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Un par de Vinos

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La noche estaba avanzada y todos se habían entrado a dormir, nosotros queríamos estar despiertos un poco más, Rodrigo quiere que abramos una botella de vino, acepto ya que no puedo evitar un buen vino y una buena charla, pasamos un muy buen rato, la música suena cada vez más fuerte y la puerta está cerrada hace bastante tiempo. Después de la segunda botella ya es hora de dormir, pero sorpresa... yo debería dormir en el cuarto de abajo, sin embargo, él me dice que duerma ahí que ya era tarde, que abajo solo hay un incómodo sofá cama, sabía lo que estaba pasando, lo sabía hace mucho, pero no fue hasta ese momento que estuve completamente seguro. 

Dos días antes llegamos varios amigos a Tarija, una ciudad en Bolivia. Yo llegué invitado al equipo de Voleibol y solo conocía a un par de personas, los partidos transcurrieron con normalidad y llegamos a las finales. Teníamos unos días de descanso y decidimos salir a conocer esa linda ciudad y a sus bellas mujeres. Todos en el equipo se consideraban conquistadores, don juanes, pero nadie esta con suerte esa noche, después de un par de tragos y un par de intentos fallidos, la fiesta se traslada a la casa donde nos alojábamos.

Rodrigo es el mayor de todos, casado con dos hijos, nos llevamos con 10 años, tiene 35. Moreno, alto, con un cuerpo forjado por el deporte y una mirada profunda que hasta ahora no puedo olvidar.

Cuando el sugiere que me quede esa noche, solo quiero decirle que no, que bajare y que ya es tarde, pero inevitablemente digo que está bien. Me saco el pantalón y me meto debajo las sabanas, es un día cálido en Tarija, el también está medio desnudo, estamos lado a lado, pero no cerca, aun no estamos echados completamente, la luz está apagada, pero con la tenue luz de la luna puedo ver sus ojos, el alcohol hace el resto del trabajo.

Mi boca se acerca a la suya, sus labios son dulces, firmes y maduros a la vez. Mi mano izquierda, al mismo que mis labios llegan a su boca, toca su pene que ya está completamente erecto, nos besamos intensamente y no dejo de tocar su pene, en un instante, su pene esta en mi boca.

Alguna vez había visto pornografía gay y aunque no era de mi preferencia lo había disfrutado, pero nada se compara con esto.

Saboreo su pene sin parar, es bello y largo, no lo puedo ver, pero lo siento, esperaba un sabor amargo y algo desagradable, estaba muy equivocado, es incomparablemente dulce lo que siento, un pene adolecente en un cuerpo bello y maduro, es como si nunca hubiera tenido sexo con nadie, siento eso y me encanta. Saboreo ligero pre eyaculación en mi boca y veo la excitación de su rostro, voy arriba y abajo en ese pene que para mí es perfecto, además de ser mi primero. Mi excitación no tiene límites, pero solo quiero encargarme de él. Lamento decepcionarlos, pero a partir de ese momento solo tengo flashes de recuerdos, nos besábamos sin parar, el también bajó en mí, cambiábamos de posición, nos tocábamos mutuamente. El me pregunta si quería que me penetre y le pregunto si tenía condones, yo estaba dispuesto a todo y por supuesto quería sentir su pene dentro mío, pero no tendría sexo anal sin condón. Él se puso sobre mí, yo echado con su pene a la altura de mi boca, esta vez me ayudo con las manos, quiero saborear su semen, se la chupo sin parar y escucho gemidos y veo gestos cada vez más intensos. Con un último sonido de hombre suelta su carga en mis labios y mi boca, no me mancha la cara, todo llega directo a mi lengua y labios, no es mucha cantidad ni poca, una vez más quedo sorprendido con la dulzura y con lo mucho que me gusta, me masturbe muchas veces pensando en ese momento. Nos dormimos después de eso, me despierta diciéndome que me vista, que los otros se darían cuenta de lo que pasó si no me visto rápidamente.

Lo volví a ver una vez después de ese viaje, pero no hablamos del tema, ni dijimos nada. Pero ahora después de dos años y muchas horas pensando en él y masturbándome pensando en el sabor de su semen, decidí contactarlo y escribir esto. Ya les contaré como me va…

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