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La Ermita de los placeres II

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A las diez cincuenta aparece Tomasín en casa de Pura. Toda está a oscuras, excepto en una ventana que hay justo arriba, percibe un halo de luz.

A pesar del elegante traje que lleva puesto para la ocasión, se ve obligado a trepar por una enredadera para llegar a la ventana.

A medida que va escalando pared arriba, unos extraños gemidos, procedentes de la habitación iluminada, llegan a sus oídos, y de fondo, el molesto sonido de un cencerro.

-¡Qué extraño!. Con lo que le gusta la música celestial a esta mujer.

Exclamó Tomasín con voz extrañada.

Llega al fin a la ventana y divisa la escena. Allí, a cuatro patas se haya Pura, y sobre ella, penetrándola por atrás, un hombre vestido de toro, con un cencerro al cuello.

-¡Ohhh…! Se horroriza Tomasín al ver el panorama

-Has llegado antes de tú hora.

Contesta ella con la boca abierta y la cabeza hundida en la almohada, mientras el culo en pompa va y viene al compás del rumiante.

-¡Lo siento! Vino un par de veces a verme a la cuadra mientras ordeñaba a la vaca y dijo que tenía sueños eróticos conmigo que quería experimentar. Me dijo que viniera a las 10 en punto, vestido para la ocasión.

Se disculpa el hombre, roto en sudor, mientras continúa con sus embestidas.

Horrorizado, Tomasín da media vuelta para escapar de nuevo por la enredadera, pero tropieza con alguien a sus espaldas.

Aparece un hombre completamente desnudo, y porta una tarrina de helado de fresa bajo el brazo. Lleva los pantalones en los tobillos y la polla bien tiesa, con unos rasguños en el capullo, causados por la enredadera de la pared.

El hombre exclama:

-Te traigo un cucurucho de fresa, porque al chuparla me la pones tiesa.

-Peroooo, ¿y esto?

Tomasín apenas puede hablar y balbucea:

-Soy el del carrito de los helados, y la joven venia cada día y se sentaba en un banco a observar como preparaba mis delicias. Se me acercó y dijo que de noche soñaba que lamía con ansia mi cucurucho. Me había citado para las 11:30.

Al mismo tiempo se oye una sirena, y ven detenerse a un coche de bomberos. Sal un hombre uniformado con una enorme tranca entre sus manos, sacudiéndola de lado a lado, como si fuera una manguera.

Les dice a ambos:

-Apártense, que debo subir a apagar el fuego del dormitorio de Pura.

Una media hora más tarde, y después de que todos los pretendientes de Pura estén reunidos en el jardín, y visto el panorama, saben que aquí no queda nada por hacer. Deciden aprovechar que es Carnaval, para salir de fiesta aprovechando los vistosos disfraces que llevan puestos.

Pura, Merce, o como se llame, se quedó más sola qué la una.

Después de dar varias vueltas a la cama, decide que ella no ve salir el Sol sin comerse un rosco. Se levanta de un salto, abre la mesita de noche, agarra el listín y descuelga el teléfono.

-¿Policía? Vengan deprisa a mi casa que hay un malhechor merodeando por aquí, y temo que quiera hacer algo pecaminoso conmigo.

-Enseguida vamos para allá

-¡Ah…! No se olviden de traer una buena porra y unas esposas.

 FIN

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