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Siempre Lulú

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Hola, me llamo Julio tengo 47 años y lo que voy a contarles es lo más maravilloso que me paso en la vida. 

Durante años pase horas mirando a la mejor amiga de mi hija, tanto Laura mi hija, como Lulú eran inseparable fueron al colegio juntas y pasaban las tardes jugando en casa, pues los padres de Lulú vivían en guerra. Su padre alcohólico y su madre trabajaba incansable para sacar adelante el hogar. Pues así pasaron de la niñez a la adolescencia y Lulú se volvía cada vez más hermosa, comenzaron a crecerle los pechos y para la preparatoria, tenía un culo que matarías por tocarlo. Aunque no es demasiado alta, 1.60 cm de altura es realmente atractiva y sus facciones finas, sus ojos verdes y su cara de niña perpetua, la vuelven una Lolita hermosa. Yo, la verdad es que fantaseaba con ella. Pero no pasaba de eso, también conocí a varios de sus novios. Tanto de Lulú como de mi hija. Los de Lulú casi siempre pandilleros o adictos. Tal vez seguía el patrón de sus padres. Fue justo al entrar a la universidad, paso todo, el padre de Lulú las abandono y tuvieron que mudarse a otro barrio. Poco a poco fueron siendo más esporádicas las visitas de Lulú a casa. Se distanciaron a tal grado que dejaron de hablarse, yo nunca supe porque, y jamás le pregunté a mi hija. Pero sí lamentaba no ver ese culito paseándose en casa. Ni siquiera cuando Laura cumplió 18 vino a felicitarla. No hubo mensaje, ni llamada, nada. 

Así paso más de un año, me divorcie, cambie de trabajo y comencé a frecuentas casas de citas. Al principio, sólo me gustaba ir por una buena mamada. Pero como en todo, se le va encontrando el gusto. Y después de rodar por varios lugares encontré lo que buscaba. Una casona en el centro, ahí llegue por casualidad, me quedaba cerca del trabajo y cada que cobraba mi cheque asistía sin falta. En esta casa sólo encontrabas jovencitas, entre 18 a 21 años. Un paraíso para los viejos verdes como yo. Casi todas, pagaban sus estudios así, algunas otras madres solteras desde la adolescencia. Un día Doña Mari, la encargada del lugar me guiñó el ojo y me dijo:

—Tengo justo lo que le gusta don Julio.

—¿cómo sabe que me gusta?

—Ja ja ja, lo conozco bien, le gustan las que tienen cara de mosca muerta. Tenga, cuarto 24, segundo piso, trátela bien, es su primer día. Y usted es su primer cliente.

—¿De verdad?

—Claro don Julio, se la aparté, sea cariñoso...

Se alejó indicándome las escaleras para que subiera, cuando atuve frente a la habitación toque más por costumbre que por que fuera necesario.

—Adelante —Me respondió una leve y tímida voz.

Cuando entré la miré de espaldas, con una falda de colegiala, y un par de coletas. Unas nalgas hermosas y una cintura diminuta. La tomé por el hombro para verla de frente y entonces pasó.

—¡Mierda! ¿Qué haces aquí?

—Pero… ¡qué hace usted…! ¡No puede ser posible!

—tranquila niña, que me marcho y aquí no pasó nada.

—¡No! Espere... Es mi primer día, ya tuve dos clientes y me solté a llorar hasta que se fueron. Ya doña Mari me dijo que tenía una última oportunidad. Y necesito trabajar.

 —Ok, está bien, pero cálmate.

Me senté en la cama y ella al alado mío.

—Hace mucho que no te veía, ¿qué paso contigo?

—Me embaracé, justo del novio de Laura, y no me lo perdono. Luego papá se fue y mamá enfermó.

—¿Entonces, tienes un hijo?

—No, al segundo mes de embarazo lo perdí...

—Bueno bueno, y entonces dime, ¿qué quieres que hagamos?

—No... No sé... No podría.

—Sabes que doña Mari siempre está mirando, esos espejos tienen doble fondo, y siempre está al pendiente, para que no pase nada raro.

—Sí, justo así fue como entró cuando vio que no paraba de llorar.

—Entonces algo tenemos que hacer.

Por mucho que me hubiera impactado verla, no dejaría pasar esta oportunidad. Fue mi sueño durante años.

—Mira, relajate y vamos poco a poco, sí en algún momento no puedes o sientes que es demasiado paramos y yo hablo con doña Mari. ¿Te parece?

No respondió, sólo asintió con la cabeza. La abracé y la coloqué en mis piernas, podía sentir como se le crispaba la piel y comenzaba a temblar, unas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos y yo enseguida reaccioné, besándole cada gota que salía de sus ojos cerrados. 

—Tranquila, estás conmigo. No te preocupes, no te voy a lastimar.

Ella sólo asentía, y mis besos fueron recorriendo sus mejillas, el mentón, su cuello, hasta llegar a sus labios. Esos pequeños y rojos labios de mis mejores sueños, poco a poco se abrieron y comenzaron a recibir mi lengua. Mis manos fueron bajando, de sus hombros a la espalda, luego a su cintura, hasta llegar a sus nalgas. Levanté su falda y pude sentir por fin ese culito hermoso entre mis manos. Dejé sus labios y descendí con mi boca hasta encontrar sus tetas, redondas y firmes. Unas deliciosas tetas jóvenes. Mi lengua jugaba con sus pezones mientras mis manos se ocupaban de buscar su sexo. 

Cuando sintió que uno de mis dedos entraba en ella, dio un pequeño respingo. Pero, guardo silencio y con los ojos cerrados se dejó llevar. La recosté en la cama y fui bajando aún más con mis labios hasta encontrar ese tibio paraíso, para mí un manjar prohibido por años. Mi boca se fue llenando de su sabor, y mi lengua ahora disfrutaba de su clítoris, podría haber estado así por días, lo juro. Volví a bese sus labios y le pregunte.

—¿Estás lista?

Me miro a los ojos y asintió. Me coloqué un preservativo y fui entrando en ella poco a poco. Su gesto de dolor, su angustia, me hacían estar cada vez más excitado. Cuando por fin estuve dentro por completo me abrazo. La besé y le dije al oído —Yo te voy a cuidar niña. Entonces comencé a balancearme entraba y salía suavemente, y Lulú emitía tímidos gemidos, que fueron subiendo de volumen al mismo tiempo que yo subía la intensidad de mis embestidas. Hasta que por fin de manera furiosa chocaba contra ella. Este tipo de cosas no pasan todos los días, y sí seguía así acabaría en cualquier momento. Así que bajé un poco el ritmo y la levanté hasta cargarla. Ella se aferraba a mis hombros mientras sus caderas rebotaban contra mí, yo seguía aprovechando cada instante para buscar sus labios. Luego la coloqué en cuatro sobre la cama, siempre quise ver ese culito así, ahora mi verga lo estaba asaltando y la vista era maravillosa. Tomé sus brazos para que su cara quedará pegada al colchón, y comencé a tirar de ellos. Estaba a punto de explotar, pero no quería parar, ahora no. Mi embate final la hizo gritar mientras me corría.

—¡DIOS MÍO QUE DELICIA! 

Ella permaneció tumbada boca abajo, sus lágrimas se perdían entre el sudor y su pelo revuelto en la cara. Espere hasta que se calmara. Luego la vestí, pero ella seguía con la cabeza abajo. Creo que tenía más vergüenza ahora que al principio.

—¿Estas bien?

—Es que... Lo conozco desde que era niña…

—No pasa nada.

—Por favor… no quiero que Laura se entere…

—No te preocupes, ella vive con su madre y casi no la veo. Además, jamás le diría nada. 

Cuando salí de la habitación, doña Mari me esperaba con una gran sonrisa.

—¿Verdad que sí lo conozco?

—Gracias doña Mari, nos vemos luego.

Salí de ahí desconcertado, no pude dormir, no me coma entraba en nada. Así que al siguiente día volví.

—Hola, doña Mari, busco a la misma chica.

—Uy don Julio, me la espantó. Se fue y ni siquiera contesta el teléfono. 

—¿Cómo?

—Sí, salió casi detrás de usted, ni siquiera quiso cobrar.

—¿pero usted tiene su número. 

—Digamos que sí… 

Al final le pagué porque me diera el número, y debía intentarlo. Así que le mande un mensaje. “Hola, soy Julio el papá de Laura. ¿Podemos hablar?”.

Pase dos días mirando el teléfono esperando respuesta. Hasta que por fin a media noche apareció un mensaje. “Estoy afuera de su casa”.

De un brinco salté de la cama y miré por la ventana. Ahí estaba, con sus jeans ajustados y una pequeña maleta en la mano. 

—Pasa, que haces a esta hora en la calle.

—Me echaron de mi departamento. Debía casi tres meses y no tenía para pagar. Perdón, no sabía a quién más llamar. 

—Pasa, puedes quedarte el tiempo que quieras.

—No, sólo esta noche, no quiero ser una molestia.

—¿Cómo supiste donde vivo?

—Lo seguí aquel día, no sé porque… le puedo pagar de alguna manera, sólo tengo que conseguir algún trabajo.

—Por ahora descansa, yo me quedo en el sillón. 

Entre tanto, logré dormir un poco. Pero me despertó algo inesperado. Poco a poco fue cobrando conciencia mientras sentía algo bajo la manta que me cubría. Lulú tenía mi verga en su boca, me despertó con una mamada. Invada junto al sofá se aferraba a mí, la mejor mañana de mi vida. No paro hasta que me logró que me viniera, y se tragó absolutamente todo. Luego me beso y me dijo.

—Gracias.

Cuando por fin salí de mi asombro, escuché como caía agua en la ducha. No lo dudé ni un instante. Fui hasta ahí y la tomé de la cintura, la acomodé contra la pared, mientras mi verga buscaba cabida, sentí como me hundía en su tibieza y no paré hasta que mi semen la inundo.

—Eres mi sueño hecho realidad.

—¿de verdad?

—Sueño con esto desde hace años.

La bañé y la sequé entre besos y caricias. Y el sexo se volvió una buena costumbre diaria. Su cara de niña recibía mi semen con una sonrisa juguetona y con el tiempo su cola fue una más de mis diversiones. Tanto que olvidé por completo que Laura tenía un juego de llaves de mi casa y una tarde justo cuando Lulú me montaba en la sala. La puerta se abrió. Y ahí estaba mi hija a punto de desmayarse viendo a su amiga de toda la vida ensartada en mi verga. 

Fue como sí todo se detuviera. Como le voy a explicar todo esto. También tengo que explicarle que va a tener un hermanito. 

Gracias por leerme. 

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