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La Fiesta de despedida

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Me había sumergido completamente en los preparativos para la fiesta.

De alguna manera, todo este tráfago, que me imponía voluntariamente, era un simple escape para tener algo que hacer en medio de mis vacaciones veraniegas.

Por primera vez en varios años, había renunciado al clásico viaje hacia algún rincón del caribe porque, al final de cuentas, todo se reducía, siempre, a las mismas rutinas, más o menos elegantes y más o menos vulgares, en medio de las cuales, algunas aventuras galantes, me habían brindado momentos de placer con algo de locura, que al final resultaron demasiado estereotipadas como para que valiera la pena recordarlas.

Y así, de pronto, llegué a la conclusión que necesitaba, como un paréntesis de reflexión, algo de aislamiento que me brindara la oportunidad de "replegarme sobre mi misma".

Esta frase me gustaba mucho y a todos los conocidos que encontraba y me preguntaban porque no había viajado, les respondía lo mismo empleando la famosa frase y eso me hacía sentir superior.

Total, tenía todo lo necesario y suficiente para asegurarme un retiro cómodo, plácido y seguro. Una casa amplia con un jardín acogedor, todas las comodidades en las cuales había invertido el dinero que generaban mis remuneraciones en el instituto y lo que día a día me entregaba mi consulta privada de psiquiatra, lo que hacía una suma importante considerando que no tenía un marido que se la gastara.

Así las cosas, cuando mi hermana Beni, me contó todos los problemas que tenía para la fiesta de graduación de su hijo mayor, le ofrecí de inmediato todo mi apoyo y puse a su disposición toda mi infraestructura y mis recursos para que la citada fiesta se realizara en mi casa.

De ese modo logré también cortar la perorata de quejas y lamentaciones de mi hermana que, francamente me irritaban, de modo que feliz recobré mi tranquilidad cuando la vi marcharse contoneando ese hermoso trasero que tanto le envidio y cuya evocación a menudo me sume en tentaciones que me hacen dudar seriamente de mi condición he hembra cien por ciento.

Había llegado por fin el día y me sentí orgullosa del trabajo realizado, pues mi casa lucía espléndida. Ningún detalle había quedado al asar y todo estaba dispuesto para recibir cerca de cuarenta personas que deberían consumir un cóctel monumental y luego soportar la música de los muchachos hasta altas horas de la madrugada.

Beni y yo, habíamos hecho lo posible por quitarnos unos diez años de encima y lucir sin gran diferencia con el promedio de las invitadas femeninas que debería estar cerca de los 18. Seamos sinceras y digamos que bien miradas no podrían calcularnos mas de 28 cuando en realidad yo tenía diez mas y Beni uno menos que yo.

Beni, que estaba muy consciente de lo que ya he dicho de su trasero, había elegido un modelo que se lo delineaba en forma perfecta y además lucía un escote que habría de permitir que todo el mundo, sin excepción, apreciara sus tetas perfectas en forma completa, pezones incluidos. Diciéndolo claramente, mi hermana Beni parecía una verdadera puta. Una puta elegante cierto, pero puta, y he de reconocer que su imagen era excitante, al menos a mí me excitó desde el momento que la vi.

A medida que avanzaba la noche me fui dando cuenta que esta fiesta de graduación creaba un ambiente ambivalente de acercamiento entre generaciones. Los muchachos parecían dar por sentado que a partir de este momento se adentraban en el mundo de los adultos con todos sus derechos, al paso que los adultos parecían asumir, al ritmo de las evocaciones, que aún estaban en plena juventud, de modo que se fue configurando un grupo homogéneo y permisivo que hacía que la fiesta resultara muy entretenida.

Así las cosas no me sorprendió en absoluto ver a mi hermana Beni agitándole descaradamente su trasero de lujo a un muchacho, que animado por unos cuantos grados de alcohol, movía su pelvis tan cerca de las gloriosas nalgas de mi hermana que el contacto parecía inevitable.

Yo bailaba cerca de ellos y lo que veía me era tan provocador que ni siquiera me inquieté al sentir como mi joven pareja introducía con dedicación uno de sus muslos entre los míos con tal presencia real que podría haber definido detalladamente las dimensiones y contornos de su erección.

En un simple recorrido por los distintos lugares de mi casa y de mi jardín coquetamente adornado, me fue posible, a esas alturas de la noche, observar parejas en todas las etapas de progreso del cortejo galante de la raza humana, desde el romántico coloquio inicial, pasando por la canción susurrada al oído durante un baile lento, llegando a la caricia prohibida a la sombra protectora de una planta estratégicamente elegida, para terminar en el abrazo entre un muchacho y su bella semi desnudos y a punto de consumar una penetración que a esas alturas parecía ya inevitable.

El recorrido fue perturbador y muy excitante. Una cosa es imaginar, leer, o ver en la pantalla las diversas fases del erotismo humano, pero otra mucho mas impactante es verlo en la realidad y más aún apreciarlo en tu propia casa. Es como meter todas las intimidades ajenas en tu propia intimidad.

Mi cuerpo había ido reaccionando a cada uno de los estímulos observados y por momentos me sentí acosada, amada, acariciada o violada haciéndome partícipe de besos intensos y caricias inauditas, de insinuaciones audaces, de consumaciones dolorosas, y de gritos ahogados , de modo que cuando llegué a la sala principal mi anatomía se disgregaba en cada una de sus partes íntimas cada una de las cuales vibraba a su propio ritmo en medio de una calentura endemoniada como nunca la había experimentado .

La sala estaba en penumbra porque ya casi toda la gente se había marchado y prácticamente me derrumbé en un sillón para esperar que mi fenomenal excitación se me fuera disipando antes de encaminarme a mi dormitorio y fue en ese momento que vi a la solitaria pareja que formaban Beni y su elegido, deslizándose suavemente, conscientes de su soledad.

No supe si me habían visto llegar y estoy segura que de ser así nada les habría impedido continuar en esa ausencia total del mundo que significa el estar sumidos hasta el alma en la fuente misma del deseo carnal.

El macho juvenil, estaba adherido a la anatomía provocadora de Beni englobando en su mano derecha una de las tetas monumentales de la mujer casada que acariciaba lentamente, pero con la firmeza de la pasión madura, el sexo grandioso del muchacho que, completamente liberado fuera del pantalón, lucía su piel brillante cada vez que la mano de Beni subía o bajaba por su longitud provocadora.

Era tan excitante la imagen, que yo, en un gesto espontaneo, me enrollé sobre mi misma recogiendo mis piernas, como queriendo desaparecer para no romper el hechizo. Pero al doblarme, no hice sino aumentar la superficie de contacto de mis muslos, ya ardientes, presionando mi sexo, que ahora si latía como un reloj infernal a punto de romper su mecanismo regulador.

Porque me había convertido en una participe activa del encuentro y deseaba con toda mi alma y sobre todo con mi cuerpo que el muchacho la extendiese sobre el piso y luego la montara atravesándola con su lanza candente, arrancándole gritos de dolor y de placer, que la girara sobre el suelo y la penetrara por todas sus entradas, que mordiera sus pechos y que la inundara hasta lo mas profundo de su ser, con su liquido espeso amarillento y pegajoso para dejarla convertida en un montón de carne ardiente en el centro de la sala.

Porque era eso lo que esta hembra desbocada estaba necesitando desde tiempo, porque no podía contener sus deseos dentro de su cuerpo y yo lo sabía ,porque ella me lo había contado muchas veces mientras se contoneaba en mi cuarto agitando ante mis ojos sus pechos diabólicos y su trasero divino.

Estos pensamientos hacían que mi cuerpo fuera recorrido por corrientes, que naciendo en la parte posterior de mi cabeza descendían entre mis pechos inflamados, para girar como un torbellino loco en el triángulo de mi vientre donde sentía abrirse mis labios para inundar la base de mis muslos y entonces para no gritar de placer sujetaba mi sexo con mis manos casi incapaces de contenerlo.

Ellos se habían detenido allí a un metro de mí sin que se hubiesen percatado de mi presencia y entonces la falda de Beni rodó lentamente hasta el suelo cediendo a los empeños del chico y apareció ante mí el trasero enloquecedor de mi puta hermana.

Era el clímax para mi . Allí, en medio de la penumbra, sus hemisferios me parecieron mas blancos, mas perfectos y mas deseables, a tal punto que estiré mis manos para tocarlo en el preciso momento en que se escucharon voces en la entrada.

El muchacho saltó como electrizado hacia atrás volviendo a la realidad y ante el temor de ser sorprendido semi desnudo corrió a ocultarse en el baño cercano, al paso de Beni, totalmente desnuda, se escabulló hábilmente por el pasillo hacia mi cuarto.

Me había quedado sola en medio de la oscuridad en la cúspide de mi calentura, sudando intensamente, con mis manos empapadas por mis jugos y mis sentidos invadidos por mi intenso perfume de hembra en celo. Momentos después, cuando se hizo el silencio, caminé lentamente por el pasillo hasta llegar a mi cuarto -. Mi corazón latía apresurado, mis manos ardían y mi sexo se agitaba neurótico.

En mi cuarto, sobre la cama, con la cabeza entre los almohadones, el cuerpo desnudo de Beni boca abajo me exponía su mayor tesoro. La tenia allí, seguramente con su calentura intacta en su cúspide, como la mía.

Me escuchó llegar, pero no se movió, solamente respiraba rítmicamente mientras yo me desnudaba.

Me deslicé calladamente, sobre ella, la abracé reteniendo sus tetas conmigo y la monté sintiendo la masa de sus nalgas prodigiosas bajo la presión de mi sexo mojado y palpitante, moviéndome para humedecerlo entero para entregarle mi líquido mensaje, mientras mis manos se alternaban para penetrar la intimidad de su sexo donde mis dedos recibieron el mensaje rítmico de las contracciones de su orgasmo mientras el mío inundaba su trasero y luego se extendía por la noche.

Abajo, la fiesta de graduación había terminado.

Aquí arriba, en mi cuarto, nuestra fiesta recién comenzaba.

(8,00)