Nuevos relatos publicados: 7

Los dos ¿A solas?

  • 3
  • 17.336
  • 9,00 (29 Val.)
  • 0

Los dos a solas (parte I)

Sucede con frecuencia que mi orificio tenga algo así como prurito, sin embargo, logro controlarlo con un poco de sedación con mis propias sodomías, es decir, con mis juguetes preferidos. Sin embargo, Ricardo, ¿se acuerdan de él?, mi gran mariscal de campo y es quien casi a diario se encarga de prodigarme lo que apetece a mi cuerpo, siempre ávido de placer.

Aunque ambos tenemos nuestras parejas e hijos, nuestro amor supera todo obstáculo para estar juntos y a solas.

Aun viéndonos con frecuencia, casi de pareja matrimonial, existe momentos que se salen de la rutina, y suceden instantes sensacionales como el que les voy a narrar.

Sofía y Alicia - esposas de Ricardo y mía respectivamente - se pusieron de acuerdo para irse con los niños un fin de semana al club de la playa, ya que Ricardo había sido invitado a un seminario hotelero y yo tenía que asistir obligatoriamente a una reunión en mi club de ajedrez. En dos platos, los dos teníamos tareas fastidiosas para ellas, pero ricas para nosotros. Claro que todo había sido un invento mío para estar a solas, una vez más, con Ricardo.

Ese día, viernes por la noche, decidimos ir a cenar y luego marcharnos a nuestro sitio preferido; un motel, algo cercano a mi casa, que tiene un salón muy discreto para parejas, donde nos divertimos a placer.

Tragos, baile, intercambio de parejas, si es de nuestro gusto. Un sitio de alto costo - eso sí - ideal si quieres pasar momentos inolvidables.

Ricardo y yo somos inseparable, pero a ratos nos damos nuestros gustos personales. Y aquella noche iba a marcar nuestras vidas, pero solo momentáneamente.

No fue, por supuesto, nada deliberado, pero conocimos a Isabel y Roger - esposos liberados - que buscaban tener una noche de placer distinta y, para nuestro fortunio, escogieron a Ricardo a mí.

Roger no pasaba los 26 años e Isabel andaba en los 23; una pareja joven e ideal para nosotros, insaciables en el amor y el sexo.

Ricardo y yo, después de haber bailado, no sentamos en la barra. Un rato luego se sentó a mi lado Roger, quien no demoró mucho en conversar.

-Hola, mi nombre es Roger, dijo algo retraído

-Hola…, respondí fijando mis ojos en los suyos tratando de trasmitirle confianza

-Te presento a Ricardo, mi compañero…, le dije.

-Hola Ricardo…, es un placer

Después de aquel protocolo, se nos acercó Isabel quien tomó asiento a mi lado, cedido por Roger, quien a pie se ubica entre Ricardo y yo.

Para aquella noche se estaba conformando un cuarteto ideal que mi mente morbosa ya presumía.

Ambos, tanto Roger como Isabel, eran hermosas personas en todo sentido. Por alguna razón Isabel fijó sus ojos en mí y Roger en Ricardo.

Sergio, el barman, ya nos conocía de tiempo y fue muy amable con nuestros invitados inesperados, pero comprensivo de todo celebró con gran atención este acercamiento. (Creo que nos conocía a los cuatro). Sergio, luego ya en la habitación, se uniría a nosotros en aquella noche esplendorosa.

Con permiso de Roger invité a Isabel a bailar, y tomados de las manos nos marchamos al centro de la pista, nos abrazamos frenéticamente y comenzamos la danza de los vientres unidos, lo que procuró en mí una erección casi inmediata y muy dura que no dudé en compartir con ella. Su boca buscó la mía, y húmedamente comenzamos un besuqueo divino e insuperable. Realmente aquella mujer era un hembra en todo sentido.

Algo preocupado busqué a Ricardo con mis ojos y apenas atiné ver cuando los dos se dirigían a los privados. Ya habíamos escogido.

Fin de la parte I

(9,00)