Una vez más mi marido me penetraba hablándome si me gustaría coger con otro hombre.
—¿Te gustaría que mi polla fuera la de otro tío?
—Sííííí, —contestaba siguiendo su juego.
—Eso te gustaría mucho, ¿verdad zorrita?
—Mucho amor.
—Dime ¿en qué hombre piensas?
—En Roberto, —le decía.
—¿Cómo le hablarías si ahora te estuviera follando?, imagina que soy él.
—Ahhhhhhh Roberto, mi vida, que gusto, mas, mas, mas, así amor, no pares, sigue cielo, ricooooo, si, si, dame más....
Mi marido no tardó en correrse dejándome sin terminar una vez más. Su obsesión en verme coger con otro le impide preocuparse en hacerme gozar.
Lo que no sabe es que Roberto, un muchacho atractivo de 25 años, que cuida nuestro jardín, sí que sabe darme lo que necesito y me deja totalmente relajada, proporcionándome, cada vez que lo hacemos, varios orgasmos.
Una tarde calurosa del pasado verano, Roberto cortaba el césped y se había quitado la camiseta por el calor. Deslizaban gotas de sudor por su torso desnudo y su figura resaltaba espléndida y lujuriosa para mí, en aquella tarde tórrida. Le ofrecí un refresco y le hice pasar a la cocina. Abrí el frigorífico. Mi mirada de deseo y mi desnudez condujeron a lo inevitable, no llegó a tomar su refresco. Me hizo el amor de forma apasionada y me entregué a él como no lo había hecho antes con ningún hombre. Fue el mejor polvo de mi vida. Desde entonces ambos esperamos con ansiedad el día que le toca el mantenimiento de nuestro jardín.