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La puta, mi jefe y yo

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Tras seis meses bajo mi dirección comercial, los beneficios de la empresa se habían cuadriplicado y para celebrarlo, mi jefe me invito a cenar en el restaurante más caro de la ciudad.

Los dos bebimos mucho y rompimos la barrera profesional, pasando a comportarnos como dos íntimos amigos.

Mi jefe se llamaba Ramón, tenía 30 años igual que yo y desde el primer día que lo vi, protagonizo mis fantasías sexuales.

Todas las noches, me lo imaginaba tumbado en mi cama. Con su marcaditos músculos brillando bajo la tenue luz que se colaba por la claraboya de mi habitación. Su cuerpo imberbe tumbado sobre mi cama, mientras sus carnosos labios besaban los míos.

Cada facción de su cara me parecía perfecta. Sus encantadores ojos verdes eran enmarcados por unas pobladas pestañas negras. Sus perfectas orejitas eran víctimas de mi pasión y con leves mordisquitos, le marcaba los lóbulos. Mi lengua acariciaba su fuerte cuello, mientras mis dedos jugaban con sus labios, que tras besarme con deseo, se abrían para dejarme paso, sintiendo en mis falanges la húmeda pasión de su caliente boca.

Dos características de Ramón me volvían loco. Su brillante y moreno cráneo, libre de cabello alguno que acariciaba continuamente al hablar conmigo, mientras que su otra mano, inconscientemente, agarraba con suavidad el bulto de su entrepierna, para mostrarme un enorme paquete en cuyo interior había una polla perfecta.

Cada vez que Ramón hacia esto, recordaba el día que lo vi desnudo en vivo y en directo, digo esto porque fotos suyas en pelotas tenía muchas, ya que al entrar en su empresa, me dio su antiguo móvil, sin borrar ninguna imagen de la galería. Más de 100 fotos me mostraban su cuerpo con todo detalle. En la mayoría de ellas posaba en el jardín de su chalet, en un plano entero con una bestial erección. Estoy seguro que su verga media no menos de 20 cms de larga y gorda como una lata de refresco. Además de las fotos, herede un caliente video, donde Ramón se masturbaba sentado en su cama, mientras fugazmente se acariciaba el ano. Como decía, un día lo pude ver desnudo, al entrar al baño de la empresa mientras él tomaba una ducha. Al verlo en pelotas, me quede petrificado mirándolo, contemplando como su mano sujetando una espumosa esponja, acariciaba cada cm de su cuerpo. Cuando pude reaccionar, volví sobre mis pasos con la intención de salir del baño, pero tras mi disculpa, Ramón me dijo que había confianza, dándome paso. Me dispuse a orinar. Menos de 1 metro me separaba de él, me desabroche el pantalón, dejándolo caer hasta mis rodillas seguido por mis interiores. Sujete mi polla con la mano izquierda, colocando la derecha tras de mí, para mostrarle mi aparato sin ningún reparo. Ramón quedaba a mi derecha, de espaldas a mí, deleitándome con una bonita estampa de su espalda y por necesidad de su culo, que era cubierto una y otra vez por la esponja, dejando tras de sí un rastro de espuma que se deslizada sobre su piel, hasta llegarle a las musculosas piernas. En ello estaba cuando mi jefe se giró para decirme algo y me pillo mirándolo. Mi polla había crecido un poco delatándome. El sin inmutarse me dijo algo del trabajo. Yo reaccione y aparte mis ojos de su verga, no sin antes disfrutar de su estampa.

Tras la cena, nos fuimos a un pub, donde seguimos bebiendo. Dos chavalas se nos acercaron, dándonos conversación. La tensión sexual aumento. Nos sentamos los cuatro en una zona oscura de la sala, para poder disfrutar sin ser vistos. Estábamos en un largo sofá, a mi derecha una de las chicas, y a mi izquierda en total contacto conmigo, Ramón con la otra joven junto a él. Empezamos a enrollarnos cada uno con una, sin acordarnos del otro, hasta que en un movimiento, Ramón levanto un poco el culo, hasta ponerlo sobre mi muslo izquierdo. Movía su trasero lentamente dejándome notar su calor en mi pierna. Con precaución, lleve mi mano junto a mi pierna dejándola bajo en caliente culo de mi vecino. Ramón lo movía cada vez más y con más fuerza, permitiendo el contacto total de mi mano. Tras unos momentos de incertidumbre, cogí confianza y empecé a sobarle con descaro. Movía mi mano arriba y abajo pasando por el centro de su trasero, dejando mis dedos anular y corazón acariciando su ano. Ya no había duda posible, Ramón sentía como mi mano le sobaba, no sabía cómo reaccionaría. Tras los primeros momentos, note como dejaba caer su cuerpo sobre mí con más fuerza, obligándome a forzar mis caricias en su culo. Luego, note como la mano de Ramón copio mi pierna y deslizándola hacia él, la coloco entre sus piernas, sentándose sobre mí. Notaba el calor de su paquete en mi rodilla. Para provocarlo empecé a moverlo a modo de caballito y el sin dudarlo, hecho su cuerpo hacia atrás, hasta apoyar su espalda sobre mi pecho. Ahora podía sentir como mi verga empalmada tocaba su cuerpo y era consciente que el también la sentía.

Esta mal que yo lo diga, pero cuando me enrollo con alguien, le hago sentir cosas que ni siquiera imaginaba que podía sentir, y mi compañera no era la excepción. El placer la poseyó y metiéndome la mano en mi bragueta, me abrió el pantalón y me saco la polla, permitiéndome estar más cerca aun del culo de Ramón, que volvió a cogerme la pierna para colocarse mejor sobre ella, poniendo parte de su mano sobre mi desnuda verga. Al notar el calor de su mano, me decidí a dar otro paso, pase mi brazo izquierdo por la cintura de Ramón, abrazando su cuerpo y coloque mi mano sobre su muslo, notando a pocos milímetros el calor de su bulto. Al notar mi caricia, Ramón se levantó un poquito, inclino levemente su cuerpo hacia delante y apoyándose en mi rodilla, me restregó su enorme bulto sobre la pierna, dejándome sentir la dureza de su polla. Como en ningún momento retire mi mano de su muslo, debido al movimiento se desplazó un poco, cubriendo por completo su paquete. Ramón volvió a la posición inicial, sin apartarme la mano, que osadamente sobo con deseo ese premio. Parece ser que mi caricia lo abrumo devolviéndole a la realidad. Ramón me aparto la mano y ceso sus besos con la joven. Se levantó y me pidió que lo acompañara a la barra. Yo pensé que iríamos al baño a acabar lo que empezamos, pero para mí desgracia, cumplió con lo que dijo y fuimos a pedir unas copas. Mientras esperábamos la bebida, me propuso que fuéramos a su chalet a follarnos a las tías, a lo que accedí sin dudarlo. Al volver al reservado, laso dos chicas habían desaparecido, dejándonos con un calentón de caballo.

Al comprobar que nuestras calientes amigas habían abandonado los reservados donde nos estábamos magreando, Ramón y yo fuimos por toda la sala en su busca.

El aforo del pub estaba al límite, lo que nos dificultaba el paso entre la gente, cosa que no nos impidió seguir buscando.

Ramón iba delante de mi abriendo paso entre la gente de la sala. Yo le seguía, intentando que no se me fuera muy lejos, así podía tocarlo cada vez que detenía sus pasos. Mi jefe, al pararse, se giraba hacia mí diciéndome que no las veía por ningún sitio. Ese momento era por mi aprovechado, para unir mi cuerpo al suyo, abrazándolo por la cintura y haciendo que mi excitado paquete chocara con el suyo. Mientras Ramón me decía no sé qué cosas de las chicas, yo forzaba su cintura a pegarse más contra la mía notando como colocaba su polla en medio de mis piernas, hasta unirla a la mía, que nunca había abandonado su excitación. Ramón alargaba cada vez más, el tiempo de roce entre nuestros cuerpos, dejándose violar por mis deseos.

Tras unos minutos de búsqueda, mi jefe y yo, nos quedamos en la pista de baile, rodeados por cientos de personas que bailaban con la música y que, rodeándonos impedían que nadie se percatara de nuestros movimientos. En esa esquinita, Ramón me agarró por la cintura, mientras mi mano derecha se había posado descaradamente sobre su culo, y acercando sus labios a mi oreja, me dijo:

- Estas putas se han largado, pero yo estoy súper caliente. ¿Qué te parece si vamos a por alguna calentorra para seguir en mi chalet? –mientras me decía eso, presionaba su cuerpo contra el mío, dejándonos las pollas unidas.--Tengo la polla a reventar –me dijo, mientras me cogía la mano y la llevaba hasta su bulto- ¿Qué te parece? –me pregunto sin dejarme apartar la mano.

- La tienes como una piedra –le contesté.

- Tú no eres menos –me dijo mientras me agarraba el bulto riendo.

- ¡Vamos¡ -le respondí, agarrándolo fuerte.

Volvimos junto a la barra y nos tomamos tres cubatas uno tras otro, sin dejar de sobarnos en ningún momento.

Poco a poco, la sala se iba vaciando, pero nosotros, parecía que habíamos olvidado la necesidad de alguna tía, puesto que en nuestro rinconcito, no dejábamos de abrazarnos, uniendo nuestras duras pollas.

Llego el cierre de la sala y tuvimos que abandonarla. Fuimos hasta mi coche y sentados dentro, estuvimos riéndonos de cualquier parida durante largo rato. Nuestras manos iban locas, tocando casualmente el cuerpo del otro. Tras media hora de flipada, Ramón se abrió la bragueta, sacó su duro cipote y me dijo:

-Vamos a mi casa y llamamos a alguna puta

Mientras me lo decía, no pude apartar los ojos de su verga. El, percatándose de mi interés, la cogía fuerte por la base y la movía de un lado a otro.

-Hacemos lo que quieras –le contesté

Ramón entonces me cogió la mano, la llevo hasta su rabo y me confesó una fantasía:

-Nunca he hecho una orgía y me apetece mucho que follemos los dos juntos a una tía.

En ningún momento apartó mi mano sobre su verga, lo que me animó a rodearla con mis dedos y empezar a pajearle, apretándole el tronco con fuerza, haciéndole gemir con mis caricias.

-Pero tenemos que metérsela los dos a la vez –le dije.

Ramón accedió a mi petición, arranque el coche y fuimos a su casa. Durante el trayecto, mi jefe no cerró su bragueta, dejándome la polla a mi alcance, lo que hice en varias ocasiones.

Al llegar a la puerta del chalet, mi jefe, aun en su asiento, levanto un poco el culo y coloco debajo el mando a distancia.

-Cógelo si quieres abrir. –me dijo, señalando su entrepierna.

La escena no tenía desperdicio. Ramón con los pantalones bajados a medio muslo, mostraba una tremenda erección, dejándome contemplar su enorme polla. Por entre sus piernas abiertas, asomaba el mando de la puerta, colocado justo en su ano. Riendo, el carbón de mi jefe me repetía una y otra vez que cogiera el mando para abrir, sin dejar de sobarse la verga, moviendo su mano de arriba abajo, dejando que el capullo apareciera una y otra vez entre sus dedos.

Fui a coger el pequeño mando, llevando mi mano bajo su culo. Cuando lo tuve agarrado, Ramón me sujeto del brazo, impidiendo que lo retirara, dejándome en contacto con sus cojones y su culo.

-Con la mano, no. Tienes que cogerlo con la boca. –me dijo sin dejarme apartar la mano de su entrepierna.

Yo ya estaba desbocado y decidido, como no, a aprovechar la ocasión. Abrí la mano, dejándola bajo su trasero, notando en mis dedos el calor que salía de su esfínter. Doble la palma hacia arriba, presionándole los huevos y levante una de mis falanges, llevándola hasta la entrada trasera de mí, "heterosexual" jefe.

Voy a cogerlo con la boca, pero antes te morderé la polla. –le dije bajando la cabeza a su entrepierna.

Cuando llegue junto a su enorme verga, cumplí mi amenaza, abrí la boca y me metí dentro su capullo. Apreté un poco los dientes, marcándole el miembro, mientras mi lengua recibía la punta de su polla. Me aguante y no empecé a mamársela, no sé por qué, pero lo que si hice fue forzarle el ano con mi dedo, introduciéndole la puntita.

Ramón, dio un respingo, al notar un dedo metido en su virgen hoyito, mientras mantenía la polla en la boca de su empleado. Me apartó la cabeza, diciendo:

No seas carbón, si quieres morderme la polla, primero tienes que darle un besito.

Sin sacarle el dedo del culo, volví a bajar la cabeza junto a su rabo. Mientras metía más mi falange en su interior, levante mi mirada hasta encontrar los ojos de mi jefe. Le sonreí. El llevó su mano a mi cogote y empujando un poco dirigió mis labios hasta contactar con su miembro. Yo, obedecí su orden y le di un sonoro beso en el capullo, luego me lo volví a meter en la boca para morderlo con suavidad.

-No, ese beso no vale, tienes que esforzarte más. –me dijo.

Levante un poco la cabeza, sacándome aquel manjar de su interior, y sin más dilaciones, le pase mi húmeda lengua por toda la longitud de su verga. Repetí el gesto varias veces, hasta que guiado por la mano de ramón, que dirigía mis movimientos, abrí la boca y deje entrar poco a poco cada centímetro de su durísima verga.

Chupaba aquel miembro con maestría, haciendo gemir a mi jefe como un poseso, tras apenas un minuto de mamada, Ramón cogió el mando, abrió la puerta y me pidió que entráramos al chalet.

Nos sentamos en el salón, mirándonos, cuando ramón me dijo algo que me dejo flipado.

-No creas que soy gay, lo que pasa es que el alcohol me descontrola.

Sus palabras me dejaron sin reacción. Esperaba que se abalanzara sobre mí, arrancándose la ropa y follandome como loco en el sofá, y en cambio, le entro la vena macho y me corto el rollo.

Solo pude seguirle la corriente y contestarle que aquello no saldría nunca de allí.

Ramón, se cerró los pantalones, cogió el teléfono y llamo a una amiga suya, prostituta de profesión, tras cinco minutos explicándole la situación, colgó diciéndome que en media hora la teníamos allí.

Tras colgar el teléfono, Ramón se sentó a mi lado, pegando sus piernas a las mías. Pasó su brazo derecho tras mi espalda, hasta posar su mano sobre mi hombro. Me llevó hasta el con fuerza, mientras su mano derecha alcanzaba el centro de mi pecho, justo sobre el primer botón de mi camisa. Fue desabrochando uno a uno cada cierre de mi prenda, aprovechando para acariciar mi torso desnudo.

Me había desecho ya de la camisa, para permitir que sus dedos acariciaran cada centímetro de mi pecho. Al mismo tiempo, Ramón obligaba a mi cara, acercarse a la suya, llegando a tener sus ardientes labios a pocos milímetros de los míos. En esa situación, me lance a por él.

Tras humedecerme levemente los labios, alcancé su boca. Primero fue un leve roce, seguido de un más insistente beso. Mi lengua entro sigilosamente en su cueva, saliendo al encuentro de su húmedo músculo. Tras el primer contacto, casi accidental, deje que nuestras lenguas se reconocieran, danzando levemente una alrededor de la otra, desinhibiéndonos cada vez más. Tras un minuto escaso, Ramón estaba tumbado boca arriba sobre el sofá, desnudo de cintura para arriba y con el pantalón en el suelo. Lucia solo unos pequeños gayumbos, que apenas conseguían vestir su verga empalmada. Sobre el reposaba mi cuerpo, cubierto igualmente por los slip, que dejaban asomarse por un lado mi rabo.

Mientras nuestras lenguas jugaban entre sí, nuestras traviesas manos inspeccionaban la anatomía del otro.

Mis dedos rodeaban su dura verga, subiendo y bajando a lo largo de la misma, dándole una discreta paja. Ramón a su vez, tenía la mano metida en mi slip robándome la verga, mientras nuestros discretos besos se convertían en un morreo en toda regla.

Tras unos minutos de exploración, nos quitamos la poca tela que nos cubría, haciendo que nuestros cuerpos desnudos se unieran.

Sonó el timbre y Ramón fue a abrir. Era Marta, su amiga prostituta. Mi jefe la recibió desnudo y la acompaño hasta el salón, donde yo me encontraba en bolas, sentado en el sofá, abierto de piernas esperándolos.

Marta se desnudó rápidamente y se abalanzó sobre mí, tragándose mi dura verga, majándola con maestría.

Ramón me levantó del sofá, colocándose tras de mí, metiendo su verga entre mis nalgas. Marta, Sin sacar mi polla de su boca, siguió nuestros pasos, que nos llevaron hasta el dormitorio. Durante el trayecto, sentía los calientes labios de la joven chupando mi pene y la durísima verga de Ramón, metiéndose en mi culo.

En la habitación, Marta se arrodillo sobre la cama, sin sacar de su boca, ni un milímetro de mi polla. Yo estaba de pie y Ramón se colocó a mi lado, acercó su rabo al mío y mientras los cogía los dos, indicó a Marta que los cubriera con sus caricias orales. La joven se metió las pollas hasta el fondo de la garganta, haciéndonos gemir.

Cambiamos de postura, Ramón se follaba su húmedo coño, mientras mi polla penetraba una y otra vez en su culo, notando en cada embestida como el miembro de mi jefe presionaba sobre el mío.

En uno de esos movimientos, Ramón le saco la verga de su interior, cogiéndosela con la mano y llevándola hasta su puerta trasera. Coloco su capullo junto a mi polla y con maestría, consiguió meterlo unos centímetros. Marta se quejó un poco y Ramón caballerosamente, paro, pero sin secar ni un ápice. Junto a mi polla, sentía su capullo presionando. Al sentir que su ano había dilatado, Ramón me hizo una señal y retomo su empuje. Esta vez, nuestras dos vergas, entraban unidas, hasta el fondo de su anatomía.

Tras varios minutos metiéndosela, nos corrimos uno tras otro en su interior. Marta fue a lavarse y los hombres nos quedamos desnudos, tumbados sobre la cama.

Sin dudarlo, dirigí mi boca al rabo de mi jefe, que había `perdido su dureza. Lo chupe con pasión, notando como retomaba su esplendor en mi boca. Ramón, entre gemidos giro su cuerpo hasta que sus labios alcanzaron mí miembro, erecto de nuevo.

Pude notar por primera vez como mi polla era lamida por mi jefe.

Ramón disfrutaba como un niño, mamando mi verga. De repente. Me cogió ambas piernas, las abrió y de un golpe me clavo la polla hasta el fondo de mi culo, fallándolo bruscamente.

Marta volvió a la habitación, observando como mi jefe me la metía desbocado. Se acercó a Ramón, intentando agarrarle la verga que entraba y salía de mi culo. Mi jefe la retiro de un empujón y con unas cuantas embestidas más, se corrió dentro de mi cuerpo.

Ramón gritaba en cada metida y cuando se quiso dar cuenta, la joven se había ido y el, acababa de follarse a un tío.

A partir de ese día, mi jefe y yo fallábamos casi a diario, organizando incluso orgías con jóvenes muchachos, pero eso es otra historia.

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