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51.3 Despedida con fiesta

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Como tenemos tiempo antes de marchar a la fiesta le voy quitando los calcetines azules oscuros y acaricio sus pies uno a uno, se los beso y lamo con fervorosa dedicación hasta llegar al vello que le llega a los tobillos, meto alguno de sus dedos en mi boca y los chupo como si fueran su polla. Mueve y agita sus dedos, quizá porque sienta cosquillas, le miro y sonríe complacido.

Coloco mi mano sobre el bulto que luce en su bóxer y que no cabe en él, lo tiene desviado hacia la izquierda y se ve la mancha húmeda del precum que lo moja, deposito mi rostro sobre él mientras acaricio sus piernas pasando mis manos por ellas, notando la sensación de sus vellos acariciando mis palmas.

De su bóxer me llega su perfume a colonia y su hombría, muerdo el blando tubo de carne que se esconde bajo él y va cogiendo consistencia sin parar, mi trabajo está dando resultados, los que esperaba de un macho como es él.

Voy besando sus abdominales hasta llegar a su ombligo, y mi mano acaricia sus poderos pectorales sujetando con mis dedos sus tetillas y jugando con ellas, retorciéndolas con suavidad hasta que prodigiosas se erectan, y bajo lamiendo y metiendo en mi boca los pelillos que bajan de su ombligo hasta el elástico de su bóxer, tiro de ellos y su vientre se contrae a la vez que suspira profundamente.

Le quitó la tela que oculta su verga pugnando por salir al aire y recibir la luz de mis ojos, la verga del hombre sometido a mí, descansa dando brinquitos sobre su ingle, me llama y se me cae la baba de gusto, disfruto mirándola y sintiéndola ya en mi boca, meto mi cabeza entre sus piernas para lamer sus testículos y se agita cogiendo mi cabeza con sus manos, el macho me dirige para que mi boca llegué a su polla, posé mis labios sobre el charquito de precum que ha soltado y comencé a lamer como un gatito el pellejo de su prepucio de donde salía el hilo de dulce néctar.

Hago que se levante y le llevo hasta la cama, allí se tiende y me deja que continúe trabajando su polla.

Cuando retiro el pellejo de su prepucio y aparece su gordo y rojo glande lo meto en mi boca y lo voy saboreando, dándole vueltas con la lengua como si fuera un caramelo de frutas ácidas que alguna vez aspiro metiendo sonoro ruido, sostengo su corona para que no se encape con mi labio superior y masajeo su frenillo con mi lengua apoyado en mi labio inferior que retiene la saliva que genero.

Gonzalo grita de placer y quiere retirarse del lugar placentero donde su verga reposa, después de un momento de darle placer de esa forma lo chupo con suavidad para que descanse, no quiero que se corra aún, estaba en tensión con su pelvis elevada y ahora la relaja dejando descansar sus nalgas sobre la cama suspirando aliviado de la tensión que antes padecía o gozaba.

Había llegado a un estado frenético de excitación y yo también necesitaba calmarme. Me quité la ropa abandonando a mi amante un momento y me tendí a su lado boca abajo, flexioné mis rodillas para elevar mi culo de la cama.

-Tómame Gonzalo, hazme tuyo.   –estaba ofrecido todo como un auténtico y verdadero puto, con mis manos separando mis nalgas para ofrecerle la entrada de mi culo. Acaricié mi ano metiendo mis dedos y él rápidamente se colocó entre mis piernas abiertas para recibirle, subí mi culo todo lo que pude y me permitía la abertura de mis piernas.

Cogió su verga con la mano derecha y comenzó a golpear mis nalgas y la entrada de mi ano con fuerza, tiré de mis nalgas para separarlas más y sentía como mi ano se abría ofreciéndose a la verga del macho.

-Métela Gonzalo, ábreme el culo.  –lo tenía totalmente abierto pero le incité a que lo llenara de su verga. Sujetó mi cintura con una mano y con la otra su polla, la dirigió a la entrada y empujó hasta vencer la mínima resistencia que mi culo le ofrecía, mis manos tiran de mi piel para estirar mi agujero y sujeté su miembro acariciándole en la entrada a la vez que a mi tirante ano.

Parecía imposible que aquel volumen de carne dura pero tierna estuviera penetrando en mí, lo sentía resbalar por mis manos y luego por mi ano hasta llevarse las paredes de mi recto con él.  Emití un grito de placer y le puse contento, golpeó con su mano mi nalga y salió un sonido seco que llenó la habitación.

Una vez  que está dentro de mí y le noto como pica en mi intestino se detiene un momento, muevo mis caderas para adaptar mi ano a su grueso cipote, su sentido dominante le aparece y sujeta mis caderas para que no me mueva y ser él el que comienza su trabajo metiendo y sacando en cortos trozos su verga con mucha velocidad.

Gonzalo no habla, solo actúa y a veces gruñe por el esfuerzo que realiza, levanto mi cabeza de la cama para que pueda llegar a mi boca y la muerde.

-Voy a follarte hasta que mueras putito.  –se debe dar cuenta de la barbaridad que ha dicho y se ríe volviendo a su trabajo de entrar y salir profundamente en mi vientre, sus meneos llevan mi cuerpo a estallar de placer, a volver a sentir esas exquisitas cosquillas en mi ano y recto que me hacen estremecer, tiemblo, me contorsiono, grito.

-¿Qué te sucede, te hago daño?   -hasta Gonzalo se asombra.

-Sigue, sigue mi amor, me estas matando.  -mi cabeza se extravía y cuando recobro el sentido me ha dado la vuelta y me tiene pegadas las piernas sobre sus hombros, su verga metida hasta el fondo de mi ser, sus ojos que me miran curioso.

Abrazo su cuello y le atraigo hacia mí, bendita la capacidad de contorsionista con que la naturaleza me ha regalado para enroscarme en él como si fuera una liana.

-Bésame Gonzalo, macho mío, te siento en mi estómago, fóllame más, eres mi Dios cariño mío, dale duro a tu puto, ¡oh!,  sí, soy todo tuyo y tu mío.

Vuelve a comenzar y su polla entra muy suave en mi engrasado ano, resbala aunque la siento poderosa y tan potente que aún me puede hacer daño.

Mi hombre comenzó a respirar fuerte como un aviso de que iba a llegar a su final, moví mis caderas para ayudarle y lograr que goce como lo hago yo, su verga creció estirando la entrada de mi culo más aún y de repente explotó en una corrida bestial que me llenó y lo disfruté viendo su cara roja y sudorosa contraída de placer.

No pude contar las veces que me inyectó su semen pero sentía flotar su verga envuelta en él.  Le abracé con pasión rodeando con mis manos su espalda y bajando a sus glúteos para empujarle hacía mi e impedir que se saliera y me abandonara.

Temblaba y se echa a reír sin dejar de vaciarse en mí.  Se calmó y murmura en mi oído.

-Esta vez te preñé mariconcito, no te lo voy a sacar porque no puedo moverme.  –estaba a punto de correrme y le apreté contra mí.

-Aguanta un poco sin que se te baje.  –moví mis caderas y mi cuerpo buscando mi placer que no tardó en llegar, cerré mi culo gozando de su verga y masturbé mi ano con su polla subiendo y bajando en pequeños movimientos.

-Ya me voy Gonzalo. –se me escapó un grito y comencé a eyacular en un orgasmo plácido y sin final.  Buscó mi boca y me besó apasionado.

-Eres una maravilla y me llevas a la cima del placer, no es difícil entender que Nico no pueda olvidarte, yo tampoco lo haría ni renunciaría a ti como ha hecho él.  –aprieto con mis talones sus nalgas para que no se mueva y siga con su polla haciendo de tapón en mi culo.

-Pero él sabe que yo te amo y que no le podré pertenecer, nunca se lo he ocultado aunque no pudieras ser mío en aquellos momentos, sabía lo que sentía por ti.

Según se va ablandando su polla su semen va escurriendo de mi culo y mientras respondo a los besos que recibo tiernos y amorosos. No quiero que se retire y  busco una posición cómoda para seguir acariciando su cuerpo.

-Lo has vuelto a hacer con él después de…  -no le dejo terminar si se empeña en querer saber se lo diré.

-Sí, una vez, con él y con Lorian, los tres hicimos el amor, dejé que me follara, necesitaba tenerme y creo que yo le necesitaba también.  –su verga se iba desinflando más y más y me miraba pensativo sin besarme.

-¿No te molestarás?, tú lo quieres saber todo y no te puedo mentir, no va conmigo y tú mereces mi sinceridad.  –acaricio su cuello con mis manos atrayéndolo  y enterrando su cabeza en mi clavícula.

-¿Lo volverás a hacer?  -me siento en terreno pantanoso y que voy a ser tragado por arenas movedizas. No podemos borrar nuestra historia ni volver atrás de nuestros actos y además ahora tampoco lo deseo.

-No lo sé, no puedo olvidarle, pero si lo hiciera lo sabrías, no te lo ocultaría aunque no te lo dijera en el momento.  –ahora voy a ser yo el que pregunte.

-¿Y si lo hiciera tú qué harías?  -su verga ha terminado de salir dejándome un vacío inmenso. Tarda unos segundos en contestar.

-No sé lo que pensarás de mi, pero no haría nada que tenga relación con dejar lo nuestro, seguiría queriéndote y estando contigo mientras tú me ames.  –oculta su cara en mi cuello y clavícula hablando muy quedo.

-A veces tengo fantasías de que alguien te folla y yo lo presencio. Me doy miedo sintiéndome un pervertido y que no te gustará saber cómo soy realmente.  –se está excitando de nuevo con nuestra conversación, su polla se está endureciendo entre mis piernas. Le abrazo muy fuerte y acaricio su revuelto pelo.

-Eso no tiene importancia, también yo tengo fantasías.  –suelto una carcajada mientras muerdo su oreja.

-Te las contaré otro día, y son bastante más aberrantes que las tuyas, ahora tenemos que ducharnos y vestirnos.  –hubiera permanecido así toda la tardehablando y con él entre mis brazos y aprovechar la erección que su fantasía le brinda.

Mientras nos duchamos pienso que no somos tan diferentes en lo malo y en lo bueno, seres humanos con muchos defectos y alguna virtud.

Me visto con la otra ropa que me envió Wes para que no diga que no me ha gustado, me encanta aunque sea atrevida y algo provocativa, a Gonzalo le agrada que vista así y creo que desde ahora llevaré lo que a él le guste, salvo en el trabajo donde es obligatorio vestir formal.

En el salón, reservado para nosotros, permanecen casi todos hablando y alguno pidiendo para cenar,  a mi no me apetece comer y no es una cena formal, cada uno pide lo que le apetece, mi madre está despidiéndose ya que a muchos no los verá mañana.

-Te llevaremos a Charleroi nosotros, podemos comer allí antes de que cojas tu vuelo. –ha cumplido la función para la que vino y mañana partirá.

-No os tenéis que preocupar el autobús me deja allí en una hora, igual al tiempo que tardaremos en coche.  –sabía que se iba a negar para no causar molestias y no lo íbamos a consentir.

-No hay nada más que hablar mamá, te llevaremos nosotros, tenemos tiempo sobrante para que Gonzalo coja su tren.  –a pesar de todo está encantada de que la llevemos y poder estar hasta el último minuto a nuestro lado.

Rafael, que ya se ha hecho amigo de casi todo el mundo, viene para acompañarnos y vamos saliendo para la sala de Lucas, no hay taxis para todos y algunos vamos andando, una vez de pasar la Gran Plaza no esta tan lejos.

Vamos caminando y llevo de la mano a María, a nuestro lado va Amadeo.

-Ha resultado una comida deliciosa, se nota que ha intervenido tu madre en la preparación.  –por descontado que así lo pienso yo también, la comida que tuvo con Evans donde Martine conllevaba algún propósito, y la combinación de las mesas y los adornos lo atestiguaban, eran cosa de ella.

-Han trabajado todos ellos mucho para hacer algo especial, vosotros también lo habéis hecho viniendo a estar conmigo en estos momentos.  –aprieta mi mano, y pienso que si yo fuera de otra manera podríamos haber llegado a ser marido y mujer, una pareja feliz como deseaba mi madre que fuera.

Detrás de nosotros vienen Gonzalo con Raúl y Carlos, les escuchamos reír y hablar sobre el partido de fútbol Dnipro Sevilla del otro día, donde consiguió su cuarta copa de la Europa League.

Carlos no  interviene y solo escucha, son los otros dos los conocedores de fútbol y discuten entre risas, Raúl apuesta por el Athletic de Bilbao con Gonzalo, que para molestarle lo hace por el Barça en contra de sus más íntimos deseos.

En pocos minutos comenzará a disputarse el final de la Copa del Rey en el Camp Nou, se que desearían presenciar el encuentro y renuncian a él por estar conmigo en mi fiesta. Los años de colegio, donde jugaban siendo compañeros, viviendo tantos momentos felices juntos, ha creado un vínculo de hermandad increíble entre ellos.

La sala está llena y hay una zona reservada y alejada de la pista de baile para nosotros. Las mesas están llenas de bebidas y la mayoría está de pie hablando entre ellos o intentando hablar.

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Gonzalo me pide que descansemos y me abraza para continuar el baile sin mover tanto el cuerpo, llevamos tres horas y estoy ronco de gritar hablando con unos y otros, en la pista cansaré el cuerpo pero permito que la garganta se relaje.  Me voy despidiendo de unos y otros, seguramente mañana ya no les veré e irán marchando a medida que transcurra la mañana.

Las manos tan conocidas me sujetan por detrás, Gonzalo apoya su barbilla en un hombro y en el otro susurra la voz de Paul sin importarle la presencia de Gonzalo.

-Gracias por la invitación.  –me besa sonoramente en el cuello, no veo reacción alguna en Gonzalo, sabe que mis amigos son así, que a veces manifiestan su cariño con besos y sobre todo aquí en Lille.

A las dos de la mañana abandonamos la disco, María y todo su grupo han marchado hacia el hotel hace algún tiempo, tienen que coger su vuelo en Lesquin a media mañana y nosotros llevaremos a Amadeo a Bruselas.

Gonzalo y yo tenemos que quedarnos para despedimos de los demás que seguirán la fiesta y luego hacemos el camino de vuelta paseando.

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Me abraza pegando su pecho a mi espalda y con su mano juega en mi ombligo. Estoy muy cansado del día pasado y satisfecho, muy contento. Si me hubiera pedido tener sexo se lo hubiera dado, no fue así y se lo agradecí en ese momento llevando mi mano hacia atrás y acariciando su cadera y la pierna que enredaba entre las mías.

-Gracias mi amor por este día.  –solo sentí su aliento y sus labios en mi hombro, el cansancio y el sueño me vencieron.

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Gonzalo se despertó juguetón  y abrí los ojos al sentir acariciadas mis tetillas y mis minúsculos pezoncitos reaccionando ante el estímulo.

-Buenos días nenito, creía que no despertarías.  –sonreí pero tapé la cabeza con la sábana, no quería levantarme.

Se acercó y comenzó a besar mi espalda mientras hablaba.

-Tenemos que desayunar y llevar a tu madre a Charleroi, y no te olvides de Amadeo.  –las yemas de sus dedos resbalaban por mi espalda hasta llegar a mi axila haciéndome cosquillas.

-Para, estate quieto, quiero dormir, por favor.  –no atendió mis súplicas y cambio sus dedos por los labios, comencé a carcajearme y me volví hacia él para reprocharle que no me dejara descansar, si sus dedos eran la causa de provocar mi risa, su barba multiplicaba mi sentir.

-¡Joder!, que malo eres.  –llevé mis manos a su rostro y estiré sus cejas haciendo que sus ojos se achinaran.

-No quiero que un chico tan educado como tú empleé esas palabras, para joder estoy yo.  –no le pude responder, sus labios tapaban mi boca.

-Vale, está bien me levanto para atender mis deberes.  –me escapé cuando cogió el elástico de mi pantalón corto de dormir.

Me estaba afeitando y le escuchaba habla por el móvil, cuando entró al baño le miré a través del espejo.

-Era Borja, no quieren esperarme para ir conmigo  a la tarde.  –me abrazó y retiro el cepillo de dientes de mi mano, se apretó contra mi aplastándome en el lavabo.

-¿Sabes una cosa? Tampoco yo quería que huyeras de la cama como acabas de hacer dejándome solo.  –miré al espejo, tenía su cara oculta en mi cuello, sus manos en mi cintura jugaban con el elástico de mi pantalón abriéndolo para meter la mano.

Agarró mi polla y la dejó para sujetar mi bolsa escrotal apretándola en su mano, mi verga estaba flácida y en descanso, sin excitación alguna.

-¿No tienes ganas? Tu hermanito está muy triste.  –corrió el pellejo del prepucio y acarició mi glande con dos dedos.  Sentía su necesidad en mi trasero, llevé mis manos hacía atrás para recoge sus nalgas y apretarle contra mi culo.

Masturbaba mi polla llevando el pellejo hacia atrás y adelante con dos dedos, giré mi cabeza para encontrar su boca esperando, me besó con suavidad pero metiendo la lengua.

-Hueles al desinfectante de la pasta de dientes.  –no debía disgustarle, volvió a comerme la boca mordiendo mis labios. Sus manos tiraron de mi pantalón y cayo enredándose en mis pies, hice movimientos para que saliera.

-Abre las piernas.  –ahora lo que hablaba sonaba a órdenes de mando y obedecí para que metiera su polla entre ellas.

La tenía muy dura y moví mi mano para acariciar la punta que aparecía por delante de mí, debajo de mis testículos.

-¿No sería mejor en la cama?  -movió sus caderas haciendo resbalar su polla por mi perineo como si me estuviera follando un par de veces antes de contestar.

-No, no hay tiempo.  –tiró de mi cintura para que sacara más mis nalgas y pasó sus manos a mis pechos para retorcerme los pezones, gemí dolorido e involuntariamente eché mi culo hacia atrás para escapar de sus dedos.

Miré al espejo, tenía los ojos cerrados y mordía su labio inferior disfrutando del momento, encorvaba su espalda frotando con fuerza su pene entre mis piernas y golpeando mis huevos al salir por delante.

Pegó su pecho a mi espalda y la besaba murmurando palabras que no entendía, recogí con mis dedos el precum que salía de su verga y llevé mis dedos a la boca y luego unté mi glande en la mezcla de saliva y su precum, lo acaricié con mi dedos donde más placer me daba.

Aplastaba mi pecho contra el lavabo con su peso sin dejarme respirar, hasta que se apartó para llevar la punta de su vega a mi ano y utilizarla como si fuera una brocha y la pintura su precum, la dejó un momento para meterme sus dedos en mi culo de golpe, me hizo daño y retiré la mano, ensalivé los míos y me los metí yo mismo hasta que note que resbalaban sin problemas.

-Ahora Gonzalo, si quieras puedes meterla. –quería que la metiera y no lo supe decir con las palabras adecuadas, se dio cuenta de su brutalidad y me abrazó estrechándose contra mí.

-Perdóname mi amor no quería hacerte daño.  –besaba mi espalda y pasaba sus manos por mi cintura y abdominales en tiernas caricias de consolación.

-Es que quiero que la metas, estoy preparado.  –me incliné para ofrecerle la entrada de mi culo, sujeté su verga retrayendo su prepucio y la dirigí a mi ano.

-Aprieta Gonzalo métela, la estoy esperando mi amor.  –apoyé mi pecho en el lavabo y abrí mis piernas en una oferta muy clara de mi entrega.

Empujó con un golpe de cadera y su glande venció mi resistencia, la metió hasta el final sin detenerse y cuando sus huevos le impidieron avanzar se  volvió a apoyar en mi espalda respirando entrecortado.

-Tu culo está muy caliente, me siento en la gloria.  –me separé ligeramente de donde estaba apoyado para poderme mover y comencé a follarme yo mismo, iba al encuentro de su verga y me la metía hasta el fondo y luego me alejaba moviendo mis caderas disfrutando del roce de su polla en mi interior.

Actuaba igual que una puta hambrienta de polla, o queriendo dar el servicio que le habían pagado, pero lo disfrutaba, gozaba sintiéndole temblar a mi espalda, y mucho más cuando le escuchaba suspirar angustiado y tomar la iniciativa al no poder aguantar.

-Me encanta, me gustas, ¡joder!, como te mueves, es delicioso.  –giré la cabeza para ofrecerle mi boca, necesitaba que me besara, saber que no se trataba solamente del simple acto mecánico de sacar y meter la verga hasta eyacular.

Se detuvo unos segundos para acercarse y besarme con ansia en varios besos sonoros sobre mis labios, y continuó con sus profundas penetraciones moviendo mi cuerpo y el suyo.

-Me voy. Me corro. -quedó pegado a mi espalda y lo único que se movía era su verga en mi culo derramando su esencia en largos chorros,  unos segundos más tarde y aún saliendo de él su leche siguiendo moviéndose más lentamente.

Esos momentos resultaban excelsos, él pensaba en darme placer y yo en recibirlo, me concentré en las sensaciones que me causaba su verga al entran y salir tan lentamente anchando mi ano y penetrando hasta el fondo, era una excitación que aumentaba quitándome el sentido y necesitando sacarla de mi para poder respirar.

-Más rápido Gonzalo.  –tuve que pedírselo para llegar al final.  Eyaculé regando el suelo con mi esperma y caí rendido sobre el lavabo mientras seguía recibiendo las embestidas de su polla.

Pasaba su barba por mi espalda y la besaba emocionado mientras oprimía mi cintura.

-A veces no me doy cuenta de lo delicado que eres, te romperé un día y te perderé.  –me causó hilaridad su forma de expresarse y no pude contener la risa.

-Gonzalo ya te lo he dicho otras veces no soy de cristal y no me vas a romper por esto, cuando me dañas protesto.  –su pene fue saliendo y yo manchaba el suelo sin poder contener su semen en mi interior por la risa.

Me giré y abracé su cintura,  sujetando su miembro aun morcillón con mi mano.

-Adoro a tu hermanito aunque a veces me haga daño, y a su hermano mayor también.  –le di un beso en la mejilla y me metí tras la mampara de vidrio de la ducha.

Una vez preparados llamé a mi madre para desayunar con ella, estaba en el comedor con Amadeo y nos estaban esperando, fuimos a recepción antes que al comedor, había pagado su cuenta y les pedí continuar ocupando la habitación de Gonzalo para no cambiar mi equipaje.

Cuando entramos en el comedor Amadeo se levantó y vino a nuestro encuentro, no tuvimos tiempo de saludarnos y se abrazó a Gonzalo.

-Perdimos una vez más, no vamos a volver a ganar una copa.  –no sabía que a Amadeo le gustara tanto el fútbol para preocuparle de esa manera.

-Sí, pero yo he ganado la apuesta a Raúl, y hubiera preferido perderla.  –lo cierto es que Gonzalo sabía el resultado y yo desconocía como había podido enterarse.

A mi madre la encontré pensativa y después de saludarnos nos acompañó en el desayudo, ella y Amadeo lo había tomado ya. Estaba tan ensimismada que no participaba en la charla que sobre el partido mantenían los chicos. Sí, aunque parezca raro a mi madre le gusta el fútbol aunque no tiene preferencia por un equipo.

-Mamá te veo preocupada, ¿en qué piensas?  -me mira sonriente haciendo un gesto con su mano para espantar sus pensamientos.

-En las cosas que tengo que hacer la semana próxima, recibir tus cajas y ordenarlo todo, queremos ir al pueblo para pasar el verano, tengo que convencer a Aurora para que nos acompañe un mes, le sentará de maravilla cambiar de clima.

La carretera está mojada y llueve en algunos momentos, suave a veces y otras con intensidad. Ya en Bélgica, al pasar Tournai el agua que cae del cielo obliga a Gonzalo a reducir la velocidad, coloco mi mano sobre su pierna.

-Ten cuidado cariño, igual sería mejor que nos detuviéramos hasta que parara de llover.  –los limpiaparabrisas no pueden arrastrar el agua que cae.

-No tengas miedo, he reducido la velocidad y con este coche no corremos peligro.  –para distraerme le pregunto a mi madre sobre sus planes para este verano y sobre otros temas que van saliendo.

-¿Quién ha pagado la comida de Martine?  -veo Inquieto a Gonzalo y no creo que sea por la lluvia o el tráfico.

-Gonzalo se arregló con él, este chico es muy cabezota.   –le miro con cierto reproche.

-No puedes ir pagando todos mis caprichos, ya es suficiente que vaya a vivir a tu casa y me mantengas.  –deglute y se le sube y baja la manzana de su garganta.

-No ha sido nada, tu madre ha pagado lo que se ha consumido en el hotel, no tienes que preocuparte tanto, es el abuelo el que atiende todos los gastos.

Llegamos perfectamente al aeropuerto y con tiempo sobrante, facturamos el equipaje y salimos de las instalaciones para ir a comer a un pequeño restaurante que Amadeo conoce, su aspecto es decadente como si perteneciera a un pasado lejano, del tiempo de la guerra, pero si nuestro amigo nos aconseja ir seguro que es bueno.

Tenemos que trasladarnos en coche, se encuentra al otro lado de las pistas del aeropuerto y la comida resulta agradable y entretenida por la charla. Cuando volvemos Amadeo debe partir, tiene autobús hasta Bruselas que le dejará allí en menos de una hora y pienso que quiere dejarnos solos y evitarnos el llevarle hasta la ciudad.

La vuelta resulta más tranquila y no llueve, hemos quedado en visitar  a mis padres en el pueblo antes de ir a U.K., será para estar solamente un día con ellos pero eso la pone contenta, quiere que vea a mi padre al que no he vuelto a ver desde el funeral de Ál.

En Lille Europe tenemos que esperar la salida del Eurostar que le llevará a Londres, paseamos volviendo a admirar la bonita estación y tomamos un zumo mientras pasamos el tiempo.

-Si puedo, y Borja me lo permite, quiero venir el jueves, así decidimos como haremos el viaje a España, me voy dando cuenta de que, en realidad, Gonzalo tiene bastante trabajo y realiza muchos viajes aunque sean cortos y no le lleven más de dos o tres días, desde ahora pienso que en Londres no le tendré la semana completa.

Cuando regreso al hotel dejo el coche de Gonzalo en el garaje, en recepción encuentro a Nico con Lorian y todos los que vinieron de París, están pagando sus facturas y antes de partir vamos a la cafetería, no disponen de mucho tiempo, bajar hasta la capital les llevará más de dos horas y el tráfico resultará infernal.

-Podéis pasar el fin de semana en París, os coge de camino hacia España.  –no le prometo nada, lo tengo que hablar con Gonzalo cuando preparemos el viaje, le encuentro tranquilo y muy guapo, lo cierto es que Lorian le aconseja en el vestir muy bien.

Me coge del brazo y me retira unos pasos del resto.

-No quería decírtelo aún pero lo voy a hacer, no puedo guardarlo para mi más tiempo sin que lo sepas. En Septiembre volveré a trabajar en Bristol e iré a Londres a menudo, he hablado con Tommy y la universidad, el doctorado lo podré llevar adelante desde allí y solo tendré que venir a París un par de días al mes.  –me alegro por él ya que veo que le hace feliz pero...

-¿Por qué haces esto? Te va a resultar muy difícil trabajar en  todo lo que pretendes.  –me mira sonriendo como un ser prodigioso que confía en sus fuerzas.

-Es para lo que estudié y lo sigo haciendo, pensaba que te pondría contento, nos podremos ver alguna vez.  –sí, contento estoy y mucho pero no quiero que lo pase mal por mi causa y allí no tendrá a Lorian.

-Me alegro por ti, si tú estás contento yo también lo estoy, ven abrázame.  –le paso mis manos por la espalda y luego le empujo de la cintura para que me suelte, su abrazo no terminaría nunca sino le ponemos fin.

Les acompaño al garaje y me despido de Alan deseándole suerte y pidiéndole que hable mucho con Lorian.

Estoy dispuesto a vivir una semana de huésped en el hotel donde no estaré mal, como una forma de ir rompiendo lentamente con la ciudad que me ha acogido estos meses y donde me he sentido muy bien.

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