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El favor

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Gruesos nubarrones avanzaban por la carretera, oscurecían todo a su paso dando un aspecto tenebroso. Gonzalo, decidió mejor buscar refugio, por eso, dejo la ruta y tomó el camino que lleva a Los Cardos, un pueblo de camino a La Merced, donde sus amigos Viviana y Carlos, lo recibirían con mate y tortas fritas.

-“Que sorpresa tenerte por acá, justo estábamos hablando de vos”- Lo saludo Carlos con un fuerte abrazo.

 “-Sí, te trajimos con el pensamiento “- Agrego Viviana con un beso.

-“Por eso vine, para ver que estaban diciendo de mi”- Respondió sonriente Gonzalo, dejando caer el pesado  manojo de llaves sobre la mesa.

Los tres se habían conocido hace muchos años. El matrimonio recién empezaba con su emprendimiento comercial, una barraca que hoy es referente en la zona; a los días, Gonzalo se presentaba como el corredor de una importante distribuidora de artículos de ferretería. Así, lo que comenzó como una relación comercial terminó en una sólida amistad. La confianza era tal, que la pareja, lo alojaba en su casa cuando el agente viajero estaba de recorrida por la zona.

Esa noche, mientras la lluvia repiqueteaba en el techo, cenaban carne al horno con papas, una especialidad de la dueña de casa. A pesar de la cena deliciosa, el visitante, notó algo raro a sus amigos, estaban un poco nerviosos e incómodos.  Para romper el hielo, Gonzalo   preguntó cómo marchaban las cosas en el negocio y la respuesta lo llevó a pensar en otras posibilidades. ¿Andarían mal entre ellos? Se preguntó. 

Ya sentados en el living, mirando un reality bailable al que eran muy afectos, el vendedor insistió otra vez. “¿Muchachos, me van a decir que pasa?”

Viviana y Carlos se miraron como si los hubieran descubierto con las manos en la masa y suspiraron. Y el hombre tomó la palabra:

-“Gonza, nosotros te  consideramos un hermano, por eso, creemos que es tiempo que lo sepas… Espero que no nos juzgues por ello.”

-“Nos sentiríamos muy tristes si tu cambiaras de actitud con respecto a lo que te vamos a confesar”- Agregó la mujer preocupada.

-“¿¡Pero qué, se van a separar!?”- Exclamó el joven.

-“No, no es eso.” –respondió Carlos y prosiguió- “Viviana y yo ansiamos tener hijos que corran y llenen de alegría esta casa, pero tenemos mucho miedo…”

-“¿¡Miedo!? Pero si ustedes son sanos, fuertes y jóvenes…”- Los trató de animar su amigo.

-“Nuestros miedos son fundados, Gonzalo. No somos primos segundos, como te contamos. Somos hermanos de sangre. Mismo papá y misma mamá.” Le reveló Viviana.

-“¿¡Cómo!? “- Apenas pudo exclamar el hombre que no daba crédito a lo que escuchaba.

La pareja, le conto que apenas siendo niños se atraían, sus padres estaban muy ocupados trabajando todo el día para darse cuenta de esa situación.

Las primeras caricias, los primeros besos y la primera vez, fue entre ellos. Si bien cada uno busco en otras relaciones ese amor que los hiciera sentir “normal”, la manzana ya estaba mordida. Ninguno de los dos pudo superar la atracción que sentía el uno por el otro. Fue cuestión de tiempo para volverse a reencontrar bajo las mismas sábanas. 

Con la muerte prematura de sus padres, vendieron todo, cruzaron la frontera y empezaron una nueva vida en Los Cardos.

-“¿Qué piensas de todo esto?” Preguntó Viviana expectante.

El hombre respiro profundo y los abrazo a los dos. Les agradeció por la confianza que tenían en él. Se sintió más que nunca unido a ellos.

Ya repuestos de la emoción, Gonzalo, preguntó cándido como pensaban resolver el tema de los hijos.

-“Ahí es donde vos entras.”- Dijo Carlos.

-“Nos gustaría que tú fueras el donante…”- Le propuso directa Viviana.

-“Woow… Bien… si, cuenten conmigo. ¿Ya tienen pensado por cual clínica lo van hacer?”- Preguntó el promitente donante.

-“¿¡Clínica!? Nooo, son muy caras, son unos ladrones”- Exclamaron a coro los hermanos.

-“¿Y entonces qué?...Acaso, no pensaran que…”- Retruco Gonzalo sin dar crédito aquella descabellada propuesta.

-“¿No me digas que no te gusta Viviana? ¡Mira que varias veces te pillé mirándole el culo!”- Le acusó Carlos con una guiñada.

Gonzalo, se puso colorado como un tomate y perdió el habla momentáneamente.

-“Mira,  prefiero mil veces que te cojas a mi mujer que pagarle un peso a esos hijos de mil putas que lucran con la necesidad de la gente.”- Afirmó el marido como si estuviera en un mitin político.

Esa propuesta loca, tenía confundido a Gonzalo. Claro que le gustaba Viviana, tenía una cola bien parada y redonda. Además, su carita de muñeca cuando sonreía era imposible resistir.

La pareja lo abrazo y quedaron juntos los tres un largo rato hasta que el hombre aceptó esa propuesta inusual.

Carlos se despidió de ambos y se fue para la barraca, no quería molestar con su presencia en semejante momento.  Aprovecharía para revisar las cuentas de unos clientes que venían dando diferencias.

-“Bueno, por fin solos…”- dijo ella, desabrochándole la camisa leñadora.

Él, la tomó por la cintura y la besó como pidiendo permiso. Viviana se encargó de hacerlo entrar en clima con su lengua confianzuda. Al cabo de unos minutos, las manos de Gonzalo acariciaban por fin esas abultadas nalgas.

Las manos de la mujer descubrían entusiastas el torso varonil y firme de su amigo que lentamente iba entrando en calor.

Una a una, las prendas fueron cayendo a sus pies, como las hojas de los árboles en otoño hasta quedar completamente desnudos. Sus miradas recorrieron sus cuerpos. Ella, se detuvo en su miembro bien proporcionado. Él se sorprendió de sus pechos firmes cuyos delicados botones rosáceos de sus pezones. Se le hizo agua la boca.

Acordaron hacerlo en el sofá y no en la cama por respeto a Carlos, después de todo, esto era un favor, muy placentero y delicioso, pero un favor al fin.

Adriana tenía razón cuando le comentó que su amigo estaba bien armado y le hizo ver las estrellas cuando la tomo por detrás.  Recordó Viviana.

Las delicadas manos femeninas de aquella morocha ardiente, palpaban entusiasmadas el bulto de ese hombre que no dejaba de amasarle sus pechos con deseo, hasta que, la boca del hombre se abrió para llenarse de los pezones de esa hembra en celo. Esa lengua endiablada la estaba haciendo gemir y perder el poco control que aún tenía sobre sí. Tarde, se dio cuenta que no podría cumplir la promesa a su esposo, de que aquello, sería algo así como ir al ginecólogo o hacer gimnasia, nada más.  A Viviana le gustaba como la tocaba y la besaba Gonzalo, era todo un maestro.

Suave como un terciopelo era la piel que él lamía complaciente; los pezones de rosa, eran su objetivo primordial, entre tanto, sus manos exploraban el pliegue húmedo y tibio de la barraquera que no paraba de gimotear.

Ella lo masturbaba suave, con cuidado, no quería que acabara accidentalmente, ese líquido precioso debía derramarse solo en sus profundidades sin perderse ni una gota.

La lengua de Gonzalo bajo de aquellas montañas carnosas, recorrió el vientre y se adentró en esa gruta de secretos placeres.

-“¡¡Aaaahhhh que rico Gonza… aaahhhhh… aaaahhhh… no pares, por favor!! Gritó Viviana apretando la cabeza de su amigo contra su sexo.

El clítoris y la lengua eran dos niñas traviesas chapoteando alegres en ese estanque carnoso de abundantes fluidos.

-“¡Ay, cojéeme toda, por favor!” Le rogó ella, a su amante en un aullido ardiente.

Ese pedido fue una orden para aquel hombre de lengua experimente, que, en ágil movimiento la penetró en su vagina caliente.

Los labios de Viviana formaron un círculo rojo como la cabeza del pene de Gonzalo, que se movía con gran vitalidad dentro de ella.

Los cuerpos se arqueaban de gozo. Las manos de ella aferradas a la espalda de su compañero, era un claro gesto de querer apresar ese momento pleno deleite de los sentidos.

El hombre nunca imagino que su amiga estuviera tan exquisita, ese roce apretado contra su cuerpo era muy excitante, por eso, acabó a borbotones y ella se lo agradeció con un beso de alegría.

Ambos quedaron tendidos sobre el sofá de cuero negro que realzaba sus cuerpos desnudos, muñecos de carne en manos de los dioses de la lujuria.

Ella elogió su vigorosidad y él, ensalzó sus caderas sensuales. Nunca imaginaron que fueran a disfrutar tanto de esa cogida, ambos reconocieron que además del “favor” era necesario descargar esas ganas que se tenían.

Viviana comenzó a juguetear con el miembro viril de Gonzalo que le dibujo una sonrisa lasciva, ese pedazo de carne era suave y cálido, como su dueño.

A pesar que, ella, le dijo a su hermano que no se la chuparía y ni le daría el culo a su amigo, el mandato de los instintos se impuso una vez más y se llevó ese pene grueso a su boca.

¡¡Ooohhh!! Grito inundado de placer Gonzalo al sentir la lengua de su amiga lamer su pedazo.

-“Adriana tenía razón es muy rica…”- dijo ella con picardía.

-“¿Veo que ustedes no tienen secretos…?- Comentó Gonzalo.

-“Ninguno...slurp, slurp, slurp”- Apenas respondió la mujer mientras seguía chupando.

Cuando la noto bien dura, Viviana, abrió sus piernas para que ese aguijón la picara otra vez.

La mujer cabalgó encima de su querido semental, viajó por praderas de placer y lujuria. Las manos masculinas tocaban su cuerpo, apretaban sus nalgas y cuando no, sus pechos, racimos maduros que se ofrecían aquellos labios insaciables.

Los cuerpos sudorosos se estremecieron y el semen broto como una fuente, llenando las entrañas de aquella feliz jinete que festejó la acabada como un gol de campeonato.

El sol fisgón los despertó antes que la alarma del reloj. Viviana vio el cuerpo de su amigo desperezarse y le pareció magnifico.

El vio su carita alegre dándole los buenos días y no pudo evitar una erección.

-“Wooww” Exclamó ella sorprendida.

-“Ah, lo tengo muy bien educado, es su forma de saludarte y agradecerte por lo de anoche”- Agrego el vendedor risueño.

-“Gonza, sabes una cosa…yo le dije a Carlos que no te daría la cola, pero te la ganaste. Háchemela, como se la hiciste a Adriana, aunque no me pueda sentar en tres días” - Le propuso la comerciante, poniendo su cara más puta. Esa misma cara con la que sedujo a su hermano, cuando desnuda se le metió en la cama durante la siesta de ese caluroso verano.

Ella, se puso en cuatro patas, de cara al espejo, quería ver a su amigo gozar. Gonzalo, cuando vio aquellas nalgas regordetas esperándolo, se obnubiló. Encendido en pasiones la penetró de una. Viviana recibió la embestida vigorosa de aquel minotauro alzado y gritó complacida. Veía la cara desfigurada por la libidinosidad de Gonzalo y se dejó llevar por ese rico baile erótico cuyos gemidos escapaban incontenibles de su boca. El hombre estaba radiante de alegría, esa cola respingada al fin era suya. Si bien, no era apretadita como la de su novia, era muy cómoda y sabrosa. Podía arremeter con toda la furia sin tener que cuidarse de no lastimar a su compañera.

Viviana tenía la cola bien hecha, dado a Carlos le encantaba divertirse allí. El ritmo frenético terminó en otra gran acabada en medio de aullidos, como gatos apareándose, valga la redundancia.

Al año, Gonzalo y Adriana, fueron los orgullosos padrinos de Mathías, un simpático gordito, hijo de Viviana y Carlos que felices no paraban de mimarlo y de besarlo.

FMALVINO

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