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Lara, una chica muy obediente

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Al día siguiente Lara debió hacer un esfuerzo considerable para salir de la cama. Lo primero que pensó al despertarse fue en la celadora y la posibilidad de enfrentar una azotaina con la vara, además de la humillación extrema que padecería ante Doña Beatriz, la Directora.

Lo que le había hecho Eva en el comedor, al provocarle un orgasmo en público, había sido una infamia y, al mismo tiempo, una muestra de que sus Amas eran verdaderamente perversas y ella no estaba en condiciones de imaginar cuáles serían los límites de ambas chicas.

Se acordó de pronto de que además de la comparecencia ante Doña Beatriz, por la noche Eva y Juani volverían a entregarla al conserje, que esta vez iba a gozar de su culo.

“¡Dios mío! Hasta ahora sólo me han metido allí un dedo que otro, pero esta noche lo que van a meterme es una polla, y ese viejo verde la tiene bastante gorda…” –pensó inquieta mientras entraba al aula para la primera clase de la jornada.

Mientras tanto, el curso de Eva y Juani tenía la hora libre debido a que la docente de geografía no había asistido al instituto por encontrarse con gripe. Una celadora les avisó que debían esperar en el aula la clase siguiente, y que lo hicieran en orden si no querían ser sancionadas.

De inmediato Eva, Juani, Pepi y Ana se pusieron a comentar lo ocurrido la noche anterior con Lara y luego de prometerle a ambas que habría nuevas invitaciones a gozar de la niña, la rubia les contó lo que le había hecho a Lara en el comedor y las consecuencias que su forzado orgasmo en público tendría para la pobre.

Las dos chicas oyeron estupefactas el relato y al final soltaron una carcajada.

-Oye, guapa, eres increíblemente mala con esa pobrecita a la que estoy segura Doña Beatriz le hará dar con la vara. –dijo Ana.

-¿Lo de mala ha sido una crítica o qué? –preguntó Eva. –Porque si lo ha sido olvídense tú y tu novia de volver a gozar de la perrita.

-¡No, tía! ¡Claro que no fue una crítica! Es sólo que tu nivel de crueldad me asombró, pero vamos, está muy bien y, es más, si se me ocurriera a mí o a Pepi algo para hacerle te lo diríamos y a ver qué pasa.

-Claro, toda idea será muy bienvenida. –intervino Juani.

-A propósito de ideas yo tengo una. –comentó la rubia. –que ni a ti te la he dicho todavía, Juani.

La morena la miró sorprendida y entonces Eva dijo:

-Conoces el terreno del fondo, seguramente, donde está ese cobertizo semiderruido.

-Sí, claro, donde está la cancha de paleta en desuso y bastante descuidada también.

-Sí. –ratificó Eva y de inmediato se sumó Ana:

-Nosotras también conocemos ese lugar. Está totalmente abandonado, con la maleza muy crecida y el cobertizo en cualquier momento se viene abajo.

-Sí, que no está para ir de picnic, claro, pero a mí me da mucho morbo si pienso en llevar allí a Lara. Piensen que en cinco años que llevo aquí jamás he visto a nadie en ese lugar. El sitio ofrece una impunidad absoluta.

Las otras tres parecieron considerar por un momento lo que Eva había dicho y finalmente fue Juani quien habló:

-Vale, convenido entonces. El próximo fin de semana la llevaremos allí.

-Oigan, ¿nos consideramos invitadas a esa excursión? –pregunto Pepi.

-Por cierto, tía. –confirmó la rubia con una mueca de perversidad en su rostro mientras nuevas ideas, a cuál más morbosa, se iban sucediendo en su mente.

………………

Por fin dieron las cinco de la tarde y con ese momento la finalización de la jornada de clases.

Al oír el timbre que daba por concluida la hora de química Lara se estremeció recordando su obligada cita con la celadora. Mientras el resto de las alumnas abandonaba el aula en medio de un alegre alboroto, ella tomó su carpeta y el resto de los útiles y guardó todo en la mochila, para luego encaminarse lentamente a mayordomía.

Era una pequeña sala a modo de vestíbulo, con un escritorio y una silla y a través de la cual se accedía al recinto principal, con los armarios personales y una mesa alargada de dimensiones considerables con varias sillas a sus lados.

En una de esas sillas estaba la celadora, que clavó sus ojos en ella.

-Bu… buenas tardes… se… señora… -saludó Lara tartamudeando de miedo.

La mujerona se incorporó y avanzó muy lentamente hacia ella, con las manos en las caderas.

La niña mantenía la cabeza gacha y había empezado a ser presa de un incontrolable temblor.

-Muy bien, aquí tenemos a la desvergonzada que es capaz de tocarse hasta tener un orgasmo en el comedor, ante todas sus compañeras.

Lara tragó saliva y buscó desesperadamente un argumento para escapar de la situación en que la había metido la crueldad de Eva, pero no encontró nada que decir.

-¿Tienes idea, grandísima guarra, de la enormidad de tu asqueroso comportamiento?

La enorme tensión de tan duro momento hizo que Lara rompiera en sollozos que no conmovieron a la celadora:

-Si piensas que con tu llantito vas a ablandarme estás muy equivocada, golfa. –dijo la mujer con tono severo y tomando a Lara de un brazo la arrastró hacia la puerta:

-Doña Beatriz nos espera. ¡Venga! ¡Muévete! ¡camina!

La celadora la llevó sin soltarle el brazo hasta el despacho dela Dirección, se anunció ante la secretaria explicando que la Directora la esperaba y luego de unos minutos se le franqueó el acceso al despacho.

Doña Beatriz estaba sentada a su gran escritorio ocupado en buena parte por carpetas, libros y diversos papeles.

Al entrar la celadora y Lara levantó la vista y contestó secamente el saludo de la mujerona.

-Bien, Sara, explíqueme qué es eso tan grave que tiene para contarme. –dijo envolviendo a Lara en una mirada inquisidora.

-Créame, Doña Beatriz, que es de tal magnitud la falta de esta niña que incluso me resulta difícil empezar a contarle. –comenzó a decir la celadora.

-Sara, no tengo todo el día. –la apremió la Directora.

-Sí, señora, comprendo y discúlpeme usted. Es que, vamos, esta grandísima sinvergüenza se ha estado tocando ayer en el comedor, durante la comida y bueno, se ha tocado hasta tener… hasta tener…

-¡¿Hasta tener qué demonios, Sara?!

-¡Hasta tener un orgasmo, Doña Beatriz! –se animó por fin la celadora y luego de ese primer impulso siguió como envalentonada.

-La muy sinvergüenza se tocó hasta provocarse un orgasmo en pleno comedor y terminó gritando, gimiendo y jadeando ante todo el alumnado que por supuesto se dio cuenta. Fue un verdadero escándalo, señora Directora. –concluyó Sara.

Lara estaba sumida en la más absoluta desesperación. Por un lado, aterrorizada, pero también caliente, cachondísima ante la fantasía de que fuera la mismísima Doña Beatriz quien la llevara al sótano para aplicarle el castigo de vara que le habían preanunciado Eva y Juani. Había comenzado a transpirar y hasta se dio cuenta de que estaba mojándose mientras sus mejillas ardían.

Tras haber escuchado a Sara, la Directora permaneció un momento en silencio, sin apartar la vista de Lara. Luego preguntó:

-¿Cuál es su nombre, señorita?

-Lara, señora… Lara Hernández…

Doña Beatriz hizo una pausa y luego dijo mientras abandonaba su escritorio para ir hacia Lara, ante la cual se detuvo:

-¿Tiene usted algo que decir, señorita Hernández, respecto de lo que me ha contado la celadora?

Lara, con la vista obstinadamente clavada en la alfombra azul que cubría todo el piso del despacho se mantuvo en silencio durante un instante y luego dijo con voz apenas audible y sin poder dominar el temblor que la sacudía de pies a cabeza:

-No… no, señora Directora…

-¿Debo entender entonces que reconoce usted haber cometido la falta que me ha descripto la celadora?

Lara tragó saliva y dijo:

-Yo… es que…

-¡¿SE DECLARA USTED CULPABLE O NO, SEÑORITA HERNÁNDEZ?! –insistió Doña Beatriz y su voz grave sonó como un trueno amenazador.

La niña pareció encogerse, presa del terror. Pensó en su situación, por completo en poder de Eva y Juani, que podían sumirla en una espantosa tragedia y apenas pudo murmurar su confesión:

-Sí… Sí, señora Directora… -y estalló después en un llanto nervioso.

Doña Beatriz recuperó la calma, volvió a su escritorio y una vez sentada le dijo a la celadora:

-Llévesela inmediatamente al sótano y hágale sentir la vara. Tal vez eso la haga reflexionar y podamos hacer que retome el buen camino.

-¿Cuántos azotes debo darle, señora Directora?

Doña Beatriz pensó un momento y luego le preguntó a Lara:

-¿Te sabes el Padre Nuestro?

-Sí, señora Beatriz.

Y entonces la Directora pronunció la sentencia con tono impasible:

-Hazle rezar el Padre Nuestro y le das un azote al término de cada frase. ¿Está claro?

-Perfectamente claro, señora Directora. -respondió la celadora. -¿Puedo retirarme?

Doña Beatriz la autorizó con un gesto de su mano y una vez fuera del despacho la mujerona apretó con fuerza el brazo de Lara y sin hacer caso de los sollozos de la niña la condujo hacia la puerta de acceso al sótano, que estaba ubicada en un rincón al fondo de la planta baja, oculta por un cortinado de terciopelo rojo.

El clima era otro muy distinto tras esa puerta. La sobria elegancia que campeaba en todo el edificio del instituto se veía reemplazada por una siniestra sordidez. Los peldaños de la escalerilla de madera crujían a cada paso de la mujerona y de Lara, que temblaba amedrentada por el clima del lugar. La iluminación provenía de dos bombillas que colgaban del cielorraso descascarado sujetas por sendos cables. El piso era de tierra apisonada, las paredes de ladrillo y se percibía un intenso y desagradable olor a humedad. De uno de los muros colgaban tres varas de distintos grosores y un largo similar que la jovencita estimó en alrededor de un metro. Al centro había un caballete cuya parte superior estaba acolchada y forrada con cuero negro. De los extremos inferiores de las cuatro patas se desprendían otras tantas cuerdas de un metro de largo cada una y que servían para sujetar a la desdichada de turno.

La celadora empujó a Lara hacia el caballete y allí quedó la pobre murmurando en vano una súplica mientras veía a la mujer que tomaba una de las varas y avanzaba hacia ella lentamente, exhibiendo en su cara una sonrisa cruel.

-Abre la boca. –le ordenó y cuando Lara lo hizo le puso la vara entre los dientes. Enseguida la acomodó con rudeza boca abajo sobre el caballete, le subió la falda hasta la cintura y le quitó las bragas, la ató por muñecas y tobillos, le quitó bruscamente la vara de la boca y luego de colocarse a sus espaldas le dijo:

-Ahora sabrás lo que es bueno, perra calentona. Reza el Padre Nuestro y arrepiéntete de tu pecado.

Pero la niña no hacía más que sollozar, presa del miedo ante la inminencia de tan duro castigo.

-¡QUE RECES HE DICHO! –gritó la mujerona y entonces Lara se dio cuenta de que si no obedecía iba a ser peor.

-Padre Nuestro que… que estás en los cielos… ¡Ahhhhhhhh! –y la vara cayó por primera vez sobre sus estremecidas nalguitas. Jamás hubiera imaginado semejante dolor, que sintió primero en su culo y que después, con la velocidad de un rayo, se extendió cual descarga eléctrica por todo su cuerpo.

-¡SIGUE! –aulló la celadora.

-Santificado sea tu…

¡¡¡SIGUE!!!

-tu… tu nombre… ¡¡¡Aaaaaaauuuuuuuu!!! –y la vara volvió a golpearla.

Estremecida de dolor se dijo que no le convendría irritar a su torturadora y entonces, resignada y rogando ser capaz de soportar el suplicio, continuó con lo ordenado:

-Venga a nosotros tu reino … ¡¡¡Aaaaaahhhhhhh!!!...

-Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el cielo… ¡¡¡Aaaaayyyyy!!!

A esa altura las palabras brotaban de la boca de la niña entre jadeos y a cada varillazo el cuerpo se agitaba prisionero en las cuerdas que lo inmovilizaban sobre el caballete. Sobre el hermoso culito se veían cuatro marcas rojizas, productos de otros tantos azotes que llevaba padecidos. En medio de su dolor rogó que no se olvidara de la oración, porque eso provocaría seguramente la ira de la celadora y peligrosas consecuencias para ella.

-Danos hoy nuestro pan de cada día… ¡¡¡¡¡Aaaaaahhhhhhh!!!!!

Era una música perversa la que se escuchaba en el sótano, hecha de las frases de la oración, el silbido de la vara en el aire, el chasquido al dar contra la carne desnuda, los gritos de Lara y la respiración agitada de la celadora.

-Y perdona nuestras… nuestras ofensas, así como… como nosotros perdonamos a… a quienes nos ofenden… ¡¡¡AAAAAYYYYYY!!!

La mujerona era evidentemente muy diestra en el manejo de la vara. Golpeaba cada vez en franjas distintas del culo y así conseguía una marca por azote, como era su deseo. Sentía un intenso placer siempre que cumplía con esa tarea, un placer mayor cuanto más hermoso era el culo que le tocaba azotar. El de Lara lo era en grado sumo y, por tanto, la celadora estaba sintiendo un goce exquisito.

-No nos dejes… no nos dejes caer en la tentación y… y líbranos del mal… -musitó la niña ya casi sin fuerzas y luego el grito que pareció brotar de sus entrañas: -¡¡¡AAAAAAAAAAAUUUUUU!!!...

Quedó jadeando y gimiendo su dolor, y la celadora le dijo implacable y lamentando en su fuero íntimo que el suplicio finalizara:

-Falta el final.

-Amén… -murmuró Lara y de inmediato sintió una nueva quemazón en sus nalgas. Lanzó un último grito y quedó después exhausta y sufriente, con las mejillas empapadas en llanto y un sudor frío en todo el cuerpo.

La mujerona se le puso al costado, le pasó una mano por las maltrechas redondeces y se inclinó sobre ella para hablarle al oído:

-¿Has aprendido la lección, golfa?... Aunque para ser franca ojalá vuelvas a las andadas y pueda yo tenerte otra vez aquí para darte una buena zurra en este lindo culito que tienes. –y le dio un pellizco que hizo gemir de dolor a Lara.

Una vez desatada se incorporó con esfuerzo, se puso las bragas y salió del sótano para ser dejada por la mujerona en el gran hall de entrada, junto a la escalera.

-A tu cuarto de inmediato. –fue la orden. Y Lara comenzó el ascenso de la escalera hasta su cuarto sintiendo un fuerte dolor en sus nalgas, que parecían estar al rojo vivo tras la paliza.

Eva y Juani la estaban esperando ansiosas. Debió contarles todo lo ocurrido, su comparecencia ante Doña Beatriz, la sentencia impuesta por la Directora y el suplicio padecido en el sótano.

Sus Amas la escucharon con evidente placer y fue Eva quien al término del relato le ordenó que les mostrara el culo.

Lara se levantó la falda y fue Juani quien le deslizó las braguitas hacia abajo. Ambas pudieron entonces apreciar claramente las ocho líneas rojizas que cruzaban las nalgas de la esclavita.

-Mmmmhhhhhhh, buena zurra te han dado… -dijo Eva evidenciando su placer ante el espectáculo que ofrecía el culo de Lara.

-¿Te duele, perrita? –quiso saber Juani.

-Sí, señorita Juani, me duele y me arde mucho… -contestó la jovencita y después se atrevió a preguntar: -¿Puedo… puedo pedirles algo?

-Habla. -La alentó Eva.

-Sé que esta noche van a… van a llevarme ante don Ramón, pero, pero me duele mucho… Por favor, ¿podrían dejarme descansar esta noche, señoritas?... Me será muy duro soportar lo que don Ramón me va a hacer…

Ambas chicas se miraron, sonrieron con crueldad y Eva dijo:

-Qué ingenua eres, niña, ¿de verdad piensas que puede importarnos lo que sientas o dejes de sentir?

-Esta noche don Ramón va a usarte por el culo, ¿está claro? –intervino Juani. –Así que harás bien en echarte a descansar ahora mismo para estar en buena forma ante el viejo.

Lara estaba segura de que ésa sería la respuesta a su petición, porque no esperaba ninguna piedad de sus Amas.

-Venga, duerme, nosotras vamos a estudiar a la biblioteca y te despertaremos para la hora de la cena. –le dijo Juani antes de retirarse junto a la rubia.

La jovencita se desvistió y se dirigió al baño con la intención de mirarse las nalgas en el espejo. Lo hizo y sintió rechazo y excitación ante las marcas dejadas por la vara de la celadora. En un instante revivió todo lo ocurrido en el sótano, volvió a ver las paredes de ladrillo, a sentir el olor a humedad y a escuchar la voz de la mujerona y ese silbido de la vara antes de dar contra su carne desnuda y de pronto, con la mirada fija en sus nalgas que el espejo le mostraba, tuvo un sobresalto al darse cuenta de que se estaba mojando. Sus Amas no estaban, era libre de entregarse a esa exigencia de su cuerpo, que reclamaba satisfacción, y sin dudarlo se masturbó frenéticamente hasta alcanzar el orgasmo entre jadeos, gemidos y algún grito. Se higienizó y salió del baño agotada para tenderse en su cama boca abajo a fin de evitar el roce de la sábana en su maltratado culo. Le costó dormirse, debido a la intensa molestia que sentía en las nalgas, pero finalmente el sueño fue piadoso con ella y pudo olvidarse de todo.

……………

La despertó Eva zamarreándola hasta conseguir que Lara emergiera del profundo sueño en el que se había sumido. La niña se sentó en la cama, abrió los ojos con esfuerzo y preguntó:

-¿Es la hora de la cena, señorita Eva?

-No, es la hora de que tomes un baño. Don Ramón nos espera. Vine para despertarte a la hora de la cena, pero estabas tan profundamente dormida que preferí dejarte seguir descansando. Te queremos bien espabilada para el viejo.

Lara se frotó los ojos y luego salió de la cama exhibiendo su desnudez ante ambas chicas.

-Mmmmhhhhh, qué bocado tan apetitoso eres, niña. –dijo Eva y la tomó de un brazo para ponerla de espaldas.

-Seguramente a ese viejo verde se le debe estar haciendo agua la boca pensando en el culito que va a comerse esta noche. –comentó mientras miraba las deliciosas redondeces posteriores de la esclavita.

La niña se estremeció al oírla y se sorprendió deseando probar la polla del conserje y conocer las sensaciones que le penetración iba a provocarle.

Un rato después, tras el baño ordenado por Eva, iban las tres camino a las habitaciones del conserje, que para entonces caminaba nervioso por el living a la espera del delicioso bocadito que iba a comerse esa noche.

Los discretos golpecitos a la puerta precedieron a la entrada de Eva, Juani y Lara, quien inmediatamente estuvo en los brazos del ansioso e impaciente vejete.

-Mmmmhhhhhh, niña, no sabes las ganas con las que esperé este momento. –le dijo el conserje después de besuquearla en la boca, las mejillas y el cuello.

Lara sintió asco y calentura a la vez y luego de una breve resistencia se entregó a los magreos del vejete.

-Venga, don Ramón, no pierda el tiempo que queremos ver cómo la empala. –intervino Eva mientras las manos del conserje se crispaban sobre las nalgas de la niña.

-Desnúdela, don Ramón. –agregó Juani. –Y métale de una buena vez su polla en el culo.

Exacerbado por esas voces el viejo soltó a su jadeante presa y comenzó a desvestirla con gestos que la ansiedad entorpecía.

Cuando la jovencita exhibió sin velo alguno su belleza Juani la tomó de un abrazo y la puso de espaldas al viejo.

-Mire, don Ramón, mire qué bocadito va usted a comerse. –dijo la morena y Eva, ni lerda ni perezosa, empezó a acariciar las nalgas de la esclavita mientras le sonreía al conserje, como invitándolo a disfrutar del manjar que se le ofrecía.

Lara temblaba, un poco de temor y otro poco de calentura cuando el viejo dijo:

-Ponédmela en cuatro patas que voy a clavarla. -mientras se desabrochaba la bragueta y sacaba su polla ya bien dura y erecta.

Entre Eva y Juani colocaron a la niña en la posición indicada, pero la rubia dijo dándole al viejo un pote que extrajo del bolsillo de su blusa.

-Póngase un poco de esta crema en la polla, donde Ramón, que después le pondremos un poco a ella en la entradita. El viejo tomó el pote como de mala gana y demostrando impaciencia se untó el trozo con la crema, le devolvió el pote a Eva y esta le ordenó a la niña:

-Separa las rodillas.  -y cuando Lara lo hizo don Ramón se le hincó entre las piernas con la polla sujeta en su mano derecha y apuntando al objetivo, un diminuto círculo rosado con estrías levemente más oscuras que el sátiro pudo apreciar porque Eva mantenía abiertas las nalguitas con sus manos. Juani fue quien le puso un poco de crema a las puertas de aquel sendero que no conocía más que el dedo medio de sus Amas, a las que les encantaba la resistencia que el anillito ofrecía cuando la penetraban analmente. Pero qué poca cosa un dedo frente a lo que le esperaba ahora, a punto de tragar por el culo la primera polla de su vida. Estaba ansiosa de esas sensaciones desconocidas, pero a la vez sentía un miedo que la hacía estremecerse en temblores incontrolables.

Eva y Juani, la rubia sin dejar de abrir las nalgas de Lara, miraban con perversa ansiedad la verga no demasiado larga pero sí gorda a la cual iba a ser sacrificada la virginidad anal de la jovencita. El vejete contemplaba ese bocadito con ojos desorbitados, la boca abierta y un hilo de baba que se le deslizaba por la barbilla. Las dos chicas lo apremiaron:

-Venga, don Ramón, métasela ya. –dijo Eva.

-Hombre, que no tenemos toda la noche. –agregó la morena.

-¿Qué son estas marcas? –quiso saber el conserje al reparar en las huellas de la vara. -¿Es que la han llevado al sótano?

-Sí.  -confirmó Eva sin ganas de extenderse en explicaciones porque su interés era ver empalada a la esclavita. El vejete le dirigió una mirada inquisidora pero la rubia lo desalentó, impaciente:

-¡Leches! ¡¿Qué quiere usted, don Ramón? ¿comerse este bonito culo o saber por qué le dieron vara?

El conserje movió la cabeza, disgustado por la respuesta, pero por supuesto se dispuso a seguir adelante.

Lara temblaba entre jadeos cuando sintió la punta de la polla apoyarse en la entradita y presionar un poco buscando entrar. La niña corcoveó en un instintivo gesto de defensa y Juani le dio una bofetada:

-¡Nada de tonterías! –le advirtió y Lara, sobrepasada por la enorme tensión nerviosa a la que estaba sometida, se largó a llorar mientras de su boca brotaban súplicas que excitaban aún más al conserje.

Para la niña, la mezcla de sensaciones opuestas, miedo y deseo, confluían en un vértigo que la atrapaba irremediablemente en medio de la certeza de que era una marioneta cuyos hilos manejaban sus Amas. Fue entonces que, tras algunas embestidas, don Ramón pudo meter por fin el glande de su polla y luego siguió empujando mientras Lara, presa de ese dolor desconocido e intenso gritaba, aunque sus gritos se convertían en sordos gemidos ahogados por la mano de Juani sobre su boca. Eva contemplaba perversamente extasiada cómo la polla iba desapareciendo dentro del culito de la niña mientras don Ramón, con la vista clavada en esas redondeces, bufaba cual bestia en celo.

Lara tenía la cara empapada en llanto que bañaba también esa mano de Juani que obraba como una mordaza. La polla, ya completamente adentro, avanzaba y retrocedía mientras las manazas del viejo apretaban con fuerza las caderas de la niña y ésta sentía una presión tal en el interior de su trasero que temía que sus pobres nalgas fueran a estallar en cualquier momento.

-Tranquila, niña, tranquila, relájate queridita y ya verás cómo termina gustándote. –Le dijo Juani afectando un tono cariñoso.

El conserje seguía con la penetración e instantes después Lara sintió que el dolor y la intensa molestia iban atenuándose. Logró entonces aflojarse un poco y no sin asombro se dio cuenta de que el ir y venir de ese ariete de carne dentro de ella empezaba a proporcionarle placer. Los gritos y el llanto fueron transformándose en gemidos y jadeos.

Eva y Juani advirtieron lo que estaba ocurriendo con la esclavita y su iniciación en el sexo anal e intercambiaron miradas y sonrisas cómplices.

-¿Lo ves, golfilla? Era cuestión de relajarse… -le dijo Juani con tono burlón. Eva, por su parte, le pasó su mano derecha por debajo del vientre y comenzó a estimularle el clítoris, ante lo cual Lara exhaló un gritito y se puso a jadear presa de una calentura cada vez más intensa. Sintió que aquello era el sumun del goce: la polla del viejo taladrándola deliciosamente como jamás pudo imaginar en esos primeros momentos de dolor y molestia, y la habilidad de la rubia para jugar con su botoncito.

Don Ramón aceleró en ese momento el ritmo de la penetración a la par que de su boca abierta brotaban fuertes jadeos, gemidos y expresiones obscenas.

Por fin soltó el lechazo y Lara sintió esa inundación caliente que le llegaba cuando ella a su vez se deshacía en un orgasmo interminable y un grito que no pudo ser por la presión de la mano de Juani sobre su boca.

El conserje cayo hacia delante, sobre la espalda de la niña y allí quedó resoplando mientras Eva le metía dos dedos en la boca a Lara, dos dedos empapados de sus propios jugos vaginales que la esclavita debió chupar para limpiarlos y a la vez probar, por primera vez, el sabor de sus fluidos. Hasta ese momento ni a ella ni a Juani se les había ocurrido eso cuando follaban a su presa y ésta, después de un primer gesto de asco y rechazo, encontró que no le disgustaba ese sabor.

El conserje, después de haber recuperado el aliento, se incorporó un poco tambaleante, guardó la polla dentro del pantalón y observó cómo Eva inspeccionaba el culo de Lara con la niña aún en cuatro patas, para comprobar que la penetración no había causado lesiones.

-Vístete. –le ordenó Eva a la esclavita y mientras ésta obedecía don Ramón le dijo a la rubia:

-Oye, niña, ¿qué hay de una tercera vez?

-Mmmhhhhh, sí, aún queda un agujero. –contestó Eva. –Ya hablaremos, don Ramón.

-Quiero ser quien la desvirgue. –insistió el viejo-

-Se lo hemos prometido y vamos a cumplir. –le contestó Eva para el estremecimiento de Lara, que tragó saliva al escucharla mientras el conserje se frotaba las manos con expresión lasciva.

De regreso a la habitación, en tanto sus dueñas iban prestas a ponerse a cubierto si detectaban alguna presencia que las pusiera en peligro de ser descubiertas, la niña recordaba todo lo vivido en manos del conserje y no sin remordimiento aceptaba que Eva y Juani la estaban convirtiendo en una esclava y en una puta y eso se sentía, una esclava puta. Sabía del sexo lésbico y de la polla y todo le daba placer, tanto como gozaba obedeciendo, resignando por completo su voluntad para someterse, gozosa y excitada, a la tiránica voluntad de sus amas.

“¡Dios mío! –se dijo. ¡¿En qué me estoy convirtiendo?! ¡¿Adónde va a llevarme este camino?!” –pero aun en medio de sus temores y un atisbo de culpa supo que, aunque hubiera tenido la posibilidad de renunciar y escaparse de sus perversas dominantes, no lo habría hecho. Eva y Juani habían sabido despertar su lado más profundo y oscuro y admitió que no sólo era esclava de ambas chicas sino también de sus propios deseos, por condenables que éstos le resultaran desde la razón.

Por fin, luego del sigiloso descenso a través de escaleras y pasillos llegaron a la habitación y una vez a salvo Eva lanzó una carcajada y dijo:

-¡Cuánto has gozado, grandísima puta!.

Lara enrojeció y Juani le dijo:

-Ahora vas a hacernos gozar a nosotras, golfa, nos hemos calentado muchísimo viendo cómo ese viejo te clavaba por el culo. No nos gustan las pollas, pero sí tu lengua, así que prepárate. –concluyó mientras comenzaba a quitarse las ropas. Eva la imitó y un instante después ambas se plantaban de pie ante Lara, que debió arrodillarse.

Eva fue la primera en abrir sus piernas:

-Venga, sabes muy bien lo que quiero… -dijo imperativa, y Lara avanzó de rodillas, adelantó su rostro hacia el coño de la rubia y su lengua hendió decidida los labios exteriores y en un movimiento hacia arriba dio con el clítoris, que un instante después se hinchó como respuesta al estímulo.

-Así, perrita… así… -la alentó Eva, cuyo conejito no tardó en humedecerse. Lara iba lamiendo y sorbía con deleite esos jugos algo dulzones que la sumían poco a poco en una especie de embriaguez. Sin pensarlo, sus manos, que había mantenido en la espalda, echaron a volar y se posaron crispadas en las nalgas de la rubia.

Juani, que esperaba turno, observó el gesto y le dijo:

-Ni se te ocurra dejar de lamer, puta, pero nadie te dio permiso para hacer lo que hiciste, así que en cuanto termines tu tarea con Eva y conmigo te voy a dar duro con el cinto.

Lara la escuchó con su entendimiento algo obnubilado por el intenso placer que estaba sintiendo. Se apartó un instante del conejito de Eva y murmuró con voz enronquecida:

-Pe… perdón, Ama…

-¡SIGUE, GRANDÍSIMA PERRA! –le gritó Eva y la niña volvió a aplicarse a su tarea, encontrándose con una verdadera catarata de jugos que brotaban de esa vulva. El clítoris, ya hinchado a tope, fue un manjar que encerró entre sus labios temblorosos y muy poco después Eva explotó en un orgasmo que la hizo tambalear y la obligó a aferrar con ambas manos la cabeza de Lara, para no caer al sueño traicionada por sus piernas.

-¡Ven aquí, quiero tu lengua en mi coño! –le exigió Juani sin darle tregua y la niña se desplazó hacia ella sobre sus rodillas y con la lengua presta.

Ya saciada, Eva fue a tenderse en su cama y desde allí observó la faena de la esclavita, que culminó con el violento y largo orgasmo de Juani.

Minutos después, ambas chicas se aplicaban a uno de sus placeres predilectos: la humillación de Lara.

Sentadas en el borde del lecho de Juani y con Lara arrodillada ante ellas la rubia fue la primera en hablar:

-Eres una puta, ¿lo sabías?

La niña vaciló un instante, pero después dijo:

-Sí…

La bofetada le cruzó el rostro con una fuerza que la hizo tambalear.

-¡SÌ ¿QUÉ?!

-Sí, señorita Eva…

-¿Es que aún no has aprendido cómo debes tratarnos, niña estúpida? –acotó Juani aferrándola por el pelo.

-Perdón, señoritas… -rogó Lara con sus ojos humedecidos. –Les ruego que perdonen mi torpeza…

-Eres torpe… Eres una esclava puta y torpe. –le dijo Eva.

-Sí, señorita Eva… soy… soy todo eso, soy una… una esclava puta y… puta y torpe… -y tras decir eso una súplica le brotó desde lo más profundo de sí misma:

-Les ruego que me perdonen, señoritas, les ruego que me concedan el honor de perdonar a esta esclava puta y torpe y que no me abandonen…

Eva y Juani se miraron profundamente complacidas y la rubia dijo:

-Ponte en cuatro patas.

-Sí, señorita Eva… -y se colocó en la posición ordenada mientras Juani, sin dejar de mirarle las tentadoras nalgas iba hacia su closet en busca del cinto con el cual la azotaría.

-Debiste pedirme permiso para ponerme tus manos en el culo. –le dijo Eva. –Pero en cambio obraste por cuenta propia y ahora te castigaremos por eso.

-Lo merezco, señorita Eva… -dijo la niña en un murmullo.

 

(continuará)

(9,62)