tomarla sus dueñas, de que muy probablemente la harían víctima de un asalto múltiple. Enseguida recordó que Pepi iba a nalguearla y de pronto se dio cuenta de que se estaba mojando.

…………….

Mientras tanto, en otra de las aulas del instituto, Eva, Juani, Pepi y Ana, ésta una muchacha alta, delgada, de facciones interesantes y cabello rojizo cortado a lo varón, charlaban animadamente a la espera de la clase de matemáticas.

-Pepi me ha contado de lo buena que está esa niña. –dijo Ana dirigiéndose a Eva.

-No te va a desilusionar. –respondió la rubia.

-Oye, pero, ¿de verdad que es tan sumisa?

-Una perrita faldera.

-Mmmmhhhh, me va ese rollo.

-Y a mí. –dijo Pepi.

-Esa chavala es nuestra, ¿lo entienden?, es un animalito de nuestra propiedad y en cuanto a ustedes, les digo que podrán hacerle lo que quieran con el único límite de no lastimarla; no por sensiblería sino porque no nos gustan las heridas y consideramos que afectarían su belleza.

-De acuerdo, tía. –dijo Pepi. –Tranquila que la sangre tampoco es nuestro rollo. Pero sí que tal como me has propuesto me la voy a poner sobre las rodillas y te aseguro que le dejaré el culo echando humo.

-¡Buenas tardes, señoritas! –saludó la profesora al entrar y las alumnas respondieron de pie el saludo. Luego, nuevamente acomodadas en sus pupitres, Eva se inclinó hacia delante, donde se sentaba Pepi, y le dijo en voz baja:

-Me pondrá a cien que la nalguees duro hasta hacerla llorar.

Segundos después Pepi le pasó disimuladamente un papelito en el que la rubia leyó: tu perrita será un mar de lágrimas

La rubia deslizó la nota hacia Juani, que compartía con ella el pupitre. La morena le sonrió luego de leerlo y murmuró:

-Será una noche muy excitante.

-Como la de mañana, cuando se la llevemos a don Ramón para que se ocupe de su culito. –le respondió Eva en voz baja mientras la profesora escribía varias ecuaciones en el pizarrón e iba dando una serie de explicaciones al respecto.

………….

Por fin se hizo la noche. Eva, Juani y Lara cenaban en el comedor del instituto con la niña sentada junto a Eva.

-Supongo que sabrás cómo debes comportarte esta noche con las visitas. –le dijo la rubia.

-Sí, señorita Eva, debo ser obediente y sumisa.

-¿Qué más? –le preguntó Juani.

-Debo hacer y… y dejarme hacer todo lo que se me ordene. –contestó Lara con los ojos clavados en su plato.

Eva y Juani intercambiaron sonrisas expresivas de la intensa satisfacción que experimentaban y la rubia le dijo:

-Muy bien, cariño, muy bien, veo que eres una buena perrita.

-Sí, gracias, señorita Eva…

-Una perrita faldera, por lo obediente y sumisa. –siguió la rubia.

-Sí… Sí, señorita Eva…

-¿Entonces qué eres? –dijo Juani.

-Una perrita… una perrita faldera, señorita Juani…

Lara se escuchaba contestar y se iba excitando cada vez más. Reconocía ya sin tapujos que lo suyo era la obediencia, el sexo forzado e inclusive la humillación, el sentir que era un objeto de placer para otros, en este caso sus Amas y esas chicas a las que las Amas la entregarían esa misma noche, y también para don Ramón, cuya condición de vejete lascivo era para ella un motivo de excitación en sí mismo. No pensaba en chavales, que para ella no implicaban el menor atractivo sexual como lo tenían, sí, las chicas, pero estaban a empezando a atraerla los hombres viejos, como don Ramón, y también las mujeres mayores, en cuyos brazos se imaginaba dominada, sometida, forzada hasta las últimas consecuencias. Cuando fantaseaba con esa clase de señoronas, su ensueño le construía de inmediato en la mente la imagen de Doña Beatriz, la Directora del Instituto, cuya seriedad y severos modales la atraían y excitaban sobremanera.

Fue en ese preciso momento que sintió la mano de Eva bajo la falda, deslizándose por uno de sus muslos lentamente hacia su entrepierna. Un súbito temblor la agitó y tragó rápido el bocado de comida que acababa de llevarse a la boca mientras le dirigía a la rubia una mirada implorante. Cuando los dedos del Ama llegaron a destino descubrieron la humedad en las braguitas, corrieron la tela y se adentraron en el mojado conejito de la niña, que a esa altura era un volcán.

Juani había advertido lo que estaba ocurriendo y sus labios se abrieron en una sonrisa perversa.

Se inclinó hacía Eva y le dijo:

-Bien, querida, ve poniéndola en clima para lo que le espera, jejeje.

-No quieras saber lo mojada que está la muy perra en celo.

-Sería divertidísimo que la hicieras correrse aquí. –propuso Juani muy excitada.

Eva pareció considerar esa posibilidad durante un momento mientras dos de sus dedos no dejaban de trabajar el chocho de Lara y finalmente dijo:

-¿Por qué no?

Al escucharla, la niña, cuya entrepierna era un continuo fluir de jugos, le suplicó aterrada temiendo un gran escándalo en pleno comedor y ante tantas alumnas y celadoras encargadas de custodiar el orden imperante.

-Por favor, señorita Eva… Se lo… se lo suplico… no… no siga… aahhhhhhhh… ahhhh… no… no puedo más, no… no siga… se lo… se lo ruego…

Pero los dedos de Eva no le daban tregua mientras en la boca de la rubia se dibujaba una sonrisa cruel. Ahora, al índice y al dedo medio se había sumado el hábil pulgar, que le estimulaba el clítoris en tanto los otros dos intrusos seguían avanzando y retrocediendo una y otra vez dentro de su mojadísimo conejito. Lara tenía los muslos bien apretados y se había inclinado hacia delante, con los codos en la mesa y el rostro apoyado y oculto en las palmas de sus manos. Se desesperó ante las mariposas en el estómago y de inmediato las convulsiones que preanunciaban el orgasmo y cuando éste llegó sintió que todo su ser estallaba en luces que giraban en un vértigo embriagador. Se escuchó gritar, jadear, gemir roncamente y en medio de su terror vio venir hacia la mesa a una de las celadoras mientras la mano derecha de Eva descansaba inocente sobre la mesa y las miradas de todas las comensales convergían hacia ella al tiempo que un murmullo sordo se extendía por todo el comedor

-¿Qué pasa aquí? ¿Qué te ocurre, niña? –preguntó la mujerona de unos cincuenta años, de estatura normal, robusta y de cabello entrecano peinado con rodete mientras con una voz imperativa reclamaba silencio al resto de las alumnas.

Lara estaba coloradísima y apenas pudo balbucear algunas palabras ininteligibles, pero Eva dijo:

-Parece que se siente mal, nos venía hablando de unos retorcijones, nada grave, probablemente le ha caído mal la comida, un buen sueño y mañana estará bien.

Lara hubiera querido evaporarse en el aire cuando la celadora, a espaldas de Eva, se inclinó hacia la rubia y dijo:

-¿Me estás tomando por idiota o qué? ¿piensas que no sé lo que es un orgasmo? Esta desvergonzada se ha corrido, eso es lo que ha pasado. Y no me costaría nada comprobarlo si le meto mano donde ya sabes.

Eva vio la oportunidad de hacerle vivir a Lara una profunda humillación y puso cara de sorpresa escandalizada:

-¡¿Eso ha ocurrido con esta sinvergüenza?! ¡Qué desfachatez!

-Y tú qué ingenuidad, querida… -le dijo la celadora con expresión desconfiada. -¿Y ustedes qué? ¿no advertían que la zorrita se estaba tocando por debajo de la mesa?

-No, señora, no… en verdad Juani y yo charlábamos y comíamos… que no, que no nos dimos cuenta… -aseguró Eva poniendo su mejor cara de tonta en tanto la morena asentía con la cabeza.

-Bueno, como sea, tú –dijo señalando a Lara con un dedo –me ves mañana en mayordomía en cuanto termine la última clase del día. ¿Está claro?

-Sí… sí, señora… -contestó Lara luego de tragar saliva dificultosamente. La celadora se retiró y Eva dijo sin poder contener una risita maligna:

-Bueno, niña, parece que te las verás en dificultades.

-¿Quieres saber lo que va a ocurrir, perrita? Yo te lo adelanto, -le dijo Juani.

-¿Qué… qué se supone que va a pasarme, señorita Juani? –quiso saber la niña.

-Pues bien, te lo diré. –concedió la morena. –La celadora va a regañarte otra vez y luego te llevará ante la Directora para contarle lo que hiciste. Eres nueva aquí, vienes de otro colegio y éste es tu primer año en el instituto, por eso ignoras ciertas cosas de la disciplina interna.

-¿Qué cosas, señorita Juani? –preguntó Lara inquieta y ansiosa.

-No es algo que se ande proclamando a voz en cuello, pero aquí rige la llamada disciplina inglesa para castigar faltas de las alumnas que excedan algún nivel de gravedad.

Lara puso cara de no entender.

-Disciplina inglesa, cariño, nalgadas, azotes, ¿vas entendiendo ahora?

Lara tragó saliva:

-¿Cree que… que seré azotada, señorita Juani?

-No puedo asegurártelo, cielo, pero es probable que cuando la Directora escuche lo que hiciste disponga un castigo de azotes.

-Dios mío… -murmuró Lara como para sí misma.

-Eva y yo hemos sabido de algunos casos de chicas que han sido llevadas al sótano y sufrido la vara.

Los ojos de Lara se abrieron desmesuradamente:

-¿La… la vara?...

-Sí, la vara azotándoles el culo, como podría ocurrirte a ti.

Lara bajó la cabeza, atemorizada ante semejante perspectiva y entonces Eva y Juani intercambiaron una sonrisa perversamente cómplice.

-Ya ves hasta qué punto podemos manejarte, cariño, y hacer contigo lo que se nos antoje. –dijo la rubia.

-Mañana será otro día, perrita, esta noche lo tuyo es portarte bien con las visitas, jejeje. –agregó Juani

-Porque de lo contrario no sólo tendrás vara en el sótano sino también mi cinto, ¿entendido? –completó Eva.

-Sí, señorita Eva… -fue la sumisa respuesta de la muy preocupada Lara.

…………….

Eran las 11 en punto de la noche cuando Pepi y Ana llamaron discretamente a la puerta del cuarto de Eva, Juani y Lara.

Fue la rubia quien les franqueó la entrada e inmediatamente Ana clavó en Lara una mirada hambrienta.

-Vaya que está buena. –dijo y se aproximó a la niña, que tomada de un brazo por Juani permanecía con la cabeza gacha, en obediencia a una de las reglas de sumisión que sus Amas le habían impuesto.

Ana le enderezó el rostro tomándola de la barbilla y se encontró con los bellos ojos negros de la niña, que le sostuvo la mirada apenas un segundo para después apartarla intimidada.

-Vaya, si es para envidiarlas por ser dueñas de una cachorra tan bonita. –dijo la recién llegada. Juani entonces se apartó y Ana rodeó la cintura de Lara con sus brazos y fue aproximando sus labios entreabiertos lentamente a la boca de la niña, que temblaba y entreabrió también sus labios cuando sintió el contacto con los de la Ana. Luego fueron las lenguas entrelazadas en una danza íntima, húmeda, caliente. Las piernas de Lara temblaban y seguramente hubiera caído de no ser porque Pepi, que se le había pegado por detrás, la mantenía abrazada mientras le hacía sentir en las nalgas la presión de su vientre ansioso.

Eva y Juani observaban la escena y de pronto la rubia fue hasta su closet y volvió trayendo un pañuelo de seda negro lo bastante largo como para poder vendar los ojos de Lara.

-Será más excitante. –dijo y Ana aprobó la idea:

-Sí, perfecto, la sentiremos más indefensa y en nuestras manos.

Pepi también estuvo de acuerdo y mientras efectuaba con su vientre un movimiento circular al para que, de avance y retroceso sobre el culo de la niña, sugirió:

-Deberíamos desnudarla, ¿no creen?

-Se desnudará ella misma. –dijo Eva mientras anudaba el pañuelo en la nuca de Lara.

Ana y Pepi se apartaron y Juani dijo:

-Ya oíste, perrita, venga, desnúdate.

Lara sintió que el estar privada de la visión la excitaba aún más y empezó a quitarse la ropa siguiendo el orden que la rubia le iba marcando. Primero los zapatos negros, luego los calcetines rojos, la faldita escocesa a cuadritos rojos y azules, después la camisa blanca y cuando esa ropa hubo dejado de cubrirla aparecieron ante los ojos hambrientos de las cuatro chicas el sujetador y las braguitas blancas de algodón, como últimos velos de ese cuerpecito adolescente pero ya resuelto en formas mórbidas y armoniosamente redondeadas.

Lara vaciló cuando debía quitarse la ropa interior y lanzó un gritito asustado al sentir en su mejilla izquierda la bofetada que le dio Eva.

-¡QUÍTATE ESO! –la apremió la rubia y la jovencita, asustada, se desprendió de las últimas prendas que la preservaban de la desnudez total.

Quiso taparse un poco con la precaria ayuda de sus manos y eso le valió otra bofetada.

-Pepi, nalguéala, en eso habíamos quedado, ¿recuerdas? -dijo Juani.

-Claro que me acuerdo de que la muy insolente apartó la cara cuando le toqué la mejilla.

-Te ofendió. –intervino Eva. –De modo que debe pagarlo. Venga, siéntate, póntela sobre las rodillas y déjale el culo ardiendo.

-No, por favor, no… -rogó Lara ante la inminencia del castigo, pero sólo porque suplicar y fingir resistencia la excitaba.

-Ven aquí, pequeña insolente. –le dijo Pepi y sujetándola por una muñeca la arrastró hacia su propio lecho, en cuyo borde se sentó para después colocársela boca abajo sobre sus muslos.

Eva, Juani y Ana aguardaban expectantes el comienzo de la zurra y cuando Pepi estaba por descargar el primer golpe la rubia le dijo:

-Recuerda que me prometiste hacerla llorar.

-Va a llorar, pero tapémosle la boca, porque quizá grite y nadie debe oírla.

-Llevas razón, querida. –dijo Eva y tomó del piso las braguitas de Lara para metérselas en la boca convertidas en una pelotita. Entonces sí Pepi alzó el brazo, miró las indefensas nalguitas de Lara y descargó el primer golpe, cuyo sonido al dar contra la carne hizo respirar hondo a las tres espectadoras. El gemido de Lara fue ahogado por la improvisada mordaza y lo mismo sucedió con sus siguientes expresiones de dolor mientras la mano de Pepi caía una y otra vez sobre el culito desnudo que iba adquiriendo un tono rosado que viraba progresivamente hacia el rojo.

Lara había experimentado placer con los primeros chirlos, pero a medida que la zurra iba avanzando esa mezcla de dolor y goce fue convirtiéndose en puro dolor. Pepi tenía la mano pesada y cuando ya las nalgadas sumaban cien la niña lloraba desconsoladamente y su mente suplicaba por el fin del suplicio, mientras su delicioso culo se veía ya muy rojo.

-Llora. –dijo Pepi interrumpiendo por un momento la paliza.

-Llora, sí, y qué cachonda me pone verla llorar. –comentó Eva palpando con una de sus manos las maltratadas nalgas de Lara.

-Mmmmmmmhhhhh, están hirviendo. –dijo con voz algo enronquecida por la excitación.

-Creo que ya ha tenido suficiente castigo. –intervino Ana. –Ahora a gozarla, ¿no les parece?

-Sí, me parece bien. –contestó Pepi echando a Lara al piso, donde la pobre niña siguió sollozando. Eva y Juani la tomaron de los brazos, le quitaron las braguitas de la boca y sin miramientos la tumbaron de espaldas sobre su propio lecho.

A partir de allí Lara se vio sumergida en un vértigo alucinatorio. No eran ocho manos las que la recorrían, sino decenas, centenares, miles multiplicadas en una sucesión interminable de presiones, toques y pellizcos en todo su cuerpo indefenso y gozoso ante el asalto. Boca abajo y de espaldas alternativamente supo de pezones duros y erectos en la boca, de lenguas que horadaban su sexo y lamían su clítoris, de obscenidades murmuradas en sus oídos, de bofetadas sorpresivas, de insultos humillantes, de dedos que se hundían violentos en su vagina y por último, cuando en la cumbre del goce se sentía ya en los umbrales del orgasmo, sonó la voz imperativa de Eva:

-¡Basta ya! –y las manos y las bocas la abandonaron precipitándola en una angustiosa soledad y un hambre urgente que no le habían permitido saciar.

-¿Es que van a hacer que se corra antes que ustedes? –preguntó la rubia dirigiéndose a Ana y Pepi. -¡Nada de eso! ¡Ella es una esclava y debe hacerlas gozar a ustedes antes de tener el privilegio de que se le permita correrse!

Ambas chicas, con sus cabelleras revueltas, las caras enrojecidas y la respiración agitada parecieron separarse de mala gana del cuerpo desnudo de Lara, pero aceptaron el razonamiento de Eva y su sugerencia de que se desnudaran. Lo hicieron con movimientos rápidos y nerviosos para después tenderse de espaldas en la cama, una junto a la otra, mientras Eva sostenía de pie a Lara luego de sacarla del lecho. Era conmovedor el aspecto de la niña, que jadeaba con los ojos vendados y la boca muy abierta, excitadísima. Juani se le acercó por detrás, le rodeó la cintura con ambos brazos y apretada contra ella le pasó la lengua por una oreja, lentamente.

-Estás hirviendo, mi cielo… ¡qué puta habías resultado!...

A ella y a Eva les encantaba humillar a la pobre niña, era ése uno de los goces principales que obtenían de ella y no perdían oportunidad de darse el gusto.

Ana y Pepi ya estaban desnudas y anhelantes de recibir a Lara. Eva la colocó sobre ambas, en el medio, y a partir de allí las dos comenzaron a disputársela, tomándola del pelo o de las muñecas para dirigir hacia diversos lugares de sus cuerpos calientes la boca y las manos de la niña. Fue Pepi quien primero encogió un poco sus piernas, separó las rodillas y tomando a Lara del pelo le llevó la cara hacia su chocho, que manaba jugos en abundancia. Lara supo de qué se trataba y empezó a deslizar su lengua con una cierta habilidad que ya había adquirido en manos de sus Amas, provocando fuertes gemidos en Pepi y risitas nerviosas en Ana, que empezó a sobar las nalgas y las tetitas de la niña mientras ésta lamía, chupaba el clítoris y deslizaba por él su lengüita y de a ratos la hundía todo lo que le era posible en ese nido empapado cuyo sabor le gustaba mucho. A poco de haberse aplicado Lara a esa tarea, Pepi comenzó a temblar e inmediatamente después explotó en un orgasmo prolongado mientras, por prudencia, se tapaba la boca con una mano para ahogar el grito que le estremecía la garganta. Lara intentó incorporarse para descansar un poco y normalizar su respiración, pero Ana la tomó del pelo con fuerza y la niña se vio otra vez lamiendo y chupando, esta vez entre otros muslos que, por momentos, le apretaban con fuerza la cabeza y volvían a abrirse como acompañando el ritmo de los gemidos de la pelirroja. Lara se desesperaba tratando de que el clímax de la chica llegara lo antes posible y después le permitieran el orgasmo a ella, que ya no daba más de tanta tensión y deseo insatisfecho. Por fin su lengua lamiendo mientras sus dedos estimulaban el clítoris, tal como lo había aprendido de Eva y Juani, provocaron el anhelado orgasmo en Ana, que también hubiera gritado, y con gusto, de no ser porque Pepi le había tapado la boca.

Y entonces sí, después de un momento que ambas chicas emplearon para recuperarse de la deliciosa fatiga del ejercicio sexual, se echaron sobre Lara, la pusieron de espaldas con las piernas abiertas y encogidas y se aplicaron a trabajarle el conejito, del cual salía una considerable cantidad de flujo que ambas bebían con extremo placer. Mientras una la lamía y le estimulaba el clítoris la otra se ocupaba de su culo con un dedo que entraba y salía haciendo que Lara tensara sus nalguitas sintiendo que aquello era un placer que empezaba a resultarle exquisito.

Instantes después, cuando los tres cuerpos sudorosos vibraban en un incesante estremecimiento, Lara abrió mucho la boca, como para gritar, Eva, atenta, se la tapó con una mano y entonces la niña se agitó con violencia y prolongadamente en medio de un violento orgasmo.

Lara quedó desmadejada en la cama mientras Ana y Pepi, después de un momento, se reincorporaron agotadas y felices, satisfecha con creces la expectativa con la que ambas habían llegado.

Le agradecieron a Eva y a Juani por el intenso placer obtenido de la niña, las felicitaron por el alto nivel de obediencia que habían sabido inculcarle y se despidieron hasta el día siguiente para volver a su cuarto, darse una ducha y zambullirse en el sueño.

Eva y Juani también tomaron una ducha, juntas, tuvieron sexo bajo el agua tibia y luego volvieron a la habitación para dormirse sin ocuparse de Lara, que de tan agotada se había sumido en el sueño a pesar del temor que sintió al recordar lo que le esperaba al día siguiente, cuando debía presentarse ante la temible celadora.

 

(continuará)

(9,27)