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Una tormenta atroz y dos vecinos. La combinación perfecta II

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Él se despertó. Ella seguía dormida dándole la espalda, él estaba contento por tenerla allí entre sus brazos. La observaba mientras dormía. La besó delicadamente en el hombro y el cuello. Ella seguía durmiendo. El trataba de empapar su olfato con el aroma corporal de ella. Despedía un olor demasiado erotizante.

También se dispuso a deleitar el tacto de sus dedos con la piel tersa de dicha fémina. Le acariciaba la mejilla, el cabello, no podía evitar olerlo. Sintió una pequeña necesidad de impregnarse de ella. Se estaba volviendo loco por ella.

Ella seguía plácidamente dormida. Con tanta caricia, el comenzó a erotizarse, era irresistible. Su carita angelical con toque pícaro, su cuerpo desnudo y sensual. Aun dormida destilaba sensualidad y deseo. 

Estando más entonado, subió el erotismo en sus caricias. Iniciando por el rostro, los labios, el mentón. De allí se enfiló hasta su oreja. Acariciando su cabello y delicadamente colocándolo detrás de la oreja. Al hacer ese movimiento propinó en darle un beso tierno en el cuello. Bajó la mano lentamente recorriendo su silueta. Desde los hombros, pasando por la cintura, rodeando las caderas y extendiéndose sensualmente hasta sus bellas piernas.

Subió lentamente su mano por el abdomen hasta llegar a sus pechos, le apretó uno con la mano mientras acariciaba con sus labios el lóbulo de la oreja. Ella se despertó con ese apretón.

El aprovechó el pequeño momento de somnolencia para acariciarle los labios con la yema de los dedos de forma seductora y los besó dándole los buenos días. Ella le correspondió esbozando una sonrisa de alegría mezclada con picardía.  

Él: Buenos días princesa.

Ella: Buenos días.

Ambos emanaban dicha y gozo en sus rostros.

El seguía acariciándola. En una de esas, comienza a besarle en los inicios de su seno. Se entretuvo acariciándolo y besándolo. Se deleitó un rato con sus pechos, mientras que con su mano la tomó de la cadera y la pegó a su entrepierna.

Así en esa posición comenzó un pequeño vaivén mientras que acariciaba los labios vaginales, comenzaba a masturbarla suavemente en ritmo constante y sutil. Se estaba excitando bastante. Ella al sentirse un poco subida de tono, se gira colocando su brazo alrededor del cuello de él y lo beso apasionadamente. El corresponde. De inmediato sus besos expulsaban pasión pues, ya estaban bastante excitados. Ella pone su pierna encima de su cadera aprisionándolo hacia ella, él ya tenía su miembro erecto. Los dos comenzaron a frotarse y a pegar más y más sus sexos, acto seguido, el agarra su pene y lo guía hasta penetrarla. Así en esa posición sin dejar de besarse, de acariciarse, de morderse con coquetería más que con fuerza, así disfrutaron de su concupiscencia, gozándose a ritmos tranquilos pero erotizantes, comenzaban a gemir y a jadear, es mucho deseo que destilan los dos y embonan bastante bien. Después de un rato de retozar a gusto, saca su miembro y se corre en el abdomen de ella. Pero no deja de besarla ni de abrazarla.

Ella un tanto preocupada por la hora que en unos minutos iba a comenzar a clarecerse el cielo, se levantó de la cama, buscando la ropa que le había prestado en el inicio, se viste y le comenta que debe irse antes de que se aclare el cielo o alguien puede verla salir de la casa. El la observa con bastante gusto, deseo y una chispa de picardía como se pone la ropa.  El sólo se pone un pants y una playera, la acompaña a la salida.

Ambos se dirigen a la puerta, ella está por abrir la puerta y él la toma del brazo y la jala con firmeza, pero sin lastimarla deteniéndola en el recibidor, se queda un momento en silencio observando su rostro mientras ella se queda un poco perpleja por lo que él acababa de hacer. En eso la toma del cuello y la besa tiernamente. Se queda mirándola fijamente a los ojos, parece sentirse hipnotizado por sus globos oculares, baja la mirada a los senos y comienza a acariciarlos mientras le comenta coquetamente:

Él: ¿Me los regalas?

Ella: Jajaja claro que no.

Él: Ándale, prometo cuidarlos.

Dice eso mientras con los pulgares le baja un poco la blusa dejando salir los pezones haciendo movimientos circulares con estos.

Él: Prometo besarlos (los besa), - acariciarlos (los acaricia), lamerlos (los lame), morderlos (los muerde despacio).

Se queda un rato entretenido chupando sus pezones. Ella ya notó cuan débil se vuelve ante sus caricias. La toma de las piernas y la carga con delicadeza, así se la lleva nuevamente a sus aposentos.

Estuvieron todo el día retozando de lo lindo, lo hicieron tantas veces hasta saciarse. Ya entrada la noche, después de unos tres intentos, ella por fin pudo cruzar el umbral de la puerta de su vecino y dirigirse a su casa pues al día siguiente llegaba la vecina y era preferible salirse a tiempo de manera segura.

Por fortuna nadie le vio salir y fuera de casa tuvo que esperar como unos diez minutos para que llegara un compañero de casa y le abriera la puerta.

La vio cruzar su umbral y no pudo evitar esbozar una sonrisa entre tierna y pícara.

Él se mantuvo fumando fuera de casa unos cinco minutos después de que ella entrara a su casa.

Fin de la segunda parte

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