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52.3 En camino para casa

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Pasaron unos minutos y seguía respirando el profundo olor a semen y sexo de su dormida verga cerca de mis labios, pasando mi mano por sus muslos y el vello de su pubis, sintiendo la caricia de su suavidad en ella.

Levanté mi cara cuando sus manos acariciaban mi pelo y gateé hasta quedar con nuestros rostros al lado uno del otro.  Llevé mi mano izquierda para posarla sobre su barba y acariciarla, tenía miedo de tocar sus labios, se había mordido y tenía una gota de sangre que había discurrido hasta perderse entre los pelos de su barbilla.

Le miré, y me sentía lleno por la admiración que me inspiraba y el profundo y sincero amor que sentía por él. Quería su felicidad a toda costa, necesitaba sentirle contento y satisfecho, realizado en todos los sentidos.

Me coloqué sentado en su abdomen y con mis piernas a sus costados, como si estuviera montando un caballo, me recosté sobre él acercando mi boca a la suya, sus ojos brillaban mirando los míos.

-¿Lo ha hecho bien tu putita? ¿Ha quedado satisfecho mi señor?  -el sarcasmo sobrepasaba lo irónico a pesar de mi sonrisa. Apretó sus labios sobre los míos y luego me apartó.

-No lo he dicho para que te enfades.  –lamí su labio que había vuelto a sangrar.

-Si me hubiera enfadado no estaría aquí, a tu lado, puedes decirme y hacer conmigo lo que desees.    –pasó su mano por mi cara para apartarme el pelo y mordió mi colgante con los labios.

-Es un regalo que me hizo Nicolás.  –soltó la plaquita para hablarme.

-¿Qué quieres que te haga?, deseo que tú goces también.  –mi verga ha perdido su dureza y no me preocupaba en absoluto el pensar que me tenía que correr.

-Cómeme el culo y luego fóllame.  –me aparté de él entre risas y me coloqué de rodillas metiendo mi cabeza en la cama, moví mi culito provocativo ofreciéndoselo en la mejor posición para que hiciera lo que le había pedido.

Se coloca detrás de mí y separó con las manos mis nalgas, sus labios se posaron sobre mi ano para besarlo y tocarlo con la punta de su lengua, me gusta que me coma el culo un montón, me voy masturbando mientras él lame mi ano e intenta morderlo sin lograrlo.

-¿Te gusta así? ¿Lo hago bien?  -tira fuerte de mis nalgas para separarlas más y pasa su barbilla por mi ano para que sus pelos me hagan las cosquillas que me vuelven loco.

-¡Ahh!, Gonzalo, me encanta tu barba, sí, que gusto me das.  –acelera el movimiento de su lengua y mi culo se va preparando para recibir su verga, lo pienso y aprieto mi esfínter atrapando su lengua que tiene metida en mi culo, es un sentimiento placentero, pero necesito algo mayor que me penetre y parece adivinar lo que pienso.

Sus dedos hacen maravillas en mi culo, tirando de él y follándolo como él sabe hacer.

-Ahora la polla Gonzalo, fóllame, métemela toda.  –se separa y se masturba para poner al máximo de dureza su verga.

-Ya que lo quieres así, prepárate.  –escupe en mi ano y esparce la saliva con los dedos, y luego coloca el pene en la entrada, mi ano reconoce su calor y su forma y se abre para él, comienza a empujar hasta que el glande me perfora y entra en mi culo.

Su polla está durísima y ha entrado toda, la siento palpitar dentro de mi llenándose de su sangre, arde y se refuerza mientras gemimos los dos, él pegado a mi espalda y acariciando mi cintura y yo con la cara enterrada entre las sábanas.

-Dame fuerte Gonzalo, fóllame de verdad, rómpeme el culo.  –estoy hambriento de verga y necesito que me cause dolor y placer al mismo tiempo.

Gimo como una nenita destrozado por las penetradas tan duras que me da y que yo he pedido, quita mi mano de mi polla y la coge él, entra y sale de mi culo al mismo ritmo que mueve su mano y cuando estallo en mi orgasmo, él ruge a mi espalda vaciándose entre espasmos. Se detiene el mundo y salimos lanzados al espacio a la velocidad de la luz en un placer insuperable.

Solamente puedo gemir y morder con fuerza la sábana y a Gonzalo le siento temblar por la fiebre del placer que le arrastra y deja de sostener mis caderas para caer en mi espalda.

Después de unos minutos de tenerme montado saca su polla y se deja deslizar a mi lado, ha sido una follada de campeonato que nos ha dejado rendidos, él está más cansado que yo, se ha vaciado dos veces, en mi boca y en mi culo.

-Dani, eres un prodigio, nacido para follar y dar placer, mi polla se derrite entre tus piernas simplemente rozándolas, eres increíble.  –el volcán de pasiones se ha calmado y acaricio su cara con mi mano.

-Tú también me vuelves loco, tu virilidad me abruma a veces, pero te quiero así de macho y de hombre poderoso. Te amo Gonzalo, tanto que me tienes sometido.

Nos duchamos y salimos al pasillo, la casa está en silencio y solo se oyen risas que vienen de la habitación de Nicolás, seguramente está haciéndole el amor a Lorian.

Esperamos en el salón hablando hasta que al poco tiempo aparecen. Comemos algo de lo que sobró en la comida y vamos hasta el local donde ha quedado con Tommy en su coche, no sacamos el de Gonzalo que está ocupado con nuestro equipaje.

Nos lleva a una nueva discoteca en la que no había estado hasta ahora, nos esperan ya nuestros amigos y Alán está con Fernand, parece que ha decidido con quien quedarse. Pasamos horas bailando y divirtiéndonos, aunque extraño a un buen bailarín como Paul que sepa llevarme y consiga sacar de mi cuerpo lo mejor.

A Gonzalo y Nico comienza a gustarles el baile, pero están muy lejos de ser bailarines aceptables. Encuentro sublime el momento en que los tres bailamos abrazados, me siento volando entre nubes, rodeado de los brazos de mis dos mejores hombres y amantes a los que voy besando.

-Te has colocado el colgante que te regalé.  –le abrazo estrechándole en mis brazos.

-Nico, te quiero, nunca podré olvidarte y significas mucho para mí, siempre daré las gracias por haberte conocido y lo que me has dado. Quiero que busques un chico que te quiera y te merezca.   –bajó la cabeza y me besó en la boca apasionado.

-Ya encontré a ese chico y siempre estará conmigo.  –Gonzalo no decía nada, solo sentía la fuerza de su abrazo escuchando hablar a su amigo, mi antiguo amante.

Llegamos muy tarde a casa y no podríamos dormir las horas que necesitábamos para descansar y mañana tranquilos emprender el viaje.

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Desperté cuando agitaban mi cuerpo, abrí los ojos y vi a Lorian de pie en el lateral de la cama mirándome risueño y ensoñador.

-Parecéis dos bellos durmientes, os recuerdo que los que vais a viajar sois vosotros.  –nos miraba curioso viendo nuestra desnudez, Gonzalo abrazaba mi cintura y permanecía de costado despertando en ese momento.

-Si os quedáis a comer lo haremos fuera y ahora podéis levantaros mientras preparo el desayuno.  –mordió su labio inferior y sonrió con picardía mirando a Gonzalo, luego me giño un ojo antes de salir.

Me sentía molesto conmigo mismo por haber dejado la responsabilidad de levantarnos a nuestros amigos. Miré a Gonzalo y estaba sumamente tranquilo.

-Vamos a levantarnos no quiero que Lorian tenga que calentar otra vez el desayuno. –en lugar de levantarse me abrazó estrechándome contra su pecho.

-Pienso que al final has sido más feliz que yo este tiempo, has encontrado unos amigos que te adoran.  –él no sabe que siempre no ha sido así, que en Leeds o Chapel no intimé con gente que me quisiera, o por lo menos no de esta manera hasta encontrar a Nicolás.

Están en la cocina esperándonos, Nico había salido a correr y además de la prensa ha traído consigo tiernos bollos de mantequilla crujientes, dorados y de aspecto delicioso.

-No nos quedaremos a comer, mi idea es salir de París antes de que la gente comience su vuelta y dificulte el tráfico, espero llegar cerca de Orleans y parar para descansar y comer.  –Gonzalo ha trabajado en el programa del viaje y no me preocupo de más.

Preparamos nuestras maletas y nos disponemos a emprender el viaje.

-Nico, por favor, no quiero perderte, sabes dónde estamos y queremos verte pronto.  –siento como si algo se me desgarrara por dentro, es tremendo mi cariño por este hombre tan bueno, mi amante durante meses.

Aunque el tráfico es denso también es fluido y así Gonzalo no puede apretar el acelerador como él quisiera, el cielo está limpio de nubes y parece que la fortuna me sonríe.

Todo va desarrollándose según sus planes y una vez pasado Orleans sale de la carretera principal para buscar un restaurante.

Parece que estamos de vacaciones y el espíritu es ese, vamos los dos con pantalones cortos y Gonzalo usa una gorra de visera, el contraste de verle con ropas tan formales, y estas juveniles y hasta banales hace que cambie mi forma de pensar sobre él, y darme cuenta de que es un joven sin más por muy importante que en realidad sea.

Nos atienden en una terraza llena de plantas y flores, de mesas y sillas blancas de jardín, algunas sobre la hierba. Es un lugar muy bonito y parece que disfruta del aprecio de comensales entendidos, que se desplazan fuera de la ciudad para comer en el campo en un día de domingo.

Terminamos de comer y Gonzalo quiere fumar un cigarro antes de volver a la carretera, tomamos un café y observo volar y difuminarse en el aire las volutas de humo que salen de su boca.

Rueda una pelota que se detiene en los pies de Gonzalo, la mira despectivo y coloca un pie sobre ella y desvía la mirada hacia una niña pequeña, preciosa como un querubín escapado del cielo, parecen entablar un duelo con sus miradas. 

La niña no aparta sus ojos de los de Gonzalo y se va poniendo roja, desvía su mirada a la pelota sin moverse y vuelve a mirar a mi chico. Éste impulsa la pelota con el pie para que llegue hasta ella, el hermoso serafín de bucles dorados sonríe enseñando sus pequeños dientes, brillantes como perlas y devuelve, en un infantil deseo lúdico de juego la pelota a Gonzalo.

El movimiento se repite varias veces, como si se estuvieran estudiando o comunicándose entre ellos hasta que llega un joven, rubio como ella, que pide disculpas y se la lleva.

Amo esos momentos tan simples, tan humanos y sencillos en que me deja atisbar su intimidad más profunda, que me permite viajar a aquellos momentos, cuando cuidaba de mi como si fuera mi hermano mayor sin serlo y era mi guía y mi sueño.

Volvemos a la carretera, conduce contento mientras en la radio se escucha una vieja canción de Dire Straits: “So far away” “-Estoy cansado de estar enamorado y tan solo cuando tu estas tan lejos de mí-“, y el sueño me va venciendo, coloca su mano en mi pierna en una tierna caricia y la sujeto con la mía.

-Duerme Daniel, tienes unas horas hasta que lleguemos a Toulouse.  –y me duermo en la confianza que me inspira, como un padre que lleva a su hijo a la cama después de haberse quedado dormido viendo sus dibujos animados preferidos.

Oigo el ruido del motor y me parece acelerado, Gonzalo va concentrado en la conducción y no se da cuenta de que he despertado.

-Vas a mucha velocidad, no tenemos prisa y quiero llegar con vida a nuestro destino.  –no me responde y solo sonríe, aunque son las nueve la luz del sol nos alumbra.

-Muy bien, como quieres que te lleve vivo descansaremos en unos minutos, hemos pasado Toulouse.  –paramos en un hotel de carretera y tenemos que abandonar la autopista. El Novotel al que llegamos resulta coqueto y atrevido por la modernidad de su diseño. Todos los servicios y las habitaciones están a nivel del suelo.

Al llegar a la habitación Gonzalo se tira sobre la cama con una exclamación de cansancio.

-He venido dormido y no te he ayudo a conducir un poco.  –me acerco y me siento a su lado.

-Me gusta conducir y lo disfruto, el cansancio es de la noche pasada. -me tiendo a su lado y contemplamos el techo unos segundos.

-Estos hoteles me dan un poco de miedo, puede acceder cualquiera a las habitaciones si están las ventanas abiertas.  –se vuelve hacia mí y me sujeta de la cintura.

-¿Y para qué estoy yo? Para defenderte del malvado.  –parece que el cansancio se le ha ido y se pone encima de mi cuerpo para mirarme embelesado.

-No dejaré que te hagan daño pequeñín, vamos a ducharnos rápidamente para luego ir a cenar.  –me da un rápido beso y sin esperarme se encamina hacia el baño.

La ducha nos relaja y nos deja frescos, nos cambiamos de ropa y vamos al comedor, es parte de la cafetería y son una misma cosa combinada en una sala muy amplia, las mesas están dispuestas para un máximo de cuatro personas y sobre cada una de ellas pende una lámpara con pantalla de color anaranjado, creando un ambiente intimista y discreto.

Nos sentamos uno al lado del otro mirando hacia la barra, y cuando llega el camarero Gonzalo le pide una carne con patatas a la francesa y salsas de queso, para mi es demasiada comida y me conformo con una ensalada.

El público es escaso y solamente hay cinco mesas ocupadas, en todas hay personas mayores excepto en la enfrentada a la nuestra donde están un hombre y una mujer con una chica de unos veinte años. Los señores nos dan la espalda y la chica mira hacia nuestra mesa.

Es una joven preciosa con cabello rubio acaracolado, que con el reflejo de la luz naranja tiene brillos pelirrojos, mira alguna vez hacia nosotros, exactamente a Gonzalo. Coloco mi mano sobre su muslo para llamar su atención porque parece ensimismado mirando a la chica.

-Es muy bella y muy joven.  –mis palabras le hacen pestañear y mirarme.

-Perdona, estaba distraído, sí es una joven agraciada y su belleza irá creciendo.

-¿Te gusta?  -retira mi mano de su muslo para colocármela sobre la mesa sujetándola con la suya.

-Pues claro que me gusta, todo lo que es bello me agrada. Salí con una chica que se parecía a ella, pero no te voy a explicar mis conquistas de joven madurando.

-¿La querías?  -sonríe divertido por mi curiosidad.

-Creo que sí, pero estaba confundido conmigo, te quería a ti, estaba Ál, todo me atraía y me volvía loco queriendo saber lo que era, identificarme con algo. No entendía que pudieran gustarme los chicos y las chicas.

-¿Y qué pasó? ¿Cortasteis vuestra relación?  -se limpió los labios y me besó la mano, la muchacha apartó su vista de nosotros con un gesto triste pero comprensivo.

-Me dejó cuando le dije que también me gustaban los chicos, tampoco ella era capaz de entender mis sentimientos, y sí, antes de que me lo preguntes, hicimos el amor varias veces.

Permanecimos un rato sentados en la terraza mirando las estrellas, y cuando sentimos frío volvimos a nuestra habitación.

-Dime Gonzalo, perdona que te siga preguntando, pero tengo curiosidad sobre ese tema desconocido para mí, ¿cómo es hacer el amor con una chica?, ¿se siente lo mismo?  -estaba tumbado y desnudo a mi lado, con los brazos subidos y las manos debajo de su nuca, acaricié el vello de su axila y se recogió al sentir mi tacto.

-Básicamente es lo mismo y las sensaciones iguales, pero el cuerpo es distinto, más suave, con otras curvas más rellenas, los pechos son un prodigio de ternura para amasarlos y esconder la cara en ellos chupando de unos pezones más desarrollados, y el sexo me gusta más el de los hombres que el de las mujeres, sobre todo para mamarlo, aunque también he lamido una vagina y no me disgusta.  –se vuelve hacia mí para mirarme y acaricia mi cintura pasando su mano y llevándola a mis abdominales.

-Esto no lo tienen ellas. –pasa la yema de sus dedos por mi poco abultado abdomen pero que a él le encanta.

-Y tu piel es tan suave y delicada que me recuerda a la de las chicas, en resumen es muy agradable el hacer el amor con una mujer bella y bien formada pero no te cambio por ellas, tú lo tienes todo y eres muy putito y atrevido haciendo el amor.  –comienzo a reírme, pero me dura poco, su boca se encarga de silenciarme, llenándome con su lengua y logra que mi curiosidad se centre en él, en su cuerpo tan diferente al de una muchacha, de piel dura, con poco pero el vello preciso, fuerte y poderoso como un búfalo, macho a más no poder y productor de testosterona que me eriza la piel atraído por su olor que le impregna de hombría.

Quizá me vea como a una mujer, pero con una polla entre mis piernas, me da igual como él me sienta, él es mi macho, mi hombre al que amo, que me vuelve loco y que quiero verle ahora en su trabajo de montar a su hembra si es ese mi papel, el rol que debo vivir a su lado.

-Hazme el amor como se lo hacías a ella Gonzalo, fóllame y hazme tuyo. –le voy hablando mientras le como a besos la cara y lamo su barba que le hace tan viril, tan impresionantemente hombre.

-Te lo voy a hacer mejor, te amo y a la vez que te poseo también me entrego a ti y son dos gozos que se juntan. –nuestros besos aumentaban la tensión de nuestros cuerpos, mis piernas jugaban con las suyas tan duras y provistas de ese crespo vello que me acaricia entre mis muslos más suaves.

-Quiero amarte como a una auténtica mujer y como a un hombre a vez, porque te lo voy a entregar todo.

-Hazme tu mujer, quiero ser tu hembra, tu chico, todo lo que tú desees y te de placer.  –me miró lujurioso y empezó a besarme la boca con fuerza de nuevo, sentía su pene duró entre mis muslos e intentaba atraparlo ente ellos. Era un sueño tener a Gonzalo de esta manera y sabiendo cómo me quería y lo que sentía por mí.

Necesitaba tenerlo dentro de mi cuerpo, pero seguiría el ritmo que marcara mi hombre, me beso en la oreja susurrando en mi oído.

-Estas riquísimo, aunque no tengas las tetas grandes. –se incorporó y me miro extraviado, su cara estaba desencajada y sus ojos me miraban maliciosos.

Se elevó un poco más para unir su verga con la mía, estaba terriblemente grande como para inspirar miedo, a mí que tantas veces la había tenido dentro y tantos placeres me había proporcionado, pero realmente inspiraba respeto.

-¿Estas a gusto?, ¿estás bien?  -le pregunté al comenzar a moverse para rozar nuestras pollas sobre nuestros abdominales.

-Estoy en la gloría putito, encima de ti y notando tu piel con mi pene. Es mucho más de lo que podía pedir, es demasiado mi amor.   –me volvía loco con sus besos y el roce de su polla contra mi barriga.

Tenía mi culo dispuesto para recibirlo y podía meter mis dedos fácilmente, lo que me permitían sus piernas entre las mías, mi deseo era tremendo.

-Elévate, quiero tocarte la verga con las manos.  –lo hizo y retraje la piel de su prepucio para dejar su glande libre y jugar con él con mis dedos, aunque lo que deseaba era tenerlo en la boca.

Se deslizó hacia abajo y sin dejar de mirarme con vicio satánico en sus ojos.

-Métetela tú mismo, fóllate ya que la deseas tanto y eres tan puto, llévala hasta dentro de ti mariconcito.  –utilizaba estos términos tan vulgares que no me molestaban, más bien me excitaban más de lo que ya estaba.

Cogí su verga y la fui acercando a la entrada de mi culo, la froté en él y noté la receptividad de mi ano que se abría por si solo para acogerlo queriendo tragarlo, tiré mi cuerpo hacia abajo y entró su glande.

-Te va a doler un poco, prepárate.  –y sin más dio un fuerte golpe de cadera y me lo metió todo de golpe, solté un gemido de dolor, tenía razón y dolía la metida tan brutal, pero le animé cuando pude hablar.

-No te preocupes por mí, disfruta tú.  –se inclinó para morder mis labios.

-Eres increíble putito, te gusta hasta el dolor que te causo.  –realmente me había puesto nervioso y el dolor había sido producido más por la sorpresa, también sentía placer al notarle allí tan dentro de mí, no era tan perfecto como él imaginaba.

-Dame fuerte, no te detengas.  –se había quedado quieto disfrutando del momento de su posesión y de verme rendido bajo él, clavado en la cama por su verga que me atravesaba.

Me besaba y se levantaba para mirarme y volvía a besarme de nuevo, me decía que me amaba más que a nadie y yo extraviado pasaba mis manos por sus costados y acariciaba sus nalgas metiendo mis dedos hasta la entrada de su ano.

-Te sigue doliendo mi amor.  –a veces tan bruto y otras tan delicado, en un contraste que me excitaba hasta la locura.

-Te he dicho que me des, quiero que me destroces y me goces, estoy muy bien con mi macho dentro de mí.

Comenzó a moverse lentamente entrando y saliendo sin dejar de mirarme lujurioso.

-Te voy a hacer mi mujer, mi hembra.  –gemí de placer por el roce de su polla en mi ano y porque pensara en mi como que era su mujer y su hembra.

-Sí, sí, soy toda tuya, fóllame y lléname con tu leche.  –su enorme pedazo de carme abrasaba mi culo entrando y saliendo sin parar, comencé a sentir un enorme placer que me obligaba a agarrotar mi cuerpo y comencé a temblar en un orgasmo anal que me hacía perder el control de mi cuerpo.

Cuando me calmé abracé su cintura con mis piernas abriendo para él toda la entrada de mi culo, cerrada por el orgasmo momentáneamente y ahora vuelto a abrir para que siguiera follándome. Estaba disfrutando como un poseso.

-Eres estupendo Gonzalo, me llevas a mundos desconocidos, te amo mi amor, eres mi hombre adorado, gracias.  –entraba deliciosamente y un nuevo orgasmo no tardó en llegar y mi culo se derretía de gusto y placer, ahora grité sin poderlo evitar.

Sus movimientos eran más rápidos y más fuertes, no se había detenido y las sensaciones placenteras no dejaban de llegarme, me daba fuertes golpes proyectando sus caderas y sus testículos golpeaban con furia en mis nalgas.

Era inevitable y eyacule con fuerza llenado mi vientre y pecho del semen que salía de mi polla en cantidad, y no paraba de gritar y desear que esto no terminara nunca, mordí mi muñeca hasta hacerme daño y causarme dolor y él no paraba, aguantaba como todo un buen macho, dejando satisfecha a su hembra antes de vaciarse él y dejarle su semilla que la fecundaría.

De repente paró de bombear, lamió el semen de mi pecho, sacó su verga dejándome vacío y se lo iba a reprochar.

-Ponte de rodillas, te voy a follar como a una perra.  –no perdí tiempo y obedecía como si fuera lo que él había dicho que era, la perra que él quería montar, me puse de rodillas con las piernas abiertas, el pecho sobre la cama y llevé mis manos para separar mis nalgas y quedar abierto para que me la volviera a meter.

-Ahora vuelve a metértela tú mismo.  –la sujeté metiendo mi mano entre mis piernas y la encabecé en la entrada de mi ano.

Entró sin contemplaciones y sentí golpear sus cojones en mis nalgas, no sentí dolor alguno ni me molestó, mi culo estaba muy abierto y es posible que en ese momento hubiera podía contener dos vergas dentro de él, solo sentí placer y sometimiento a mi hombre.

Incliné la cabeza y miré entre mis piernas, era un espectáculo único, sublime, magnífico y erotizante, ver como su miembro, su enorme barra de carne entrando y saliendo poderosa de mi culo abriéndolo con fuerza, como se movían sus huevos en su avance hasta golpear en mis nalgas.

Gonzalo no paraba y comenzó a gemir y apretarse más contra mi culo al llegar a él al penetrarlo, estaba rojo, sudaba a mares y trabajaba como un negro mi culo, estaba disfrutándome al máximo y cada ver me parecía que entraba más adentro, más duro, más potente, más furioso.

Dio una embestida tremenda y comenzó a eyacular y vaciar sus huevos en mi interior mientras gritaba clavado en mi sin moverse, solo su verga temblaba llevando su carga preciosa a mi vientre.

Abrió los ojos y nuestras miradas se cruzaron, estaba como ido pero su rostro se iluminó con una sonrisa que me supo tan rica como su verga.

-¿Te ha gustado princesa?  Ahora ya sabes lo que sienten las mujeres tan putitas como tú.  –me eche a reír sin poder evitarlo.

-¡Oh! Gonzalo si fuera una mujer podrías haberme dejado preñada, eres un sádico y salvaje pervertido.  –estallamos los dos en carcajadas, su polla comenzó a salir de mi ano.

-Gonzalo no te rías, se te está saliendo.  –se escurrió de mi interior y no paraba de reír, se le veía tan lindo e infantil, con esa risa tan alegre, después de todo lo que me había dicho.

Se recostó a mi lado y yo aún permanecía de rodillas en la cama, sintiendo como salía su leche de mi culo y resbalaba por mis nalgas, me apoyé en su pecho y busqué con mi mirada su polla, seguía tiesa pero muy manchada de su leche y los flujos de mi culo, la lamí y me sabía delicioso, su semen no dejaba de salir de mi culo y lo toqué con mi mano, estaba tremendamente abierto y podía meter todos mis dedos, me escocía y pasé mis dedos con su leche para calmarlo, luego la llevé a mi boca, Gonzalo ponía cara de asco.

-Me escuece un poco, has sido un bruto.

-Tú me pediste que te diera fuerte, pero no te preocupes, se te pasará y volverás a pedirme que sea un bruto.  –le di un beso fuerte en sus labios y me escapé al baño para sacar todo lo que tenía dentro.

Me miré en el espejo, tenía el pelo revuelto y un extraño brillo en mis ojos, sabía que algo había pasado esta noche, estábamos dispuesto a ser claros y sinceros con nosotros y explorar todas las formas de procurarnos placer con nuestros cuerpos y mentes. Volví a la cama y le vi dormido y espléndido en su desnudez.

 

Besé con ternura sus labios y me abrazó en el sueño apoyando su pecho en mi espalda hasta quedarme dormido en sus brazos.

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