Nuevos relatos publicados: 13

La máscara italiana

  • 10
  • 58.382
  • 9,38 (47 Val.)
  • 2

El cielo estrellado y el clima cálido, se habían dado la mano para crear esa hermosa noche de viernes. La gente llenaba los bares con su alegre bullicio o disfrutaba de un bello paseo por la rambla. Reinaba un espíritu distendido en la ciudad. 

El único que estaba detrás de un televisor era Gustavo, hasta su madre había salido con sus amigas a divertirse.

El joven, embriagado de aburrimiento jugaba con el control del televisor saltando de un canal a otro, todo le parecía un asco, incluso hasta el canal porno, la programación era repetida. Su novia, estaba histérica preparando exámenes de facultad, más le valía no molestarla sino quería tener problemas con ella. En el chat, ninguna conversación le atraía y el whatsapp, estaba quieto como agua de pozo.

Con más pena que gloria decidió acostarse temprano, fue en ese momento que su celular entonó las estrofas del tema “buenas noches atorrantes”. Era Juancho, su amigo, lo esperaban con la banda en la rambla, allí donde muere la calle Paraguay, justo en el caño, donde solía pescar con su padre cuando era un niño.

Cuando llegó, saludo a los presentes que lo recibieron con una cerveza bien fría.

-“¿Y el Hueso?-Preguntó Gustavo.

-“Está en camino.”- Contestó Facundo.

Cuando la quinta botella de cerveza se vació entre conversaciones banales y bromas, apareció “el Hueso”, apodado así por su singular flacura. Piloteaba un bello impala convertible de 1965, propiedad de su padre.

Era un pacto secreto que tenían padre e hijo. Él podría usar ese automóvil clásico todas las veces quisiera, a cambio, mantendría en silencio las sórdidas relaciones que tenía su padre con su tía. Una voluptuosa mujer de 36 años que nunca se conformó con que solo fuera su cuñado.

-“Gente, hay una reunión de disfraces que organizan unas veteranas recalentadas y me pidieron que llevara carne joven. ¿Se prenden?”- Invitó el joven del Impala.

El Hueso se había hecho hombre con su madrina, una mujer que le llevaba más de 20 años de diferencia, cuando sus padres viajaron en un crucero por el caribe. Desde entonces, le encantaba acostarse con mujeres mayores que él; sentía que le daban la atención que su familia no le prestaba. Además, recibía buenos regalos por sus servicios, siempre estaba bien vestido y olía los mejores perfumes. Era todo un galán de las clases maduras.

Luego de deliberar un rato, alegres por el alcohol decidieron ir, pero se dieron cuenta que no tenían disfraces.

-“No hay problema, el Hueso siempre piensa por Ustedes, manga de vagos, elijan.”- Exclamó  el simpático joven  abriendo la valija del coche.

Detrás de la máscara de Batman estaba Gustavo, incomodo porque el traje le quedaba chico y le apretaba las entrepiernas.

-“No seas ridículo, acomódate bien el bulto. Pareces que tuvieras una hernia”- Le indico Rodrigo que lucía el atuendo de Lord Vader.

-“No importa, Gustavo allá te lo sacas y listo”- agregó risueño el hueso.

El lugar era muy reservado, escondido de miradas indiscretas y a las afueras de la ciudad.

Al entrar, Juancho, se quejó molesto: -“¡Hueso, esto es un asilo!”-

El mencionado se rio y grito para que todos lo escucharan: -“Acá llegaron los superhéroes a salvar la noche. ¿Dónde están las villanas?”-

Gritos de mujeres en celo festejaron la llegada de aquellos paladines del placer.

En la fiesta serian alrededor de unas 80 personas, entre hombres y mujeres de entre unos 35 a 70 años aproximadamente. El alcohol de lo mejor, corría sin control, así como algunas bolsitas que no era necesario preguntar que contenían, entre risas y bailes alocados.

Aquello eran las vacaciones de todas reglas morales. Salvo unas que debían respetarse a rajatabla: divertirse sin lastimar al otro y no sacarse la máscara de la cara bajo ningún concepto. Una forma de cuidar el anonimato de los participantes, sobre todo de aquellos cuya actividad pública era ampliamente conocida.

Teresa, se sentía rara, solo estaba vestida con una máscara. Había ido por insistencias de sus amigas, además quería experimentar algo distinto en su vida de oficinista y ama de casa. Y como ya no tenía compromisos, decidió ir más por curiosidad y morbo que por otra cosa. Poco a poco, se fue contagiando del espíritu de la fiesta entre alcohol y confesiones íntimas de sus amigas.

Nunca imagino que Sara, la espiritual del grupo le mamase la verga a su instructor de Yoga, entre otras cosas que hacían para abrir los chacras, según ella.

Y Carmen, la ama de casa perfecta, se hacía dar por el culo con el cadete del supermercado, ella misma confesaba: –“Ese guacho desgraciado la tiene tan dura que por días me deja el culo haciendo guiños”.

“¡Ay chicas son unas putas!”- Exclamo Teresa sin poder creer lo que confesaban sus amigas.

-“Haber lo que tiene que confesar la monjita”- Replico Sara, sorbiendo su semen de Hulk, un cóctel de menta, licor de chocolate blanco y vodka.

-“Y nada, que va a tener, si ni siquiera tiene uno de estos…”- Dijo Carmen sacando un consolador plateado de 25 cm de su cartera.

Todas rieron a carcajadas. Teresa confesó que desde su divorcio se había anulado sexualmente, tenía un hijo que criar y una casa que mantener, dado que el inepto de su ex esposo, nunca le paso un peso.

-“Mirá ese Batman que está ahí. Que bulto, por favor. Ya me mojé toda.”- Señaló Sara.

La máscara italiana de Teresa ocultó su vergüenza por mirar a un chico de la edad de su hijo, como un hombre deseable.

Era impresionante ese pedazo que exhibía, era como la de su ex marido, lo único bueno que tenía ese desgraciado.

-“Es como la de Roberto…”- Confesó sorprendida.

-“Y pensar que su esposo me quiso llevar a la cama y yo no quise…” Se lamentó Carmen al oído de Sara.

Las horas pasaron, las barreras de la represión se abrieron, como las piernas de muchas mujeres que, gemían alborotadas de placer montadas por activos jóvenes que derrochaban sensualidad.

Un lord Vader se hacía lamer el pene revestido en un preservativo fluorescente verde por dos cincuentonas arrodilladas como perras, muy cerca de las tres amigas que se les hacía agua la boca.

Sin embargo, Teresa no dejaba de mirar al hombre-murciélago; este le movía la pelvis ofreciéndole aquel bate de carne en forma descarada y obscena.

Al muchacho, le atraía esa mujer rubia platinada que parecía comérselo con la mirada. Sus senos grandes de pezones oscuros se veían muy apetitosos.  Entre tanto, Carmen le introducía su juguete en la vagina de Sara y a su vez, esta le acaricia los pechos a su amiga. La fiesta había empezado.

Gustavo no dejaba de refregarse con cuánta mujer se le acercaba, sin quitarle los ojos de encima a Teresa.

La de mascara italiana, arengada por sus amigas y el alcohol, se levantó hipnotizada por ese superhéroe y se paró delante de él, como una niña frente a la vidriera donde esta ese juguete que tanto desea, preguntándose, si podría ser suyo alguna vez.

Batman, quedó prendado de la mujer que tenía adelante, esa cincuentona se mantenía muy bien, algo entradita en carnes, pero le sentaba bien.

Sintió la necesidad de tocarla y poseerla. Toda ella le pareció muy sexy. Se acercó y le dio un chupón de lengua al tiempo que sus manos se aferraban a sus tetas generosas.

En otro momento, Teresa, lo hubiera abofeteado, pero por primera vez en años alguien la deseaba y se dejó tocar mansa. No era el alcohol o la música alta que la habían aturdido, sino la mirada libidinosa de ese joven cuyas manos recorrían su cuerpo atrevidamente.

Teresa experimento esa rica sensación de ser explorada, creyó desfallecer allí mismo cuando esos dedos flacos tocaron su intimidad. Sentimientos marchitos volvían a reverdecer en esa primavera de sensualidad. Su cuerpo respondió humedeciendo los dedos de aquel muchacho que no dejaba de masturbarla mientras le decía que era una diosa.

Teresa encerró sus últimos escrúpulos y se comió la llave. Ya no pensaría, lo había hecho durante toda su vida, era hora de gozar, se lo merecía, se dijo apagando el interruptor de la razón. Tocó el cuerpo bien trabajado, firme, de su seductor enmascarado, como también palpó la dureza de su pene y se lo engullo en la boca hasta los huevos, guiada por sus impulsos.

Gustavo vio estrellitas, aquella mujer que bien podría ser su madre, sabia como chupar una pija, pero no le importó, seguro su madre estaría en un restaurant sobre la rambla de pocitos cenando con sus aristócratas amigas hablando de moda, libros y otras cosas que hablan las gentes de su posición, imagino él, mientras gozaba como frotaba su pene entre los pechos de melón de esa mujer de mascara de colores violáceos y crema. 

Ni siquiera la dulce Andrea era tan hábil con la lengua como aquella rubia de ojos lascivos. Qué bueno sería que su novia estuviera allí para que aprendiera, pensaba entre suspiros.

-“¡Recuestate!” le ordenó ella con voz ronca, irreconocible, fruto de la calentura que le despertaba ese apuesto joven.

Gustavo acompaño con un gemido la penetración en aquella gruta húmeda y cómoda. No imagino que esa veterana estuviera tan deliciosa. La mujer suspiraba, cabalgaba arriba de él, libre de todo prejuicio, sus tetas se movían de arriba abajo y cuando no, manos apasionadas las amasaban provocando gritos gozosos que se unía a los demás que fornicaban alegres en el lugar.

-“¡Que hija de puta! ¡Mira cómo se coge al Batman!”- Grito indignada Sara a Carmen que le estaba lamiendo su vagina.

-“Dejala que coja tranquila Sara, entre nosotras nos arreglamos bien de bien!” Le contesto la ama de casa con la boca empapada de los fluidos de su amiga,

Teresa estaba feliz, no le importaba nada que la vieran, es más se daba cuenta que le excitaba, por eso, permitió que una mujer de boca grande y carnosa le chupara los senos mientras aquel grueso musculo se movía dentro de ella colmándola de placer como hacía tiempo no experimentaba.

Totalmente entregada a los caprichos de ese semental, dejó que la pusiera en cuatro patas y la tomara por detrás. Grito más de placer que de dolor, hacía tiempo que no recibía un pene por ahí y recordó lo rico que era. Ese joven la transportaba a un mundo de placer que había olvidado por años, ahora había vuelto para quedarse definitivamente. Se sentía bien, vital, querible, deseable.

La mujer de labios carnosos ahora centraba su lengua en la vagina de Teresa que destilaba jugos en cantidades industriales.

Carmen, los miraba con envidia, pero también con alegría. A ella le gustaba Sara, fue ella quien la inicio en ese mundo de placeres prohibidos y quien le explico cómo seducir al chico del supermercado sin levantar sospechas en su familia. Esa mujer flaca y de carácter fuerte, le hacía recordar a su mamá, una mujer cuya presencia la hacía sentir segura. Sara tenía ese mismo efecto sobre ella, la hacía sentir firme y ordenado su universo.

La acabada de Gustavo le dio directo en la boca a Teresa que generosa compartió con “labios carnosos” aquel viscoso y salado líquido que brotaba a chorros de aquella manguera cabezona.

Se saludaron como viejos amigos y se fueron cada uno por su lado, entreverándose con otros cuerpos sedientos de placer. Teresa recibió un beso de Carmen y Sara, quienes la iniciaron en los placeres lésbicos. A partir de esa experiencia las tres mujeres sintieron que su amistad había entrado en otro nivel de intimidad que celebraron con más encuentros de este tipo.

Al otro día, Gustavo, se despertó tarde, cansado y con resaca, cuando llego a la cocina quedó congelado del pavor, la resaca huyó sin mirar atrás. Sobre la mesa estaba la misma mascara italiana de aquella hembra con la cual había estado la noche anterior…

FMALVINO

(9,38)